sábado, 5 de junio de 2021

UN NUEVO PERU SÍ ES POSIBLE

 

ESTE 06 JUNIO, MARCA EL LAPIZ


En la historia del Perú, el proceso independiente de organización de los peruanos por los peruanos, quedó trunco con la conquista española. La independencia de España, es un proceso que tampoco brota desde las entrañas de la sociedad peruana, reacomoda las fuerzas sociales. Pero, no cambia los patrones de dominio que recae en manos de los criollos, hijos de españoles o migrantes europeos; mientras, los nativos quechuas, aimaras, etc., permanecen bajo condiciones infrahumanas como simples cosas utilizables o desechables.

Este año el Perú celebra el bicentenario de su fundación. Sin embargo, el balance de estos 200 años es absolutamente negativo. González Prada a los 67 años de fundada la República Criolla adelantaba el grado de purulencia instalado: “El Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus” (Propaganda i ataque, 1888).

Hoy, la descomposición de las estructuras del poder se hunde en la más completa podredumbre. Y es en la política donde se aprecia mejor ese grado de putrefacción. Existen voces pesimistas que proclaman que la corrupción es inherente a los peruanos para justificar sus ilícitos. También hay quienes sostienen que la unión de las fuerzas sanas de la sociedad puede sacar a nuestro país del abismo al que se precipita. Sin embargo, esta descomposición tiene un origen económico y, por ende, político. En lo político, los representantes de las clases dominantes han convertido la política en vil negocio. Pero, la política no puede ser un negocio administrativo, burocrático o guarida de lobystas. Hoy como nunca se impone la necesidad de rescatar e innovar la política sobre los cimientos que estableciera, en la teoría y la práctica, José Carlos Mariátegui: La polí­tica es la más grande actividad creadora. Es la realización de un inmenso ideal humano. La política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria.

En 200 años de vida republicana las desigualdades y exclusiones progresan en los cuatro puntos cardinales de un Perú que sólo engorda a los “dueños del Perú” y sus satélites. Lo cierto es que la Republica de la democracia representativa ha cesado de ser útil en la sociedad peruana. Por donde se la vea esa “democracia” hace agua. Se hunde en el pantano de la incompetencia y la corrupción.

Hace algunos años se comentaba entre economistas que un país sale del atraso económico si desarrolla una infraestructura física (medios de comunicación), una superestructura mental (educación, desarrollo de talentos, cerebros) y una infraestructura institucional. En el Perú, lamentablemente, se avanza sólo en infraestructura física porque la clase dominante, parasitaria y rentista, apuesta por la ventaja comparativa de nuestros recursos naturales, desdeñando las grandes posibilidades de las ventajas competitivas de nuestro Perú ancho y ajeno, sobre todo ajeno. Entre 500 universidades acreditadas del planeta no figura la bandera peruana. Brasil, Argentina y Chile tienen universidades que figuran entre las 500 mejores del mundo; pero, el Perú es uno de los ausentes en ese ranking (Véase, La Academic Ranking of World Universities – 2010). Sin universidades A-1 ¿qué posibilidades tiene el talento nacional de progresar e innovar en ciencia y tecnología? Muy, pero muy pocas. El drama de la universidad peruana va paralelo a la tragedia de las instituciones públicas corroídas por la corrupción y la ineptitud.

Cesar Hildebrandt en su columna habitual se pregunta: “¿Por qué si somos un país que crece a tasas espectaculares, seguimos, en muchos aspectos, en un estado de barbarie?” Y se responde: “a mi leal saber y entender: porque esta riqueza provisoria que nos anima la vida es otro ciclo de eso que algunos han llamado "prosperidad falaz". / Fuimos ricos guaneros, ricos algodoneros, ricos azucareros, ricos salitreros, ricos caucheros, ricos anchoveteros y hemos sido siempre ricos mineros.” Pero, Hildebrandt limita su diagnóstico, no quiere ir más allá. Nos describe rápidamente la historia de la República Peruana más no se atreve a expresar lo que es evidente a todas luces: La crisis del Estado Republicano. La república burguesa nació anómala. Nuestra burguesía nunca se puso la camiseta del Perú. Heraclio Bonilla hace más de 30 años, al estudiar el proceso de formación de la burguesía, concluyó que la política de la clase dominante es “cada vez más burguesa a condición de ser cada vez menos nacional”[1]. El proceso de desnacionalización de nuestra burguesía lo comprobamos con mucha nitidez en el curso de las últimas décadas. El saqueo del país es propio de fuerzas extranacionales. La burguesía peruana no se siente peruana. El Perú es apenas un botín en la guerra de mercados.

