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Daniel Eskibel 
  
  
Estudia los
          mecanismos mentales de búsqueda y obtención de información, las vías
          sensoriales de ingreso al cerebro, los procesos de decodificación, la
          construcción de juicios políticos, el papel de la motivación y las
          modalidades de archivo de la información en el cerebro. El eje
          central es qué hace el ciudadano con la información que recibe desde
          el sistema político y cómo la procesa interiormente. 
  
El trabajo
          lo publiqué originalmente en la Revista Comunicación y Pluralismo
          de la Universidad Pontificia de Salamanca (España). 
  
Introducción a propósito de la calidad de la comunicación
          política 
  
Para que la
          comunicación política realmente esté al servicio de los ciudadanos y
          de los dirigentes es imprescindible que, ante todo, sea buena
          comunicación. Porque la buena comunicación política facilita el
          diálogo y la escucha mutua entre políticos y ciudadanos, fomentando
          de ese modo el conocimiento realista del otro, de sus acciones y de
          sus problemas y ayudando a una mejor gestión social de las
          expectativas de unos y otros. 
  
La política es comunicación.
          Siempre. Desde un principio. Buena comunicación es buena política,
          entonces. Política al servicio del ciudadano. Y un punto de partida relevante
          para hacer buena comunicación es conocer mejor los mecanismos
          mentales a través de los cuales se procesa la información política
          dentro del cerebro del ciudadano. Si el sistema político comprende
          más y mejor esos mecanismos estará en mejores condiciones de depurar
          de ruidos la comunicación política y hacerla más precisa, más eficaz,
          más eficiente, más abierta a la escucha,
          más dialogada y más democrática. 
  
  
Algunas definiciones operacionales 
  
Conviene
          precisar, ante todo, los alcances de algunos conceptos que se manejan
          en este trabajo. 
  
En primer
          lugar llamaremos 'información politica' a toda información generada
          por el sistema político (partidos políticos, gobiernos, candidatos,
          campañas electorales y organizaciones vinculadas). 
  
En segundo
          lugar usaremos indistintamente los conceptos 'cerebro' y 'mente'.
          Esto es así por razones didácticas y de claridad expositiva y además
          porque a los efectos específicos de este trabajo no es relevante la
          discriminación entre lo biológico y lo psicológico. 
  
En tercer
          lugar cuando nombramos el 'procesamiento de la información política'
          hacemos referencia a los eventos psicológicos ocurridos entre la
          búsqueda y obtención de esa información en un extremo y su
          almacenamiento en el otro. No estamos abarcando ni lo que ocurre
          antes de la búsqueda ni lo que ocurre después del almacenamiento. 
  
Y en cuarto
          lugar téngase presente que tampoco ingresamos a un capítulo esencial
          de la comunicación política que es el de las emociones y sus efectos
          en la misma. 
  
Por último
          es menester especificar que el enfoque de esta trabajo se inscribe en
          la psicología política, disciplina científica cuyo cuerpo central de
          conocimientos se desarrolla a partir de sus experimentaciones
          específicas y de la integración de aportes provenientes tanto de
          otras ramas de la psicología como de las neurociencias y las ciencias
          sociales. 
  
El cerebro como buscador activo de información 
  
El cerebro
          humano es una portentosa maquinaria rastreadora de información. Desde
          el principio de los tiempos ha operado como un radar que detecta todo
          lo nuevo que surge en el ambiente, operación de vital importancia
          para la adaptación humana a la realidad y para la sobrevivencia
          misma. No recibe la información del entorno de un modo neutro y
          pasivo sino que sale a buscarla activamente. 
  
