lunes, 29 de septiembre de 2025

LA LUCHA DE CLASES Y LA RENOVACION GENERACIONAL

 


(29 de setiembre de 2025)

 

Por Miguel Aragón

 

Las grandes movilizaciones de los últimos días, en Lima y en otras provincias, son un fenómeno social que requiere mayor atención.

La historia "es la sucesión de las generaciones" (Marx, La Ideología Alemana") y a la vez, la historia "es la lucha de clases" (Marx, El Manifiesto Comunista).

Ambos conceptos no se contraponen, por el contrario, se complementan.

La historia, desde la época antigua, es la historia de la lucha de clases. Esta es una verdad irrefutable, comprobada en la práctica social de las masas en los últimos siglos de civilización.

A su vez, cada clase social, se renueva generacionalmente cada cierto tiempo. Esta renovación es social, y también es una renovación política y cultural. Todo lo existente en la sociedad se encuentra en constante cambio.

En la lucha social cada generación va descubriendo sus características propias, y va definiendo sus propias organizaciones, y seleccionando y promoviendo a sus propios dirigentes.

En Perú, desde aproximadamente el año 2020, la nueva generación está atravesando por este proceso de definición y de selección.

Entre ellos, la confusión actual es natural y a la vez temporal, tal vez se prolongue por cinco años más.  Pero en definitiva, al comenzar la próxima década los campos estarán definitivamente delimitados y contrapuestos. La lucha político electoral municipal del año 2030 será definitiva, marcará un antes y un después.

La composición social de las masas en movimiento es muy compleja y variopinta.

Participan desde estudiantes jóvenes que todavía reciben sustento económico de sus padres, hasta desempleados jóvenes que no disponen de un sustento seguro en el día a día.

También participan trabajadores jóvenes que son trabajadores asalariados (obreros y empleados), así como trabajadores jóvenes eventuales o subempleados

No faltan   empresarios jóvenes y vendedores ambulantes.

Una característica muy importante y destacable es la participación de un alto porcentaje de mujeres, cada vez más identificadas y comprometidas con la lucha social., posiblemente entre ellas, también se movilicen un porcentaje significativo de madres jóvenes, que son las que más viven y sienten las necesidades sociales.

Por ahora sus principales consignas son protestatarias, niegan y combaten los males sociales. Pero en la medida en que continúen y perseveren en la lucha, se elevarán a las consignas contestatarias, a las propuestas afirmativas, en un comienzo "por mejores condiciones de trabajo y mejores condiciones de vida", y en una segunda etapa agitarán consignas por el cambio social. 

Este proceso de maduración estará condicionado por la evolución económica y por la evolución política del país, y también del mundo, un mundo cada vez más interconectado.

El actual ciclo de crecimiento económico sin desarrollo social, que se vive en el país, al igual que anteriores ciclos, será temporal. En cualquier momento puede comenzar el nuevo ciclo de crisis económica y agravamiento de la crisis social y política.

 Desde ahora, todos (jóvenes, adultos y veteranos) debemos y tenemos que prepararnos para afrontar la nueva situación, y cambiar las formas de organización y de lucha.

La clase dominante también está analizando este proceso, y se está preparando para las próximas jornadas de lucha, comenzando por acrecentar y fortalecer el aparato represivo, para lo cual el incremento de la delincuencia y la violencia, le sirven del pretexto ideal.

A más delincuentes, más policías; y a más policías más delincuentes Todo está sincronizado.

martes, 23 de septiembre de 2025

FRENTE UNIDO: DIEZ CONTRA UNO

 


(23 de setiembre de 2025)

 

Por Miguel Aragón

 

Muy agradecido por compartir el video con el último discurso de Petro, el actual presidente de Colombia.

 

I

 

 Los socialistas chinos, en la década de 1960, resumiendo su larga experiencia de lucha, expresaron la relación entre táctica y estrategia de manera sencilla, de la siguiente manera:

"Estratégicamente enfrentar uno contra diez, pero tácticamente enfrentar diez contra uno"

Los presidentes Lula de Brasil, Petro de Colombia, Claudia de México, y otros similares (incluido Pedro Castillo de Perú) no son socialistas, y mucho menos tampoco son marxistas.

Sus respectivos gobiernos no son gobiernos socialistas, son gobiernos democrático burgueses, que tienen contradicciones con la ultraderecha en sus propios países, y con el capitalismo monopolista norteamericano en lo externo.

En esa condición, son parte del frente unido democrático a nivel continental y mundial.

Para resistir y enfrentar a un enemigo mayor (la burguesía monopolista norteamericana), hay que emplear la táctica acertada de Enfrentar diez contra uno, por eso, en lo que sea necesario, los socialistas debemos apoyar críticamente a esos gobiernos.

 

II

 

En la década de 1930, los socialistas chinos para resistir y derrotar a un enemigo militar y económicamente superior, aplicaron la táctica del Frente Único Antijaponés.

En ese frente "temporal" (como todo frente), además de unir a obreros, campesinos, pequeña burguesía y mediana burguesía, también incluyeron y obligaron la participación del Kuomintang (que representaba a la gran burguesía y a los terratenientes feudales chinos).

Esa fue una táctica acertada que permitió derrotar al enemigo principal. Aplicaron correctamente el enfrentar Diez contra Uno. (Sin aplicar la política del frente único, el pueblo chino hubiera sido derrotado)

Desde comienzos de este siglo, a nivel mundial, para resistir al hegemonismo norteamericano, el gobierno chino está aplicando esa misma táctica al formar los BRICS+.

En la composición de los BRICS+, los aliados temporales del gobierno de China, no son gobiernos socialistas, incluso ni siquiera son "gobiernos democrático burgueses", pero si tienen contradicciones con el hegemonismo norteamericano, que actualmente continúa siendo el enemigo principal de los pueblos. 

 

III

 

El próximo año 2026, habrá lucha político electoral en Perú y en otros países de Nuestra América, en ese sentido será un año eminentemente electoral.

En Perú ninguna de los grupos que se reclaman socialistas, están en condiciones, ni tiene la fuerza necesaria, para resistir la ofensiva política antidemocrática de la clase dominante y sus partidos ultraderechistas.

Partiendo de esta realidad objetiva los socialistas peruanos, en la lucha político electoral del año 2026, tenemos que aplicar la táctica de unir fuerzas y enfrentar Diez contra uno

El sectarismo, el hegemonismo pequeñoburgués (caudillismo personalista) , el abstencionismo ("esconderse debajo de la cama") , nos llevarían a un rotundo fracaso. Lo que nos está faltando es investigar, precisar y agitar, un programa mínimo de Reivindicaciones Inmediatas, para unir a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas, y así debilitar, y minimizar, la brutal ofensiva de la ultraderecha feudal burguesa. 

Con usted tengo muchas diferencias de carácter estratégico, temporalmente coloquemos esas diferencias en segundo plano, tratándola una a una a largo plazo, pero coloquemos en primer plano, algunas de nuestras coincidencias tácticas. NO SE NECESITA MAS, PARA FORTALECER EL FRENTE UNIDO DEL PUEBLO.

martes, 16 de septiembre de 2025

LA DIALECTICA DEL LIBRO LA ESCENA CONTEMPORÁNEA

 


PARA RETOMAR EL CAMINO

 

(16 de setiembre de 2025)

 

Por Miguel Aragón

 

Nos encontramos a escasamente algo más de dos meses del 25 de noviembre, fecha en la cual se conmemora el Centenario de la publicación del libro La Escena Contemporánea el primer libro de José Carlos Mariátegui.

Un libro que es tan importante, o más importante, que su más conocido 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana 

Reitero el llamado a escribir y publicar comentarios sobre el libro La Escena Contemporánea, tanto sobre el contenido y la importancia del libro, como también sobre la proyección de esos temas a la presente situación mundial, que cada día está más convulsa.

A continuación, enviaré el texto de mi artículo La Dialéctica de la Escena Contemporánea.

Aprovecho para informar, que en estos momentos estoy preparando otros dos artículos sobre el mismo tema, que espero culminamos a más tardar en dos semanas.

Saludo a los compañeros que ya han publicado algunos comentarios sobre el libro. Felicitaciones.

 

LA DIALECTICA DEL LIBRO LA ESCENA CONTEMPORÁNEA

 

(15 de setiembre de 2025)

Por Miguel Aragón

 

El primer cuarto del siglo XX, hasta el año 1925, fue uno de los periodos históricos más intensos y más agitados de la historia mundial. José Carlos Mariátegui publicó su libro La Escena Contemporánea el día 25 de noviembre de 1925, libro en el cual aportó “los elementos primarios de un bosquejo o un ensayo de interpretación de esa época” (Mariátegui, “Palabras preliminares” al libro, noviembre de 1925).

Ese libro teórico, de interpretación de la realidad mundial, tuvo una larga maduración en el desarrollo del pensamiento de Mariátegui, desde comienzos del año 1918 cuando participó en la constitución del Comité de Propaganda Socialista y preparaba la publicación de una revista de combate titulada Nuestra Época, hasta setiembre de 1925. En la producción teórica de Mariátegui el libro La Escena Contemporánea tiene tanta, o más, importancia que el libro 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana.

