miércoles, 6 de mayo de 2015

CARTA DE JUAN BAUTISTA TÚPAC AMARU A SIMÓN BOLÍVAR





La verdad histórica, que forma cuadros y pueblos para la emancipación, pone en vigencia la más alta y limpia fraternidad revolucionaria y popular peruana con la actual revolución bolivariana de Venezuela.

Juan Bautista fue cuadro y combatiente de la rebelión del Amaru Katari en 1780, en la que estuvo a cargo de convertir en ayllus los obrajes de Pomacanchi, especie de primeras fábricas de tejidos, metales, cerámicas, y maderas, centros de sobre explotación de esclavos, indígenas y artesanos, liberados por la revolución. También estuvo a cargo de la artillería en Paucartambo. Fue apresado y sobrevivió a la denominada "caravana de la muerte", vía crucis inhumano por el que trasladaron los españoles a los insurrectos sobrevivientes de Cusco a Lima, muy pocos sobrevivieron a la marcha. Juan Bautista fue encarcelado en España y luego en el enclave español en África.

Los sucesos revolucionarios en la propia España, que llevaron a la guerra de resistencia a la invasión francesa de Napoleón y la constitución de las Cortez democráticas y liberales de Cádiz, terminaron liberando a presos políticos patriotas independentistas latinoamericanos, entre ellos Juan Bautista. Quien se traslada a Argentina, bastión revolucionario independentista, se discute si en 1813 o 1823. El gobierno revolucionario argentino reconoce su lucha de liberación y le otorga una pensión del estado. Allí escribe y publica su libro "El dilatado cautiverio bajo el gobierno español de Juan Bautista Túpac Amaru, 5º nieto del último emperador del Perú", que San Martín, durante la guerra de independencia, abogaba por reimprimir masivamente.

En el congreso revolucionario de Tucumán, en 1816, el primero en declarar formal y explícitamente la independencia, la corriente revolucionaria montonera de Miguel Güemes y Juana Azurduy, junto a la corriente revolucionaria continentalista de Belgrano y San Martín, proponen la creación del "Incanato Constitucional Unido de Sudamerica", con un congreso continental suramericano y un inca, que la mayoría de historiadores piensa que sería Juan Bautista. La propuesta fue aprobada por el congreso pero saboteada por la oligarquía racista bonaerense.

Actualmente, en la Municipalidad del Cusco en Perú, se encuentra un monolito recordatorio de este último cuadro y combatiente tupacamarista de 1780, que conserva tierra del cementerio de La Recoleta de Buenos Aires, Argentina, donde están enterrados sus restos.     

En 1825, desde Argentina, el veterano combatiente, escribe a Simón Bolívar, una carta que constituye un documento político de excepción respecto de la identidad de ambas luchas y proyectos, el Amaru y Bolívar, dos de los arquitectos de la unidad continental, de los enemigos declarados de las dominaciones coloniales y oligárquicas, de los precursores profetas antiesclavistas, cuando las "civilizadas" Europa y Estados Unidos se rebajaban todavía por décadas al crimen del comercio de seres humanos.

Pero además, es un sólido testimonio de la mejor verdad y memoria histórica que vence cualquier pretensión de separar la auténtica lucha emancipatoria peruana de la venezolana. Dejamos aquí fragmentos de esa carta.

“Si ha sido un deber de los amigos de la Patria de los Incas, cuya memoria me es la más tierna y respetuosa, felicitar al Héroe de Colombia y Libertador de los vastos países de la América del Sur, a mi me obliga un doble motivo a manifestar mi corazón lleno del más alto júbilo, cuando he sido conservado hasta la edad de ochenta y seis años, en medio de los mayores trabajos y peligros de perder mi existencia, para ver consumada la obra grande y siempre justa que nos pondría en el goce de nuestros derechos y nuestra libertad;

a ella propendió don José Gabriel Tupamaro, mi tierno y venerado hermano, mártir del Imperio peruano, cuya sangre fue el riego que había preparado aquella tierra para fructificar los mejores frutos que el Gran Bolívar había de recoger con su mano valerosa y llena de la mayor generosidad;

a ella propendí yo también y aunque no tuve la gloria de derramar la sangre que de mis Incas padres corre por mis venas, cuarenta años de prisiones y destierros han sido el fruto de los justos deseos y esfuerzos que hice por volver a la libertad y posesión de los derechos que los tiranos usurparon con tanta crueldad;

yo por mí y a nombre de sus Manes sagrados, felicito al Genio del Siglo de América, y no teniendo otras ofrendas que presentar en las aras del conocimiento, lleno de bendiciones al hijo que ha sabido ser la gloria de sus padres. Dios es justísimo, Dios propicio sea con todas las empresas del inmortal Don Simón Bolívar, y corone sus fatigas con laureles de inmortal gloria…

Yo, señor, al considerar la serie de mis trabajos, y que aún conservo. Aliento en mi pecho la esperanza lisonjera de respirar el aire de mi patria…, no obstante de estar favorecido de este gobierno de Buenos Aires desde que pisé sus playas, y de cuantos han considerado mis desgracias y trabajos incalculables, que tendría en nada, si antes de cerrar mis ojos viera a mi Libertador, y con este consuelo bajara al sepulcro…”

(Tomado de Valcárcel, Carlos: La rebelión de Tupac Amaru, Peisa, Lima, 1973)
Ricardo Jimenez A.


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