viernes, 10 de abril de 2015

¿SUBSISTEN AÚN LAS COMUNIDADES CAMPESINAS EN LA REGIÓN LIMA?



  

  De las 5,680 Comunidades Campesinas, 287 comunidades campesinas corresponden a la Región Lima. Las encontramos organizadas en Distritos, y los Distritos  organizados en Provincias y las provincias en región. Ahí  tenemos a la vista la organización política del mapa del Perú y sus Regiones, con sus Provincias y Distritos. Es de este modo como está re-partido la organización del factor humano, del capital humano, en la Región Lima como en las demás regiones que componen el Perú real.
 
  Como se trata aquí de las Comunidades Campesinas en la Región Lima, ubicadas en su gran mayoría en la sierra limeña y cuya principal actividad económica, desde tiempos ancestrales, es la agricultura, sumándose a ella, otras alternas para paliar las necesidades del hambre.
 
  Para tener un conocimiento de principio sobre la realidad de una comunidad campesina a lo largo y ancho del país, tomemos como ejemplo las comunidades que comprenden el Distrito de Sumbilca(superficie de 259.38 km2), Provincia de Huaral, Región Lima.
  
  El Distrito de Sumbilca está conformado por tres comunidades campesinas: La comunidad campesina San Cristóbal de Rauma, la comunidad campesina de San Pedro de Huandaro y la comunidad campesina de San Juan Bautista de Sumbilca. Para quienes somos hijos nacidos en dichos lugares, sabemos que las comunidades citadas son predominantemente pueblos de pequeños agricultores-comuneros. Las pocas parcelas ganadas al sembrío por el sistema ancestral de andenerías, no dan más que para  malcomer; por eso, para mitigar el hambre familiar, es que el comunero se las busca criando el poco ganado que tiene en las faldas de los cerros de sus linderos de uso para pastizales, o sirviendo de peón, según las circunstancias se presenten. Como es de apreciarse, el pequeño parcelero comunero produce con las justas para su estrecho consumo y con la mano hincada hacia el cielo porque el año no sea malo.  En esas magras condiciones de producción, le está prácticamente prohibido producir para el mercado nacional.  
 
  En este largo devenir de generación en generación, las comunidades del valle de Añasmayo, subordinadas a un lento adelanto superficial, se producen un instante de lucidez en su conciencia con la apertura de la bonanza del cultivo de la fruticultura. La década del setenta al noventa del siglo pasado marco este instante. Los comuneros dedicaron sus pequeñas parcelas ubicados en los lugares cálidos del valle para el cultivo del melocotonero. Sorprendente, las fuerzas productivas del campesinado comunero, adormitado y deprimido durante siglos, despertó y libero su potencial nunca visto. Producían los melocotones en calidad y cantidades nunca visto destinados al mercado nacional. La técnica moderna en la explotación de la tierra, organizo y disciplino modernamente el trabajo campesino. Le enseño como el agricultor abastece a la ciudad, y como, a  cambio,  la ciudad le envía sus productos. Este hecho elevo económica, política y socialmente al campesino comunero. Ellos mismos fueron los autores de la reivindicación de sus fuerzas productivas. Veinte años duro esta bonanza (1970 a 1990).

  La crisis de esta bonanza coincide con el fenómeno del niño producido en el año de 1990. A raíz de esto, las condiciones climáticas del valle varia, y con ello, sobreviene la decadencia del cultivo del melocotonero. Desde entonces hasta ahora, nuestras comunidades del valle del Añasmayo se desvanecen poco a poco  en pobreza y extrema pobreza. Por eso, hoy las parcelas, después de haber sido verde como una eterna primavera, lucen deprimidas y abandonadas; y los pocos comuneros que insisten en el cultivo de la fruticultura, tienen una magra cosecha que no le permite lidiar con  los bajos precios de sus productos en el mercado y el alto costo de los insumos para producirlo, que le desaparece como competidor con otros productos importados. Mientras subsistan estas paupérrimas condiciones de producción agrícola en las comunidades campesinas, el caso excepcional de las comunidades del valle de Añasmayo-Huaral, no seguirán más que el camino de “una golondrina no hace verano”
 
  Es este el drama del pequeño agricultor comunero, que es el drama de la comunidad campesina en general. Y es también la lección, en pequeño, que jamás se ha tenido un  programa general de desarrollo de la agricultura, por el simple hecho que el problema de la tierra en el Perú no ha sido resuelto hasta hoy, y como consecuencia lógica de esto: es la desagrarización del país.
  
Quien vive de espaldas al pasado no tiene identidad.  
 
  Ayer, cuando el Tawantinsuyo, el Ayllu era célula económica y la razón misma de la existencia del Estado del Incario. Hoy, como comunidad campesina es la costra de un Estado caduco, deficiente y parasitario.
  
Quien vive en el pasado no tiene presente.
  
  Las obsoletas condiciones de producción en el campo no pueden contener a las nuevas fuerzas productivas, que para desarrollarse, necesita urgentemente liberar su potencial. El Cambio Social es el que prepara esas nuevas condiciones de producción para la liberación de las nuevas fuerzas productivas. Por eso, la perentoria necesidad de la Preparación de la Organización es una tarea que compete tanto al factor humano del campo como de la ciudad. 

HFD. 
04.04.15

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