27 noviembre 2024
Andrea Zhok
La
síntesis extrema de esta época (las Olimpiadas sexualmente ambiguas, los
enfrentamientos étnicos en el Reino Unido, las masacres diarias de palestinos
por parte de la «única democracia de Oriente Próximo», la censura social, etc.)
puede articularse, en mi opinión, en dos etapas fundamentales.
Andrea Zhok - Revista Adáraga 25/11/24
Primera
etapa: la modernidad liberal comienza
destruyendo sistemáticamente todos los fundamentos, todas las distinciones
esenciales, todos los principios rectores, todas las tradiciones, todas las
costumbres, todo ello en nombre de la libertad y de su propia «superioridad de
la ilustración». Cultura liberal (post-ilustración, liberal/neoliberal,
relativista, individualista, «progresista»).
«Allí donde ha llegado al
poder, […] ha destruido todas las condiciones de vida feudales, patriarcales e
idílicas. Ha desgarrado sin piedad los pintorescos lazos que, en la sociedad
feudal, unían al hombre con sus superiores naturales, y no ha dejado otro
vínculo entre hombre y hombre que el interés desnudo, el despiadado ‘pago al
contado’. Ha ahogado en las aguas heladas del cálculo egoísta los santos
temblores de la exaltación religiosa, del entusiasmo caballeresco y del
sentimentalismo pequeñoburgués. Ha convertido la dignidad personal en un mero
valor de cambio; y en lugar de las innumerables franquicias laboriosamente adquiridas
y patentadas, ha colocado la sola libertad del comercio sin escrúpulos. En una
palabra, en lugar de la explotación velada en ilusiones religiosas y políticas,
ha sustituido la explotación abierta, sin pretensiones, directa y seca» (Marx,
Manifiesto comunista, sección I)
La actitud de Marx
oscilaba característicamente entre la conciencia de la dinámica destructiva y
la fascinación por el poder revolucionario. Cuando Marx escribió estas líneas,
esta ambivalencia era bastante comprensible, ya que gran parte del viejo mundo
merecía ser enterrado y el incendio sociocultural en curso ahorraba el esfuerzo
del entierro.
Pero como ocurre con los
fuegos reales, una vez que han alcanzado una cierta masa crítica, se encienden
por sí solos y ya no pueden ser contenidos ni regulados (Marx imaginó el
comunismo como un medio de contener y regular el fuego encendido por la
modernidad liberal, de convertirlo en un horno útil para la humanidad, pero
subestimó en gran medida hasta qué punto la propia humanidad, cualquier idea
sustancial de ella, estaba siendo así incinerada).
Segunda
etapa: entonces, cuando al cabo de
años, decenios o siglos, el caos comienza a dominar, cuando toda categoría se
ha disuelto en un relativismo que creemos brillante, cuando la desorientación,
la prevaricación y el sentimiento de injusticia se imponen con él, cuando todo
orden está comprometido, toda dirección es ininteligible, cuando la libertad se
ha transformado en arbitrariedad, las reglas en excepciones, cuando todo esto
se ha convertido poco a poco en una segunda naturaleza y en una forma mentis
generalizada, entonces comienza una nueva era de coerción, sanciones,
vigilancia y control, de violencia por parte del poder constituido, a la altura
de los momentos más oscuros del Antiguo Régimen, pero a diferencia de éste,
llevada no por el peso de la tradición, sino por la insoportable ligereza de la
arbitrariedad.
La arbitrariedad de los
lobbies de colores, de las multinacionales anónimas o de los oligarcas lejanos.
La irracionalidad de los procesos de toma de decisiones, su ilógica, sus
contradicciones internas y su flexible oportunismo los hacen difíciles de
comprender (y quienes intentan racionalizarlos son fácilmente acusados
de «conspiracionistas»).
En este contexto, las
identidades personales y colectivas se desintegran, dando paso, generación tras
generación, a estados cada vez más disociados, irresueltos, a la vez frágiles y
agresivos. El conflicto alimentado sistemáticamente por el choque de creencias
desorganizadas y fragmentos motivacionales salvajes, la reducción del
fundamento ontológico al capricho psicológico y la divergencia de expectativas
mutuas, crea el caldo de cultivo para la aceptación de la represión, la
vigilancia, los juicios sumarios e incluso la violencia precipitada.
La modernidad
liberal se devora a sí misma, y nosotros nos debatimos entre un plato de comida
y los residuos de la vida entre los dientes.
Fuente: https://infoposta.com.ar/notas/13787/la-modernidad-liberal-se-devora-a-s%C3%83%C2%AD-misma/
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