5/12/2025
Aunque aún no lo sabemos con
certeza, es posible que el capitalismo esté mutando una vez más: pasando de un
capitalismo neoliberal, caracterizado por la desregulación y el deterioro de
las condiciones laborales, pero que sigue dentro del marco del Estado de
derecho, a un capitalismo libertariano que asesta un golpe fatal a toda
regulación monetaria, presupuestaria y social, y que pone en tela de juicio el
Estado de derecho. De tal manera que la concentración de poderes y riqueza en
manos de un puñado de grandes multinacionales, tanto las de las Big Tech [grandes
tecnológicas] como las de las plataformas, les permite sacar el máximo partido
de las nuevas técnicas basadas en la inteligencia artificial. Para ellas, lo
que está en juego es importante, ya que, a pesar de la generalización de la
informática en todas las empresas y de la expansión de la robótica en los
grandes sectores industriales, el aumento de la productividad laboral no ha
dejado de erosionarse en las últimas cuatro décadas, hasta el punto de reducirse
casi a cero, lo que amenaza las condiciones de rentabilidad del capital [1].
¿Tecnofeudalismo?
En este contexto, ha surgido un debate teórico sobre si el capitalismo de
plataformas se ha convertido en un capitalismo rentista, es decir, un sistema en
el que el origen de los beneficios capitalistas reside en la renta en lugar de
provenir de la extorsión de la plusvalía a la fuerza de trabajo en el sistema
productivo. En el fondo, se trata de saber si la fuerza de trabajo sigue siendo
o no la fuente del valor, como teorizó Marx; es decir, si el capitalismo sigue
siendo capitalismo o si se está transformando en tecnofeudalismo.
El economista Cédric Durand
propuso este último concepto para mostrar la transformación del capitalismo
actual [2]. “El auge de lo digital alimenta, dice, una gigantesca economía
de renta, no porque la información sea la nueva fuente de valor, sino porque el
control de la información y el conocimiento, es decir, la monopolización
intelectual, se ha convertido en el medio más poderoso para captar valor”[3].
Por analogía con las relaciones sociales feudales de la Edad Media, Cédric
Durand interpreta las transformaciones que está experimentando el capitalismo
actual como un nuevo feudalismo, precisamente debido al fenómeno de captación
de valor, que permite el dominio de lo digital, en forma de renta. Y, siguiendo
más la línea de Veblen que la de Marx, remacha la idea: las plataformas se
distinguen menos por la creación que por la captación de valor. Y, en una obra
más reciente, ironiza sobre la ideología del ciberespacio, según la cual “esta
revolución tecnológica servirá de cura de rejuvenecimiento al capitalismo, en
un momento en que este último aún no se ha recuperado del todo de la crisis de
los años setenta” [4].
Como era de esperar, la discusión
teórica sobre esta interpretación no se ha hecho esperar. La crítica más dura
contra el concepto de tecnofeudalismo ha venido de Evgeny Morozov en una
traducción al francés de un artículo en inglés [5]. Comparando la idea con
“el gato de Schrödinger”, que puede estar vivo y muerto al mismo tiempo, el
capitalismo sería a la vez capitalismo y feudalismo. ¿Cuáles son los argumentos
de la crítica?
Sin rentas no hay beneficios, sin beneficios no hay plusvalía
Es un hecho que los gigantes de la Big Tech realizan inversiones
gigantescas que ascienden a cientos e, incluso, a miles de millones de dólares,
y participan en un gran movimiento de concentración y participaciones cruzadas
entre ellos. Estas inversiones se realizan principalmente en infraestructuras
materiales para albergar o alojar los centros de datos que servirán de base
para los programas de inteligencia artificial. En otras palabras, el
capitalismo de plataformas no se construye en el aire, en las nubes, sino en la
tierra. Y, evidentemente, funciona con una cantidad de metales raros, agua y
energía sin precedentes, en crecimiento exponencial. Esto significa que los
activos inmateriales o intangibles (datos, algoritmos y patentes) no tienen
ninguna capacidad productiva sin los activos materiales, muy tangibles, que los
sustentan.
De ello se derivan dos
consecuencias teóricas. Contrariamente a una idea muy extendida, la producción
de valor no recae en los usuarios y usuarias de las aplicaciones de Internet,
cuyos frutos de su trabajo se apropian Google, Meta y Amazon mediante
la recopilación de los datos que dejan como rastro de su paso. Sino que quienes
lo generan son, precisamente, los ejércitos de peones que trabajan en
condiciones de sobreexplotación en las minas de metales raros, en las fábricas
de producción de teléfonos inteligentes, tabletas y ordenadores, y en los
enormes almacenes de Amazon.
