Viernes, 17 de Octubre de 2025
Pocos debates han tenido el impacto filosófico y experimental
del enfrentamiento intelectual entre Albert
Einstein y Niels Bohr.
Su disputa sobre la interpretación de la mecánica
cuántica no solo marcó una era, sino que todavía hoy
define cómo entendemos la realidad,
la causalidad y los límites
del conocimiento humano.
El origen del conflicto: ¿es el universo determinista o
probabilístico?
A
finales de la década de 1920, la física había cambiado para siempre. La teoría
cuántica, liderada por figuras como Bohr, Heisenberg y Schrödinger, describía
un mundo subatómico regido por la incertidumbre y
la probabilidad. Según Bohr y la Escuela de Copenhague, las
partículas no tienen propiedades definidas hasta que son observadas; solo entonces
“colapsa” su función de onda, determinando un resultado concreto.
Einstein,
sin embargo, no podía aceptar una naturaleza gobernada por el azar. “Dios no juega a los dados con el universo”,
declaró, defendiendo que la física debía describir una realidad objetiva e independiente del observador.
El experimento mental de Einstein-Bohr: una batalla de ideas
Durante
el Congreso Solvay de 1930 y
los años siguientes, Einstein presentó varios experimentos
mentales diseñados para demostrar las “incoherencias” de
la interpretación de Bohr. Uno de los más famosos fue el experimento de la caja de fotones:
una caja perfectamente cerrada que liberaba un fotón en un momento exacto,
permitiendo medir su energía y tiempo con precisión.
Einstein
sostenía que esto violaba el principio
de incertidumbre de Heisenberg, ya que se podría conocer
simultáneamente la energía y el momento del fotón. Bohr, sin embargo, refutó el
argumento elegantemente mostrando que la gravedad —a
través de la relatividad general del propio Einstein— introducía una
incertidumbre inevitable en la medición del tiempo.
El
intercambio no fue solo una demostración de brillantez intelectual, sino
también una lección sobre cómo incluso las mentes más grandes pueden reinterpretar los fundamentos del
conocimiento.
El experimento EPR: el punto culminante del desacuerdo
En
1935, Einstein, junto con Podolsky y Rosen, publicó el célebre artículo EPR (Einstein–Podolsky–Rosen Paradox).
En él, planteaban un nuevo experimento mental para demostrar que la teoría
cuántica estaba incompleta.
El
experimento proponía dos partículas entrelazadas cuyas propiedades se
correlacionan instantáneamente, incluso a gran distancia. Si medir una afecta a
la otra de forma inmediata, ¿no se estaría transmitiendo información más rápido
que la luz? Para Einstein, eso era “una acción
fantasmagórica a distancia”, y demostraba que debía existir una realidad subyacente oculta.
Bohr,
por el contrario, defendió que no había paradoja alguna: la mecánica cuántica
no describe “lo que es”, sino lo que
podemos saber sobre el sistema.
De la filosofía a la evidencia experimental
Durante
décadas, la discusión se mantuvo filosófica. Sin embargo, en 1964, el físico John Bell formuló las desigualdades de Bell, que
permitían poner a prueba experimentalmente las ideas de Einstein y Bohr.
Los
experimentos realizados por Alain
Aspect en los años 80, y más tarde los de Zeilinger y otros
investigadores, confirmaron que la naturaleza viola las
desigualdades de Bell: las partículas entrelazadas se comportan
de manera no local, tal como predecía la interpretación de Bohr.
En
2022, el Premio Nobel de Física fue
otorgado precisamente a Aspect, Clauser y Zeilinger por demostrar que Einstein se equivocaba en
parte: el mundo cuántico es más extraño —y más interconectado— de lo que
incluso Bohr imaginó.
Un debate que sigue vivo
A
pesar de la evidencia experimental, el debate Einstein–Bohr sigue inspirando a
físicos y filósofos. ¿Qué significa realmente “medir”? ¿Existe una realidad
independiente del observador? ¿Podría haber teorías más profundas aún
desconocidas?
El
duelo entre Einstein y Bohr no fue una simple disputa científica; fue una batalla por el significado de la realidad.
Y aunque Bohr ganó en el terreno experimental, la búsqueda de Einstein por una verdad más profunda continúa
guiando la física moderna.
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