jueves, 24 de junio de 2021

LA GUERRA FRÍA CONTRA CHINA: UN AUTOGOL DE OCCIDENTE

19 junio, 2021 by


CARLO FORMENTI, SOCIÓLOGO ITALIANO

Mientras escribo estas líneas, Joe Biden viaja por el mundo en un intento de construir un frente euroatlántico anti-chino y anti-ruso, obviamente, bajo la hegemonía de Estados Unidos. Un proyecto que costaría muy caro a sus aliados europeos y que Europa puede que lo acepte formalmente, pero que no lo haga a nivel sustancial y económico.

Más irreal aún es el objetivo convencer a los rusos que deben tomar partido por Occidente y romper con China. Sobre todo, porque esta idea no se basa en concesiones de ningún tipo, sino en todo lo contrario, está sustentada en continuas provocaciones político-militares (como en Ucrania y Bielorrusia) y en sanciones económicas (con el resultado que para Rusia la alternativa obligatoria pasa o por una capitulación o por un mayor acercamiento con China).

¿Pura estupidez, sobreestimación de las propias fuerzas, subestimación de los adversarios? Probablemente una mezcla de todos estos factores, pero, sobre todo, por la obtusa repetición de viejas estrategias que son absolutamente inadecuadas en el nuevo contexto mundial. A esto habría que agregar la clara incomprensión de la lógica que ha utilizado históricamente el pueblo chino.

En este sentido, para aquellos que deseen tener un mínimo de conocimiento confiable(en lugar de la basura indigerible de los principales medios de comunicación) me permito recomendar el libro “El estilo chino: desafío por un futuro compartido”, del profesor del Instituto Internacional Italiano en Florencia, Fabio Massimo Parenti.

El volumen es presentado por un breve texto de Shaun Rein (CEO del Grupo de Investigación de Mercado de China) que destaca los principales errores que circulan en Occidente sobre China:

1) Los chinos no apoyan a su gobierno o, si lo apoyan, significa que les han lavado el cerebro. Este es un punto de vista claramente racista, dice Rein, ya que según esta opinión el chino promedio sería un idiota incapaz de juzgar las acciones de sus líderes. Ocurre todo lo contrario, los chinos muestran un alto nivel de apoyo al gobierno y, son conscientes de lo mucho que el Partido Comunista ha mejorado sus condiciones de vida y cómo los ha atendido durante la pandemia. Esto los llena de orgullo y patriotismo.

2) China no innova, simplemente copia las ideas de otros. El simple hecho que las principales marcas chinas estén hoy a la vanguardia de la innovación sería suficiente para refutar este cliché. No solo eso: para consolidar su liderazgo, argumenta Rein, las sanciones occidentales han inducido a China a mejorar la innovación y la autosuficiencia tecnológica, empujándolos a extender sus habilidades en nuevos campos.

3) El desarrollo tecnológico chino está muy por detrás de la de Occidente. Esto no es más que una ilusión consoladora para un Occidente que, en las últimas décadas, embarcado en la financiarización, ha reducido la inversión en investigación, mientras que China ha multiplicado las inversiones estratégicas a largo plazo en sectores como medicina, transporte, logística, inteligencia artificial, vehículos eléctricos, etc.

Ahora, en relación al texto de Parenti, centraré este análisis en tres temas: las peculiaridades históricas y culturales de la sociedad china y el sistema político que las encarna; el significado real de la Nueva Ruta de la Seda (Iniciativa de la Franja y la Ruta, conocido como BRI); y las diferencias entre el punto de vista occidental y la visión china sobre el proceso de globalización.

Sobre nuestros malentendidos

Nuestra incapacidad para entender a China se refleja en respuestas apodícticas y diametralmente opuestas (1) por ejemplo: que tendemos a dar a la pregunta de si China país debe ser considerado socialista o capitalista (aunque de manera sui generis.).

En realidad, me parece que la pregunta está fuera de lugar o incluso no tiene sentido, si quien hace la pregunta no entiende que la civilización milenaria China mantiene un trasfondo filosófico que tiene origen en la Ética Confuciana y que estos valores han determinado y siguen determinando nada menos que el marxismo chino – que, contrariamente a lo que sostienen muchos intelectuales de izquierda, sigue siendo la ideología oficial del Estado-partido chino (2).

