09/03/2017 | Joaquin Juan Albalate
La
manifestación más singular del conflicto laboral, ya desde las primeras décadas
del siglo XIX, ha sido la huelga que protagoniza la fuerza de trabajo. La
huelga es una acción colectiva de cese temporal del trabajo por parte de un
conjunto de trabajadores, para expresar una queja u obtener unas determinadas
decisiones o modificaciones de actitudes de quienes emplean a tales
trabajadores (Hyman, 1984).
Es una
acción temporal, porque se entiende que unos trabajadores que luchan por unas
determinadas mejoras, lo hacen porque tienen la intención de seguir trabando en
la empresa con la que mantienen el conflicto, sólo que con esas mejoras. De no
obtener esas mejoras podría desencadenarse un conflicto laboral en términos de
paro de la actividad con consecuencias no siempre previsibles para ambas
partes. Si la huelga estuviera planificada por la mayoría de los trabajadores para
lograr su despido, y no una serie de reivindicaciones en esa empresa, el
término huelga dejaría de tener sentido. Otra cosa sería que, finalmente, el
resultado último no previsto de la huelga fuera el despido. Y es una acción
laboral, porque va dirigida contra los empresarios que contratan a los que
ejercen la huelga pero no contra el Estado -a no ser que éste sea el empleador-
o contra otros trabajadores de otras empresas o sectores productivos.
Ahora bien,
la huelga no sólo puede obedecer a una presión a la patronal para el logro de
mayores salarios y de mejores condiciones de trabajo, sino que también puede
responder a diversas motivaciones: protesta por algún problema específico de
una empresa o sector; por reclamación de algo externo a lo pactado en el
convenio; por solidaridad con otros trabajadores en huelga; etc. Pero también
para presionar políticamente contra determinadas decisiones gubernamentales
(huelga general), por considerarlas clara y únicamente favorables a los
empresarios /1.
Paradójicamente,
las huelgas “generales” se dirigen casi siempre contra el Estado -controlado
por el gobierno de turno que, a su vez, representa los intereses de los
partidos políticos que ganaron las últimas elecciones políticas (de ámbito
estatal, en este caso), y que, a su vez, representan los intereses económicos y
sociales de los que los votaron- pero casi nunca, contra la patronal –al menos
como único objetivo- a pesar de que es la que, objetivamente, más motivos podía
haber creado para que los trabajadores decidieran movilizarse en su contra
pues, las políticas gubernamentales que son percibidas por los sindicatos y
trabajadores como lesionadoras de sus derechos y condiciones de trabajo suelen
ser, antes que nada, el resultado de la presión exitosa ejercida, previamente,
por la patronal.
Y es que,
históricamente, han sido los trabajadores quienes más han defendido la
presencia del Estado en el mercado de trabajo y en la propia sociedad –como
medio para contrarrestar el poder preponderante de la clase empresarial capitalistas-
por lo que, han confiado en su respaldo para regular e intentar neutralizar las
injustas, y a menudo, degradantes condiciones con las que los empresarios han
contratado el trabajo de los primeros.
De otro
lado, y ya en el contexto democrático actual, las huelgas suelen realizarse con
carácter legal, es decir, bajo ciertas normas básicas y la aprobación de los
principales sindicatos. Cuando eso no sucede, se suele hablar de “huelga
salvaje” o “ilegal”. Ahora bien, que una huelga pueda ser calificada de
“salvaje” -porque se salta las normas previstas o porque pueda producir
perjuicios de difícil reparación (colapsos circulatorios urbanos, servicios
mínimos no respetados en la sanidad, enseñanza, transportes públicos, etc.)-
suele esconder, habitualmente, otros objetivos, cuyo propósito no acostumbra a
ser el de poner de manifiesto el desacuerdo con tales perjuicios, sino el de
descalificar cualquier tipo de conflicto que no esté controlado o regulado por
la legislación correspondiente, la cual, por otro lado, tiende a ser elaborada
por los mismos que luego son parte directa o indirecta para decir qué es legal
y qué no, o qué es tolerable o no.
