viernes, 27 de septiembre de 2019

CRISIS DE PODER



Estimados amigos:
Este escrito tiene la intención de demostrar que la crisis política ha llegado a su cúspide después de un largo tiempo donde el Perú, como país vive bajo la agudización de algo mayor como es la crisis estructural. Su existencia como república democrática no se llega a consolidar, porque mantiene las carencias desde los días iniciales que dejará de ser colonia para ser independiente (*).
Como veremos en el escrito, estas carencias se quedaron impregnadas, lo que ha hecho posible que la organización republicana no fuera tal, solamente lució como una fantasía; es decir, hubo un remedo con lo cual se vivió en el engaño de ser país y menos aún de lograr ser nación, dado que buena parte de su pueblo no pudo reflexionar si en verdad con las etapas de prosperidad se construía país y hasta muchos se sintieron ciudadanos con objetivos de llegar también a ser nación.
Estas intentos de aparecer como una organización de superiores alcances no tenía bases para ser lo que se creía que éramos, la realidad nos puso en alerta de que teníamos que superar la condición de república incompleta, donde teníamos dirigencias que no solo respondían a los grupos de poder; sino que rechazaron el bien común, por los intereses particulares. El Estado fue instrumentado para servirse de él, para realizar sus negocios, no creían en los derechos ciudadanos, ni en la igualdad y menos en la participación de las mayorías, por ejemplo en la realización periódica de elecciones libres.
Esta situación obliga a cambios y reformas, sin embargo, los que intentaron hacerlo no tuvieron éxito, y las constituciones políticas solamente serían y son declamaciones en papel mojado en tinta, y se abusa de ellas para que nada cambie, y que todo siga igual. Pensar que las constituciones se formulan en los congresos y equivocadamente, los parlamentos se convierten en islas, colocándose en un pedestal en que sus miembros se sienten superiores y actúan valiéndose de su inmunidad que los hace parecer como personajes que sin ser gobierno como ellos dicen, resultan sobrepasando sus funciones.  
En el presente escrito tomaremos al poder legislativo como el punto más importante de la frustración de lograr una república democrática. La hipótesis procederá a demostrar que el mayor instrumento del anticambio es el legislativo; en especial en estas últimas décadas reforzadas por mayorías imprevisibles, para sobrealimentar su actuar en este momento, a través de su distintivo mezquino de la unicameralidad, a fin de que no se consolide la república soberana, pues al ser ente rector su objetivo es la institucionalidad, lo que significa organizar un Estado al servicio de todos, y que, correlativamente la dación de las leyes se elaboren bajo un principio fundamental en favor tanto del patrimonio que es del todo colectivo, como del respeto a la persona humana y la construcción de la calidad de vida de su población.  
El tema en esta oportunidad será extenso, pero se merece, pues se considera tomar todas las variables posibles que demuestren que el poder legislativo unicameral resulta el punto que aflige a quienes somos miembros de la república, y que estamos dispuestos a reflexionar en función del progreso cercano por acceder y compartir tanto sus productos sociales, como la redistribución de la producción económica.
En breve tiempo alcanzaremos el artículo que ofrecemos para su lectura.
Atentamente,
Fernando Arce Meza

(*) Otro si digo: la situación de conflicto político en estos momentos de la vida de la república no es coyuntural ni circunstancial como tener al presidente Martín Vizcarra simplemente opinando; es decir, el haber archivado el proyecto del ejecutivo sobre el adelanto de elecciones, no es el actuar autónomo de un poder del Estado frente a otro poder que discrepa, por tanto tampoco significa un enfrentamiento de poderes.
La crisis es de poder, no entre ejecutivo y el legislativo y/o del judicial, este conflicto es entre los grupos conservadores que no han sabido gobernar y que han acarreado muchas acciones de corrupción, pues arrinconando presidentes, sujetando al congreso y utilizando a sus mayorías para acallar y no tomar en cuenta los cambios en el orden de la conformación del legislativo con la presencia de la unicameralidad, la misma que resulta madre de todos los desaciertos desde 1995 a la fecha en la conducción y gestión del Estado.
En el Perú han surgido nuevas organizaciones y una ciudadanía que intenta reflexionar sobre las condiciones inapropiadas en la vida de la población, caso  del abuso personal y colectivo, el autoritarismo en el comportamiento, el robo, el doble discurso, los que directa e indirectamente atentan contra los valores de austeridad y de redistribución de la riqueza, ocasionando no solo la protesta, sino que el poder ejecutivo en la persona de su presidente, ha pasado del intento por corregir, a la acción de proponer reformas fundamentales en el orden político y judicial que son bases de institucionalidad, de permanencia de gobiernos y de orden para esclarecer la pésima conducta de los políticos, de empresarios sin doctrina de responsabilidad social y de grupos minoritarios que actúan al borde de la ley con negocios turbios del narcotráfico y de la apropiación de tierras principalmente.
El conflicto existente es entre quienes reclaman reformas frente a quienes dan la cara dura del anticambio, son estos últimos venales, capaces de continuar cometiendo fechorías y repartiendo sinecuras a altos funcionarios como son los magistrados del tribunal constitucional, este antecedente evidencia vesania y expresión de que el Perú no puede ser dirigido por personas que no creen en los valores de la moral de trabajo, de la ética personal y que ambicionan el poder para cometer actos contrarios al orden socio/económico, no solo del patrimonio de todos los peruanos, sino del acomodo y el soborno como expresión de sus perversas intenciones contrarias a los fueros de la república y a los símbolos más sagrados de su historia milenaria y de la peruanidad como fin último de ser nación sin destruir la diversidad cultural.
Finalmente, la solución no está en cuestiones de legalidad, el problema es político. Hay juristas que son excelentes académicos pero todavía les queda como a todos los peruanos los comportamientos coloniales, densos residuos que impiden entender otras ramas del saber de las ciencias sociales y políticas, caso del comportamiento que tienen fuerza popular y el aprismo decadente en su actuar prepotente que utiliza escuadrones de resistencia fascista, en que luce su haz de las doctrinas autocráticas. Asimismo dan prioridad al legalismo, que no se justifica, ni se cambia o se rechaza por otro legalismo, ello viene ha demostrar que no se ha entendido los momentos y los nuevos tiempos y lamentablemente no aprecian los sueños de progreso que requieren los pueblos en pobreza y atraso.

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