Más que un
          receptor de mensajes, el cerebro es un buscador de información. En
          nuestro tiempo son tres los grandes ámbitos donde busca esa
          información. A saber: 
  
1.   La realidad material, el entorno físico en el que vive y por
          el que transita el ser humano 
2.   Los otros seres humanos con los cuales interactúa 
3.   Los medios de comunicación 
  
Estos tres
          ámbitos actúan como inmensos repositorios de información, una
          información que se mueve, que circula, que se transmite...y que
          mientras lo hace va sufriendo transformaciones, agregados,
          eliminaciones, cambios, depuraciones, amplificaciones y todo un
          conjunto de modificaciones. La realidad material, las otras personas
          y los medios de comunicación, entonces, no son solamente repositorios
          de información sino que operan como filtros que dejan pasar algunas
          informaciones y otras no, y también operan como editores que
          reorganizan y resignifican el material informativo. 
  
Del otro
          lado de esta triple pared, de esta triple capa de filtros editores de
          información, está el sistema político. Un sistema político que es un
          emisor perpetuo, incesante e incansable de información. 
  
Ese sistema
          político está integrado por un abigarrado conjunto de elementos:
          partidos políticos de la más diversa orientación, dirigentes,
          militantes, estructuras comunicacionales, gobiernos locales,
          regionales y nacionales, legisladores, funcionarios y otras personas
          y organizaciones vinculadas directamente a la actividad política.
          Esta composición implica en primer lugar que la masa informativa que
          produce es inmensa, dispersa y diversa. Y en segundo lugar implica
          que es una masa informativa llena de contradicciones y de
          informaciones que se niegan y se excluyen unas a otras. 
  
Toda esta
          abigarrada producción informativa desemboca en los repositorios ya
          mencionados de la realidad material, las redes de interacción humana
          y los medios de comunicación. Es sobre esa información, ya filtrada y
          editada, que el cerebro va a actuar como buscador, como radar, como
          detector. 
  
Cuando
          creemos ingenuamente que una persona 'recibe' información política
          estamos olvidando que ese 'receptor' es activo y que su 'recepción'
          es el resultado de una tarea, de una acción. Para recibir pone en
          juego sus sentidos, sus habilidades cognitivas y su motivación.
          Inclusive la no recepción de los mensajes políticos es una conducta
          activa. En estos casos el individuo no se interesa, no atiende, no ve
          ni escucha. Muchas veces ni siquiera se entera de los mensajes, y en
          otras muchas se entera pero se los saltea y los deja pasar sin darse
          por enterado. 
  
En una
          palabra: el cerebro busca y elige la información que va a recibir. Y
          descarta activamente la que no quiere recibir. 
  
Las vías sensoriales 
  
El primer
          contacto del individuo con la información política va a ser, siempre,
          el sistema sensorial. Allí están los puntos de contacto con el mundo:
          la boca, la nariz, los oídos, los ojos y la piel. Estas vías
          sensoriales son como nuevos filtros moduladores por los que pasa el
          mensaje político. Con la diferencia que están en el propio individuo
          y son manejadas por él. No son algo externo sino que forman parte de
          sus propios recursos personales. 
  
Los seres
          humanos utilizamos las vías sensoriales en un doble sentido: por un
          lado para vivir la experiencia de la realidad y por otro lado para
          re-presentarnos psicológicamente esa realidad. Por ejemplo: vemos un
          objeto externo a nosotros (vivimos la experiencia) pero además lo
          podemos visualizar en nuestra mente cuando está ausente
          (re-presentamos la realidad en nuestra mente). 
  
En
          definitiva: las vías sensoriales también inciden en la forma en que
          se piensa la información recibida. 
  
A los
          efectos de una simplificación práctica, podemos hablar de tres
          grandes sistemas sensoriales: el sistema visual, el sistema auditivo
          y el sistema cinestésico. 
  
1.   El sistema visual refiere a la mirada y la visualización,
          incluyendo aspectos vinculados al espacio (formas, movimientos,
          colores...) 
2.   El sistema auditivo refiere a la escucha exterior y al diálogo
          interno, incluyendo sonidos, música, ruidos y lenguaje hablado
          externo e interno 
3.   El sistema cinestésico refiere básicamente a las sensaciones
          táctiles (tacto, temperatura, humedad...), las sensaciones
          recordadas, el sentido interno del equilibrio y la conciencia del
          propio cuerpo. Por razones didácticas vamos a incluir aquí también
          los sentidos del gusto y del olfato. 
  
