viernes, 22 de febrero de 2019

LA IDIOTIZACIÓN DE LA SOCIEDAD COMO ESTRATEGIA DE DOMINACIÓN





La gente está imbuida hasta tal extremo en el sistema establecido, que es incapaz de concebir alternativas a los criterios impuestos por el poder.

Por Fernando Navarro
La Haine | 

         Para conseguirlo, el poder se vale del entretenimiento vacío, con el objetivo de abotagar nuestra sensibilidad social, y acostumbrarnos a ver la vulgaridad y la estupidez como las cosas más normales del mundo, incapacitándonos para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad.

         En el entretenimiento vacío, el comportamiento zafio e irrespetuoso se considera valor positivo, como vemos constantemente en la televisión, en los programas basura llamados “del corazón”, y en las tertulias espectáculo en las que el griterío y la falta de respeto es la norma, siendo el fútbol espectáculo la forma más completa y eficaz que tiene el sistema establecido para aborregar a la sociedad.

         En esta subcultura del entretenimiento vacío, lo que se promueve es un sistema basado en los valores del individualismo posesivo, en el que la solidaridad y el apoyo mutuo se consideran como algo ingenuo. En el entretenimiento vacío todo está pensado para que el individuo soporte estoicamente el sistema establecido sin rechistar. La historia no existe, el futuro no existe; sólo el presente y la satisfacción inmediata que procura el entretenimiento vacío. Por eso no es extraño que proliferen los libros de autoayuda, auténtica bazofia psicológica, o misticismo a lo Coelho, o infinitas variantes del clásico “cómo hacerse millonario sin esfuerzo”.

         En última instancia, de lo que se trata en el entretenimiento vacío es de convencernos de que nada puede hacerse: de que el mundo es tal como es y es imposible cambiarlo, y que el capitalismo y el poder opresor del Estado son tan naturales y necesarios como la propia fuerza de gravedad. Por eso es corriente escuchar: “es algo muy triste, es cierto, pero siempre ha habido pobres oprimidos y ricos opresores y siempre los habrá. No hay nada que pueda hacerse”.

         El entretenimiento vacío ha conseguido la proeza extraordinaria de hacer que los valores del capitalismo sean también los valores de los que se ven esclavizados por él. Esto no es algo reciente, La Boétie, en aquel lejano siglo XVI, lo vió claramente, expresando su estupor en su pequeño tratado Sobre la servidumbre voluntaria, en el que constata que la mayor parte de los tiranos perdura únicamente debido a la aquiescencia de los propios tiranizados.

         El sistema establecido es muy sutil, con sus estupideces forja nuestras estructuras mentales, Y para ello se vale del púlpito que todos tenemos en nuestras casas: la televisión. En ella no hay nada que sea inocente, en cada programa, en cada película, en cada noticia, siempre rezuma los valores del sistema establecido, y sin darnos cuenta, creyendo que la verdadera vida es así, nos introducen sus valores en nuestras mentes.

         El entretenimiento vacío existe para ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista y las catástrofes que asolan el mundo. Por esto es necesario que exista el espectáculo vacuo: para que mientras el individuo se autodegrada revolcándose en la basura que le suministra el poder por la televisión, no vea lo obvio, no proteste y continúe permitiendo que los ricos y poderosos aumenten su poder y riqueza, mientras las oprimidos del mundo siguen padeciendo y muriendo en medio de existencias miserables.

         Si seguimos permitiendo que el entretenimiento vacío continúe modelando nuestras conciencias, y por lo tanto el mundo a su antojo, terminará destruyéndonos. Porque su objetivo no es otro que el de crear una sociedad de hombres y mujeres que abandonen los ideales y aspiraciones que les hacen rebeldes, para conformarse con la satisfacción de unas necesidades inducidas por los intereses de las élites dominantes. Así los seres humanos quedan despojados de toda personalidad, convertidos en animales vegetativos, siendo desactivada por completo la vieja idea de luchar contra la opresión, atomizados en un enjambre de egoístas desenfrenados, quedando las personas solas y desvinculadas entre ellas más que nunca, absortas en la exaltación de sí mismas.

         Así, de esta manera, a los individuos ya no les queda más energía, para cambiar las estructuras opresoras (que además no son percibidas como tales), ya no les queda fuerza ni cohesión social para luchar por un mundo nuevo.

         No obstante, si queremos revertir tal situación de enajenamiento a que estamos sometidos, solo queda como siempre la lucha, solo nos queda contraponer otros valores diametralmente opuestos a los del espectáculo vacuo, para que surja una nueva sociedad. Una sociedad en que la vida dominada por el absurdo del entretenimiento vacío sea tan solo un recuerdo de los tiempos estúpidos en que los seres humanos permitieron que sus vidas fueran manipuladas de manera tan obscena.


Medios mercantiles para embrutecer al pueblo
Por Fernán Medrano para Granma.
07-12-2018
        
 Las «narconovelas», las telenovelas (o «telebobelas») turcas, la sección de farándula de los noticieros, la televisión chatarra y los programas de risas de los medios de comunicación poderosos dan rabia, porque les hace falta rigor, calidad, compromiso y pasión por la verdad, que dijo el filósofo mexicano Fernando Buen Abad. Las cosas importantes de la sociedad las tratan con demasiada mediocridad. Quizá pretenden trivializarlo todo para luego hacerlo trizas. 

         No pocas veces los medios comercializadores de noticias suprimen la esencia para hinchar la apariencia de los hechos (algo equiparable con la posverdad). Con frecuencia los comerciantes de la información proveen verdades a medias, realidades fuera de contexto o distorsionadas, o exprimen al extremo la tan cacareada equidistancia periodística, que, como advierte el periodista español Pascual Serrano, consiste en ponerles micrófonos a dos versiones enfrentadas, para ahorrar el esfuerzo que exige la investigación de la autenticidad de los acontecimientos o –sencillamente– para no granjearse enemigos y fingir equilibrio informativo. Con todo eso, la equidistancia del periodismo no deja de ser una actitud de gallina y mojigata.

