sábado, 6 de marzo de 2021

¿MERECEMOS LAS AUTORIDADES QUE TENEMOS?

 


Ayrton A. Trelles Castro

Podríamos sospechar que vivimos el eterno retorno, debido a un factor que hace postergar la construcción de un país mejor. El factor que juega en contra vendría a ser la sociedad toda, que cada vez no sabe elegir representantes o, peor, sale de ella lo que se merece. Lo mencionado deseamos poner en cuestión a continuación.

Cómo nos pensamos o cómo somos pensados

Ante nosotros se nos presenta la dicotomía peligrosa, tener que pasar entre Escila y Caribdis. En caso sea así, significaría que estamos condenados. Porque si siempre se eligen mal a los representantes o de nuestra sociedad salen malas autoridades, debería declararse desahuciada la política peruana, y en tanto esta es la forma en que nos ocupamos de los problemas propios, debería declararse inútil.

Lo que intentamos aclarar es la forma cómo el Perú se piensa a sí mismo y, más aún, cómo es que lo hace. Según lo que nos dicen, hasta ahora hemos ido desarrollando nuestra destrucción. Los politólogos claman a los cuatro vientos que mientras no cambie la sociedad no cambiará la política. Para ellos, las personas son quienes deben ser más conscientes y más despiertas al momento de votar. No los políticos (léase autoridades).  

Supuestamente, razonar de esa forma resulta coherente con la realidad. Sin embargo, a pesar de todo, es una parte de la realidad. Pese a que tenemos varios de los ex presidentes bajo investigaciones, porque sobre ellos existen fuertes sospechas de corrupción. De la misma forma con los congresistas, jueces, gobernadores regionales, alcaldes y demás funcionarios. Por eso, se necesita el segundo tomo de Historia de la corrupción en el Perú.

Aun así, sostener que vivimos en un país inviable o insinuar que es así, significaría la incapacidad de plantearnos bien el problema y hacerse las preguntas pertinentes. Posiblemente así podríamos ver lo que no es notorio. Como, por ejemplo, el tipo de política que una sociedad como la nuestra ha desarrollado. En otras palabras, para poder conocer la política debemos ensanchar el panorama. Pasar de lo particular a lo general.

¿La sociedad es fruto de la política o la política es fruto de la sociedad?

Pensar el Perú es pensar sus problemas. Pensar la sociedad es pensar los problemas de la sociedad, viendo cómo es aquella. Sucede que vivimos bajo un legado de perfidias, que viene generando un antiguo desastre. Por eso se hace urgente ir a la raíz del problema, o sea, sacar a la luz la política con la que se construyó el país.

Hasta ahora, se ha formado la Nación debido a la reproducción de un tipo de realidad con la que se hace más fácil justificar aquellos actos que deterioran al país. Esa realidad es el legado del que hablamos, el cual consiste en ser servido por los demás, escindirse de los representados, y fetichizar el poder. Pensar que el que gobierna es una entidad aparte del pueblo.

Apreciar el bosque en su totalidad en vez del árbol, ayuda a que las casualidades se tornen causalidades, porque no es por gusto que se haga común la idea de que en el Perú exista una “clase política”. Como si las autoridades constituyeran un estrato diferente a los demás, como si año tras años, con exhaustivo esfuerzo, se hubiera construido una pirámide, en la que los “políticos” tiene un lugar distinto del resto de la población.

Por eso es importante preguntarse ¿dónde están los que luchan por un país mejor? Sin duda están más ocupados “en la búsqueda de la dicha”, o quizá están encerrados o perseguidos.

Pensar así, resultaría contradictorio con lo que se dice, porque en tanto “existe una clase política corrompida”, ¿de dónde sale esa clase sino de la sociedad y de sus estamentos? Los políticos no pueden ser una “clase política” porque son representantes de las clases políticas; otra cosa es que se olviden de los que representan y al escindirse de sus deberes representativos, solo gestionen los beneficios para sí mismos. Por otro lado, también sucede que saben bien de dónde proceden y a quiénes sirven, aunque eso es más común con los políticos que defienden a la crema innata del empresariado, los que alimentan, cobijan y financias sus millonarias campañas electorales. 