La Programación
          Neurolinguística (PNL) es una disciplina muy valiosa a la hora de
          comprender estos mecanismos sensoriales vinculados a la comunicación
          (O'Connor & Seymour, 1995). Como explica la PNL, si bien todos
          utilizamos los tres grandes sistemas sensoriales, de todos modos
          siempre hay uno que predomina en cada individuo. Entonces algunos
          serán más impactados por la voz y las palabras del candidato, otros
          por su sonrisa y su imagen y otros por las sensaciones casi físicas
          que sienten ante él. En cada caso dependerá del sistema sensorial
          predominante en cada uno. 
  
Ahora bien,
          ¿es igualmente persuasiva la información ingresada por cualquiera de
          las vías sensoriales? Hace ya varias décadas que Mehrabian (1981)
          investigó los factores que más inciden en la comunicación persuasiva.
          Y aisló tres vectores fundamentales en la persuasión: 
  
1.   la imagen visual 
2.   las cualidades de la voz 
3.   el contenido de las palabras 
  
¿Cuánto
          pesa cada factor? Según la investigación de Mehrabian, y considerando
          aquellos momentos en los cuales el comunicador habla de sus emociones
          o de sus actitudes, el peso relativo de cada factor sería el
          siguiente: 
- El factor visual pesa un 55 % (postura corporal,
               gestualidad, movimientos, colores, contraste figura-fondo...)
 
- El factor auditivo influye un 38 % (tono y volumen de la
               voz)
 
- Y el factor contenido de las palabras un modesto 7 %.
 
 
La vía
          sensorial visual, entonces, tiene un papel especial en la búsqueda y
          obtención de información llevada adelante por el cerebro. Porque esa
          vía visual le va a proporcionar información altamente relevante y
          sensible derivada de la decodificación de las emociones y las
          actitudes de los comunicadores políticos. 
  
Estrategias de búsqueda y selección de información política 
  
Algunas
          investigaciones han puesto énfasis en descubrir las estrategias que
          el cerebro pone en práctica para buscar, seleccionar y obtener
          información política. En particular se destacan los trabajos de Lau
          (1992, 1995), quien nos aporta algunas pistas extremadamente
          importantes. 
  
Según Lau,
          hay dos patrones básicos para la búsqueda de la información política: 
- Focalizarse en un político individualmente y obtener toda
               la información posible sobre él antes de pasar a informarse
               sobre otro. Es la búsqueda candidato-individual.
 
- Focalizarse en un determinado atributo por vez y obtener
               toda la información sobre ese atributo proveniente de los
               distintos políticos. Es la búsqueda entre-candidatos.
 
 
Los
          ciudadanos que utilizan el primer patrón de búsqueda, el
          candidato-individual, buscan activamente toda la información concerniente
          a un determinado político: las características de su personalidad, su
          programa de gobierno, su enfoque de los temas en debate en el país,
          sus declaraciones, sus propuestas... 
  
Cada uno
          hace esta búsqueda de acuerdo a sus intereses y a la profundidad de
          su mirada, pero siempre apuntando a la ampliación de su información
          sobre ese político. Cuando tiene un panorama relativamente claro
          sobre él, recién entonces pasa a buscar información sobre otro
          político. 
  
Distinto es
          el procedimiento de los ciudadanos que utilizan el segundo patrón de
          búsqueda, el entre-candidatos. Ellos toman un determinado atributo
          (la simpatía, la capacidad de trabajo, la actitud ante el gobierno,
          la posición frente a la temática del empleo, la salud, el aborto o
          cualquier otra) y comparan a los distintos políticos en función de
          este atributo. Y recién después de compararlos pasan a otro atributo. 
  
