sábado, 8 de noviembre de 2025

POLÉMICA EN TORNO AL APRA: DOS CARTAS DE ABRIL DE 1928

 


I

[PROPUESTA DE] CARTA COLECTIVA DEL GRUPO DE LIMA A LA CÉLULA DE MÉJICO (*)

[Carta escrita por José Carlos Mariátegui, sin fecha en el original, probablemente escrita el domingo 02 de abril de 1928]

Compañeros:

Consideramos necesario informar a ustedes sumariamente sobre nuestros puntos de vista respecto de principios y métodos de acción adoptados por el grupo de deportados peruanos que trabajan en Méjico y que sin una explícita declaración nuestra, pasarían como positivamente aceptados por nosotros que constituimos el núcleo que tiene aquí la responsabilidad de nuestra obra.

Estamos seguros de que ustedes mismos se dan cuenta de la necesidad de que la acción del Apra en el Perú no sea resuelta por un comité establecido en Méjico, sino amplia y maduramente deliberada con principal intervención de los elementos que actúan en el país. Cuantos se coloquen en el terreno marxista, saben que la acción debe corresponder directa y exactamente a la realidad. Sus normas, por consiguiente, no pueden ser determinadas por quienes no obran bajo su presión e inspiración.

La definición del carácter y táctica del Apra nos parece, de otro lado, fundamental para la existencia de una disciplina orgánica. Pensamos que, conforme a la idea que originalmente la inspiró, y que su propio nombre expresa, el Apra debe ser, o es de hecho, una alianza, un frente único y no un partido. Un programa de acción común e inmediato no suprime las diferencias ni los matices de clase y de doctrina. Y quienes desde nuestra iniciación en el movimiento social e ideológico, del cual el Apra forma parte, nos reclamamos de ideas socialistas, tenemos la obligación de prevenir equívocos y confusiones futuras. Como socialistas,  podemos colaborar dentro del Apra o alianza o frente único, con elementos más o menos reformistas o socialdemocráticos –sin olvidar la vaguedad que estas designaciones tienen en nuestra América– con la izquierda burguesa y liberal, dispuesta de verdad a la lucha contra los rezagos de feudalidad y contra la penetración imperialista; pero no podemos,  en virtud del sentido mismo de nuestra cooperación, entender el Apra como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea.

Profesamos abiertamente el concepto de que nos toca crear el socialismo indoamericano, de que nada es tan absurdo como copiar literalmente fórmulas europeas, de que nuestra praxis debe corresponder a la realidad que tenemos delante. Pero este principio no nos aconseja adoptar apresuradamente fórmulas que, por el momento, pueden tener absoluta precisión en la mente de quienes las conciben como medio táctico pero que mañana, bajo la presión de proselitismos más adoctrinados, y al influjo de la mentalidad burguesa y pequeño-burguesa incorporada fatalmente en el movimiento, pueden prestarse a confusionismos infinitos. La experiencia del Kuo Min Tang es preciosa para el movimiento antiimperialista de Indoamérica, a condición que se le aproveche integralmente. El alejarnos de las fórmulas europeas, no debe conducirnos a una estimación exagerada de las fórmulas asiáticas y de su posible eficacia en nuestro medio. No debemos olvidar que, en todo caso, las fórmulas europeas nos son más inteligibles, que nos llegan directamente a través de los idiomas y pueblos en que se expresan, mientras de las fórmulas chinas no tenemos sino la versión europea. Tampoco podemos olvidar el ascendiente y la función que en la ideología del movimiento nacionalista chino tienen las ideas occidentales. El Kuo Min Tang, finalmente, se encuentra en crisis, y en gran parte por no haber sido explícita y funcionalmente una alianza, un frente único. Sus rumbos estaban subordinados al predominio de sus elementos de derecha, centro e izquierda que correspondían al de sus respectivos movimientos e intereses de clase. Las últimas deliberaciones del Kuo Min Tang, según “Internationale Presse Correspondez” y otras publicaciones recientes – entrañan una rectificación total de sus principales puntos de vista, en lo concerniente al proletariado y a las organizaciones de clase. El Kuo Min Tang fue Sun Yat Sen, pero es también Chang Kay Sheck. El Kuo Min Tang, además, se desarrolló no continental sino nacionalmente, cosa en la que el Apra se diferencia necesariamente de aquel movimiento.