La preparación del libro fue avanzada en tres etapas. Las dos etapas preparatorias fueron, primero la serie de artículos Aspectos de Europa escrita desde Europa entre los años 1920 y 1922, y después, la serie de Conferencias sobre La Crisis Mundial expuestas en la Universidad Popular Gonzáles Prada de Lima, en los años 1923 y comienzos de 1924. La etapa definitiva de redacción de los textos del libro fue desarrollada en la serie de artículos Figuras y Aspectos de la Vida Mundial publicados mayormente en la revista Variedades, entre setiembre de 1923 y setiembre de 1925.

 

NUEVA ÉPOCA HISTÓRICA

A fines del siglo XIX, en especial a partir de la gran crisis económica capitalista del año 1873, en los pocos países más desarrollados de ese tiempo, el capitalismo en crecimiento comenzó a transitar de su primera fase de capitalismo de libre competencia, a su fase superior de capitalismo monopolista, acelerando y llevando a mayores niveles el proceso de internacionalización de las relaciones  económicas, abarcando a la mayor parte del mundo (Lenin, Informe sobre la Situación Internacional, en el II Congreso de la Internacional Comunista, julio de 1920). 

En esa fase de capitalismo monopolista, rentista y agonizante, necesariamente se agudizaron las contradicciones fundamentales de la sociedad capitalista. En primer lugar, el propio crecimiento capitalista agudizó la competencia comercial entre los grandes propietarios de los medios de producción dentro de cada país, y también agudizó la competencia entre los grandes monopolios de varios países que se disputaban la hegemonía en el mundo. La competencia económica fue acompañada por agrías disputas diplomáticas, disputas que el año 1914 inevitablemente desembocaron en la guerra por un nuevo reparto del mundo. A comienzos del año 1914 las potencias se agruparon en dos bandos principales. Por un lado, el emergente imperio Alemán, aliado con el Imperio Austro Húngaro, y que recibió el apoyo del Imperio Otomano; y por otro lado, el viejo Imperio Inglés aliado con el Imperio Francés, que recibieron el apoyo del decadente Imperio zarista ruso, y posteriormente el apoyo de Estados Unidos de Norteamérica.   Otra vez, pero en esta oportunidad, a escala mundial, se cumplieron dos conocidas leyes de la historia: “la política es la expresión concentrada de la economía”, y “la guerra es la prolongación de la política por otros medios” (Lenin, El Socialismo y la guerra, agosto de 1915). 

En segundo lugar, la competencia entre grandes empresas capitalistas, intensificó la mayor explotación de los trabajadores en los países capitalistas, agudizando la contradicción entre el trabajo asalariado y el capital, impulsando a niveles más altos la lucha entre el proletariado y la gran burguesía, lucha que, por primera vez, llegó a cuestionar el poder político de la gran burguesía en varios países.

En tercer lugar, las inversiones de capital en los países coloniales y semicoloniales, y el reparto del mundo por las potencias coloniales “avanzadas”, aceleraron el crecimiento capitalista en esos países atrasados. Lenin anotó: “Una de las características esenciales del imperialismo consiste, precisamente, en que acelera el desarrollo del capitalismo en los países más atrasados, ampliando y recrudeciendo así la lucha contra la opresión nacional” (Lenin, El programa militar de la revolución proletaria, setiembre de 1916).

El paso del largo periodo de crecimiento pacifico, que fue característico en las últimas décadas del siglo XIX, al periodo de guerras iniciado el año 1914, a su vez, agudizó la crisis económica y la crisis social, creándose en el continente europeo un largo periodo de situación revolucionaria (Lenin, La bancarrota de la Segunda Internacional, mayo de 1915). Esa situación   excepcional, que se prolongó en los países europeos durante un decenio, desde 1914 hasta 1924, se desarrolló de manera desigual en varios países. La maduración de las esperadas condiciones objetivas para la revolución, impulsó el desarrollo de la conciencia y de la organización del proletariado en varios países, en los cuales grandes masas de trabajadores se lanzaron a luchar por el poder, en Rusia (1917), Finlandia (1918), Bulgaria (1918), Alemania (1918), Hungría (1919), e Italia (1922) (Autores varios, La Internacional Comunista, ensayo histórico sucinto, Editorial Progreso, 1970).

En esas condiciones, las luchas sociales en cada país adoptaron formas peculiares propias y arribaron a resultados diferentes. De esos varios levantamientos insurreccionales, que uno a uno estallaron en cadena entre 1917 y 1923, solamente el proletariado ruso logró sostener el nuevo poder recién constituido. Lenin descubrió que: “la desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que la victoria del socialismo empiece   por unos cuantos países capitalistas, o incluso por un solo país capitalista” (Lenin, La consigna de los Estados Unidos de Europa, setiembre de 1916). Con el triunfo de la revolución proletaria y con el inicio de la construcción del socialismo en la extensa y superpoblada Rusia, en el mundo se formó una nueva contradicción fundamental, la contradicción entre las mayores potencias capitalistas y el primer país socialista.

Además de estas cuatro contradicciones fundamentales que determinaban  el desarrollo del mundo en su conjunto, también  existían otras contradicciones, como la subsistencia de la contradicción entre la burguesía  y la clase terrateniente feudal en los países menos desarrollados, la contradicción entre las burguesías monopolistas y las burguesías no monopolistas dentro de cada país capitalista, la contradicción entre el campesinado  y el proletariado, y muchas otras contradicciones sociales y políticas.    

En 1917, con el triunfo de la Gran Revolución Rusa, comenzó la revolución social, comenzó una nueva época histórica en el desarrollo de la humanidad. Se dio inicio a la época de la dictadura del proletariado, o época del socialismo. Según la concepción materialista de la historia, las épocas históricas en el desarrollo de la humanidad se diferencian en primer lugar por el modo de producción, y en segundo lugar por la clase que está en el centro y determina la principal dirección del desarrollo de la época (01). 

La formación de esta nueva época histórica, con sus grandes cambios políticos, sociales y económicos, a su vez modificó la mentalidad de los pueblos. Por las necesidades de la lucha social, se impuso la renovación y el desarrollo de las corrientes teóricas vigentes hasta antes del estallido de las grandes contradicciones. Mariátegui constató que “la guerra mundial no ha modificado ni fracturado únicamente la economía y la política de Occidente. Ha modificado o fracturado, también su mentalidad y su espíritu” (Mariátegui, Dos concepciones de la Vida, 9 de enero de 1925, en El Alma Matinal y otras estacione del hombre de hoy),

José Carlos Mariátegui, y otros grandes pensadores de su generación, se desarrollaron teórica y políticamente, en esa nueva condición histórica que se había formado en el mundo.  La situación mundial estaba cambiando aceleradamente, los pensadores de vanguardia estaban en la necesidad de interpretar teóricamente la nueva realidad mundial en formación, y actualizar el programa de las tareas políticas del proletariado, acordes a la nueva realidad. Toda la literatura política previa a la crisis mundial, necesariamente tenía que ser revisada (Mariátegui, La Revolución Social en marcha a través de los diversos pueblos de Europa, posteriormente publicado con el título La crisis mundial y el proletariado peruano, 15 de junio de 1923),

 

ASPECTOS DE EUROPA

Mariátegui, desde muy joven, expresó su gran interés por conocer y comprender la nueva realidad mundial. Entre sus escritos juveniles nos dejó varios artículos en los cuales dejó testimonios de ese interés y vocación por conocer e interpretar el mundo. En la primera parte de la antología de textos de Mariátegui titulada Invitación a la Vida Heroica, libro publicado por Alberto Flores Galindo el año 1989, se incluyeron varios textos sobre la situación mundial de ese tiempo, escritos por Mariátegui antes del año 1918.  

Después de la inicial experiencia vivida durante los años 1918 y 1919, como promotor y activista del Comité de Propaganda Socialista, acontecimiento que dio nacimiento al movimiento socialista peruano, Mariátegui al poco tiempo de llegar deportado a Europa, comenzó a escribir la serie de artículos titulada Aspectos de Europa. Los primeros artículos de esa sección fueron “El problema del Adriático” (enero de 1920), “La Entente y los Soviets” (febrero de 1920), ¨Los culpables de la guerra” (febrero de 1920), “La Entente y Alemania” (abril de 1920),  “La Conferencia de Spa” (mayo de 1920),  “La Sociedad de las Naciones” (mayo de 1920), “La guerra ha sido revolucionaria o reaccionaria” (julio de 1920), “Aspectos del problema adriático” (agosto de 1920), “El cisma del socialismo (marzo de 1921), “Los problemas de la paz” (mayo de 1921), y otros más.  El último artículo de esa serie fue “El crepúsculo de una civilización” (diciembre de 1922).  

