Por Administrator
miércoles 19 de febrero de 2025
Lucas Aguilera*
La virtualidad funciona como una
nueva fábrica, capaz de explotar el trabajo durante el tiempo que antes era
dedicado al ocio y al descanso, al mismo tiempo que se yuxtapone con la jornada
laboral tradicional.
En los últimos tiempos ha tomado
notoriedad el libro Tecno-feudalismo, del autor griego Yanis Varoufakis, quien
propone interesantes elementos para analizar las transformaciones del
capitalismo en su fase digital.
Varoufakis argumenta que las grandes
corporaciones tecnológicas han reemplazado las dinámicas tradicionales de la
competencia capitalista con monopolios basados en el control de plataformas
digitales y la extracción de rentas.
Este modelo, según el autor, no solo
concentra riqueza, sino también poder político, erosionando las bases
democráticas y consolidando nuevas relaciones de dependencia que recuerdan al
feudalismo medieval, aunque con características inéditas, particularmente
determinadas por la emergencia del territorio digital, con escala global.
Si bien su propuesta representa un
valioso aporte para reflexionar sobre las irreversibles transformaciones del
sistema capitalista que acontecen, también presenta ciertas limitaciones que,
de no ser consideradas, podrían conducir a análisis y conclusiones imprecisas,
y por lo tanto, a errores políticos y estratégicos.
En primer lugar, intenta explicar las
particularidades de un nuevo sistema de explotación basándose en relaciones de
producción del pasado. Dicho de otro modo, el tecno-feudalismo funciona mejor
como una metáfora para describir las transformaciones que observamos, en lugar
de ofrecer un análisis concreto y detallado de las nuevas relaciones de
producción que podrían estar emergiendo.
Si, al decir de Lukács, la historia
es el desenvolvimiento mismo de las categorías, podríamos establecer que,
aunque Varoufakis ofrece una lectura sugerente sobre la evolución del capital y
el surgimiento del tecno-feudalismo, su análisis se ve limitado por la
precocidad con la que conceptualiza ciertos fenómenos, al mismo tiempo que
sigue anclado en categorías del pasado.
Su lectura parece no captar una
diferencia sustancial entre el proceso de trabajo en el feudalismo y en el
proceso de trabajo actual. Mientras el primero se realizaba principalmente en
la tierra, como factor de producción, el segundo se desarrolla en la
virtualidad, en tanto materia trabajada. Esta característica diferencia
sustancialmente la producción de la cotidianidad social en la actualidad, ya
que no solo se basa en el desarrollo de un proceso productivo que supone la
explotación de un trabajo pasado, sino que, al mismo tiempo, constituye una
relación fundamental del ser social de las cosas, por el cual el proceso de
alienación asume características particulares, así como también la producción
de subjetividad y sentido común.
TRABAJAR PARA OTROS, SIN COBRAR
Ciertamente, el desarrollo de las
fuerzas productivas ha generado nuevos mecanismos de explotación y dominación,
tensionando categorías tradicionales del capital con la introducción de las
tecnologías digitales. Sin embargo, esto no justifica reemplazarlas por
conceptos como la renta, que no logran captar plenamente la profundidad de
estos cambios estructurales.
De esta manera, actualmente podemos
observar cómo la reducción de los tiempos de producción ha perdido centralidad
en el proceso de acumulación de capital, para desplazarse hacia la apropiación
del tiempo disponible. Dicho en otras palabras, la virtualidad funciona como
una nueva fábrica, capaz de explotar el trabajo durante el tiempo que antes era
dedicado al ocio y al descanso, al mismo tiempo que se yuxtapone con la jornada
laboral tradicional.
Si bien este fenómeno supone un nuevo
mecanismo para la extracción de plusvalía, vale decir también que esta se
consolida en la acumulación de capital en cuanto tal, es decir, en valor que se
valoriza. Lo que queremos señalar es, simplemente, que el gran taller global
consolidado a través de la digitalización, funciona para el desarrollo de
medios de producción que permiten ampliar la escala de explotación y el grado
de penetración de los procesos productivos en la vida social.