La colaboración de la burguesía, y aún de muchos elementos feudales, en la lucha anti-imperialista china, se explica por razones de raza, de civilización nacional, que entre nosotros no existen. El chino noble o burgués se siente entrañablemente chino. Al desprecio del blanco por su cultura estratificada y decrépita, corresponde con el desprecio y el orgullo de su tradición milenaria. El anti-imperialismo en la china puede, por tanto, descansar fundamentalmente en el sentimiento y en el factor nacionalista. En Indoamérica las circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burguesía criollas no se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes. En el Perú, el aristócrata y el burgués blancos, desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos. El pequeño burgués mestizo imita este ejemplo. La burguesía limeña fraterniza con los capitalistas yanquis, y aun con sus simples empleados en el Country club, en el tenis y en las calles. El yanki desposa sin inconvenientes de raza ni de religión a la señorita criolla, y ésta no tiene escrúpulos de nacionalidad ni de cultura en preferir el matrimonio con un individuo de la raza invasora. Tampoco tiene este escrúpulo la muchacha de la clase media. La huachafita que puede atrapar un yanqui empleado de la Grace o de la Fundation, lo hace con la satisfacción de quien siente elevarse su condición social. El factor nacionalista por estas razones objetivas, que a ninguno de Uds escapa seguramente, no es decisivo ni fundamental en la lucha anti-imperialista de nuestro medio. Sólo en países como en la Argentina, donde existe una burguesía numerosa y rica, orgullosa del grado de riqueza y poder de su patria, y donde la personalidad nacional tiene por muchas razones contornos más claros y netos que en estos países retardados, el anti-imperialismo puede penetrar fácilmente en los elementos burgueses, pero por razones de expansión y crecimiento capitalista y no por razones de justicia social y de doctrina socialista como es nuestro caso.

Estas consideraciones nos mueven a someter a Uds las siguientes conclusiones.

1° El Apra debe ser oficial y categóricamente definida y constituida como una alianza o frente único y no como partido.

2° Los elementos de izquierda que en el Perú concurrimos a su formación constituimos de hecho –y organizaremos formalmente– un grupo o Partido Socialista, de filiación y orientación definidos que colaborando dentro del movimiento con elementos liberales o revolucionarios de la pequeña burguesía y aún de la burguesía, que acepten nuestros puntos de vista, trabaje por dirigir a las masas hacia las ideas socialistas.

Es evidente que estas conclusiones no nos permiten prestar nuestra cooperación a la creación del Partido Nacionalista que las comunicaciones de algunos compañeros, y aun de la célula oficialmente, anuncian como una decisión del grupo de Méjico. Ese partido puede fundarse dentro del Apra; pero además de que nos parece que su biología natural exige que se decida su oportunidad y necesidad en el Perú y no desde Méjico, su organización toca en todo caso a los elementos de pequeña burguesía que quieran dar vida a un partido propio; pero no a nosotros que leales a los principios que, sin duda alguna, constituyen nuestra mayor fuerza moral, no asumimos ni la responsabilidad ni el encargo de organizarlo. Desaprobamos toda campaña que no descanse en la verdad. El procedimiento del bluff sistemático llevará al descrédito de nuestra causa. Rehusamos, por esto, emplearlo. Las noticias propaladas sobre la candidatura de Haya no producen el efecto, que Uds suponen, en la opinión. La gente –distante de toda preocupación electoral– las recibe perpleja e irónica.

Recomendamos a la célula, en todo lo tocante a cuestiones de acción, la correspondencia oficial y centralizada. Las cartas particulares de los compañeros no deben traer iniciativas ni instrucciones individuales. Por nuestra parte, nos comprometemos al mismo procedimiento.

Con sentimientos de solidaridad y afecto, que ninguna discrepancia –momentánea esperamos– de criterio, pueda disminuir, los saludamos cordialmente.  

[Carta sin firmas]

(*) Esta “propuesta” de Carta Colectiva, escrita por José Carlos Mariátegui “sin fecha de redacción” en la versión original, hasta donde hemos investigado parece que fue publicada por primera vez en el Tomo II del libro de Ricardo Martínez de la Torre Apuntes para una Interpretación Marxista de la Historia del Perú, Lima, 1948, pp. 299, 300, 301, 302. Posteriormente, fue reproducida en la antología de textos de José Carlos Mariátegui titulada La Organización del Proletariado, Lima, 1967. Esta carta no está incluida en el libro Correspondencia de Mariátegui, Lima, 1984, tomo II.