En esos artículos, Mariátegui   desplegó su inicial conocimiento y dominio del método dialéctico materialista y su definida posición internacionalista. En esos artículos escritos en el transcurso de los años 1920, 1921 y 1922, enviados desde Italia (con excepción del último, que fue escrito y enviado desde Alemania), y  que fueron  publicados en  el diario “El Tiempo” de Lima, Mariátegui expuso de manera ordenada, una primera aproximación a los temas centrales de la crisis mundial, entre ellos las consecuencias de la gran guerra europea  desarrollada entre 1914 y 1918, el surgimiento del primer estado socialista a partir de noviembre de 1917, y el desarrollo del movimiento comunista internacional (Ver artículos de Mariátegui, en la antología  Cartas de Italia. El último artículo fue incluido en Signos y Obras)

A su retorno al Perú, en marzo de 1923, desde las primeras entrevistas periodísticas, Mariátegui reafirmó su definida posición internacionalista. En abril de 1923 en el suplemento Variedades del diario La Crónica, se publicó su entrevista La Cuestión del Ruhr. Diversos aspectos panorámicos.  Al mes siguiente, en mayo de 1923, en la revista Claridad se publicó una segunda entrevista El Ocaso de la civilización europea. Ambas entrevistas estuvieron en la misma línea internacionalista de su último artículo El Crepúsculo de una Civilización que había enviado desde Europa. (Estas dos entrevistas, poco conocidas, se pueden revisar en el Tomo I del libro José Carlos Mariátegui: Política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista, publicación de la Universidad Socialista del Perú, 2015). En esos tres textos (su último artículo enviado desde Europa y en las dos entrevistas a su llegada a Lima), Mariátegui intentó presentar una visión global de la crisis mundial, crisis que se resumía en la siguiente expresión. La tragedia de Europa es esta: “El capitalismo no puede más y el socialismo no puede todavía”. La crisis aparece, pues, como el resultado de dos grandes impotencias. Impotencia de la idea individualista, demasiado vieja, caduca, senil, gastada. Impotencia de la idea colectivistas, demasiado inmadura. Pero la primera es la impotencia de la decrepitud, mientras la segunda es la impotencia de la inmadurez. La posición histórica de una y de otra idea es, pues, sustancialmente distinta” (Ver Entrevista a Mariátegui, publicada en el suplemento Variedades, el 15 de abril de 1923, reproducida en el libro anteriormente citado, Tomo I, La Escena Contemporánea y otros escritos, pp. 397).      

En mayo de 1923, a los dos meses de su retorno, Mariátegui   preparó el “Plan Anual de Conferencias” a exponer en la Universidad Popular Gonzáles Prada. El Plan de “once temas” preparado por Mariátegui, es un ejemplo de trabajo planificado, para estudiar y exponer los aspectos principales de la crisis mundial, destacando el papel del proletariado en la dirección de la lucha por construir el mundo nuevo en formación. Ese plan de exposiciones, fue continuación y desarrollo de su primer trabajo, que ya había desarrollado pocos meses antes en la serie Aspectos de Europa. 

Mariátegui regresó de Europa “con el propósito de trabajar por la organización de un partido de clase” (Mariátegui, Antecedentes y Desarrollo de la Acción Clasista, mayo de 1929). Toda su producción desde Europa, las conferencias en la UPGP, así como veremos continuación, también el libro La Escena Contemporánea, tenían un propósito definido, “aportar elementos de crítica, investigación y debate” para sustentar la parte teórica del programa de la organización del proletariado peruano. Mariátegui fue “un hombre con una filiación y una fe” (Palabras preliminares en el libro La Escena Contemporánea), Mariátegui tenía “una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano” (Advertencia en libro 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana), Mariátegui declaró “mi vida es como una flecha que debe llegar a su destino” (Testimonio de Armando Bazán).

 

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL

Entre sus Conferencias en la UPGP (de mayo de 1923 a mayo de 1924) y la anterior serie Aspectos de Europa (de enero de 1920 a diciembre de 1922) hay varias diferencias, que reflejan el avance en el pensamiento de Mariátegui, pero siempre con el mismo objetivo.  

En setiembre de 1923, a tres meses de haber iniciado su ciclo de conferencias, Mariátegui inició una tercera etapa en su trabajo de investigación de la realidad mundial. Comenzó a publicar en la revista Variedades, una serie de artículos semanales titulados Figuras y Aspectos de la Vida Mundial.

El paso de la inicial Aspectos de Europa (escritos en los años 1920, 1921 y 1922) a Figuras y Aspectos de la Vida Mundial (a partir de setiembre de 1923), significó “un múltiple salto dialéctico” en el desarrollo del pensamiento de Mariátegui.

En primer lugar, el primer salto dialéctico en el trabajo de Mariátegui, fue que su trabajo de interpretación teórica ya no se circunscribía solamente a la realidad europea (como su primera aproximación de los años 1920 a 1922), sino que ahora intentaba abarcar, y llegó a abarcar, la mayor parte de “la realidad mundial”. Años después, al publicar el primer número de la revista “Amauta”, Mariátegui declaró “todo lo humano es nuestro”.

En segundo lugar, Mariátegui dio un segundo salto dialectico, mucho más importante en el desarrollo de su pensamiento.  Este segundo salto dialéctico, fue un gran aporte de Mariátegui a la renovación y continuación del método marxista. Tanto en la primigenia serie Aspectos de Europa y en el plan de conferencias en la UPGP, Mariátegui interpretó “aspectos”, “procesos” o “realidades” determinados, como hasta entonces, era el estilo predominante en los estudios teóricos marxistas. Marx escribió El Capital o desarrollo del capitalismo en Inglaterra, Lenin escribió El desarrollo del capitalismo en Rusia y El imperialismo fase superior del capitalismo, Kautsky escribió La Cuestión Agraria, y así sucesivamente. Esos fueron estudios teóricos en los cuales predominó el análisis de la realidad económica, social y hasta política, de un momento histórico determinado, pero sin destacar, (y a veces sin mencionar), el papel desempeñado por los individuos más representativos en esos momentos de la historia.

En esta nueva etapa de su trabajo de interpretación, Mariátegui agregó un componente nuevo, al cual él denominó “Figuras y Aspectos de la vida mundial”. Ya no se reducía solamente a los aspectos, sino que también incluyó el comentario del papel de los personajes o figuras principales. Para Mariátegui, el desarrollo de las figuras o “personajes”, estaba condicionado por la evolución de los aspectos o procesos de la realidad mundial; pero a su vez, el papel de los individuos destacados influía sobre la evolución de los procesos de la realidad. No es lo mismo escribir sobre “la revolución rusa”, que escribir sobre “Lenin y la revolución rusa”; así como no es lo mismo, escribir sobre “el fascismo” que escribir sobre “Mussolini y el fascismo”. Son dos visiones diferentes de la realidad, que tienen resultados diferentes. La visión de Mariátegui era más integral, más completa.

En el análisis del desarrollo de la realidad, para los idealistas, lo principal es la función que cumplen los individuos. Para algunos materialistas, el papel de los individuos en la historia es intrascendente, no cuenta en la evolución de la realidad. Mariátegui se esforzó por superar esas dos visiones unilaterales. En sus artículos sobre Henri Barbusse incluidos en el libro La Escena Contemporánea, Mariátegui precisó la relación dialéctica existente entre el papel de los individuos y el papel de las masas; igualmente, en sus artículos escritos posteriormente sobre Teoría y Práctica de la Reacción, Mariátegui expuso con meridiana claridad, la relación existente entre los procesos político sociales y las ideas de los individuos. “El hecho reaccionario ha precedido a la idea reaccionaria. Tenemos ahora una abundante filosofía de la reacción; pero para su tranquilo florecimiento ha sido necesaria, previamente, la reacción misma” (Mariátegui, en Los ideólogos de la reacción, incluido en el libro Defensa del marxismo). Algo similar podríamos afirmar sobre la relación existente entre el hecho revolucionario y las ideas revolucionarias.

Este segundo salto dialéctico, fue un gran aporte de Mariátegui a la renovación y continuación del método marxista. Este gran aporte fue el resultado de la asimilación del “verdadero moderno marxismo, que no puede dejar de basarse en ninguna de las grandes adquisiciones del 900 en filosofía, psicología, etc.” (Respuesta de Mariátegui a un cuestionario para enviar a Argentina, escrito en abril de 1930, incluida en el libro Ideología y Política).    

El tercer gran salto dialéctico, o saltos dialecticos para ser más precisos, está expresado en la evolución del cambiante esquema de análisis de las contradicciones en la Escena Contemporánea en el transcurso de los años 1923 a 1925. Mariátegui comenzó a escribir esa serie de artículos con un esquema inicial con tres ejes principales, y a medida que avanzaba en su desarrollo, lo fue reajustando y ampliando, para aproximarse lo más posible al desarrollo real de la cambiante realidad mundial, y concluyó desdoblando la compleja realidad mundial en siete capítulos o siete ensayos. La serie de artículos que formarían el cuerpo del libro La Escena Contemporánea no fue escrita al azar, según la llegada de las noticias por cable, ni tampoco como ocasionalmente se le venían las ideas a la mente. Por encima de las eventuales circunstancias, Mariátegui siempre colocó como guía, un plan de trabajo concebido previamente.