Suponemos, en todo caso, que la causa de una política fetichizada no necesariamente deviene de la gente, de los demás; porque la gente vota por aquello que desea, y generalmente, quieren dejar de lado la desesperación típica de toda sociedad: vivir mal. Se desea poder aspirar a vivir un poco mejor. Nada de eso se cumple como plan original y preparado. La política de una sociedad que no ha asumido autoconsciencia, termina siendo la reproducción de un tipo de realidad, que se basa en el beneficio personal y no colectivo.

De ahí que cada político reproduzca las ideas que una determinada vivencia hace común. Pero esa vivencia determinada no es la del pueblo peruano en su conjunto. Como mencionábamos, solo es el de una realidad. Que ésta sea la que siempre vemos, que no proyecte más que el reflejo de lo que siempre ha vivido desde hace algún tiempo; no quiere decir que toda la sociedad sea corrupta ni que, necesariamente, ella tenga que cambiar para que la política cambie.

Lo que debería cambiar son las ideas que cada vez se hacen más comunes, por ejemplo, que el pueblo peruano merece los políticos que tiene. Tendrá, más bien, los políticos que quiere, pero no los que merece. Sostenemos esto debido al factor crucial que olvidan los politólogos, cuando ellos dicen que merecemos las autoridades políticas que tenemos, en realidad están diciendo que el pueblo peruano refleja en su política cómo es él. Pero, ya lo expresamos, es un tipo de praxis que es producto de una subjetividad copada por la idea de vivir desesperadamente.

Quizá hace falta ver si tenemos la sociedad que merecemos, cuyo horizonte se basa en vivir según nos dicen. Cuando expresábamos que el Perú se piensa así mismo, ¿quiénes piensan el país? ¿Acaso no son los que defienden los intereses de un puñado de empresas que controlan los medios de comunicación? Ellos mismos repiten lo que en la columna cuestionamos.

El pueblo peruano debe dejar de verse como quieren que se vea, es decir: corrupto, inviable, enloquecido y terco. Porque eso presupone un tipo de antropología, que filosóficamente se enuncia como homo homini lupus (el hombre es lobo del hombre). Y esa idea es moderna, la sostenía Tomas Hobbes y, ahora, los politólogos peruanos. O sea, que piensan al Perú desde la perspectiva de otro tipo de realidad. Y eso sucede cuando no se ve la realidad peruana, y más que eso, cuando se resisten a creer que existe la otra cara de la moneda; que vendrían a ser todos los que han seguido en pie de lucha por un país mejor.

Por eso es importante preguntarse ¿dónde están los que luchan por un país mejor? Sin duda están más ocupados “en la búsqueda de la dicha”, o quizá están encerrados o perseguidos. De todas maneras, lo importante es aclarar que una política corrupta y fetichizada, es producto de un tipo de realidad que reproduce esos valores como eternos e inherentes a toda la sociedad, cuando no es así. Sustentar que esas vivencias son la realidad toda, hace que sea más fácil ver en las personas la causa de sus desgracias, en otras palabras, hacerles creer a las víctimas que ellas misma son sus victimarios.

Conclusión

En todo caso, si existe una sociedad prisionera de sus desgracias, con autoridades preñadas de incompetencia, ¿por qué no pensar en transformar la realidad? ¿Qué sucedería si, hartos de una política viciada en forma y contenido, los peruanos se rebelasen? Me gustaría saber qué dirían los expertos bajo ese supuesto. Porque se supone que la transformación es posible cuando se demuestra haber terminado con la forma negativa como un país se ve así mismo y percibe que es posible otra política no solo a partir de otros políticos, sino de otra subjetividad, pero a su vez, es posible otra subjetividad a partir de la forma de vida de las personas que buscan un país mejor. Ahí ya no hablaríamos de la sociedad y su política (separadamente), sino de la comunidad política (en forma conjunta). Es necesario pensar ese tipo de experiencias para extirpar a las que justifican el actuar típico de una política fetichizada, que no es la política toda, ni mucho menos el reflejo de un pueblo.  

Fuente: https://barropensativocei.com/2021/03/05/merecemos-las-autoridades-que-tenemos/

 

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