En suma: el
          primer patrón se basa en los candidatos y el segundo en los
          atributos. El ciudadano busca información y para ello utiliza una de
          las dos estrategias antes señaladas. Ahora bien, de aquí surgen
          algunas interrogantes. A saber: 
- ¿La búsqueda abarca a todos los políticos o solo a una
               parte de ellos?
 
- Cuando se busca por atributos, ¿al cerebro le bastan unos
               pocos o tiene que revisarlos todos?
 
- ¿El cerebro busca siempre con la misma intensidad o hay
               períodos más fértiles para esa búsqueda?
 
 
Un concepto
          que puede ayudar a aclarar esta dinámica es lo que en psicología se
          conoce como “la regla del 37 %”, una regla que surge del análisis de
          la experiencia práctica de quienes trabajan en selección de personal.
          La regla (no conciente pero aplicada en la práctica) establece que
          cuando la persona que selecciona personal ha estudiado los perfiles
          del 37 % de los aspirantes al cargo, su cerebro ya tiene casi toda la
          información que necesita para decidir. Tan es así que a partir de ese
          momento elige al primer aspirante que supere al mejor perfil
          identificado hasta entonces. 
  
Idéntico
          resultado obtuvo el Dr. Peter Todd (1997) estudiando un tipo de
          búsqueda y selección completamente diferente: la elección de pareja.
          El estudio se encuadra dentro de la línea de investigación de Todd
          conducente a matematizar comportamientos humanos complejos. Su modelo
          fue presentado en 1997 ante la Sociedad Británica de Psicología y
          describe que: 
- el cerebro estima silenciosamente la cantidad de personas
               que a lo largo de la vida le pueden resultar especialmente
               atractivas al individuo
 
- cuando la persona conoce al 37 % de ese total de
               potenciales parejas, entonces el cerebro analiza las características
               de la mejor de ellas y construye así el perfil de pareja que
               busca
 
- cada nueva persona atractiva que sea conocida luego de
               ese primer 37 % será comparada por el cerebro con la que definió
               el perfil buscado
 
- finalmente, cuando alguien mejore ese perfil, el cerebro
               emitirá señales indicando que esa es justamente la persona
               indicada que se debe elegir
 
 
Ambos
          ejemplos sugieren que el cerebro humano no agota la totalidad de
          opciones posibles cuando debe optar entre una multiplicidad de
          alternativas, sino que se detiene en su búsqueda cuando evalúa que ya
          dispone de la información suficiente como para tomar una decisión.
          Una hipótesis a explorar sería si conocer al 37 % de los políticos ya
          le permite al cerebro clausurar la búsqueda, y otra sería si conocer
          el 37 % de atributos de un político ya le permite considerar que
          tiene información suficiente acerca del mismo. La misma secuencia de
          ideas permite postular la hipótesis de una mayor apertura para buscar
          información política nueva durante el primer 37 % de los años de vida
          de cada uno, y durante el primer 37 % del período inter-electoral, y
          también durante el primer 37 % de cada campaña electoral. 
  
¿Cómo sabe
          el cerebro humano que ha llegado al 37 % de los casos posibles?
          Porque opera de modo inconsciente como una gran computadora que
          ingresa grandes magnitudes de información y estima a altas
          velocidades la cantidad de casos posibles. La intuición o el sentimiento
          de que "ya ha visto suficiente como para formarse una
          opinión" se apoya sobre complejos cálculos y estimaciones que
          realiza el cerebro por debajo del nivel de la conciencia. 
  
Decodificación aberrante de la información 
  
Finalmente
          la información política está en el cerebro del votante. Recortada,
          seleccionada, subrayada, fragmentada, editada, modificada...pero
          ahora sí dentro del cerebro. Pero hay un nuevo problema: la
          información está codificada. 
  