Al igual que otros autores (3) que conocen la realidad política y social china desde adentro, Parenti destaca algunas de las consecuencias más significativas de la herencia confuciana, tanto en lo que respecta a la ética pública como a la propia estructura institucional del país.

En cuanto al primer aspecto, conviene recordar la gran importancia que el confucianismo atribuye a los lazos familiares junto con la centralidad de los intereses colectivos sobre los intereses individuales; ambos factores que han contribuido a la fácil aceptación y al fortalecimiento de los principios comunitarios del marxismo.

En cuanto al aparato institucional, es completamente erróneo ver al Estado y el Partido Comunista Chino como una especie de réplica del modelo soviético. La mentalidad china es fuertemente pragmática, por lo que evita adherirse a modelos abstractos («si hay un modelo chino, escribe Parenti, consiste en la voluntad de experimentar con diferentes modelos»)

Lo que Parenti no deci nos lleva a disipar aquella idea predominante en Occidente según la cual el régimen chino es totalitario y su sistema político no implica ningún tipo de participación democrática en el proceso de toma de decisiones. En primer lugar, conviene recordar que, desde la década de 1980, cientos de millones de ciudadanos chinos han participado en las elecciones de sus ciudades, basadas en el sufragio universal y en las que los candidatos independientes pueden participar libremente. En los niveles superiores, desde las administraciones municipales y provinciales hasta las centrales, existen tres tipos de democracia que Parenti define, respectivamente, democracia a posteriori, meritocracia política vertical y democracia consultiva.

La democracia liberal representativa es una democracia procedimental que selecciona «aguas arriba» – a través del voto – a los representantes del pueblo pero que, por diversas razones no asegura el carácter democrático de las políticas posteriores al proceso electoral, como lo demuestra la creciente desconfianza de los ciudadanos occidentales hacia sus respectivos regímenes políticos.

La democracia a posteriori significa que los representantes del pueblo en China son seleccionados por otros métodos, a saber, mediante una evaluación rigurosa de sus experiencias y actuaciones pasadas, actuaciones que se miden en términos de satisfacer las necesidades de las masas, reducción de las tasas de pobreza y contaminación ambiental, etc.

La evaluación proviene no solo de los niveles superiores de la jerarquía, sino sobre todo desde abajo, a través de canales espontáneos e informales que van desde manifestaciones de protesta hasta el tam-tam de quejas y reclamos a través de plataformas de microblogging.

Irónicamente, estos fenómenos son presentados por los medios occidentales como síntomas de la existencia de una masa de disidentes y ciudadanos insatisfechos. Pero ocurre al revés explica Parenti, el gobierno considera importantes estos reclamos y son para el Partido herramientas valiosas para medir el índice de satisfacción o insatisfacción popular y proceder con las medidas adecuadas y ajustar la dirección de su política.

La pirámide jerárquica que se construye para implementar esta democracia a posteriori se basa en el principio de «meritocracia política vertical» (5), es decir, en un sistema de selecciones muy duras para elegir a los funcionarios estatales, líderes políticos y cuadros partidistas (partiendo de la decisión de aceptar las solicitudes que lleguen desde la base). Una vez admitido en la carrera política o administrativa solo se puede ascender si te va bien (se aplican criterios y métodos de evaluación rigurosos e independientes). Los órganos del partido son el Congreso Nacional (cada cinco años), la Comisión Central, el Politburó y el Comité Permanente del Politburó, integrados respectivamente por 370, 25 y 7 miembros seleccionados en función de la antigüedad (6).

