ENTREVISTA A
XULIO RÍOS
Hablamos con Xulio Ríos
sobre China, su influencia en el mundo y cómo la comunica (o intenta hacerlo)
ene 28, 2025
Entrevista realizada por X. Peytibi.
En un momento donde las tensiones entre China y Estados Unidos
moldean gran parte de las dinámicas internacionales, es esencial comprender cómo
el Partido Comunista de China diseña y ejecuta su narrativa tanto hacia dentro
como hacia fuera de sus fronteras. Desde su diplomacia hasta su uso de
tecnología vía Huawei y TikTok en su estrategia de poder blando, el análisis de
su comunicación puede aportarnos perspectivas fundamentales para interpretar el
presente y anticipar los desafíos futuros. Es por ello que hemos querido
hacerle algunas preguntas al gran Xulio Ríos.
Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China y asesor de Casa Asia. Colabora con diferentes medios de comunicación y revistas especializadas. Forma parte también de consejos científicos y comités de redacción de diversas publicaciones sinológicas. Profesor y consultor de varias instituciones universitarias de España, China y América Latina, es autor de más de una docena de títulos sobre China, entre los cuales pueden destacarse China:
¿superpotencia del siglo XXI? (Icaria, 1997), Mercado y control político en China (Catarata, 2007), China pide paso (Icaria, 2012), China moderna (Tibidabo, 2016), La China de Xi Jinping (Popular, 2018), Una historia del PCCh: la metamorfosis del
comunismo en China (Kalandraka, 2021).
Premio Cátedra China 2018 y Premio Casa Asia 2021.
Se trata de uno de los analistas
más destacados en el ámbito de los estudios sobre China y que, a lo largo de
décadas, ha ofrecido claves indispensables para entender cómo China articula su
influencia a nivel global, combinando economía, tecnología y cultura en una
estrategia integral que ha transformado el equilibrio geopolítico mundial. Le
preguntamos por ello:
Trump
solo mencionó dos veces a China en su discurso inaugural, pero parece que la
presión hacia el país asiático desde Estados Unidos va a ser mayor,
especialmente por lo que se refiere a la economía. ¿Cómo puede responder China
a los aranceles estadounidenses?
Sin duda, la presión será mayor,
a juzgar, sobre todo, por el equipo que rodea a Trump, aunque entre ellos puede
haber quienes prefieran jugar la carta del comercio y la tecnología
prioritariamente y quienes van con todo, incluida la presión estratégica y
militar. Ambas partes se darán un tiempo para ver en que medida es posible
establecer algún tipo de acuerdo, similar al establecido al final del primer
mandato de Trump. Este ha pedido ya una evaluación de su cumplimiento. No
obstante, a diferencia del primer mandato, EEUU es ahora el tercer socio
comercial, después de ASEAN y la UE, y China está más preparada para esta
contingencia. Lo prioritario para Beijing será mantener el diálogo y minimizar
pérdidas, cuidando de responder de forma mesurada. Es decir, apuntando a áreas
sensibles como las tierras raras, por ejemplo, pero cuidando de evitar
profundizar en la desvinculación que los más radicales promueven en Washington
y a quienes no le interesa seguir el juego. Lo que puede dinamitarlo todo es
Taiwán, sobre todo si Trump modifica radicalmente la política de una sola China
o pisa en exceso el acelerador de las ventas de armas.
Hoy,
China es el principal socio comercial de más de 140 países. ¿Son solo relaciones
comerciales, o viene acompañado de todo un ejercicio de soft
power detrás? Y, si es así, ¿Cómo lo desarrollan?
La economía es la punta de lanza
de la diplomacia china y de su estrategia internacional. No es la defensa, es
el comercio. Es la fuente de su poder y la que blinda su soberanía.
Lógicamente, al fomentar esta relación con otros países aspira también a profundizar
en las relaciones en otros campos, desde lo político a lo cultural, cuidando de
no dar la impresión de interferir o imponer. Esta China está muy lejos del
mesianismo occidental o aquel de tipo soviético de antaño, pero cuanto más
cerca estos países estén de China más autonomía debieran ganar en relación a
Occidente y eso a China le interesa especialmente. Desde los institutos
Confucio al establecimiento de asociaciones estratégicas de diverso tipo, la
firma de memorandos de la Franja y la Ruta, la comunidad de futuro compartido,
etc., hay una red de mecanismos llamados a potenciar la cooperación y a
pluralizarla que se complementa con su propia red de acrónimos, desde los BRICS
a la Organización de Cooperación de Shanghái, pongamos por caso.
