(Foto: Laura Rita Segato) |
“Una
falla del pensamiento feminista es creer que la violencia de género es un
problema de hombres y mujeres”
www.nuevatribuna.es
26-09-2017
Entrevista
a Rita Segato, doctora en Antropología e investigadora, probablemente, una de
las pensadoras feministas más lúcidas de esta época. Y tal vez de todas las
épocas.
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Ha
escrito innumerables trabajos a partir de su investigación con violadores en la
penitenciaría de Brasilia, como perito antropológico y de género en el
histórico juicio de Guatemala en el que se juzgó y condenó por primera vez a
miembros del Ejército por los delitos de esclavitud sexual y doméstica contra
mujeres mayas de la etnia q’eqchi, y fue convocada a Ciudad Juárez a exponer su
interpretación en torno a los cientos de femicidios perpetrados en esa ciudad.
Su
currículum es largo e impresionante. Más allá de todo prejuicio escandalizador,
Segato ha propuesto una mirada profunda sobre la violencia letal sobre las
mujeres, entendiendo a los femicidios como una problemática que trasciende a
los géneros para convertirse en un síntoma, o mejor dicho, en una expresión de
una sociedad que necesita de una “pedagogía de la crueldad” para destruir y
anular la compasión, la empatía, los vínculos y el arraigo local y comunitario.
Es decir
todos esos elementos que se convierten en obstáculo en un capitalismo “de
rapiña”, que depende de esa pedagogía de la crueldad para aleccionar. Es, en
ese sentido, que el ejercicio de la crueldad sobre el cuerpo de las mujeres,
pero que también se extiende a crímenes homofóbicos o trans, todas esas
violencias “no son otra cosa que el disciplinamiento que las fuerzas
patriarcales imponen a todos los que habitamos ese margen de la política, de
crímenes del patriarcado colonial moderno de alta intensidad, contra todo lo
que lo desestabiliza” (*).
En esos
cuerpos se escribe el mensaje aleccionador que ese capitalismo patriarcal de
alta intensidad necesita imponer a toda la sociedad. No es tarea sencilla
entrevistar a Rita, que es una especie de torbellino, capaz de enlazar con
extrema claridad y sutileza los argumentos más complejos. Se toma su tiempo
para responder, analiza cada pregunta, la desgrana, profundiza y vuelve a
empezar con una vuelta de tuerca sobre cada concepto. Tiene su propio ritmo y
seguirlo puede ser un desafío.
- En el marco del alarmante crecimiento de los casos de violencia de
género, ¿podría profundizar en el concepto que desarrolló de que la violencia
letal sobre la mujer es un síntoma de la sociedad?
-
Desigualdad de género, control sobre el cuerpo de la mujer, desde mi
perspectiva, hay otras feministas que no coinciden, acompañan la historia de la
humanidad. Sólo que, contrariamente a lo que pensamos y a eso que yo llamo
prejuicio positivo con relación a la modernidad, imaginamos que la humanidad
camina en la dirección contraria. Pero los datos no confirman eso, al
contrario, van en aumento. Entonces tenemos que entender cuáles son las
circunstancias contextuales e históricas.
Una de
las dificultades, de las fallas del pensamiento feminista es creer que el
problema de la violencia de género es un problema de los hombres y las mujeres.
Y en algunos casos, hasta de un hombre y una mujer. Y yo creo que es un síntoma
de la historia, de las vicisitudes por la que pasa la sociedad. Y ahí pongo el tema de la
precariedad de la vida. La vida se ha vuelto inmensamente precaria, y el
hombre, que por su mandato de masculinidad, tiene la obligación de ser fuerte,
de ser el potente, no puede más y tiene muchas dificultades para poder serlo. Y
esas dificultades no tienen que ver como dicen por ahí, porque está afectado
por el empoderamiento de las mujeres, que es un argumento que se viene
utilizando mucho, que las mujeres se han empoderado y que los hombres se han
debilitado por ello y por lo tanto reaccionan así…No. Lo que debilita a los
hombres, lo que los precariza y los transforma en sujetos impotentes es la
falta de empleo, la inseguridad en el empleo cuando lo tienen, la precariedad
de todos los vínculos, el desarraigo de varias formas, el desarraigo de un
medio comunitario, familiar, local… en fin, el mundo se mueve de una manera que
no pueden controlar y los deja en una situación de precariedad, pero no como
consecuencia del empoderamiento de las mujeres, sino como una consecuencia de
la precarización de la vida, de la economía, de no poder educarse más, leer
más, tener acceso a diversas formas de bienestar.