Finalmente, existe un importante órgano consultivo democrático, la Conferencia Consultiva Política Popular China (CPPCC) en la que se sientan representantes de diversos componentes de la sociedad civil (empresarios, periodistas, investigadores, científicos, etc.) que tienen la tarea de elaborar análisis y realizar propuestas para las autoridades estatales: «De aquí se derivan, escribe Parenti, los planes de experimentación de nuevas políticas, experimentos pilotos, correcciones de políticas, así como el desarrollo de estrategias de largo plazo y, en general, los procesos de planificación» . Si a esta estructura compleja y articulada le sumamos los amplios márgenes de autonomía de que gozan las administraciones locales, es evidente que no estamos ante un aparato burocrático rígido e inmutable (7), característico de los regímenes totalitarios

Otra idea de globalización

Al esbozar las diferencias entre la globalización neoliberal y la globalización impulsada por China, Parenti recuerda brevemente el gran patrimonio de las contribuciones marxistas al análisis del fenómeno, a partir de los efectos generados por la contrarrevolución neoliberal y monetarista de los años ochenta (aumento rápido y dramático de las desigualdades, procesos de desestabilización económica, política y social).

En particular, siguiendo la estela de autores como Samir Amin (8), destaca cómo, luego de la fase de colonización directa, Estados Unidos y Europa han implementado nuevas formas de opresión y explotación a través de su supremacía tecnológica, militar y financiera.

Parenti, confirma que la globalización neoliberal no fue un fenómeno «objetivo» resultante de supuestas «leyes» económicas, sino un lúcido proyecto hegemónico occidental impulsado por Estados Unidos. Cita el hecho que, a partir de principios de la primera década de 2000, es decir antes La larga crisis que comenzó en 2008 (y ha continuado con la pandemia) se desencadenaron procesos de contra-tendencia.  

Hoy se sabe que las élites políticas occidentales ya habían comenzado a teorizar la necesidad de revertir el proceso de globalización, hasta el punto de que se dieron cuenta de que algunos países emergentes (los llamados BRICS) corría el riesgo de aprovecharlo y convertirse en competidores peligrosos. Así, lo señala con claridad el NIC (Consejo Nacional de Inteligencia de EEUU) en un informe del año 2004.

Cuando Xi Jinping, en un discurso en el Foro de Davos hace unos años, argumentó las razones para un relanzamiento del proceso de integración de la economía mundial, muchos lo percibieron como la “existencia de un proyecto hegemónico» igual al sistema imperialista y neocolonial de occidente. En particular, se insistió que la ayuda china funciona como un» dulce envenenado» que tiene como objetivo enganchar a los países a la «trampa de la deuda» y condicionar de esta manera las opciones políticas nacionales e internacionales – es decir, ¡replicar la estrategia que las potencias occidentales han estado aplicando sistemáticamente durante décadas! (A esta y otras acusaciones responde un «Apéndice» del libro titulado “Cómo China está construyendo un modelo no imperialista de desarrollo internacional”).

El profesor visitante de la Academia de Ciencias de Beijing, Michael Dunford, escribe que, si bien la ayuda china es en cierto modo similar a la ayuda occidental, los objetivos, principios y prácticas difieren enormemente. La ayuda china se basa en los cinco principios de convivencia pacífica (no injerencia, no imposición, no uso de la fuerza, cooperación beneficiosa para todos, igualdad entre países) respetando » la soberanía, la integridad territorial y aplicando la no interferencia en los asuntos internos de los países que han sido víctimas de imperialismo y dominio colonial y semicolonial”.

Por último, no es cierto que impongan condiciones a los países deudores: China ofrece transferencias, préstamos sin intereses, “Capital paciente” (a largo plazo) y asistencia a través de una serie de instituciones financieras ad hoc. El libro de Parenti reitera esta tesis al escribir que China se ha comprometido con la globalización de manera sui generis, preservando su independencia y autonomía política y promoviendo nuevas formas de internacionalización, un modo alternativo de proyección internacional que en nuevas instituciones y mecanismos de cooperación en diversas áreas del mundo. Un modelo de relaciones que no implica proyección militar y activación de un sistema crediticio asfixiante. Es precisamente esta modalidad diferente, y autónoma de las instituciones de la globalización neoliberal, la que provoca las duras reacciones de Estados Unidos y Europa.

Los malentendidos sobre el BRI

El BRI es el ejemplo más claro del estilo chino de proyección internacional que acabamos de describir. Las Nuevas Rutas de la Seda, definida así en referencia  a la históricas relaciones de intercambios entre los antiguos imperios romano y chino (y a desarrollos posteriores como el legendario viaje de Marco Polo) es ciertamente sugerente pero la similitud puede resultar engañosa.

