martes, 24 de marzo de 2020

EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ



domingo, 22 de marzo de 2020

A pesar de las duras circunstancias que estamos viviendo (y lo que nos queda) y de que nadie sabe a ciencia cierta el qué, el cómo y el porqué de lo que está pasando; si parece que van delimitándose ciertas coordenadas y parámetros de lo que será. Tal vez algo borrosos a causa del temor con el que vivimos está situación.

Antes de la pandemia, parecía bastante clara la imposibilidad de seguir adelante con la lógica devastadora del capitalismo. Ahora, aunque en un momentáneo segundo plano, la realidad sigue siendo la misma. Deambulamos como depredadores por un mundo de recursos menguantes como si no hubiera mañana. Lo hacemos sin la más mínima conciencia de este hecho, concediendo el privilegio a unos pocos de dirigirnos al cataclismo. A pesar de todo, no es tan fácil dirigir a sociedades acostumbradas a la inmediatez, a la satisfacción a través del consumo, a la identificación absoluta con la dictadura del salario. No es fácil porque esto se acaba, al menos para la inmensa mayoría, y lo que viene no puede ser asimilado sin más.

Los poderosos necesitan planificar el futuro para seguir controlando la situación. Para ello, deben modificar con urgencia el imaginario colectivo de lo que ellos llaman democracia. Necesitan transformar el orden social y adaptarlo a una realidad cambiante para asegurar que nada cambia. Y necesitan hacerlo saliendo, por supuesto, reforzados y vencedores, idolatrados por las masas para perpetuar al sistema.

Cualquiera que haya pretendido o pretenda cuestionar el modelo social que rige nuestras vidas, vive el aislamiento de esa sociedad en primera persona. Sabe lo duro que es y lo fácil que resulta sucumbir. Si esto sucede la sumisión es total. Ahora, todos estamos aislados y la sumisión se acelera.

En estas circunstancias y amparados por el sagrado “bien común”, el Poder despliega dos de sus tentáculos más poderosos buscando sentar las bases de ese orden social renovado que necesita para el futuro inmediato.

La manipulación psicológica está haciendo que amemos a los que nos explotan gracias a sus pequeños gestos de caridad, que vitoreemos a los que hasta ayer nos golpeaban cuando defendíamos nuestros derechos, que adoremos a los que nos han robado hasta el último céntimo desde sus poltronas. Y no sólo eso, están consiguiendo que nos identifiquemos con ellos y ejerzamos de policías sin placa. Estamos cavando nuestra propia tumba.

Pero también necesitan ejercer la coerción pura y dura. Han militarizado las calles por nuestro bien, se intensifican los métodos de vigilancia, se acentúa la brutalidad y la impunidad campa a sus anchas.

Mención especial merece la combinación de ejército y servicios sociales que se está empezando a gestar. Tal vez esto sea el futuro, la gestión de la miseria imperante a través de una burocracia de lo social que define con criterios arbitrarios quién merece vivir y quién no. Una fuerza militar a pie de calle para dar salida a esas decisiones y aplacar cualquier atisbo de disidencia.

Mientras tanto, el resto atrapados en una vida compuesta de trabajo y hogar (ambas cosas en claro descenso) aislados del mundo que les rodea. Al menos, hasta que alguien decida que, simplemente, ya no eres necesario.

Publicado por Quebrantando el Silencio en 21:23 
 

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