Y eso
también va en dirección de otra cosa que vengo afirmando: que hay formas de
agresión entre varones que son también violencia de género. Yo afirmo que los
varones son las primeras víctimas del mandato de masculinidad. Con esto no
estoy queriendo decir que son víctimas de las mujeres, y quiero dejarlo bien en
claro porque se me ha entendido de una manera equivocada muchas veces.
Estoy
diciendo que son víctimas de un mandato de masculinidad y una estructura
jerárquica como es la estructura de la masculinidad. Son víctimas de otros
hombres, no de las mujeres. Y esto también quiero dejarlo en claro, no es que
el hombre se volvió impotente porque las mujeres se potencian, sino que se
volvió impotente porque la vida se volvió precaria y los deja impotentes.
- Muchas mujeres reciben esta violencia como algo normal. ¿Por qué?
- Por
eso, sobre todo en España, al principio, cuando en las primeras campañas por
los derechos de la mujer empezaron a aparecer estas mujeres golpeadas en la
televisión, fue muy fuerte y causó mucho impacto. Plantear que la violencia
doméstica es un crimen creo que fue el mayor avance de la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), es
decir, que algo que es una costumbre puede ser un crimen. Es dificilísimo sobre
todo en el campo del derecho dar ese paso, porque el derecho es como la
santificación de todo lo que es la costumbre como ley. Pero la Cedaw dice: esta
costumbre es un crimen, no puede ser transformada en ley. En ese caso de la
violencia doméstica, de las violaciones domésticas se ha marchado en el camino
de comprender que es un crimen. Ahora, lo que nos da a nosotros una pauta, una
luz para entender mejor todo ese tema, es que cuando hay un óbito, cuando
aparece un cuerpo, un asesinato de mujer nunca fue natural, ni antes ni ahora
ni nunca.
Y ahí
vemos que hay una dificultad del derecho y del Estado en ganar terreno en este
campo. Porque, sin ninguna duda, están en aumentando cada vez los feminicidios,
ese verdadero genocidio de mujeres que estamos viviendo, de varias formas. Y
eso lo sabemos porque ya hay más de 10 años de estadísticas en la mayor parte
de los países. Y además el avance en lo legal y lo forense respalda esta
afirmación.
- Usted plantea que la violación es un acto disciplinador, un crimen de
poder. ¿Qué se juega el agresor sexual en esos casos?
Bueno,
ese concepto es de altísima complejidad. Le cuesta mucho a la sociedad
comprender a qué apunto. Mucha gente de bien, muy moral, saltó contra esto e
intenta rápidamente diferenciarse de ese sujeto que considera anómalo, criminal,
inmoral, en fin todo lo malo que se deposita en ese sujeto, en ese chivo
expiatorio que es el agresor… y los otros hombres se salvan y dicen yo no soy
eso.
Yo eso lo
pongo bajo un signo de interrogación. Yo creo que aquel último gesto que es un
crimen, es producto de una cantidad de gestos menores que están en la vida
cotidiana y que no son crímenes, pero son agresiones también. Y que hacen un
caldo de cultivo para causar este último grado de agresión que sí está
tipificado como crimen… pero que jamás se sucedería si la sociedad no fuera
como es.
Se
sucedería en un psicópata, pero la mayor cantidad de violaciones y de
agresiones sexuales a mujeres no son hechas por psicópatas, sino por personas
que están en una sociedad que practica la agresión de género de mil formas pero
que no podrán nunca ser tipificadas como crímenes. Por eso mi argumento no es
un argumento antipunitivista de la forma clásica, en el sentido de que no se
debe punir o sentenciar.
Sí tiene
que haber leyes y sentencias que sólo algunas veces llegan a materializarse.
Pero en nuestros países sobre todo, en el mundo entero, pero especialmente en
América Latina, de todos los ataques contra la vida, no solamente los de género
sino de todos en general, los que llegan a una sentencia son una proporción
mínima.
La
eficacia material del derecho es ficcional, es un sistema de creencias, creemos
que el derecho lleva a una condena. Pero claro que tiene que existir, el
derecho, todo el sistema legal, el justo proceso y la punición. Lo que yo digo
es que la punición, la sentencia no va a resolver el problema, porque el
problema se resuelve allá abajo, donde está la gran cantidad de agresiones que
no son crímenes, pero que van formando la normalidad de la agresión. Ninguno
tomaría ese camino si no existiera ese caldo de cultivo.