El BRI es una Iniciativa de dimensiones colosales (inversiones de un más de un billón de dólares) y extremadamente articuladas y complejas (Parenti explica que China prefirió la palabra Iniciativa al termino estrategia para subrayar el espíritu de apertura) En la práctica, se trata de hacer en toda Eurasia, desde China hasta el Mediterráneo y el continente africano, una densa red de líneas ferroviarias, rutas navales, cables de fibra óptica, que se apoyarán con nuevas instalaciones aeroportuarias, cruces de carreteras, estaciones de tren, etc.

Esta prioridad otorgada a las inversiones en infraestructura es otra de las características que distinguen la globalización al estilo chino de la globalización occidental, que es sustancialmente de carácter financiero. Esta es una elección no causal porque, como escribe Parenti, China tiende a exportar un modelo de desarrollo económico basado en la interconectividad que ya ha demostrado su eficiencia a nivel nacional.

China está luchando con los desequilibrios generados por las impresionantes tasas de crecimiento en las áreas especiales (ubicadas sobre todo en las zonas costeras) que habían dejado atrás las áreas internas del país penalizadas por accidentes geográficos que tendían a marginarlos. En las últimas décadas, los gobiernos han implementado estrategias de inversión en infraestructura que han permitido ponerse al día a los que se quedaron atrás.

Entonces China, incluso antes que se lanzara el BRI, propuso el mismo modelo en África, donde promovió la construcción de nuevas líneas ferroviarias que favorecieron el surgimiento de mercados regionales que antes no existían (las potencias occidentales habían tenido cuidado de no hacer lo mismo, porque su objetivo es mantener a estos pueblos en una situación de subdesarrollo para seguir explotándolos).

Como se aclaró en el párrafo anterior, este tipo de intervención fue bien recibida por los países involucrados, porque se inspiraron en un principio de asociación incluyente y no coercitiva (no se impusieron restricciones políticas de ningún tipo a la soberanía y autonomía de los países receptores); y porque ha generado un aumento de las interconexiones entre diferentes regiones del continente, uniendo espacios que habían permanecido desconectados y marginados, favoreciendo así su desarrollo.

Dicho esto, es evidente que todo esto no es fruto de un puro espíritu solidario: de esta forma China asegura una doble ventaja: por un lado, favorecer el desarrollo de los países poscoloniales asegurando nuevos mercados para sus productos, por otro lado, gana puntos con respecto a Occidente en el nivel de poder blando.

Sin embargo, sostiene Parenti, centrarse en este último aspecto, y asimilar el BRI a una especie de Plan Marshall chino (concebido principalmente con el objetivo de oponerse a sus competidores geopolíticos) es profundamente erróneo porque proyecta la lógica hegemónica de los Estados Unidos y sus socios occidentales como propia de la Republica Popular China.

Por el contrario, China, como ya argumentó Giovanni Arrighi hace unos años (11) China no aspira a reemplazar a Estados Unidos en el papel de la nueva hegemonía global, sino que apunta a favorecer el nacimiento de un nuevo orden multipolar más equitativo y equilibrado que el actual.

Por supuesto, ni siquiera este último objetivo es aceptable para una superpotencia como Estados Unidos que, tras el colapso de la URSS, tenía la ilusión de poder asumir el control total e incontestable del mundo. Y es por eso que, como esta ilusión ha resultado impracticable (no solo por el crecimiento de China sino también para el surgimiento de nuevas potencias regionales como Rusia, Irán y Turquía y por el estallido de una serie de movimientos revolucionarios en América Latina), la política de Estados Unidos se ha vuelto cada vez más agresiva, desatando una guerras «humanitarias» locales (justificadas con el objetivo de «exportar» la democracia y los derechos humanos a países que no se alinean con el dictado de Washington).

Por lo tanto, después de presenciar el endurecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y China bajo Trump, vemos hoy que el presidente Biden amenaza con generar niveles aún más altos de tensión (hemos pasado del eslogan “América, Primero” de Trump al mucho más preocupante, “América a vuelto, para liderar el mundo” de Biden).