¿Cómo
evalúa el enfoque de “diplomacia de lobo guerrero” en las relaciones
internacionales de China? ¿Es efectivo o ha generado más resistencia global?
Creo que, en gran medida, es
agua pasada. Se dio en un contexto marcado por la crisis de Hong Kong y la
pandemia, cuando las críticas a China se propagaban como un reguero de pólvora,
en una dosis nunca vista en los últimos 40 años y cuando en Beijing se
impulsaba una retórica de ascenso imparable. No creo tampoco que vaya a
renunciar a exponer sus puntos de vista y contrastarlos con las acusaciones de
Occidente respecto a sus políticas. Pero priorizará otros medios diferentes a
sus resortes propiamente diplomáticos. Creo que a China le interesa dejar que
Trump ejerza su radicalismo y asociarlo con la generación de caos e
inestabilidad mientras China evita la controversia, se afianza como ejemplo de
moderación y confiabilidad y proyecta una retórica cooperativa. Ya ganó
bastante terreno en el Sur Global exhibiendo el doble rasero de Occidente en
crisis como la de Ucrania o Palestina. Lo que ahora se avecina puede granjearle
importantes réditos y quizá sea en este orden en el que la “ventaja” de tener a
un Trump en la Casa Blanca sea más evidente. El trabajo de Biden con los
aliados fue muy intenso y muy problemático para China.
¿Qué
opina sobre el papel de China en América Latina como sustituto de Estados
Unidos, sobre todo después de la inauguración del puerto de Chancay en Perú?
Sin duda es un dato geopolítico
relevante y EEUU tendrá muchas dificultades para revertirlo. Ambos tendrán que
coexistir, no es tanto que uno releve al otro. China es un socio económico
vital que atiende muchas necesidades en América Latina, especialmente en
infraestructuras, que otros países, España incluida, han descuidado. Hay
aproximaciones estratégicas en curso con algunos países. No tanto en lo
político o en la defensa. En algunos, el factor ideológico importa y en otros
no. China subalterniza ese aspecto enfatizando la prioridad al desarrollo.
Necesita generar más mercados. EEUU, por el contrario, prioriza la defensa y la
estrategia y su influencia ha perdido peso, pero ese es el resultado de un
proceso de muchos años en los que el desprecio por la región y sus injerencias
han sido el pan de cada día. China es percibida por muchos con más respeto, no
solo por la izquierda o el progresismo, y es porque también se la considera más
respetuosa.
¿Qué
visión tiene sobre el futuro de las relaciones entre China y Rusia? ¿Es una
alianza táctica o estratégica? ¿Qué límites tiene esta alianza?
Las relaciones entre China y
Rusia han venido para quedarse. No siempre han sido fáciles -recordemos el
periodo de la Guerra Fría- pero no creo en la capacidad de Trump para abrir una
grieta en su entendimiento basado en un sólido interés compartido: evolucionar del
hegemonismo estadounidense surgido de la posguerra fría a la mutipolaridad.
Además, hay mucha complementariedad entre sus economías, lo cual es también
importante. Y las reservas en otros ámbitos (desde la inmigración china en
Siberia a la penetración de la influencia china en Asia Central) no son hoy
obstáculos significativos. Por tanto, en los próximos años lo más probable es
que esa cooperación, ya visible no solo en el plano bilateral sino también
multilateral, se afiance significativamente, aunque se cuidará de no plasmarlo
en una alianza formal que conceptualmente rechaza establecer con cualquier
país.
Hablemos
de comunicación. ¿Qué estrategias comunicativas utiliza el Partido Comunista de
China para mantener su legitimidad interna? ¿Qué papel juega la censura y la
propaganda en la configuración del discurso público en China, especialmente en
temas sensibles como Taiwán o Xinjiang?