Claro que
          en este aspecto la información política no es original ni se
          diferencia mayormente de los otros tipos de información. Ya sabemos
          que todo emisor codifica sus mensajes, los subordina a ciertos
          conjuntos de reglas y de significados. Cada uno tiene sus propios
          códigos y subcódigos y es inevitable que utilice los mismos. Pero
          luego el receptor decodifica esos mensajes, los traduce. Y para esta
          tarea de decodificación utiliza no los códigos del emisor sino los
          suyos propios, los que el receptor ha aprendido a lo largo de su
          vida. Y las diferencias entre los códigos del emisor y los del
          receptor explican una parte muy trascendente de las dificultades de
          comunicación. 
  
El nivel
          socioeconómico, el perfil psicográfico y actitudinal, la formación
          cultural, el género, la edad, la filiación política, las ideas religiosas,
          los valores humanos...todos estos vectores implican subcódigos que
          van a incidir significativamente en la codificación y decodificación
          de la información. Pero además cada uno construye su peculiar
          combinación de códigos y subcódigos y en función de ella surge su
          "mapa" de la realidad. Este mapa es un reflejo de la
          realidad pero es diferente a ella (es un modelo, al igual que el mapa
          que usamos en geografía representa a un determinado territorio pero
          físicamente no lo es). Y así cada uno también utiliza su propio mapa
          de la realidad para encriptar la información que emite, aunque tenga
          tan naturalizado el proceso que ni siquiera percibe que está
          encriptando. Luego el receptor traducirá esa información en base a su
          propio mapa de la realidad, el que podrá tener más o menos puntos de
          contacto con el mapa del emisor. 
  
En
          definitiva, una misma información política será traducida de diversa
          manera por cerebros que utilizan distintos códigos, subcódigos y
          mapas de la realidad. Ello puede dar lugar a lecturas diferentes, a
          interpretaciones distintas, a veces a dudas y/o confusiones y a
          modificaciones de la información que ya nunca más será igual a sí
          misma. Es lo que Umberto Eco (1985) llama la decodificación
          aberrante. 
Claro que
          en la comunicación política ese fenómeno es mucho más agudo aún,
          sobrecargando en mucho la tarea de traducción que debe realizar el
          cerebro. 
  
El circuito cerrado de la política 
  
Los
          políticos suelen no percibirlo, pero sus códigos, subcódigos y mapas
          son muy diferentes de los del ciudadano común. ¿Por qué? Porque el
          mundo político es un mundo que tiende a cerrarse sobre sí mismo, a
          plegarse hacia su interior, funcionando como en un circuito cerrado
          de televisión. 
  
Quienes
          forman parte de ese mundo, quienes lo integran a plenitud, constituyen
          un segmento netamente minoritario de la sociedad. Son miembros del
          gobierno a nivel ejecutivo, legisladores nacionales y locales,
          dirigentes partidarios, periodistas especializados, militantes
          activos y núcleos de ciudadanos altamente interesados en la política.
          Uno de sus mayores problemas comunicacionales, justamente, es que
          frecuentemente no pueden o no quieren reconocer ese carácter de
          minoría que los caracteriza. No a algunos, sino al conjunto del
          sistema. 
  
¿Por qué
          son minoría? Tal vez por una característica propia de la democracia
          representativa: los representantes están para eso, para ocuparse de
          los asuntos a los cuales sus representados no pueden o no quieren
          dedicarle su tiempo. La mayoría delega determinadas responsabilidades
          en ese pequeño subconjunto minoritario. Y deja para ellos la atención
          cotidiana de esos asuntos. Esto no significa que los ciudadanos no
          quieran saber lo que ocurre en el ámbito político. De ninguna manera.
          En realidad el ciudadano de comienzos del siglo 21 quiere saber y, más
          que eso, quiere opinar. Pero el matiz que debemos comprender es que
          eso está muy lejos de un involucramiento en el día a día de la
          política. 
  