Para explicar el desarrollo de la época moderna, Marx en el Manifiesto de 1848, colocó como contradicciones fundamentales la larga lucha de la burguesía contra la aristocracia feudal, y la lucha del proletariado contra la burguesía (revisar Capítulo I del Manifiesto de 1848). Por su parte, Mariátegui para comenzar a analizar la época contemporánea, en un primer momento colocó la contradicción entre tres fuerzas político sociales: revolución, reacción y reforma. Comenzando los artículos de la serie Figuras y Aspectos de la Vida Mundial, en setiembre de 1923, Mariátegui escribió: “Lenin es el político de la revolución; Mussolini es el político de la reacción; Lloyd George es el político del compromiso, de la reforma” (Mariátegui, en artículo Lloyd George, 15 de setiembre de 1923). Ese fue el primer esquema de investigación que Mariátegui se propuso en setiembre de 1923. En el transcurso de los próximos meses, ese esquema inicial, lo fue desdoblando dialécticamente, y a medida que avanzaba en la investigación de la realidad mundial, fue desarrollando otros aspectos de las contradicciones fundamentales.

Por un lado, Mariátegui   describió   el campo de “la crisis de la democracia”, como crisis del capitalismo, que en ese entonces estaba dividida en dos expresiones fundamentales: “la reacción fascista y la reforma liberal”. Por otro lado, describió “la crisis del socialismo”, que también estaba dividida en dos expresiones fundamentales: el socialismo revolucionario maximalista, y el socialismo reformista minimalista. Esos fueron los ejes guías, de los cuatro primeros capítulos del libro. Como “figuras” representativas de esa doble crisis, Mariátegui destacó a Mussolini y a Lloyd George, como exponentes de las dos tendencias del campo del capitalismo; y destacó a Lenin y Ramsey Mc Donald como los principales exponentes de las dos tendencias del campo del socialismo.   

En esos cuatro capítulos, Mariátegui priorizó el análisis de las cuestiones políticas y económicas, a las cuales agregó un quinto capítulo La Revolución y la inteligencia, en el cual presentó a algunos exponentes de la evolución del movimiento intelectual europeo, entre los cuales el más destacado fue el escritor francés Henry Barbusse, principal animador de la destacada revista Clarte.

De esos cinco capítulos, el más importante fue el capítulo Hechos e Ideas de la Revolución Rusa. Ese gran acontecimiento fue el que definió el tránsito a la nueva época histórica, que es el contenido principal del libro. Dentro de ese capítulo (y dentro de todo el libro), el texto más importante es el artículo Lenin, publicado en la revista Variedades el 22 de setiembre de 1923. Mariátegui había decidido incluirlo en el libro, así en marzo de 1924 se publicó en la revista Claridad N° 5, con dirección de Mariátegui, un aviso en el cual se anunció la próxima publicación de su primer libro. En la relación de textos se incluyó en primer lugar el titulo Lenin.   

Sorpresiva e inexplicablemente, en noviembre de 1925, al publicarse la primera edición del libro, no apareció ese artículo Lenin, ni tampoco ha sido incluido en las ediciones posteriores, publicadas a partir del año 1959 hasta el presente año 2025. La mayoría de intelectuales que han intentado comentar el libro, ignoran y omiten expresar una posición definida sobre ese artículo. (En un próximo artículo fundamentaremos la importancia de este artículo, como parte del libro, y como parte sustancial del desarrollo del pensamiento de Mariátegui). 

Hasta ahí, la evolución de esos cinco ejes, abarcaba al análisis de la realidad del mundo occidental, que en ese momento era el foco de las contradicciones mundiales.  Mariátegui descubrió que, además de ese doble aspecto de la crisis mundial, también estaba la realidad del mundo oriental, cada vez más integrada al mundo en su conjunto.   La contradicción entre la civilización oriental y la civilización occidental, también formaba parte de la realidad mundial, realidad cada vez más integrada, primero por el crecimiento económico del capitalismo (crecimiento que no conoce fronteras), y después, por la acción teórica y política del movimiento comunista mundial (¡Proletarios de todos los países uníos!). Ese vino a ser un sexto aspecto de la realidad contemporánea, titulado por Mariátegui como El Mensaje de Oriente. En ese entonces, hace cien años, para el mundo, el desarrollo de la civilización oriental no tenía la importancia y ubicación central que ha alcanzado actualmente, como lo hemos podido comprobar recientemente con la reunión cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghi, que en los hechos prácticamente está desplazando a un segundo plano a la arrogante y decadente sociedad y cultura occidental.

Por último, entre el mundo oriental y el mundo occidental, tanto geográfica como culturalmente, se interpone y se ubica una zona, el complejo Medio Oriente y sus varias culturas semitas, que desde los inicios de la civilización ha sido campo de disputas, y a la vez, ha cumplido la función de integración mundial. Entre esas culturas, el renacimiento judío, desempeñaba una función especial. El pueblo judío era un pueblo que por varios siglos se había expandido “sin   fronteras nacionales y sin un estado propio”, y se venía desarrollando en todo el mundo.  Para Mariátegui, que por sobre todo era un convencido internacionalista, ese aspecto de la realidad mundial, estaba destinado en perspectiva a ser el ejemplo y el camino de la humanidad del futuro. Por eso, Mariátegui le dedicó un capítulo especial titulado Semitismo y antisemitismo. Para entender la situación actual en el Medio Oriente, y comprender la posición y el ejemplo de Mariátegui, tenemos que comenzar por entender las diferencias sustanciales que existen entre sionismo y semitismo. El genocidio perpetrado por el movimiento sionista, no compromete a los pueblos semitas.

Antes de concluir la enumeración de estos primeros “saltos dialécticos” en la evolución del pensamiento de Mariátegui al estudiar la realidad mundial, tenemos que destacar otro hecho importante que no pasó desapercibido en su trabajo de investigación.  El desarrollo de la situación revolucionaria formada en esos años, no fue eterna.  Con el estallido de la gran guerra europea, a mediados del año 1914 comenzó un periodo de larga situación revolucionaria en gran parte del continente europeo. Esta situación excepcional concluyó a mediados del año 1924, dando inicio a un periodo de estabilidad relativa y repliegue de las luchas de las masas. Los escritos de Mariátegui desde Europa (Aspectos de Europa), las conferencias en la UPGP, y gran parte del libro La Escena Contemporánea, fueron desarrollados por Mariátegui en condiciones de situación revolucionaria, de inminencia del estallido de la revolución en varios países europeos. Mientras que los últimos escritos del libro La Escena Contemporánea fueron escritos cuando ya había concluido la larga situación revolucionaria. Este es otro tema que también merece ser tratado aparte en otro comentario.  

 

EL OBJETIVO DEL LIBRO

El objetivo del libro La Escena Contemporánea, fue “componer una explicación de nuestra época”, tal como lo destacó Mariátegui en sus breves palabras de presentación.  Al trabajar durante dos años con ese objetivo teórico, desde setiembre de 1923 hasta setiembre de 1925, Mariátegui reconoció las limitaciones para poder alcanzarlo. Él anotó “(estos artículos) contienen los elementos primarios de un bosquejo o un ensayo de interpretación de esta época y sus tormentosos problemas”, y agregó “que acaso me atreva a intentar en un libro más orgánico”.

Ampliando el comentario de las propias limitaciones para lograr el objetivo de ese ambicioso trabajo, Mariátegui confesó “pienso que no es posible aprender en una teoría el entero panorama del mundo contemporáneo, que no es posible, sobre todo, fijar en una teoría su movimiento”.

En setiembre de 1925, al cerrar el índice y entregar a la imprenta el libro La Escena Contemporánea, Mariátegui ya estaba pensando en la continuación y desarrollo de otro libro, que sería continuación y desarrollo del anterior. Ya estaba esbozando mentalmente el siguiente libro de interpretación teórica de la realidad mundial, libro que él comenzó a escribirlo en enero de 1926, al que inicialmente lo tituló Polémica Revolucionaria.

En La Escena Contemporánea, Mariátegui realizó “un trabajo de análisis” de los diferentes aspectos que formaban la cambiante realidad mundial. En el siguiente libro, en su Polémica Revolucionaria, Mariátegui realizo “un trabajo de síntesis”, retornando al esquema inicial del Manifiesto de 1848, centralizando el análisis de las contradicciones en el mundo contemporáneo, en el estudio de dos procesos: Teoría y Práctica de la Reacción, y Teoría y Práctica de la Revolución.

En ambos libros, en La Escena Contemporánea y en Polémica Revolucionaria, Mariátegui expuso “la cuestión general”, la interpretación teórica de la realidad mundial; mientras que en 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, expuso “la cuestión particular” de la realidad, la interpretación de la realidad peruana. Por eso decimos, y reiteramos, que el libro La Escena Contemporánea es, tanto o más importante, que el libro 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, 

 

Notas.-

 

(01) En el capítulo V de “El Capital”, Marx anotó “Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino el cómo se hace, con que instrumentos de trabajo se hace. Los instrumentos de trabajo no son solamente el barómetro indicador del desarrollo de la fuerza de trabajo del hombre, sino también el exponente de las condiciones sociales en que se trabaja”. En el “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política”, Marx anotó: “A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción”. Ese prólogo fue escrito por Marx en enero de 1859. En ese tiempo el capitalismo todavía se encontraba en su primera fase de capitalismo de libre competencia. En el “Manifiesto Comunista” de 1848, los autores anotaron “Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase”.  