         Ya sabemos que una verdad mal divulgada, retocada y manoseada corre el riesgo de convertirse en una falsificación de la realidad; digo más, se convierte en una falsa noticia, sobre todo cuando se ansía influir en la opinión pública y ganar audiencia. Ya sabemos que el deseo de impactar y lograr la conversión de más seguidores, modelándolos para determinados fines conlleva el peligro de tejer y difundir embustes. Quien se aplica a la orfebrería del engaño se constituye en un embustero manipulador de sucesos. El que deliberadamente repite mil veces una mentira es mil veces un mentiroso.

         Las enormes corporaciones mediáticas adquieren cada vez más la misma forma y estilo de las fábricas de noticias falsas. Sostienen abundantes puntos de comparación entre sí, dada la similitud manifiesta entre lo que informan y el fenómeno de las noticias falsas, comparable con los procedimientos usados por la comunicación estratégica de guerra en la falsificación de los hechos objetivos, lo cual es semejante a las mentiras encubiertas. Por ejemplo, los medios mexicanos transmitieron para el mundo durante 16 horas la noticia de la niña Frida Sofía atrapada bajo escombros que resultó falsa.

         La razón de ser de cualquier empresa comercial normal es la misma: producir, vender y obtener ganancias financieras a través de la combinación de las más efectivas tácticas de mercadeo de su producto, mercancía y/o servicio.   Así también ocurre con la cadena de producción de la mercancía informativa. La validez de la analogía tiene lugar toda vez que las agencias distribuidoras de noticias fundaron el mercado de la información, y son precisamente ellas las que atienden la demanda de los clientes. ¡Vaya negocio redondo!

         Los medios de comunicación mercantiles poseen el desafío de abstraerse de la realidad planteada por el negocio de traficar con noticias si no desean incurrir en el menoscabo de la veracidad de la información. Personalmente, tengo la curiosidad de saber cómo ejercen su compromiso con la verdad, pues no es fácil excluirse del envolvente círculo vicioso de la narrativa engañosa, luego de que se ha entrado en ella.

         En ese mismo orden de ideas, vale la pena traer a cuento lo que el canal RCN obró con la memoria del asesinado periodista y humorista colombiano Jaime Garzón. Lo que efectuó el canal no tiene nombre. Conviene someter su producción a un examen de rigor, a fin de descartar una posible revictimización de este hombre gigante. La vida de esta gran alma la han reducido a menudencias. Presentí que la susodicha telenovela iba a estropear tanto la memoria de Jaime como la mía, es decir, maltrataría la genialidad que recuerdo de él, pues él vive en el corazón y el imaginario de las gentes.

         A uno le duele la razón cuando mira ese chambón producto televisivo que lo único que tiene de Jaime es su nombre; sufre cantidad. La vida de Jaime merece otro epílogo, ya que él pensó el país y se rió del poder en Colombia; y en un país intolerante eso es un peligro. El mejor tributo que se le puede realizar a Jaime es honrarlo, especialmente ahora que él mismo no puede defenderse.

         Pero no. Ahí quedó pintada la industria de la televisión residual. Es como si tuviera derechos, pero ningún deber. Su responsabilidad social de honrar la verdad de los hechos sufre de desnutrición crónica, en tanto que su libertinaje de expresión padece de obesidad mórbida. La libertad de expresión no es un cheque en blanco. Nadie puede creerse con salvoconducto para mentir.

         La «elefantiasis» de los medios de comunicación dominantes es espantosa. No deberían hacerse los de la vista gorda delante de la voladura del tejido social, ni propiciarlo. Su libreto tiene que ser algo más que distraer con rumores. El espacio de entretenimiento lo rebajaron para hablar exclusivamente de los chismes de la farándula. El arte también tiene derecho a la vida.

         Tampoco nosotros podemos encogernos de hombros ante la erosión social. El negocio de embrutecer a la gente merece el rechazo social total.

         Pongamos por caso el fantasma de las series de televisión mexicanas que recorre América Latina. Presentan a los padres como a unos malvados cuando ellos no les complacen a sus hijos todos sus caprichos.

         La enorme mayoría de los adolescentes adolecen de las destrezas para tomar decisiones cruciales. A tan temprana edad muchos no saben tomarlas todavía, porque no están lo suficientemente entrenados para ello. Sé que hay personas que llaman experiencia a los 80 años de estar repitiendo los mismos errores de toda la vida. Pareciera que la televisión estimulara la mala crianza y tuviera el interés de hacer añicos el tejido social.

         Sería espléndido que sus actuaciones desdijeran la idea de que los medios opulentos justifican el fin del tejido social. Sería maravilloso que colaboraran en algo para que la sociedad no continuara pudriéndose, revelando la verdad. Vamos a crear cultura entre todos y para todos. Si hay un público exigente y formado con calidad, ganamos todos, puesto que la calidad exige esmero, dedicación y persistencia, además de ser un hábito, no un acto.

         Despertemos la crítica, porque toda crítica justa es solidaria, un acto humanitario, un gesto de generosidad cuando se parte del principio de que el criticado cuenta con el talento de ser mejor y ubicarse en otro nivel superior. Por eso, exijamos calidad y verdad. Ayudemos a los medios de comunicación que no estén comprometidos con la verdad a que se quiebren, no viéndolos, ni oyéndolos ni leyéndolos. Volvámosles la espalda a sus chambonadas y el engaño. No más mentiras ni posverdad. ¡Basta ya de manipulación y tergiversación!



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