El sistema
          político, entonces, es una minoría de la sociedad contemporánea. Así
          lo certifican todas las encuestas que se realizan en cualquier lugar
          del mundo occidental. Todos los estudios, con variaciones de país a
          país, revelan que el subconjunto de personas muy interesadas en la
          política es un fragmento bastante menor del total de ciudadanos. 
  
Pero además
          de constituir una minoría, los miembros de este segmento social
          construyen su propio mundo: el lenguaje, los conceptos, los hechos,
          las iniciativas, los proyectos, las polémicas, la sutileza de los
          matices, las respuestas de unos a otros...todo este edificio se
          levanta a partir de un seguimiento cotidiano de la política.
          Seguimiento que solo esta minoría realiza, y que es particularmente
          ajeno a las mayorías. Y como mundo aparte que es, su propia dinámica
          le lleva a divorciarse del lenguaje, la sensibilidad y la experiencia
          de los restantes segmentos sociales. 
  
Así es que
          el sistema emisor de información política funciona en circuito
          cerrado: una exaltada intervención de un senador opositor estará
          básicamente orientada a sus pares oficialistas, los que reaccionarán
          con respuestas aludiendo a sus rivales, quienes volverán a
          responder...Todos refiriéndose a hechos y más que nada a palabras
          conocidas por el mundillo político, todos dando por sabidos los
          antecedentes y las entrelíneas. Desde afuera, el ciudadano común
          muchas veces no escucha, en otras ocasiones escucha pero no entiende,
          y en otras entiende pero no comparte la trascendencia del punto. Es
          otro mundo. 
  
A veces,
          solo a veces, algunos hechos y algunos mensajes políticos abren
          grietas en el circuito cerrado y llegan con impacto al gran público
          (ese que sigue su vida como si nada mientras los políticos se
          enfrentan con fiereza). ¿Cuándo se presentan estas grietas? Solo en
          tres oportunidades: 
  
1.   Ante hechos excepcionales 
2.   Ante políticos excepcionales 
3.   Ante excepcionales procedimientos de comunicación política. 
  
Fuera de
          las excepciones, fuera de las grietas en el circuito cerrado, la
          decodificación que hace el cerebro de la información política es aberrante.
          O sea totalmente divergente de lo esperado por el emisor. Porque el
          receptor vive en otro mundo, y tiene sus propias reglas para
          interpretar los mensajes. 
  
Construcción de juicios políticos 
  
 ¿Cómo
          se procesa y cómo se almacena la información política en el oscuro
          laberinto del cerebro? 
  
A partir de
          la información de que dispone, sometida a todas las torsiones y
          distorsiones señaladas anteriormente, cada ciudadano formula juicios
          respecto a los diferentes políticos. O sea que su cerebro produce
          afirmaciones y negaciones respecto a algunos de ellos, sus conductas
          y sus ideas. Y produce evaluaciones positivas y/o negativas a su
          respecto. 
El cerebro,
          según las investigaciones de Huang y Price (2001), cuenta con 2
          mecanismos distintos para esta tarea: 
  
1.   Procesamiento online 
2.   Procesamiento basado en la memoria 
  
El juicio
          online sobre el político ocurre de modo espontáneo ante el encuentro
          con información relevante al respecto. Es un procesamiento “sobre la
          marcha” y conducido por impresiones del momento. El cerebro lleva un
          “contador de evaluaciones”, una “cuenta corriente” de juicios sobre
          determinado candidato, y ese resumen se actualiza cada vez que
          aparece información nueva. El episodio que motiva la actualización
          del “contador” puede llegar a olvidarse con cierta facilidad, pero la
          actualización de la cuenta permanece. 
  
Un ejemplo
          hipotético: ante determinada información la persona establece el
          juicio de que el político X es corrupto. Luego van apareciendo a lo
          largo del tiempo nuevas noticias ante las cuales la persona vuelve
          una y otra vez al juicio de que X es corrupto. Llega un momento en el
          que la persona posiblemente olvide mucha información concreta, pero
          mantiene bien presente su juicio sobre el candidato. 
  