Siguiendo esos criterios, se entiende que a la época del modo de producción moderno burgués continuará “la época del socialismo”, o “primera fase de la época comunista”. De igual manera, a la época de la burguesía continuará la “época del proletariado”. 

A partir de la gran crisis económica capitalista, que estalló el año 1873, se aceleró la concentración de la producción y comenzó el proceso de transición a la segunda fase del capitalismo, al capitalismo monopolista. El capitalismo monopolista, continúa siendo capitalismo, no representa una nueva época histórica diferente al capitalismo. Solamente es una nueva fase dentro de la época histórica del capitalismo.

Por su parte, Lenin en “Bajo una bandera ajena” (11 de octubre de 1914), destacó que la cuestión acerca de la época, es la cuestión de que clase está en el centro de la época, de que clase determina el principal contenido de la época, determina la principal dirección del desarrollo de la época”.

Esta es una de las cuestiones teóricas más importantes, que debe demandar más atención en el movimiento intelectual socialista. Desde 1917 hasta el presente ¿Cuál es la clase que está en el centro de la historia contemporánea? ¿Cuál es la clase social que actualmente está dirigiendo a la humanidad en lo teórico y en lo político, en lo técnico y en lo económico?  

 

lunes, 15 de septiembre de 2025

OBJETO SENSIBLEMENTE SUPRASENSIBLE



 Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez 

De todos los economistas de la era capitalista, Marx es el más profundo y complejo. Y la profundidad y la complejidad en el pensamiento es lo más que se necesita en el mundo de hoy, para desentrañar su sentido y dibujar la esperanza de un mundo más humano. (Les recuerdo lo que significa la complejidad: en cualquier fenómeno que se analiza, aunque a primera vista parezca muy sencillo, participan muchos factores que están interrelacionados. La interrelación entre dos factores modifica a dichos factores; y a su vez, estos factores modifican sus relaciones con otros factores con los que están vinculados, de manera inmediata y de manera mediata, de modo que la totalidad de los factores adquiere otro estado; y vuelta a empezar en el análisis. La crisis financiera de 2007-2009 es un ejemplo de la complejidad del mundo. El mundo no se puede dibujar con líneas rectas y sentidos claros en un folio en blanco, sino que en dicho folio en blanco hay líneas curvas, quebradas y superpuestas, zonas vacías y enmarañamiento de líneas).  

Aunque el capitalismo es el modo de producción que a finales del siglo XVIII creó los derechos humanos, no ha cesado de deshumanizar el mundo. No obstante, a pesar de la complejidad y profundidad del mundo actual, lo más que domina en el pensamiento social, por la primacía de los medios de comunicación de masas, es la simplicidad y la superficialidad. Y muchos periodistas presionan a sus entrevistados para que respondan con un sí o con un no, pero todo lo que se puede afirmar está lleno de peros y tal vez.  En la sección de El Capital titulada El carácter fetichista de la mercancía y su secreto, dice Marx lo siguiente: “Es evidente que, con su actividad, el hombre cambia las formas de las materias naturales de una forma útil para él. La forma de la madera se modifica, por ejemplo, cuando se hace de ella una mesa. Esta no deja de ser madera, algo corriente y sensible. Pero en el momento en que se presenta como mercancía, se transforma en un objeto sensiblemente suprasensible”.  ¡Una expresión maravillosamente filosófica: objeto sensiblemente suprasensible! La mesa no deja de ser sensible, pero como mercancía, se vuelve suprasensible: va más allá de lo sensible. Y es ambas cosas: sensible y suprasensible. Y cuando es suprasensible, sigue conservando su sensibilidad, circunstancia que aclararé al final de este trabajo. Y adelanto una idea para que el pensamiento del lector no se adentre en el terreno pantanoso de la vaguedad y de la oscuridad, de lo enigmático y de la extravagancia, a la que son dados algunos filósofos marxistas. Suprasensible, referido a la mesa como mercancía, significa sencillamente que en la mesa hay propiedades o determinaciones sociales. La economía convencional es incapaz de tener esta concepción. De ahí que considere el dinero como un puro objeto y muchas veces lo llame trozo de papel, aunque después, en la práctica, y esto se pone de manifiesto en las actuaciones de los bancos centrales en los momentos de crisis, no trate el dinero como simple objeto, sino como un ente al que está unido un sinfín de determinaciones sociales. Las determinaciones sociales de todas las formas económicas, incluidos los nuevos productos financieros, cada vez son más consideradas y tenidas en cuenta por las principales voces críticas del liberalismo. Por ejemplo, Bogle, en su libro Suficiente, nos recuerda unas palabras de San Pablo en el Nuevo Testamento: “Los que quieren ser ricos caen en la tentación y en el lazo, y en muchas codicias necias y perjudiciales, que hunden a los hombres en la destrucción y en la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males”. Luego, si el dinero, sobre todo en aquellas personas que quieren ser ricas sin límites, hunden a las personas en la destrucción y la perdición, y el amor al dinero es la raíz de todos los males, es evidente que el dinero no es un simple trozo de papel, sino un poderoso producto social que en cantidades más de las necesarias en manos privadas causa inmensos males a la sociedad.

El 16 de septiembre de 2008 Bernanke, en calidad de presidente de la Reserva Federal, se presentó en la Sala Roosevelt de la Casa Blanca para hablar con George W.  Bush y explicarle por qué la Reserva Federal planeaba prestar 85.000 millones de dólares a American International Group (AIG), la mayor compañía de seguros del planeta. Esta propuesta chocaba de frente con el principio básico del liberalismo, mucho más del liberalismo conservador. El propio Bernanke, en su obra El valor de actuar, nos dice que dos semanas antes, el Partido Republicano había declarado en su convención de 2008 lo siguiente: “No apoyamos los rescates estatales de entidades privadas”.  A lo que Bernanke añadió: “La intervención propuesta por la Reserva Federal violaría el principio básico de que las empresas deberían estar sujetas a la disciplina del mercado y que el gobierno no debía protegerlas de las consecuencias de sus errores”. Pero estos son los principios y la teoría, la práctica dice lo contrario. El mercado capitalista es incapaz de solucionar las crisis; y en los periodos de relativa estabilidad del mercado, la actuación codiciosa de los agentes capitalistas no hace sino crear nuevas condiciones para una nueva crisis.

Vayamos a los datos suministrados por Bernanke. “AIG tenía activos por valor de un billón de dólares. Operaba en más de 130 países y tenía más de 74 millones de clientes. Ofrecía seguros comerciales a 180.000 pequeños negocios y a diversas entidades privadas que empleaban a 106 millones de personas, dos tercios de los trabajadores estadounidenses”. Con lo dicho basta. Vemos con claridad la enorme dimensión social que tiene AIG y el cataclismo que crearía en la economía estadounidense y en la economía global si el Estado hubiera dejado que quebrara. Es obvio igualmente que el dinero no es un simple trozo de papel, sino un producto social en el que están implicados complejos y numerosos intereses sociales. Estas complejas e intrincadas propiedades sociales del dinero, que obliga a la Reserva Federal a prestarle 85.000 millones de dólares a AIG, pone en evidencia que el dinero, la mercancía general, es un objeto sensiblemente suprasensible. En cuanto lo consideremos como un simple trozo de papel, estamos ante un objeto sensible, pero desde que lo consideramos por lo que representa en las intricadas relaciones de mercado, vemos que es un objeto suprasensible, que va mucho más allá de ser un simple trozo de papel. Observamos también de pasada la contradicción fundamental del capitalismo, tantas veces señaladas por Marx: por un lado, toda actividad económica, valga como ejemplo la que realizaba AIG con sus 74 millones de clientes, supone que el aspecto social es lo dominante, que ninguna actividad económica es posible sin la participación de las grandes masas sociales, pero después resulta que los grandes beneficios o rendimientos de ese capital son apropiados de forma privada y en unas cantidades irracionales. Esta contradicción que la tienen delante de los ojos los economistas convencionales y los agentes económicos del capitalismo, sean conservadores liberales o liberales reformistas, siempre la pasan por alto. Y la solución es clara: hay que cambiar las relaciones económicas entre las personas en el sentido socialista, en el sentido de que los rendimientos del capital en todas sus formas tienen que ser distribuidos en su base evitando las desigualdades extremas, no redistribuirlo después a través de los impuestos. Y digo de otra forma lo que significa que todas las formas económicas son objetos sensiblemente suprasensibles: las formas económicas no son cosas u objetos, son relaciones sociales.