Algunos
datos absolutos sobre las huelgas
Como ya se
ha indicado, la huelga es la manifestación explícita más evidente de la
existencia de conflictividad laboral en una parte o en la totalidad de los
trabajadores de una determinada empresa, sector o territorio. Sobre las huelgas
existe un amplio registro estadístico desde que se instauró la democracia en
España. Este registro hace referencia a una serie de variables, de entre las
cuales, se exponen a continuación para el período 1998-2015, las siguientes:
Evolución de
las huelgas desarrolladas en España, 1998-2015
Cuadro 1
Año
|
Huelgas
|
Participantes
|
Jornadas
no trabajadas
|
Centros de
trabajo convocados
|
Centros de
trabajo implicados
|
||
Número
|
Plantilla
|
Número
|
Plantilla
|
||||
1998
|
618
|
671 878
|
1 263 536
|
118 642
|
1 906 995
|
56 695
|
1 493 668
|
2000
|
727
|
2 061 349
|
3 577 301
|
722 129
|
6 096 555
|
578 672
|
5 380 646
|
2002
|
684
|
4 528 210
|
4 938 535
|
2 063 113
|
17 390 775
|
1 603 767
|
15 361 933
|
2004
|
707
|
555 832
|
4 472 191
|
74 615
|
1 607 051
|
67 435
|
1 346 916
|
2006
|
779
|
499 240
|
927 402
|
130 298
|
1 504 155
|
108 232
|
1 201 288
|
2008
|
810
|
542 508
|
1 508 719
|
581 350
|
5 860 468
|
74 128
|
1 229 000
|
2009
|
1001
|
653 483
|
1 290 852
|
105 830
|
1 502 572
|
73 026
|
1 150 149
|
2010
|
984
|
340 776
|
671 493
|
46 393
|
1 332 668
|
32 840
|
1 140 118
|
2011
|
777
|
221 974
|
485 054
|
304 341
|
3 344 081
|
49 062
|
980 477
|
2012
|
878
|
323 871
|
1 290 114
|
36 636
|
1 363 080
|
33 875
|
1 326 110
|
2013
|
994
|
448 024
|
1 098 480
|
45 832
|
1 633 924
|
42 327
|
1 512 676
|
2014
|
777
|
217 047
|
620 568
|
7 666
|
618 478
|
7 575
|
614 792
|
2015
|
615
|
170 528
|
497 486
|
4 939
|
588 359
|
4 153
|
539 818
|
Fuente:
Boletín de Estadísticas Laborales, Ministerio de Trabajo y de Inmigración
(MTIN).
La
observación del Cuadro 1 anterior permite apreciar que, a lo largo del período
1998-2015, se registró un cierto vaivén en el crecimiento y decrecimiento del
número de huelgas que hubo en España a lo largo de ese período. De ese modo y,
en términos absolutos, el número de huelgas que, por ejemplo, se registró en
1998 (618), resultó ser muy parecido al que acabó registrándose en 2015 (615),
a pesar de que fuera, probablemente, por motivos muy diferentes: mientras en
1998 pudo deberse a una baja conflictividad por la existencia de una economía
en expansión, en 2015 en cambio, esas parecidas cifras de conflictividad
podrían atribuirse a la existencia de un contexto de débil crecimiento a
expensas de la salida, aún hipotética, de una crisis económico-financiera
altamente devastadora del empleo.
Durante la
primera etapa hasta los inicios de la crisis (1998-2008), la movilización de
los trabajadores fue, relativamente, intensa. En ese sentido, el progresivo
incremento de la conflictividad laboral iniciado ya en 1995, acabó culminando
en 2002 con la convocatoria de una huelga general por parte de los principales
sindicatos por motivos, claramente políticos, en contra de las políticas
neoliberales regresivas para los trabajadores practicadas por el Gobierno de
mayoría absoluta del Partido Popular (2000-2004), más nefastas aún, si cabe,
que las que ya se habían implementado durante el primer mandato sin disponer de
ese tipo de mayoría.
Tras el
retorno del PSOE al Gobierno central en 2004, no por ello las cifras de conflictividad
laboral se desaceleraron ya que el número de huelgas y de participantes en
éstas siguió creciendo hasta 2009. A partir de 2010, la tendencia -en cuanto a
estas dos variables- fue declinando lentamente, aunque con oscilaciones, con
cifras en ambas variables, tendencialmente, a la baja, especialmente, en los
dos últimos años, 2014 y 2015.
Esta
tendencia de ambas variables, tendría también su reflejo en las jornadas no
trabajadas y en el impacto que tuvieron las convocatorias de huelgas en los
centros de trabajo y en la respuesta de las plantillas de estos centros a esas
convocatorias. Es fácil comprobar que, salvo en la convocatoria de huelgas
efectuada en 2011 o en las respuestas ofrecidas por los trabajadores a las
convocatorias de 2012 y 2013, las cifras absolutas alcanzadas por esas
variables no superaron nunca las que se produjeron durante la etapa anterior.