En el folleto La Organización del Proletariado, el editor en forma arbitraria colocó como fecha de redacción de esta carta el “10 de junio de 1929”, y la ubicó posteriormente a la Carta de Mariátegui a la Célula Aprista de Méjico del 16 de abril de 1928. La lectura atenta del contenido de ambas cartas, nos induce a pensar que el orden de redacción fue el inverso. Lo del año “1929” me parece que fue un notorio, como comprensible error de imprenta o descuido en la revisión de las pruebas de imprenta, pero lo del día y mes “10 de junio”, fue una evidente e injustificada arbitrariedad del editor, intromisión ejecutada sin ningún tipo de lógica, ni lógica dialéctica ni lógica formal. Arbitrariedad que ha inducido al error a varios investigadores, que asumieron la mencionada fecha (“10 de junio”) como si fuese cierta.

El mismo editor del folleto La Organización del Proletariado, varias décadas después, en setiembre del año 2002, editó el folleto Mariátegui-Haya Materiales de un Debate, en el cual volvió a incluir esta “Carta Colectiva del Grupo de Lima”, y reiterando y agravando la anterior arbitrariedad le colocó por fecha de redacción el “10 de julio de 1928”, sin incluir ninguna nota explicativa que sustentara su equívoco accionar.

Por mi parte, considero que la fecha de redacción “más probable” debe haber sido en el mes de abril de 1928, pero días antes de la carta personal del domingo 16 de abril (que estoy reproduciendo más abajo). Partiendo de ese criterio lógico, supongo que Mariátegui escribió la propuesta de Carta Colectiva, y la presentó a debate, en la reunión del Comité de Lima realizada el domingo 2 de abril de 1928 (o posiblemente el domingo 09 de abril). Además, supongo que la carta no fue aprobada ese día. Su estudio, debate y aprobación se postergó para una siguiente reunión, lo cual nunca ocurrió, porque “pronto resultó inferior al desacuerdo provocado por la precipitación del grupo de México” como Mariátegui comentaría, varios meses después en carta a Luís Valcárcel del 19 de octubre de 1928. 

Los “corchetes cuadrados” en el encabezamiento y al final, han sido introducidos por mi, Miguel Aragón (11 de abril de 2015, revisada el 01 de mayo de 2015)    

 

II

CARTA DE JOSÉ CARLOS MARIATEGUI A LA CÉLULA DE MÉJICO (*)

[Lima, domingo] 16 de abril de 1928

Compañeros:

No había contestado hasta hoy la carta de la célula suscrita por Magda Portal, en espera de una carta de Haya de la Torre que me precisase mejor el sentido de la discrepancia: “Alianza o partido”. La carta de la célula me supone simplemente influenciado por el Secretariado de Buenos Aires, la Ucsaya, etc., o, por lo menos, pretende que mis observaciones son en esencia las mismas. Hasta la reaparición de Amauta he permanecido sistemáticamente privado por la censura de mis canjes y correspondencia, de modo que no he conocido en su oportunidad ni el número de “La Correspondencia Sudamericana” en que –según he sabido después sin obtener el ejemplar—aparecieron las observaciones del Secretariado de Buenos Aires, ni la tesis de la Ucsaya, ni nada por el estilo. Solo recientemente he vuelto a recibir “El Libertador”; desde que la censura ha comprobado que en mi casilla no intercepta sino correspondencia intelectual o administrativa, sin importancia para sus fines. Por otra parte, creo haber dado algunas pruebas de mi aptitud para pensar por cuenta propia. De suerte que no me preocuparé de defenderme del reproche de obedecer a sugestiones ajenas. Este había sido, también un motivo para que no me apresurase a responder a la carta de la “célula”.

Pero como no tengo hasta hoy ninguna aclaración de Haya, a quien escribí extensamente, planteándole cuestiones concretas –por la vía de Washington, en diciembre– y llegan, en cambio, noticias de que ustedes están entregados a una actividad con la cual me encuentro en abierto desacuerdo, y para la cual ninguno de los elementos responsables de aquí ha sido consultado, quiero hacerles conocer sin tardanza mis puntos de vista sobre este nuevo aspecto de nuestra discrepancia.        

La cuestión: el “apra alianza o partido”, que ustedes declaran sumariamente resuelta, y que en verdad no debiera existir siquiera, puesto que el Apra se titula alianza y se subtitula frente único, pasa a segundo término, desde el instante en que aparece en escena el Partido Nacionalista Peruano, que ustedes han decidido fundar en México, sin con el consenso de los elementos de vanguardia que trabajan en Lima y provincias. Recibo correspondencia constante de provincias, de intelectuales, profesionales, estudiantes, maestros, etc.; y jamás en ninguna carta he encontrado hasta ahora mención del propósito que Uds dan por evidente e incontrastable. Si de lo que se trata como dice Haya en una magnífica conferencia, es de descubrir la realidad y no de inventarla, me parece que Uds están siguiendo un método totalmente distinto y contrario.          