Cambiemos de tercio. Pongamos otro ejemplo de objeto sensiblemente suprasensible. En una acera al lado de un supermercado pasean un padre y un hijo de dos años. El padre lleva bajo uno de sus brazos un perro de plástico con ruedas, de unos 20 centímetros. En un momento dado el niño se para; y señalando con la mano abierta hacia el perro de plástico, dice “guauguau”. El padre tardó un cierto tiempo en comprender la intención del niño, que le vuelve a repetir señalando al juguete “guauguau”. El padre le da el perro al niño, quien lo pone detrás de él y se pone a caminar arrastrándolo con una cuerda. A los diez pasos el niño coge el perro de plástico se lo pone bajo su brazo y le da la mano al padre y siguen caminando. El perro de plástico es un objeto sensiblemente suprasensible.

Los filósofos metafísicos, alimentados en la actualidad por el empirismo y el positivismo -el mismo alimento filosófico que consumen los economistas convencionales-, cuando analizan el valor semiótico del perro de plástico, lo hacen aislando el perro de plástico de las relaciones sociales de las que forma parte; y así lo convierten en un objeto enigmático. El niño llama “guauguau” al perro de plástico. Pero esto no es un invento lingüístico suyo, son sus padres quienes le han enseñado a llamar al perro de plástico así. Luego su aprendizaje lingüístico y el significado nominativo de la expresión “guauguau” es fruto de una relación social: la del niño con sus padres. Ya vemos que el perro de plástico se convierte en portador de una relación social: la del niño con sus padres. Pero el niño también llama “guauguau” a los perros reales, y por la misma causa social. De manera que también los perros reales se convierten en portadores de relaciones sociales.

En la sección antes referida de El Capital, Marx dice lo siguiente: “A primera vista, una mercancía parece un objeto trivial, obvio. De su análisis resulta que es una cosa muy complicada, llena de sutilezas metafísicas y de caprichos teológicos”. Lo mismo sucede con el perro de plástico, aunque en un grado notablemente menor. El niño llama “guauguau” a todas las clases diferentes de perros, a sus variadas razas. De manera que, desde el principio, con solo dos años, el niño empieza a generalizar y a hacer abstracción de las diferencias entre las distintas clases de perros. Pero también llama “guauguau” a todos los individuos de una misma clase de perros. Luego, también lleva a cabo un proceso de generalización en el ámbito de una misma clase de perros y a hacer abstracción de las diferencias individuales. Pero la cosa no queda ahí: llama “guauguau” tanto a un perro real como a un perro de plástico, de manera que rompe la barrera ontológica entre los seres reales, los perros reales, y los seres ideales, los perros de plástico, los juguetes. Vemos entonces cómo con la participación del lenguaje en su función nominativa, el perro de plástico del niño forma parte de un mundo que va más allá de lo sensible: el mundo suprasensible, el universo lingüístico, repleto a su vez de complejidades e interrelaciones estructurales. Pero vemos igualmente que la palabra en su función nominativa ya tiene componentes conceptuales: la generalización y la abstracción. Es evidente, de acuerdo con Marx, que en este ejemplo están presente los caprichos teológicos y que, por consiguiente, el perro de plástico no es un objeto trivial, sino un objeto sensiblemente suprasensible.

Retornemos, por último, a la mercancía. John. C. Bogle, fundador y ejecutivo principal del fondo de inversión Vanguard, distingue entre el valor inmanente de las empresas y el precio de las acciones. Y señala que todos los fondos de inversión y otros agentes financieros que se mueven en el corto plazo con fines especulativos, hacen que los precios de las acciones no se correspondan con el valor inmanente de las empresas. Bogle carece de formación filosófica e ignora que la categoría “inmanente” pertenece a la siguiente la unidad de contrarios: inmanente y trascendente. Aunque Bogle reconoce que hay un valor inmanente de la empresa, no dice en ninguna ocasión cuál es la naturaleza de este valor inmanente, cuál es su sustancia social. Pero del mismo modo que Bogle reconoce que las empresas tienen un valor inmanente, que en muchos casos está a mucha distancia del precio de las acciones que en la Bolsa representan el capital de las empresas, debería reconocer entonces que las mercancías, sean bienes o servicios, tienen igualmente un valor inmanente. Y no hay mejor economista y filósofo que Marx para aclarar y fundamentar la naturaleza inmanente del valor de las mercancías y de las empresas. Así que vamos a por ello.

Bogle quiere recuperar el espíritu del capitalismo del siglo XVIII, en especial por ser más ético, esto es, por tener más en cuenta los intereses de la sociedad. Así que debemos recuperar el espíritu teórico de Adam Smith y David Ricardo, pero también deberíamos recuperar el espíritu teórico de John Locke y Henry George, y muchos otros. Debemos recuperar el espíritu de todos aquellos pensadores que hacían del trabajo la base del derecho a la propiedad. Pero el concepto de propiedad no aparece como concepto principal en los trabajos teóricos de todos los liberales críticos con el capitalismo actual, pero tampoco el concepto de trabajo. En vez del concepto de trabajo, aparece con carácter hegemónico el concepto de mérito, un concepto que la economía convencional no ha definido ni ha sido capaz de cuantificar. Y con respecto a la propiedad, los liberales críticos siguen teniendo una fe instintiva en el mercado. Reconocen que el Estado debe supervisar y regular el mercado, en especial el mercado financiero, pero siempre que el mercado sea la clave del desarrollo económico. Surge con facilidad la pregunta que no formulan los liberales: ¿Debe el Estado estar al servicio y bajo el mando del mercado o debe el mercado estar al servicio y bajo el mando del Estado? Es obvio que quienes defienden la primera opción son los liberales y socialistas reformistas, mientras que los que defienden la segunda opción son los socialistas radicales. ¿Y qué es un socialista radical? Respuesta fácil: aquellos que consideran que la propiedad privada debe estar bajo el dominio de la propiedad pública, que los intereses particulares deben estar bajo el poder de los intereses sociales, y que el mercado debe estar bajo el control y dominio del Estado. Y cuando esto suceda, el mundo no se acabará ni irá a la perdición, todo lo contrario: se volverá más humano. Se hará el reino de los cielos, del que hablan los cristianos, en la Tierra. Y esto no es una utopía; es lo que demandan los liberales críticos, aunque con el ropaje capitalista, del que no se pueden desprender. Y la razón: son reformistas y no radicales.

Marx nos habló, en El Capital, del carácter doble del trabajo representado en las mercancías. Y a este propósito dice dos cosas: una, que la naturaleza doble del trabajo contenido en las mercancías la ha demostrado él por primera vez de un modo crítico, y dos, que este hecho es el punto en torno al cual gira la comprensión de la economía política. Y sabemos cómo ha procedido la economía convencional actual con respecto a este asunto: ha desterrado el trabajo por completo de sus teorías y lo ha sustituido por el concepto más que impreciso de mérito; al igual que ha desterrado el concepto de propiedad.

Afiancemos más esta idea. La mercancía es un objeto doble: valor de uso y valor. La economía convencional reconoce este carácter doble, aunque en vez de una manera inmanente lo hace de una manera trascendente: valor de uso y precio. Lo que le sucede a la economía convencional es que ignora que las características que tiene el trabajo en tanto están representadas en el valor de uso no son las mismas que cuando están representadas en el valor. Esto hace que Jevons, y con él todos sus seguidores, que son la mayoría de los economistas burgueses, exprese el valor en términos de utilidad y necesidad, esto es, confunde el valor de uso y el valor. Es como si en el ámbito de la religión se confundiera el alma con el cuerpo y se expresara la esencia del alma en términos de características corporales.

Veamos, en palabras del propio Marx, el carácter doble del trabajo representado en la mercancía: “Por un lado, todo trabajo es gasto de fuerza de trabajo en el sentido fisiológico, y en esta calidad de trabajo humano o de trabajo abstractamente humano constituye el valor de las mercancías. Por otro lado, todo trabajo es gasto de fuerza de trabajo humano en forma específica y determinada por su fin y es esta calidad de trabajo útil concreto produce valores de uso”. Que el trabajo útil produce valores de uso es algo obvio y no genera problemas epistemológicos, mientras que el gasto de fuerza de trabajo sin tener en cuenta la forma de gastarlo constituye el valor de las mercancías, sí contiene serios problemas epistemológicos. Pongamos un ejemplo: si en la producción de una mesa un carpintero ha empleado 8 horas de trabajo social medio, bajo el punto de vista sensible es imposible observar en la mesa esas 10 horas de trabajo. Marx lo expresa en estos términos: “En contraste directo con la burda objetividad sensible de los cuerpos de las mercancías, no penetra en su objetividad de valor ni un átomo de materia natural”. Dicho de otra forma: el valor existiendo en la mercancía no es perceptible. En palabras de Marx: “…se le pueden las vueltas que se quieran a una mercancía, mas como cosa de valor permanece inasequible”. Es conveniente saber con qué problemas epistemológicos te encuentras cuando quieres demostrar la forma de existencia del valor. Y en estos casos, al no poder recurrir a la percepción, solo te queda la representación.

