martes, 19 de febrero de 2019

MIGUEL GUTIÉRREZ, LITERATO MARIATEGUISTA, Parte II


Parte II

Celebración de Miguel Gutiérrez

Miguel Gutiérrez y Antonio Rengifo
Casa de Miguel.  Celebración de su cumpleaños


 
  



Por: Ricardo González Vigil

Homenaje al escritor piurano
 que revolucionó la novela peruana.


                Sacudido por la noticia inesperada de la muerte de Miguel Gutiérrez (Piura, 1940-2016) en la aciaga tarde del 13 de julio, me embargó la tristeza. Tuve el privilegio de ser su amigo desde 1993; primero fui comentarista elogioso de sus novelas Hombres de caminos (1988), La violencia del tiempo (1991) y La destrucción del reino (1992), antes de compartir inolvidables encuentros, conversaciones telefónicas, presentaciones de libros, etc., beneficiándome con su entusiasmo por la creación y crítica literarias, su lúcida familiaridad con las grandes novelas de todas partes, así como su buen humor y calidez humanísima.

         A la tristeza le sucedió la cólera. Ha muerto sin el reconocimiento que merecía, conocido insuficientemente en nuestro país y casi desconocido en el extranjero, víctima de satanizaciones ideológicas, mezquindades y caracterizaciones inadecuadas de su obra: “sociológica”, “politizada”, “aferrada a una novelística obsoleta”, etc. Resulta indignante que organismos estatales como el Congreso de la República o, cuando menos, el Ministerio de Cultura no hayan mandado representantes o mensajes de condolencia a su velorio y cremación, ya que se trataba de uno de los escritores peruanos más importantes del siglo XX. Igualmente, el poco espacio que le dedicaron los medios de comunicación (algo la prensa escrita, casi nada la radio y la televisión) y el magro público que honró sus restos en la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el cementerio de Jardines de la Paz de Lurín.

         Pero, poco a poco, se impuso el agradecimiento por su contribución literaria de primer orden, la seguridad de que el futuro le pertenece como clásico pendiente de la literatura hispanoamericana y la novela contemporánea en general. A nuestro juicio, ostenta más méritos que los extraordinarios Ciro Alegría, Alfredo Bryce Echenique y Edgardo Rivera Martínez, para conformar con José María Arguedas y Mario Vargas Llosa el trío mayor de la novela peruana.

         Si Arguedas es la expresión culminante de la tendencia indigenista y de la transculturación andina del lenguaje novelístico (hasta llegar a rivalizar en experimentación narrativa con el boom hispanoamericano de los años 60, en Todas las sangres y, sobre todo, El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo) y Vargas Llosa la madurez plena en el Perú de la tendencia urbana y cosmopolita, junto con el virtuosismo en el uso de la técnicas narrativas “modernas”, irguiéndose como voz capital del mencionado boom (con una capacidad única para reinventarse y dialogar con los cambios introducidos por el posboom); Gutiérrez encarna la asimilación crítica de los aportes del boom en síntesis compleja con la narrativa anterior al boom y la exploración de nuevos caminos (la crónica o testimonio, el texto híbrido, el relato policial, la metaliteratura al modo de Poderes secretos –1995–, la parábola kafkiana y la distopía –Babel, el paraíso, 1993–, el erotismo sin tabúes –el incesto entre hermanos: El mundo de Xóchitl, 2001–, en fin) que tipifica al posboom, marco en el cual Gutiérrez no resulta menos ambicioso y múltiple que el consagrado chileno Roberto Bolaño.

         Además, al igual que Arguedas y Vargas Llosa, Gutiérrez fue un formidable ensayista. Comparte con Vargas Llosa la “celebración de la novela” (título emblemático de sus ensayos reunidos) como el género por excelencia de los tiempos modernos: espacio abierto, capaz de retratar la condición humana entera, sin dogmas ni maniqueísmos. Pero, además, fue un gran animador cultural, y maestro de vocaciones literarias, comparable con su amigo Oswaldo Reynoso (fallecido hace poco): dieron vida a la revista Narración (1966-1974), leyeron manuscritos incontables de jóvenes autores, presentaron innumerables libros, al día con la creación de Lima y provincias. Repárese en que Gutiérrez fue de los primeros en destacar que en este siglo XXI ha surgido una notable hornada de narradores peruanos: Narrativa peruana del siglo XXI: hacia una narrativa sin fronteras y otros textos (2014).



Lápida en el cementerio Campo fe de Lurín
Martín Villar es el álter ego de Miguel.
Foto:  A. Rengifo B.

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