Puede ejemplificarse con el conocido
caso de Pokemon Go, el popular juego que consistía en atrapar criaturas a
través de dispositivos inteligentes conectados a internet. Los datos sustraídos
de la interacción de los usuarios fueron utilizados para el desarrollo de
modelos de inteligencia artificial geoespacial.
Si bien estos nuevos esquemas
productivos plantean serios desafíos para su posible análisis, observamos que
continúan perpetuando algunas características claves del sistema capitalista de
producción, como es el desarrollo de capital constante para la acumulación de
riqueza socialmente producida.
En consecuencia, no podemos decir que
estos fenómenos no constituyan un cambio cualitativamente distinto en el desarrollo
del capital, pero tampoco podemos terminar de explicarlos a partir de la renta.
Pareciera más bien, que la supuesta «venganza de la renta» que plantea
Varoufakis, se trata de una profundización de la ganancia, en un nuevo formato
y bajo nuevos términos.
De la misma manera, a pesar de que la
emergencia de los gigantes tecnológicos haya provocado la consolidación de
monopolios, no podemos decir que su constitución y dinámica estén por socavar
los mecanismos del mercado de capital. Por el contrario, es a través de estos
mecanismos que podemos explicar la creciente disputa por nuestra atención, que
ha llevado a estas compañías a desarrollar tecnologías cada vez más ubicuas y
penetrantes.
No cabe duda de que la irrupción de
las tecnologías digitales ha transformado profundamente los dispositivos y
mecanismos de poder en las sociedades burguesas, llegando al punto de poner en
crisis las democracias de los Estados-nación tradicionales.
En este sentido, los capitales
tecnológicos desempeñan un papel crucial en la direccionalidad política e
ideológica de los conjuntos sociales, no solo por su influencia en las cúspides
superestructurales, sino también por los mismos dispositivos que emplean en sus
esquemas productivos.
¿EVOLUCIÓN HACIA UN POSCAPITALISMO?
Pero pareciera que no podemos
aventurarnos a clasificar estas nuevas personificaciones como «señores
tecno-feudales», cuando en realidad desempeñan el rol de una nueva aristocracia
financiera y tecnológica, la cual tiene sus orígenes, como personificación del
capital, desde la Revolución Francesa analizada por Marx.
No obstante, es legítimo plantear,
como Varoufakis insinúa, que esta fase del capitalismo podría estar transitando
hacia un nuevo sistema. Aunque las categorías fundamentales del capitalismo
todavía estructuran la economía global, el avance tecnológico y la
transformación de las relaciones de trabajo podrían estar sentando las bases
para un sistema poscapitalista.
Sin embargo, para que este tránsito
se concrete, será necesario un cambio en las relaciones sociales fundamentales
que supere la dependencia del capital respecto al trabajo humano, algo que,
hasta ahora, sigue siendo el núcleo de este modo de producción.
Los planteamientos audaces y
disruptivos de los marcos teóricos clásicos son centrales a la hora de ensayar
lecturas de los tiempos que acontecen. Sin embargo, la vigilancia en la certeza
de nuestros diagnósticos resulta una necesidad urgente, ya que determinan las
condiciones de posibilidad de construir un proyecto y un programa con
iniciativas de las clases subalternas que dispute y conduzca los procesos
revolucionarios que se suceden indefectiblemente en una etapa de cambio
sistémico.
Equivocarse en el diagnóstico
representa, hoy más que nunca, un error estratégico. El trabajo humano, como
capacidad creativa, como fuerza viva puesta en el centro del debate, en tiempos
en los que aún se vuelve posible disputar un nuevo sistema sin explotados ni
explotadores, es un arma fundamental frente a los fatalismos –quizá inocentes,
quizá no– que producen ciertos análisis políticos, por más bienintencionados
que sean.
* Magíster en Políticas Públicas y
Director de Investigación de la agencia argentina Nodal
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