La comunicación es un pilar
esencial de la estrategia de promoción internacional de China. En el plano
interno, los límites son bien conocidos y la preocupación por establecer una
“orientación correcta” de la opinión pública responde a una sensibilidad
extrema por la estabilidad en un momento crucial de su proceso. El control es
básico y no perder la capacidad de iniciativa también. Pero la cuestión clave
es si el Gobierno tiene la capacidad para corregir los desequilibrios y las
desigualdades y asegurar la buena marcha de la economía. El énfasis hoy día en
la prosperidad común va en esa línea. Mientras la sociedad china perciba que
sale ganando y no perdiendo, que su calidad de vida y sus ingresos mejoran,
etc., ese seguirá siendo el principal factor de legitimidad. Los conflictos
territoriales en el continente vienen de larga data pero no perdamos de vista
que, sensu contrario, activan un nacionalismo de la mayoría Han que no debe
desdeñarse y hoy la consigna de promover el sentido de “comunidad nacional” en
toda la sociedad china extiende un barniz que junto a la represión mitiga las
reivindicaciones de las nacionalidades minoritarias. El caso de Taiwán es
distinto: hay factores aquí muy ligados al sentimiento histórico de
humillación. No solo es la guerra civil, es su entrega a Japón en 1895 como
consecuencia de la derrota en la primera guerra que los enfrentó.
¿Cómo
maneja el gobierno chino la disidencia interna en la era digital, especialmente
con el auge de redes sociales y plataformas tecnológicas?
La disidencia interna no pasa
por un buen momento. En los últimos lustros, ha sido arrinconada severamente o
simplemente expulsada al exterior. También este clima ha perjudicado la
influencia de algunas sensibilidades internas, en algunos casos con la
corrupción como aguijón. El control de las plataformas digitales es bien
conocido. China ha demostrado que es bastante capaz de afrontar este desafío y
domesticar las redes. Es un tema al que se ha otorgado mucha importancia,
reforzándose tras el inicio del mandato de Xi Jinping. En el fondo subyace la
convicción de que el momento histórico presente es clave para que el proyecto de
modernización, que arranca en China en el siglo XIX, pueda culminarse. Y que
ello requiere estabilidad. También aquí hay que minimizar riesgos, sobre todo
de injerencias exteriores a través de esos mecanismos. La alusión a las
“revoluciones de color” en la crisis de Hong Kong abunda en esta
interpretación. No habrá bajada de guardia en este asunto.
¿Cómo
ha evolucionado el liderazgo de Xi Jinping en términos de narrativa política y
qué impacto tiene esto en la consolidación de su poder?
Xi representa un tercer tiempo
en la política china, tras Mao y Deng. Su sueño chino de rejuvenecimiento
nacional con el horizonte puesto en 2049 apunta a culminar el tránsito en el
modelo de desarrollo y establecer una nueva legitimidad sistémica basada en el
imperio “por” la ley. La construcción de un Estado “con” derecho es un proceso
irreversible cuando el hecho revolucionario y la gestión económica con altos
índices de crecimiento van quedando atrás. En este tercer tiempo lo que Xi
propone es una reforma profunda de los mecanismos de legitimación que aseguren
la perennidad de la hegemonía del Partido Comunista bajo lo que he llamado en
alguna ocasión “eficracia”, es decir, construir un sistema que resulte, sobre
todo, eficiente para resolver los problemas de los ciudadanos. Esa eficiencia
casa muy bien con el reconocido pragmatismo chino. Por otra parte, a día de
hoy, Xi no tiene rival. Es muy probable que en 2027 repita mandato para acercar
su vigencia a 2035, el primer ecuador de su plan estratégico hacia el centenario
de la República.
¿Qué
papel juega la tecnología, especialmente empresas como Huawei o TikTok, en la
estrategia de poder blando de China? ¿Y la inteligencia artificial?
Muy importante. La competencia
estratégica con EEUU se dirime no tanto en el campo de la ideología como en la
tecnología y está haciendo un esfuerzo considerable. También en la inteligencia
artificial, por supuesto. La inversión en I+D el año pasado fue del 2,68% del
PIB, medio billón de dólares, y seguirá aumentando. China ya no es el “todo a
cien”, es una potencia tecnológica moderna, muy competitiva. Visibiliza una
China a la vanguardia de los tiempos y de la que la propia sociedad, que tiene
aun conciencia de su atrasado punto de partida, se pueda sentir orgullosa.
También es consciente de que ello tiene consecuencias globales. Atrae la
atención, para bien y para mal. Pasó con Huawei, ahora con TikTok, mañana será
otra marca. Por más que intente reprimir ese auge, será muy difícil que
Occidente pueda conjurar esa espiral.
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