En la nueva guerra fría contra China, irónicamente, la propaganda estadounidense, basada sobre todo en las presuntas violaciones de los derechos humanos de las poblaciones uigures de Xinjiang, además de carecer de pruebas documentales, ignoran el hecho de que, en esa región, China luchó y ganó la lucha contra el mismo terrorismo islámico que experimentamos en Occidente.

No menos engañosa (negada por la OMS y por numerosos científicos occidentales) es la acusación que la pandemia fue causada por un virus escapado de un centro de investigación de Wuhan. Dado que las autoridades provinciales chinas cometieron el error de subestimar inicialmente el problema (hecho reconocido por el propio gobierno central) la verdadera razón de esta campaña de desinformación es la necesidad de desviar la atención de la desastrosa gestión occidental (particularmente en Estados Unidos) de la pandemia, que ha costado millones de muertos.

A diferencia de occidente China ha realizado el milagro de controlar en muy poco tiempo una emergencia que podría haber resultado desastrosa en un país de mil quinientos millones de habitantes. Pero sobre todo había que desviar la atención a los datos que prueban que el virus estaba circulando en España, Italia, Francia y EEUU, meses antes que se identificara en Wuhan y, que no faltan las sospechas que el error pudo haber sido cometido en un centro de investigación militar ubicado en Virginia (12).

Hoy es difícil predecir si esta política provocativa y agresiva se mantendrá en el terreno de la guerra fría o correrá el riesgo de provocar una guerra real, con consecuencias devastadoras para toda la población mundial, lo cierto es que Estados Unidos están adoptando la vieja estrategia que utilizaron contra la Unión Soviética contra un nuevo oponente y en un contexto económico, político y social completamente cambiado, que inevitablemente se volverá contra ellos.

Notas

(1) Las posiciones más críticas hablan abiertamente de la restauración del capitalismo (Gaulard, 2014; Minqi Li, 2008) o incluso del neoliberalismo con características chinas (como David Harvey, quien sin embargo recientemente rectificó esta posición); otros (como Samir Amin y Domenico Losurdo) utilizan el término capitalismo de estado, pero agregan que la persistencia del conflicto de clases dentro del país significa que su futuro puede evolucionar en diferentes direcciones; otros prefieren recurrir a la definición de economía de mercado socialista o socialismo de mercado (Herrera – Long, 2019; Gabriele, 2020); un autor como Pun Ngai (2012, 2016) se compromete sobre todo a documentar la dureza de la condición obrera china y las consiguientes luchas fabriles (2008),

(2) Sobre el vínculo entre las políticas del PCCh y la teoría marxista, cf. Zhang Boyng, socialismo con características chinas. Why does it work?, Marx Twenty-one Editions, 2019. Ver también Andrea Catone (editado por), The Chinese Way, Marx Twenty-One Editions 2015 y AAVV, Marx in China, Marx Twenty-One Editions 2015.

(3) Véase, en particular, D. Bell, The China model. La meritocracia política y los límites de la democracia, Luiss, Roma 2019.

(4) Bell (ver nota anterior) sostiene que el sistema chino es la refutación más sensacional de la tesis según la cual la democracia liberal al estilo occidental es el sistema hacia el cual todo país tiende a evolucionar «naturalmente», a medida que desarrolla una economía de mercado y alcanza niveles generalizados de bienestar.

Toda la investigación realizada con ciudadanos no sólo de China, sino también de otras sociedades del este asiático, revela que estas personas no tienen una idea «procedimental» de la democracia, a la que, a diferencia de nosotros, no atribuyen ningún valor, sino una idea sustancial; es decir, están mucho más preocupados por las consecuencias positivas que un sistema político particular es capaz de producir.

Para el chino común, la democracia no tiene nada que ver con los «principios» y «valores» de la democracia liberal, más bien se refiere al grado de protección y seguridad que el Estado y el partido son capaces de garantizar, lo que significa que el nivel de legitimidad del sistema político chino, gracias a las mejoras de la lucha contra la pobreza y al acceso a los servicios sociales (educación, salud, etc.) es mucho mayor que la de los ciudadanos de muchos países occidentales.