- ¿Y por qué algunos hombres toman ese camino y otros no? Porque si es
un problema social ¿no afectaría a todos por igual?
Y bueno,
porque somos todos diferentes… yo no te puedo responder eso. Lo que sí te puedo
asegurar es que los índices serían muchos menores si atacáramos la base, o sea,
el hábito, las prácticas habituales. Tampoco hablo de una cultura de la
violación, porque se habla mucho de eso, sobre todo en Brasil. Se habla mucho
de una cultura violadora. Está bien, pero cuidado con la culturalización,
porque el culturalismo, en el abordaje de estos temas, le da un marco de
“normalidad”, de costumbre. Como se hace con el racismo por ejemplo… es una
costumbre. Yo tengo mucho miedo a esas palabras que terminan normalizando estas
cuestiones.
- En relación a este tema, sobre que la violación es un crimen de poder,
disciplinador, eso ¿se juega de la misma manera en el caso de los abusos de
menores? Ya que generalmente los niños son abusados en su mayoría en las
relaciones intrafamiliares o por integrantes de sus círculos cercanos, ¿se
puede hacer una misma lectura o es distinto el análisis?
Yo creo
que es un análisis distinto, porque ahí si entra la libido de una forma en que
yo no creo que entra en las violaciones de mujeres. Yo no he investigado mucho
ese tema, lo que sí puedo decir al respecto es que el agresor, el violador, el
asediador en la casa lo hace porque puede. Porque también existe una idea de la
paternidad que proviene de una genealogía muy antigua, que es el pater
familias, como es en el Derecho Romano, que no era como lo concebimos hoy, como
un padre, una relación parental. Sino que el padre era el propietario de la
mujer, de los hijos y de los esclavos, todos en el mismo nivel.
Entonces
eso que ya no es más así, pero que en la genealogía de la familia, como la
entendemos, persiste… la familia occidental, no la familia indígena. Pero sí la
familia occidental, que tiene por debajo en sus orígenes la idea de la dueñidad
del padre. Entonces, eso aun está muy patente. Tengo estudiantes que han
trabajado este tema. Por ejemplo, el caso de un pastor evangélico que violaba a
todas sus hijas, y lo que sale de ese estudio es que el hombre, en su
interpretación, era dueño de esos cuerpos.
Eso es
algo que no está más en la ley, pero sí en la costumbre. Y el violador también
es alguien que tiene que mostrarse dueño, en control de los cuerpos. Entonces
el violador doméstico es alguien que accede a esos cuerpos porque considera que
le pertenecen. Y el violador de calle es alguien que tiene que demostrar a sus
pares, a los otros, a sus compinches, que es capaz. Son variantes de lo mismo,
que es la posesión masculina como dueña, como necesariamente potente, como
dueño de la vida.
- En su experiencia, ¿el violador se puede recuperar de alguna forma,
con la cárcel o con algún tratamiento?
- Nunca
vi un trabajo de reflexión, no lo podemos saber porque el trabajo que debemos
hacer en la sociedad que es primero entender y luego reflexionar nunca fue
hecho. Sólo después de hacer el trabajo que está pendiente todavía de hacer en
el sistema penitenciario, podemos llegar a ese punto. No hay elementos
suficientes. No estoy hablando de psicópatas. Porque, a diferencia de lo que
dicen los diarios, la mayor parte de las agresiones sexuales no son perpetradas
por psicópatas. Los mayores perpetradores son sujetos ansiosos por demostrar
que son hombres. Si no se comprende qué papel tiene la violación y la masacre
de mujeres en el mundo actual, no vamos a encontrar soluciones.
Quedan
pendientes tantos temas… hablar, por ejemplo, sobre el papel de los medios que,
según sus propias palabras, colaboran con exhibir públicamente la agresión a
las mujeres hasta el hartazgo, haciendo de la victimización de las mujeres un
espectáculo de fin de tarde o después de misa, reproduciendo hasta el hartazgo
los detalles más morbosos y funcionando así como el “brazo ideológico de la
estrategia de la crueldad”…. Esos y tantos otros. Será en otra oportunidad. La
estaremos esperando.
*Extracto
del libro “La guerra contra las mujeres”, de Rita Segato.
1 comentario:
la violencia de genero debe acabar , si no vamos a terminar en un conflicto fuerte entre generos a lo largo de los a;os . la paciencia de la mujer acosada o el hombre acosado tiene un limite .
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