He leído un “segundo manifiesto del comité central del partido nacionalista peruano, residente en Abancay”. Y su lectura me ha contristado profundamente; 1° porque como pieza política, pertenece a la más detestable literatura eleccionaria del viejo régimen; y 2°, porque acusa la tendencia a cimentar un movimiento –cuya mayor fuerza era hasta ahora su verdad– en el bluff y la mentira. Si ese papel fuese atribuido a un grupo irresponsable, no me importaría su demagogia, porque sé que en toda campaña un poco o un mucho de demagogia son inevitables y aún necesarios. Pero al pie de ese documento está la firma de un comité central que no existe, pero que el pueblo ingenuo creerá existente y verdadero. ¿Y es en esos términos de grosera y ramplona demagogia criolla, como debemos dirigirnos al país? No hay ahí una sola vez la palabra socialismo. Todo es declamación estrepitosa y hueca de liberaloides de antiguo estilo. Como prosa y como idea, está esa pieza por debajo de la literatura política posterior a Billinghurst.

Por mi parte, siento el deber urgente de declarar que no adhiré de ningún modo a este partido nacionalista peruano que, a mi juicio, nace tan descalificado para asumir la obra histórica en cuya preparación hasta ayer hemos coincidido. Creo que nuestro movimiento no debe cifrar su éxito en engaños ni señuelos. La verdad es su fuerza, su única fuerza, su mejor fuerza. No creo con Uds que para triunfar haya que valerse de “todos los medios criollos”. La táctica, la praxis, en sí mismas son algo más que forma y sistema. Los medios, aun cuando se trate de movimientos bien adoctrinados, acaban por substituir a los fines. He visto formarse al fascismo. ¿Quiénes eran, al principio los fascistas? Casi todos elementos de más vieja impregnación e historia revolucionaria que cualquiera de nosotros. Socialistas de extrema izquierda, como Mussolini, actor de la semana roja de Boloña; sindicalistas revolucionarios, de temple heroico, como Carridoni, formidable organizador obrero; anarquistas de gran vuelo intelectual y filosófico como Massimo Rocca; futurista, de estridente ultraísmo, como Marinetti, Settimelli, Bottais, etc. Toda esa gente era o se sentía revolucionaria, anticlerical, republicana, “más allá del comunismo” según la frase de Marinetti. Y ustedes saben cómo el curso mismo de su acción los convirtió en una fuerza diversa de la que a sí mismos se suponían. La táctica les exigía atacar la burocracia revolucionaria, romper el partido socialista, destrozar la organización obrera. Para esta empresa la burguesía los abasteció de hombres, camiones, armas y dinero. El socialismo, el proletariado, eran, a pesar de todos sus lastres burocráticos, la revolución. El fascismo por fuerza tenía una función reaccionaria. 

Me opongo a todo equívoco. Me opongo a que un movimiento ideológico, que, por su justificación histórica, por la inteligencia y abnegación de sus militantes, por la altura y nobleza de su doctrina ganara, si nosotros mismos no lo malogramos, la conciencia de la mejor parte del país, aborte miserablemente en una vulgarísima agitación electoral. En estos años de enfermedad, de sufrimiento, de lucha, he sacado fuerzas invariablemente de mi esperanza optimista en esa juventud que repudiaba la vieja política, entre otras cosas porque repudiaba los “métodos criollos”, la declamación caudillesca, la retórica hueca y fanfarrona. Defiendo todas mis razones vitales al defender mis razones intelectuales. No me avengo a una decepción. La que he sufrido, me está enfermando y angustiando terriblemente. No quiero ser patético, pero no puedo callarles que les escribo con fiebre, con ansiedad, con desesperación.

Y no estoy solo en esta posición. La comparten todos los que tienen conocimiento de la propaganda de ustedes –propaganda que por otra parte no está justificada al menos por su eficacia, porque fracasará inevitablemente. Hemos acordado una carta colectiva que muy pronto les enviaremos.

De aquí a entonces, espero recibir mejores noticias. Y en tanto los abrazo con cordial sentimiento.    

José Carlos Mariátegui  

(*) Carta publicada en el Tomo II del libro de Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes para una Interpretación Marxista de la Historia del Perú, Lima, 1948, pp. 296, 297, 298. Reproducida en La Organización del Proletariado, Lima, 1967, y en Correspondencia de Mariátegui, Lima, 1984, Tomo II, pp. 371, 372, 373. 

 

 

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