En el Perú de los Garcías, los Toledos, los Fujimoris, etc., el utilitarismo lo domina todo. “El asunto no es sólo vender piedras sin moler y tener más plata” dice Cesar Hildebrandt. Hace unos años, Michael Porter, el gurú de la competitividad, nos visitó e hizo serias críticas al “modelo peruano”. Señaló en aquella ocasión “que a pesar del crecimiento de los últimos años, el país era demasiado dependiente de las exportaciones de materias primas con poco valor agregado”. La respuesta del establishment fue una avalancha de “críticas furibundas a Porter”, “se le dijo que no conocía el país, que su análisis era sesgado y, también, que algunas de sus cifras eran falsas.” Esa es la razón que Humberto Campodónico, destacara como “una grata sorpresa que Michael Porter esté nuevamente en el Perú invitado al CADE 2010 con la conferencia «Una nueva estrategia económica para el Perú». Pareciera –dice Campodónico- que va tomando fuerza la idea que el actual crecimiento económico no es sostenible, tal cual, en el largo plazo.” [2] Lo que no parece sino es una realidad es el conflicto entre dos enfoques en el terreno de la economía. De una parte, un enfoque privilegia las ventajas comparativas, el camino de la “prosperidad falaz” basado en la exportación de materias primas a que hace alusión Cesar Hildebrandt. Y, de otra parte, se pone el acento en las ventajas competitivas para el desarrollo nacional.

“Vale un Perú”, es una frase coloquial de vieja data. Se cree que asienta sus raíces en la búsqueda de “El Dorado” y/o la riqueza de Potosí. Más sea como fuere es una invitación al descubrimiento y a la controversia. Hombres y mujeres del Perú contemporáneo tenemos que descubrir el significado de la expresión PERÚ y, en ese descubrir, la polémica abrirá las mentes para edificar un NUEVO PERÚ. ¿Es posible un nuevo Perú? Es una pregunta que conduce a otras interrogaciones que debemos resolver. ¡El debate está abierto!

Somos un país de muchas potencialidades no somos un mendigo sentado en un banco de oro. Cesar Hildebrandt cree que en “el Perú actual se ha dejado de soñar”. Y no le falta razón; pero, sólo, en lo que se refiere a la clase dominante que hace mucho ha dejado de ser clase dirigente. El utilitarismo de la élite, y la desesperación por enriquecerse, les impide soñar. Soñar es crear un mundo mejor. Soñar es el motor de las transformaciones sociales. Soñar es un proceso mental en el que se produce una reelaboración de la información almacenada en la memoria. Soñar despierto es edificar el imaginario el futuro. Soñar despierto es reinventar el futuro. El edificio social del futuro tiene que ser, al mismo tiempo, ciencia y utopía. Tiene que inspirarse en el Principio Esperanza (Ernst Bloch) presente en las luchas, sueños y aspiraciones milenarias de los explotados y oprimidos.[1] El utilitarismo, por lo contrario, castra esa capacidad de soñar. Un pueblo que no sueña no tiene porvenir. Un Perú que no vive el futuro, con los pies bien firmes en el presente, no encontrará puerto donde arribar. No tiene futuro.

El drama del Perú es que lo tenemos todo para ser una nación del primer mundo; sin embargo, nuestro país no puede ser copia de Francia, Estados Unidos, Japón o China. Tenemos que mirarnos hacia adentro, reconociendo nuestra multiculturalidad, viéndola como una oportunidad, como una ventaja competitiva frente al mundo. Los peruanos no nos sentimos dueños del Perú, tenemos que conquistar o reconquistar nuestro propio país. Todos los hombres y mujeres de éste país multiétnico, en mayor o menor medida, percibimos que el sistema republicano ha devenido obsoleto, sin respuestas, para atender los verdaderos intereses de los marginados de siempre. Todos queremos un país viable pero basado en nuestra verdadera identidad, en nuestra cultura, no queremos ser como EEUU, como EUROPA como CHINA, JAPON o la INDIA, queremos ser PERU, pero un Perú diferente ORGULLOSAMENTE PERUANO.

 

05 junio 2021

Edgar Bolaños Marín

 



[1] Michael Löwy, Marx un siglo después, El Rodaballo, Revista de cultura y política, Año 1, Nº 1, noviembre 1994

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