En el caso
          del procesamiento basado en la memoria, en cambio, el ciudadano no
          almacena juicios sobre el político sino informaciones respecto al
          mismo. Entonces debe evocar la información, recuperarla del archivo,
          y recién a partir de allí formular un juicio. Este modo de procesar
          la información política es menos frecuente que el anterior. 
  
De manera
          que tenemos juicios basados en la memoria y juicios online. Estos dos
          modos de elaboración de la información se suman a la otra díada ya
          explicitada anteriormente: el procesamiento de la información sobre cada
          uno de los políticos y sobre la comparación de los atributos de
          varios políticos. A estas variables tenemos que agregar una más: la
          motivación que cada ciudadano tiene para obtener información política
          y para destinarle tiempo a su evaluación. 
  
El factor motivacional 
  
La
          motivación para la búsqueda de información política se distribuye
          desigualmente en la sociedad. Los más motivados se encuentran
          habitualmente entre los formadores de opinión. Su modalidad para
          obtener, procesar y almacenar la información política se caracteriza
          por ser un escrutinio político por político, profundizando en uno
          tras otro sucesivamente. 
  
Por otro
          lado, en el extremo opuesto de la escala, están los menos motivados
          de todos en materia política. Ellos tienen una recordación mucho
          menor de los hechos políticos ya que su esfuerzo cognitivo para
          obtener información al respecto es muy limitado. Su modalidad
          predominante de búsqueda de información es la comparación de
          atributos entre distintos políticos. 
  
Archivo de la información política en la memoria 
  
La forma en
          que el cerebro archiva la información política en la memoria depende
          de los factores ya señalados: 
- Estrategias de obtención de información en base a
               políticos o en base a atributos
 
- Mecanismos de formulación de juicios ya sea online o
               basados en la memoria
 
- Grado de motivación para la obtención y el procesamiento
               de la información política
 
 
La
          interacción entre estos factores da lugar a diferentes modalidades de
          archivo de la información política en el cerebro: 
- Algunos archivos son más superficiales y otros más
               profundos y completos
 
- Algunos ciudadanos archivan mucha más información que
               otros. Y esa información está mucho más teñida de interés y de
               color emocional
 
- Mientras unos ciudadanos archivan en distintas
               "carpetas" correspondientes cada una de ellas a un
               político distinto, otros archivan en “carpetas” correspondientes
               cada una a un atributo diferente
 
- Algunos ciudadanos archivan impresiones y juicios rápidos
               sobre los políticos (juicios que luego irán actualizándose ante
               cada nuevo episodio que los involucre) mientras que otros
               archivan una memoria más detallada de los hechos y
               posicionamientos que van adoptando esos políticos.
 
 
A modo de conclusión provisoria 
  
La
          Psicología Política está produciendo conocimientos relevantes acerca
          de lo que sucede con la información política que ingresa al cerebro
          del ciudadano. Esos conocimientos no son definitivos ni abarcan la
          totalidad del campo de estudio. Sin embargo son pistas sólidas para
          seguir avanzando en la tarea de iluminar ese laberinto oscuro que por
          momentos parece el cerebro, pistas para que deje de ser una caja
          negra y comience a volverse más transparente. 
  
Seguramente
          varias de estas pistas son sorprendentes para el sistema politico, ya
          que desafían su olfato, contradicen algunos lugares comunes e
          instauran una lógica diferente. Pero del acercamiento entre sistema
          político, especialistas en comunicación y expertos en psicología
          política seguramente irá surgiendo una comunicación política que cada
          vez esté más al servicio del ciudadano. Una  comunicación
          política que tendrá tanta mayor calidad y efectividad cuanto más
          logre alinearse con los mecanismos mentales de procesamiento de la
          información. 
  
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