Así que podemos reconocer que la sustancia del valor es el gasto de fuerza de trabajo social medio, pero hay un problema epistemológico: carece de objetividad. ¿Cómo se resuelve este problema de la objetividad del valor de las mercancías? Esta es la respuesta que da Marx: “…las mercancías solo poseen objetividad de valor en tanto son expresión de la misma unidad social, del trabajo humano; que su objetividad de valor, por tanto, es puramente social, y se sobreentiende entonces que solo puede presentarse en la relación social de una mercancía con otra”. Igual que la objetividad del valor semiótico del perro de plástico solo puede presentarse en la relación social del niño con su padre.

Por lo tanto, las mercancías en tanto valores son objetos sensiblemente suprasensibles. Sabemos que Marx, en El Capital, demostró con un rigor que hace época cómo la mercancía se transformó en dinero. Y que la objetividad del valor, el valor existiendo de forma objetiva, es el dinero. Por eso, el dinero no es un simple trozo de papel, sino un complejo jeroglífico social. El dinero no es una cosa dada, sino un producto histórico, resultado de una evolución histórica de siglos.  Esta preocupación que tienen todos los liberales por aquellos capitalistas que aman en exceso el dinero y que se despreocupan por completo de los intereses sociales, este robo del alma del capitalismo del que se queja Bogle, no es más que el reconocimiento aún inconsciente de que el dinero es signo de trabajo y que tiene un carácter social. Y el legítimo propietario de lo que es social solo puede ser la propia sociedad. De modo, y siendo consecuentes, el mercado debe estar al servicio del Estado y no el Estado al servicio del mercado. Ya va siendo hora que los liberales críticos abandonen esa fe romántica e ilusoria en las fuerzas del mercado como medio exitoso para resolver los graves y complejos problemas sociales de la actualidad.

Por último, aclaremos por qué lo suprasensible es también sensible, porque la mercancía yendo más allá de lo sensible no puede escapar de lo sensible. En la religión cristiana encontramos un problema análogo. Dios es una sustancia suprasensible, esto es, no es sensible, los sentidos no pueden darnos cuenta de su existencia. Dicho de otro modo: Dios carece de objetividad. ¿Cómo resuelve la religión el problema de la objetividad de Dios? Respuesta: por medio de Jesucristo. Jesucristo es Dios hecho hombre. Así Dios se volvió sensible y objetivo. No dejó de ser Dios, pero se volvió sensible. La Semana Santa española es el mejor ejemplo de cómo Dios es reconocido en todo su sensible esplendor. Lo mismo sucede con el valor. En la mercancía aislada es imposible captarla porque carece de sensibilidad y de objetividad, pero en la relación entre las mercancías, cuya evolución histórica transformó a una de ellas en dinero, se obró el milagro: adquirió sensibilidad. Así como Dios existe de forma sensible como hombre, el valor existe de forma sensible como dinero, y en su forma originaria y más esplendorosa como oro. Y este enorme poder sensible del oro como dinero lo expresa Cristóbal Colón en una carta escrita desde Jamaica en 1503: “El oro es algo maravilloso. Quien lo posee es dueño de todo lo que desee. Gracias al oro se pueden incluso enviar almas al paraíso”. (Estas palabras de Colón las he tomado de El Capital de Karl Marx).

Aunque después, cuando se separó la sustancia de la función, el dinero se sustituyó por simpes signos de sí mismo, el dinero no dejó de ser un complejo producto social y un objeto sensiblemente suprasensible.

Fuente: https://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2025/09/objeto-sensiblemente-suprasensible.html

jueves, 11 de septiembre de 2025

EL PLAN DE PREOBRAZHENSKY PARA CONSTRUIR UNA ECONOMÍA SOCIALISTA

 Bill Jefferies

Traducción: Natalia López

El marxista ruso Yevgeni Preobrazhensky elaboró uno de los planes más sofisticados para construir una economía socialista en un país subdesarrollado como Rusia. El terror de Stalin lo silenció, pero sus escritos ahora están siendo redescubiertos.

Nacido en 1886, el ruso Yevgeni Alekseyevich Preobrazhensky fue un revolucionario desde su adolescencia. Como muchos otros de su generación, acabó siendo asesinado durante la Gran Purga de Iósif Stalin, tras desempeñar un papel destacado en los debates sobre cómo construir un sistema económico socialista en la Unión Soviética durante la década de 1920.

Preobrazhensky fue autor de numerosas obras, entre las que destacan El ABC del comunismo, de 1919, escrita en colaboración con otro destacado bolchevique, Nikolái Bujarin, y La nueva economía, de 1926. Los escritos de Preobrazhensky son ahora más accesibles para el público gracias a la publicación en inglés de una imponente edición en tres volúmenes de sus obras, The Preobrazhensky Papers, entre 2014 y 2023.

Una vida revolucionaria

Hijo de un sacerdote, Preobrazhensky perteneció al clandestino Partido Socialdemócrata de Rusia desde 1903. Una de sus primeras acciones fue distribuir entre sus compañeros de estudios un comunicado en contra de la guerra ruso-japonesa de 1904. Durante la revolución de 1905, su grupo lideró una huelga general en los centros educativos de Oriol, y él se convirtió en militante a tiempo completo del partido en los Urales.

Fue partidario de la facción bolchevique del partido desde sus inicios y se enorgullecía de sus contactos con Vladimir Lenin. En 1909, sus actividades políticas le valieron la cárcel y el exilio en Ekaterimburgo. Con la orden de escapar para asistir a un congreso del partido, evadió lo que describió como un policía «ciego de borrachera» y se dirigió a Novonikolaevsk. Allí fue arrestado de nuevo en 1912, pero fue liberado tras un error de la fiscalía.

A diferencia de la mayoría de los bolcheviques veteranos, fue uno de los primeros partidarios de las Tesis de Abril de Lenin, que el líder bolchevique presentó tras regresar del exilio a raíz de la Revolución de Febrero de 1917. Fue autor de una Resolución contra el antisemitismo que el Congreso Soviético Panruso aprobó por unanimidad en junio de 1917. Preobrazhensky recordó haber participado más tarde ese mismo año en una «manifestación armada» en la ciudad de Zlatoust durante la Revolución de Octubre, que hizo posible que la revolución «tomara el control en todas partes y nacionalizara todas las minas de la zona».

A partir de la primavera de 1918, luchó contra la movilización contrarrevolucionaria del general blanco Alexander Kolchak. También se opuso al levantamiento contra el régimen bolchevique de sus antiguos socios gubernamentales, los socialistas revolucionarios de izquierda, en protesta por el tratado de Brest-Litovsk con Alemania, durante el cual resultó herido en la cabeza. El propio Preobrazhensky había liderado, junto con Bujarin, la facción «comunista de izquierda», cuyos partidarios rechazaban los términos de Brest-Litovsk.

Preobrazhensky se pronunció en contra de la abolición del control obrero sobre los ferrocarriles en 1918. Como uno de los tres secretarios del Partido Bolchevique en 1920, supervisó casi en solitario el funcionamiento del aparato central debido a la enfermedad de sus compañeros Leonid Serebryakov y Nikolai Krestinsky. Durante este periodo, distribuyó un documento de debate sobre la burocratización del partido, pero perdió su puesto en el comité central bolchevique tras un debate sobre el papel de los sindicatos y nunca volvió a ocupar un cargo de liderazgo.

Preobrazhensky fue el autor principal de la Declaración de los 46 de 1923, la primera declaración de lo que se convertiría en la Oposición de Izquierda liderada por León Trotsky. También desarrolló la política económica alternativa de la Oposición, basada en la idea de la «acumulación socialista primitiva», en oposición a los llamamientos de Bujarin al campesinado para que «se enriqueciera».

Cuando Trotsky formó el bloque de la Oposición Unida con Lev Kamenev y Grigory Zinoviev, Preobrazhensky fue una figura clave en sus filas. Tras la derrota de la Oposición, fue expulsado del partido en octubre de 1927 y deportado a Siberia. Sin embargo, se reconcilió con Stalin en 1929, argumentando que el giro del líder soviético hacia una política de colectivización e industrialización forzadas era un triunfo para «nuestro curso en el campo», aunque se aplicara de forma burocrática.

Tras ser readmitido en el partido, Preobrazhensky fue expulsado de nuevo en 1931. Un ejercicio de autocrítica le aseguró su segunda readmisión en 1934, que resultó ser efímera. Al año siguiente, fue expulsado una vez más, esta vez definitivamente, y arrestado.

Tras su salida de prisión en 1936, compareció como testigo de la acusación en el juicio contra Zinóviev. Luego fue arrestado de nuevo y, por razones desconocidas, no compareció en el segundo juicio de Moscú, en el que era acusado. Tras ser juzgado en secreto, fue fusilado ese mismo día; las biografías oficiales soviéticas afirmaban que murió en 1937 tras ser «condenado». Así era la vida revolucionaria en una época revolucionaria.

Brest-Litovsk

El argumento de Preobrazhensky para oponerse al Tratado de Brest-Litovsk merece un examen más detenido. En el momento en que se negociaba el tratado, la Revolución Rusa se enfrentaba a una grave crisis. El antiguo ejército se encontraba en estado de desintegración, pero aún no se había formado una nueva fuerza roja, mientras que los contrarrevolucionarios de la Guardia Blanca se estaban movilizando.