Ahora bien,
aunque las tendencias enumeradas son bastante evidentes, es necesario matizar
las afirmaciones realizadas hasta estos momentos antes de seguir con el
análisis realizado. Y es que, desde que se aprobara por parte de las
organizaciones sindicales y patronales más representativas (CC OO, UGT, CEOE Y
CEPYME), el denominado Acuerdo sobre Solución Extrajudicial de Conflictos
(ASEC) y de la misma puesta en marcha –descentralizada en algunas Comunidades
Autónomas- del Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje (SIMA) desde
1996- el número de conflictos colectivos y, por tanto, de trabajadores y
empresas que, desde 1998, vienen sometiéndose a un intento voluntario
(adhiriéndose al ASEC), para resolver extrajudicialmente sus diferencias, ha
influido, significativamente a la baja, en las cifras de la conflictividad
laboral y, por tanto, en la correspondientes convocatoria de huelgas.
Así, por
ejemplo, entre 2001 y 2010 el número de conflictos que se tramitaron para su
mediación y arbitraje ante los órganos autonómicos de solución extrajudicial
fue de 39 804, con una media de 3 980 conflictos por año, aunque en constante
crecimiento, año a año -tanto por el aumento de la conflictividad en España, en
particular, como ya se ha comentado, a partir de 2008, con la aparición de la
crisis económico-financiera ya citada- como por el relativo éxito que ha tenido
esta iniciativa, tanto entre los empresarios, como entre los trabajadores (a
veces, utilizado por éstos a nivel individual) y sus propios representantes. Es
posible pensar, por tanto, que de no haber existido ambos órganos (el SIMA y el
ASEC), la probabilidad de haber aparecido más conflictos y huelgas que los que,
efectivamente, se registraron, habría sido mucho más elevado.
Algunos
datos relativos sobre las mismas huelgas
Más allá de
la aparente tendencia al declive de la conflictividad laboral expresada en las
variables comentadas en el epígrafe anterior, parecería desprenderse de ellas
la existencia de dos etapas en el grado de conflictividad (una primera en
ascenso, hasta 2007, otra posterior, en descenso, a partir 2008). Pues bien,
sería interesante comprobar si los datos obtenidos en la segunda etapa con
tendencia al descenso de la conflictividad se obtendrían también si se trataran
esas variables en términos relativos.
Para ello,
se expone a continuación el Cuadro 2 en el que se muestran las nuevas variables
en términos relativos, procedentes del cruce entre las anteriores y para el
período 2008-2015. La elección de este período responde a la voluntad de poder
ver -aunque sólo sea en términos descriptivos- en qué medida, los resultados
obtenidos con esas nuevas variables coinciden o no con la tendencia a la baja
conflictividad detectada con el análisis efectuado de las primeras variables.
Evolución
relativa de las huelgas desarrolladas en España, 2008-2015
Cuadro 2
Año
|
Media
participantes por huelga
|
Media
jornadas no trabajadas por huelga
|
% centros
implicados sobre centros convocado
|
%
plantilla implicada sobre plantilla
convocada
|
2008
|
669,7
|
1 862,6
|
12,7 %
|
20,9 %
|
2009
|
652,8
|
1 289,5
|
69,- %
|
76,5 %
|
2010
|
288,7
|
682,4
|
70,7 %
|
85,5 %
|
2011
|
285,6
|
624,2
|
16,1 %
|
29,3 %
|
2012
|
368,8
|
1469,3
|
92,4 %
|
97,3 %
|
2013
|
450,7
|
1105,-
|
92,3 %
|
92,6 %
|
2014
|
279,3
|
798,6
|
98,8 %
|
99,4 %
|
2015
|
277,3
|
808,9
|
84,- %
|
91,7 %
|
Fuente:
Elaboración propia
Si bien
tampoco es posible obtener algún comportamiento regular de los resultados
obtenidos con las nuevas variables examinadas en el Cuadro 2 anterior, sí se
pueden deducir algunas consecuencias que aportan matizaciones a los resultados
descritos en el Cuadro 1 anterior.
Para
empezar, se puede corroborar, también con estas nuevas variables, la tendencia
a la baja –salvo en 2012 y 2013- del promedio de trabajadores que participaron
en las huelgas desde 2008 hasta 2015, con un “preocupante” descenso en 2014 y
2015, con cifras por debajo de 2010 y 2011. En este sentido, será interesante
conocer los datos de 2016 para saber si los resultados de 2014 y 2015 vuelven a
ser un repunte a la baja transitorio o, por el contrario, se confirma el
descenso de la participación de los trabajadores en las huelgas. En segundo
lugar, se constata también una cierta tendencia al descenso de la media de
jornadas perdidas por huelga, aunque hay que señalar que, aunque ese número de
jornadas perdidas volvió a incrementarse en 2012, desde 2013 inició un nuevo
recorrido a la baja hasta 2015.