Después de todo, agrega Bell, las continuas campañas de propaganda contra el PCCh por supuestas las violaciones a los derechos civiles e individuales tiene como objetivo eludir la crisis de gobernabilidad en las democracias occidentales, cada vez más grave y evidente.

El mismo ideal de sufragio universal, que ha alcanzado connotaciones casi religiosas, comienza a sufrir un proceso de desacralización: ya no es solo esa «tiranía de la mayoría» (que inquietaba a Alexis de Tocqueville) sino el hecho de que la mayoría de los ciudadanos -como muestran los porcentajes cada vez más bajo de participación elecciones – perciben que ya no tienen poder sobre el gobierno y que la utilidad del voto individual es casi nula. Pero, sobre todo la crisis del sistema político occidental es consecuencia del abrumador peso de las élites y de los lobbies económicos y financieros. Hoy, están a la vista de todos: la gente sabe que unas minúsculas minorías ejercen una enorme influencia en el proceso político, imponiendo opciones que son exclusivamente en beneficio de sus propios intereses.

(5) Bell también describe el concepto de meritocracia política China de esta manera; Como en la antigua China imperial, el sistema político apunta a seleccionar una élite examinando y evaluando el desempeño de estas personas en los niveles locales de gobierno. La proverbial dureza y competitividad de los cursos universitarios es el primer obstáculo al que se enfrentan tanto los candidatos a una carrera política como estatal (dos caminos que se entrelazan hasta coincidir). El siguiente paso consiste en los exámenes no menos exigentes para el servicio público, luego de los cuales se puede acceder a los niveles inferiores de gobierno, y cada ascenso posterior depende exclusivamente de la calidad de los servicios logrados (Bell señala cómo los criterios de valoración han cambiado con el tiempo, en base a los objetivos políticos que el centro considera prioritarios: en la primera fase de las reformas se consideró principalmente el ritmo de crecimiento, posteriormente se están utilizando otros criterios, como los niveles de consentimiento de la ciudadanía, la mejora de las condiciones ambientales, etc.). Finalmente, en los últimos tiempos, la formación política de los cuadros del PCCh implica pasar largas temporadas en comunidades rurales pobres, una especie de reminiscencia suavizada de las prácticas impuestas en el período de la Revolución Cultural.

(6) Bell nuevamente explica que los cuadros superiores lleguen a la cima no se considera negativo ya que llegar a ese nivel refleja desde el punto de vista confuciano cualidades como la autoconciencia, el sentido de limitación, la honestidad, la empatía con la experiencia de vida. Por tanto, se asume que los líderes políticos han aprendido a vivir para la política, no de la política. Sin embargo, recordemos que, al mismo tiempo, existe una tendencia a jubilar a los mayores de 70 años, teniendo en cuenta la inevitable tendencia al deterioro físico y mental.

(7) Los principios de elasticidad y flexibilidad que inspiran las políticas económicas chinas serían, según algunos autores (ver Herrera R., Long, Z., La Chine est-elle capitaliste?, Editions Critiques, Paris 2019) la razón subyacente a la éxito de un modelo que supo evitar las rigideces del socialismo soviético.

(8) Ver Amin, S. The implosion du capitalisme contemporain, Nouvelles Editions Numeriqués Africaines, Dakar 2014; ver también Classe et nation, Nouvelles Editions Numeriqués Africaines, Dakar 2015.

(9) Para el debate teórico en el campo marxista sobre el concepto de dependencia, cf. A. Visalli, Dependence, Meltemi, Milán 2020.

(10) Como un ejemplo significativo de estas prácticas occidentales, Parenti cita el control neocolonial de Francia sobre los países de África Occidental, un control tanto de naturaleza militar como financiera (este último en forma de emisión de moneda).

(11) Véase G. Arrighi, Adam Smith en Beijing, Feltrinelli, Milán 2008.

(12) Véase la petición a la OMS (lanzada por el sitio web de Cumpanis y a la que también se ha sumado el autor) para investigar el sitio de Fort Detrick en Virginia: https://www.facebook.com/cumpanisrivista/photos/a.102932748089522 / 316715023377959

Fuente: https://observatoriocrisis.com/2021/06/19/la-guerra-fria-contra-china-un-autogol-de-occidente/

 

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