Lenin firmó un decreto de paz el 26 de octubre, en el que pedía negociaciones inmediatas con las potencias centrales. El armisticio del 15 de diciembre puso fin a los combates, lo que permitió que las negociaciones comenzaran en Brest-Litovsk el 22 de diciembre. Trotsky era el comisario soviético de Asuntos Exteriores y nombró a Adolph Joffe para dirigir las negociaciones. El equipo negociador soviético se dividió en tres facciones, lo que explica en parte la prolongación de las conversaciones.

Una facción, liderada por Lenin, estaba dispuesta a cerrar un acuerdo en cualquier condición, incluso si eso significaba una paz injusta, punitiva y anexionista que supondría la cesión de grandes cantidades de territorio y el pago de cuantiosas reparaciones. Lenin argumentó que tal acuerdo proporcionaría a la revolución el respiro necesario para reunir sus fuerzas y prepararse para la inminente guerra civil.

La segunda facción, liderada por Trotsky, adoptó una postura de «ni paz ni guerra», negándose a firmar un acuerdo anexionista, pero sin estar dispuesta a luchar tampoco. Preobrazhensky describió esto como una alternativa de una semana que inevitablemente daría paso a una de las dos posiciones fundamentales: aceptar o no el acuerdo propuesto. Trotsky trató de alargar las negociaciones, con la esperanza de que la acción revolucionaria en Europa acudiera al rescate.

La tercera facción era la de los comunistas de izquierda, liderada por Bujarin y Preobrazhensky, que proclamaba la necesidad de una guerra revolucionaria contra un tratado injusto. El 17 de febrero, Preobrazhensky escribió que las tres tendencias «se reducían esencialmente a dos: o bien firmar la paz anexionista o bien la guerra socialista». Argumentó que una «paz anexionista» «infligiría el golpe más severo al movimiento obrero internacional», ya que pondría «fin a la guerra según el método imperialista, con anexiones e indemnizaciones en el Este». Esto «abriría la posibilidad de la paz en Occidente sobre la base de un compromiso entre las burguesías de Alemania, Inglaterra y Francia».

Para Preobrazhensky, el poder soviético permanecería «bajo la constante amenaza de violencia de la contrarrevolución alemana» tras una paz de este tipo: «Retirarse ante el imperialismo alemán sería solo el comienzo de una retirada general en todo el frente de batalla y la liquidación de la Revolución». Insistió en que una guerra revolucionaria, «por muy mal preparados que estemos para ella», era «inevitable y ya había comenzado».

El 21 de febrero publicó otro artículo en el que argumentaba que la autoridad del socialismo soviético no residía «en las palabras, sino en los hechos», a través de la lucha «irreconciliable contra los imperialistas de todos los países, tomando un camino directo hacia su objetivo y sin traicionar sus principios bajo ninguna circunstancia, ni siquiera las más desfavorables». Un acuerdo de paz similar al de Brest-Litovsk «comprometería la idea misma de la dictadura del proletariado, demostrando que incluso el poder obrero es capaz de traicionar sus principios y rendir sus posiciones sin luchar cuando se ve amenazado por el puño blindado de sus enemigos».

Preobrazhensky publicó más artículos en contra de Brest-Litovsk, pero fue en vano. El tratado se firmó el 3 de marzo de 1918. El 19 de marzo, el Congreso Panruso de Soviets en Moscú ratificó las condiciones de paz por 724 votos a favor, 276 en contra y 118 abstenciones, mientras en el Gobierno soviético cundía el pánico ante la amenaza de una ofensiva alemana.

En la práctica, el tratado duró solo ocho meses, hasta que el colapso de las propias fuerzas armadas alemanas, provocado por el motín naval de Kiel, seguido de la abdicación del káiser y la rendición de Alemania a los Aliados el 11 de noviembre. La legislatura bolchevique anuló el tratado dos días después.

Incluso con la ventaja de la retrospectiva, no es fácil juzgar lo que estuvo bien y lo que estuvo mal en este asunto tanto tiempo después de los hechos. Se podría argumentar que el colapso del tratado en solo ocho meses justificó la posición de la izquierda. Ese colapso podría haber llegado antes si los bolcheviques se hubieran opuesto a sus términos anexionistas. La sustitución de los principios por la conveniencia sentó sin duda un terrible precedente para los acontecimientos posteriores.

Acumulación socialista primitiva

El prefacio de Preobrazhensky a La nueva economía explicaba que la obra constaba de una sección «histórica», que incluía «una breve revisión de las concepciones socialistas y comunistas del socialismo», y una sección «teórica» que analizaba su metodología para estudiar la economía soviética y las leyes básicas que regulaban su desarrollo.

Sus editores, M. M. Gorinov y S. V. Tsakunov, han descrito esta obra como «quizás uno de los resultados más importantes del desarrollo del pensamiento marxista en la Unión Soviética durante la década de 1920». Richard B. Day, traductor de muchas obras perdidas de economistas soviéticos de este periodo, señala que la obra económica de Preobrazhensky evidencia «un riguroso compromiso con la integridad científica que le sostuvo durante años de acalorados debates con N. I. Bujarin y denuncias abusivas de funcionarios del partido menos conocidos».

La teoría de Preobrazhensky analizaba la alianza smychka entre el campo y las ciudades, o entre los campesinos y los trabajadores urbanos, durante la década de 1920. El gobierno soviético introdujo la Nueva Política Económica (NEP) tras el colapso del comunismo de guerra en 1921. Esta política restableció la producción de mercancías en el campo y se recuperó la producción de alimentos y materias primas.

Mientras tanto, la sustitución del control obrero por los precios de mercado en las fábricas estatales mejoró la eficiencia al aumentar la productividad. Sin embargo, como explicaba Preobrazhensky en su panfleto «De la NEP al socialismo», esto significaba que «la gran industria estatal comenzó a trabajar para el mercado» en gran medida.

La producción de las granjas campesinas se recuperó más rápidamente que la de las fábricas, y la expansión de la producción rural fomentó un desplazamiento de los recursos de inversión de la industria urbana al campo, lo que exacerbó la tendencia hacia disparidades relativas en la tasa de crecimiento de la productividad. El precio de los productos campesinos cayó y el precio relativo de los productos fabricados en fábricas subió. Esta disparidad condujo a lo que se conoció como la «crisis de las tijeras».

Al mismo tiempo, el monopolio gubernamental del comercio exterior impedía a los campesinos vender directamente sus productos en el mercado mundial. Preobrazhensky quería proteger la industria soviética de la competencia de los productos extranjeros más baratos. Insistía en que el monopolio del comercio exterior debía «proteger el territorio soviético de la desintegración de la ley del valor mundial».

Al no poder vender en el mercado mundial, los campesinos comenzaron a acaparar alimentos y materias primas. Preobrazhensky trató de aliviar la escasez de productos acelerando lo que él denominó «acumulación socialista primitiva». Propuso gravar con impuestos o —en una controvertida expresión— «explotar» al campesinado pagando por la fuerza precios inferiores a los reales por las materias primas y los alimentos.

Esto, argumentaba, produciría un excedente que se invertiría inicialmente en la industria pesada, proporcionando equipos de fabricación nacional para la industria ligera. Al aumentar la productividad de esta manera, las autoridades soviéticas podrían reducir los precios de los bienes de consumo y restaurar la smychka.

La teoría de Preobrazhensky sobre la acumulación socialista primitiva no era, en este sentido, incompatible con la visión de Stalin del «socialismo en un solo país». Su versión de la transición socialista hacía hincapié en el desarrollo nacional de la economía planificada al margen del sistema capitalista internacional y de la ley capitalista del valor. Aunque buscaba una reforma democrática, su prioridad —y el requisito previo para la transición socialista, en su opinión— era el desarrollo económico de una economía no capitalista y planificada de forma centralizada.

Básicamente, había dos soluciones a la crisis a la que se enfrentaba la economía soviética a finales de la década de 1920. Una era avanzar hacia el libre mercado, como defendía Bujarin, permitiendo el comercio internacional, aboliendo el monopolio estatal del comercio y supervisando una forma de capitalismo de Estado. La otra era aumentar los impuestos a los campesinos para invertir en el desarrollo industrial y aplicar la planificación estatal, como defendía Preobrazhensky.

En 1928, tras haber derrotado previamente a la Oposición de Izquierda, Stalin rompió su alianza con Bujarin y eligió el segundo camino, basado en la colectivización del campo, la industrialización forzada y la planificación estatal. Preobrazhensky acogió con satisfacción el ataque de Stalin a los kulaks como un triunfo de «nuestro rumbo en el campo» y una reivindicación de su lucha de una década por la acumulación socialista primitiva. Al hacerlo, se había reconciliado con el triunfo de la conveniencia sobre los principios.

Fuente: https://jacobinlat.com/2025/09/el-plan-de-preobrazhensky-para-construir-una-economia-socialista/