En otras
palabras, mientras la tendencia a la baja -desde 2008 y con la excepción de
2012 y 2013- de la media en la participación de los trabajadores,
especialmente, en 2014 y 2015, confirmaba un descenso de la conflictividad en
términos de participantes por huelga; en cambio, la media de las jornadas no
trabajadas por huelga disminuía también desde 2008, aunque resistiendo a esa
caída mediante un repunte al alza en 2012 y en 2015, si bien ínfimo. Una vez
más, será interesante conocer los datos de 2016 para poder deducir si el mínimo
repunte al alza experimentado en 2015 en la media de jornadas no trabajadas por
huelgas en España, se ha quebrado o sigue aumentando.
Finalmente,
el análisis comparativo entre el porcentaje de centros implicados en las
huelgas y los centros convocados y del mismo cálculo para las plantillas, ha
deparado unos resultados un tanto sorprendentes, en cuanto a la eficacia que
han tenido tales convocatorias, sobre todo, durante los últimos cuatro años
estudiados. Así, el porcentaje con el que los sindicatos fueron capaces de
implicar a los trabajadores en las diversas convocatorias de huelgas a lo largo
del período 2008-2015, ha sido claramente creciente, salvo en 2011. Tanto en lo
que se refiere a los centros donde trabajaban los trabajadores convocados, como
en lo que se refiere a los trabajadores implicados en esos centros en esas
convocatorias, la eficacia del seguimiento conseguido por los sindicatos
convocantes, no sólo ha sido, generalmente, creciente, sino que llegó a
alcanzar porcentajes de más del 90 % entre 2012-2014 -justo cuando el
número de centros convocados adquiría las cifras más bajas de todo el período
analizado- a pesar de que en 2015, esa trayectoria iniciaba un cierto retroceso
que, de nuevo, habrá que contrastar con los datos de 2016 para conocer su
trayectoria futura.
En
consecuencia, vistos los anteriores resultados, se podría abrir la hipótesis de
que la eficacia de los sindicatos en cuanto a conseguir un seguimiento elevado
de los trabajadores en las huelgas por ellos convocadas ¿es mayor cuando el
número de centros convocados es menor?, o esa mayor eficacia se debe también a
otras variables, como, por ejemplo, a que es más fácil o accesible para los
sindicatos controlar la efectividad del seguimiento sectorial o territorial de
las huelgas cuando son, relativamente, pocos los centros convocados.
Por otro
lado, sería fácil también abrir otra hipótesis en el sentido de que, si hubo un
seguimiento tan elevado -salvo en 2011- tanto de los centros como de las
plantillas convocadas desde 2009, ¿por qué los sindicatos no aprovecharon esa
coyuntura para convocar nuevas huelgas, habiendo motivos de sobras para
hacerlo, si se tiene en cuenta el panorama de recortes sociales y de
precariedad laborales que existía (existe?), o ¿es que dedujeron, erróneamente,
que no habría suficiente respuesta de los potencialmente convocados?, o ¿fue
porque, por el contrario, se sumaron a una decisión política para no perturbar
los planes de ”estabilidad” social y laboral que los otros dos agentes sociales
tenían, a pesar de que existía un clima conflictivo propicio, como se ha visto,
a responder mayoritariamente a tales convocatorias?
En resumen,
la trayectoria que ha seguido, tanto en términos absolutos como relativos, el
número de huelgas, de participantes o de jornadas no trabajadas, no permite
asegurar que la existencia de huelgas haya ido, con toda seguridad, a la baja
pero tampoco a la alza. Sólo se puede aseverar que durante los dos últimos años
(2014 y 2015), al igual que ya sucedió con anterioridad con otros años,
parecería que se ha producido un descenso relevante de la participación en las
huelgas, de modo que si, como ya se ha insistido, los datos de 2016 confirmaran
un descenso de los valores de la participación o de las jornadas no trabajadas,
se podría marcar una tendencia más robusta sobre la hipótesis de si hoy la
huelga es o no un recurso a la baja en España. Por el contrario, ha quedado
bastante claro que la eficacia de los sindicatos, en cuanto al grado de
implicación de los centros de trabajo y de los propios trabajadores ante las
diversas convocatorias de huelgas realizadas por aquellos, ha ido, en general,
en ascenso, alcanzando dicha eficacia niveles máximos desde 2012 con un leve
descenso en 2015.
28/10/2016
Joaquín Joan
Albalate, sociólogo del trabajo y de relaciones laborales.
Notas:
Bibliografía
Durán,
Marisa Elizabethl (2007), Las huelgas generales en España de 1982 a 2002: entre
la reforma laboral, el conflicto social y la política competitiva, Barcelona,
Tesis doctoral, Universidad de Barcelona.
Hyman,
Ricard (1984), Relaciones industriales. Una introducción marxista. Madrid:
Blume.
Juan
Albalate, Joaquín (2015), Mercado, mercado de trabajo y relaciones laborales,
Tecnos: 2015
- See more at:
http://www.vientosur.info/spip.php?article12331#sthash.soKA6wOO.dpuf
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