La acumulación de capital que se
está preparando y que comienza a materializarse no tiene nada que ver con una
lógica feudal, afirma Evgeny Morozov, sino con una lógica propiamente
capitalista; y yo añadiría: con una lógica capitalista de lo más tradicional
que se apoya en técnicas revolucionarias. A Evgeny Morozov no le cuesta
entonces rechazar las afirmaciones de Yanis Varoufakis, para quien el
capitalismo habría matado al capitalismo a través de la nube [6]. Esto
sería así porque los capitalistas de antaño, que solo explotaban a sus
empleados, ahora se ven obligados a pasar por el aro de los capitalistas
digitales para tener acceso al firmamento de la nube. Por lo tanto, los
primeros siempre tienen que vender mercancías para obtener beneficios, mientras
que los segundos solo tienen que captar rentas de los primeros. ¿Mediante qué
subterfugio?: reteniendo la atención de los internautas para luego almacenar
datos sobre ellos y utilizarlos como soporte para nuevas solicitudes. “Así nace
la nueva fuerza extractiva cloudalista [a través de la nube], como la
apoda Varoufakis, que convierte a cualquiera que toque una pantalla en un
siervo digital y reduce a los pequeños empresarios y empresarias a vasallos que
deben pagar la renta. La máquina se autoalimenta: acumulación de datos,
modificaciones de comportamientos, concentración de poderes, aumento de la
renta, perfeccionamiento de los algoritmos. En este movimiento perpetuo de
extracción, nosotros somos el combustible y el producto” [7].
Ahora bien, ¿se trata realmente y
únicamente de una renta? Como se ha dicho, los capitales invertidos en la
organización capitalista digital se entrecruzan y sus propietarios se compran
entre sí los servicios producidos: “cuando Netflix le paga [a Amazon] su
factura anual –estimada en mil millones de dólares–, no está pagando un tributo
feudal, sino comprando la maquinaria digital indispensable para su
funcionamiento” [8].
Por lo tanto, no hay que
equivocarse: sí hay producción de mercancías que se venden, por lo tanto,
producción de valor. Que este valor se reparta luego entre los competidores, en
función de las relaciones de fuerza que establecen entre ellos, no es más que
una característica del propio capitalismo y no un resurgimiento de un modo de
producción anterior. No hay duda alguna de que el poder de algunos grupos como
Amazon se basa en un conjunto industrial que representa una enorme masa de
capital fijo. Y en el gigante Amazon trabajan cerca de un millón y medio de
empleados en todo el mundo.
No hay plusvalía sin explotación
Son innumerables los intentos de superar la teoría de la explotación de la
fuerza de trabajo de Marx y, más allá de ello, la del valor. Lo más
sorprendente es que a menudo provienen de antiguos marxistas o de quienes aún
se consideran como tales. Entre los más recientes, cabe destacar el del
filósofo Emmanuel Renault [9], para quien se trata de articular las
relaciones sociales de clase, género y raza en una visión interseccional capaz
de dar cuerpo a una convergencia de las luchas contra las diferentes dominaciones
e injusticias. Según él, este proyecto pasa por rechazar la teoría del valor de
Marx y por la sustitución del concepto, tal y como se definió en el marco de
esta teoría del valor, por la experiencia de la explotación. Si bien es cierto
que, estratégicamente, las luchas políticas deben abarcar este conjunto de
dominaciones, no está demostrado que para ello sea necesario abandonar el
concepto de explotación. Emmanuel Renault se encuentra entonces desprovisto de
toda teoría del beneficio.
Por su parte, el economista y
filósofo Ulysse Lojkine [10] también ha cuestionado el concepto de
explotación e incluso el de clases antagónicas entre explotadores y explotados.
Su argumento es que lo que importa no es la posición en las relaciones de
producción, sino el nivel de ingresos que cada uno obtiene de su trabajo, lo
que permite juzgar si recibe más o menos de lo que ha producido. Al fin y al
cabo, el desglose contable del tiempo de trabajo podría considerarse una buena
descripción de la realidad de la explotación. Pero oculta lo esencial, es
decir, el origen del beneficio, ya que la teoría del valor ha sido desterrada.
Así, escribe el autor, “el capitalismo contemporáneo es, por tanto, un
capitalismo comercial que, cada vez más, sitúa los beneficios en unidades
económicas distintas de aquellas en las que trabajan las y los asalariados, o
al menos las y los asalariados ejecutivos. Esto también es consecuencia de la
dimensión financiera del capitalismo contemporáneo. (…) La explotación
capitalista es irreductiblemente transversal a las diferentes escalas, entre la
producción y la circulación, entre la relación salarial y la relación
comercial” [11].
Sin ninguna duda, se puede decir
que los fenómenos de subcontratación son evidentes, al igual que los de dominación
dentro de la clase capitalista. Pero la simple yuxtaposición de los diferentes
ingresos capitalistas (beneficio industrial, beneficio comercial, interés,
renta) no permite situar su origen, que es siempre la extracción de la
plusvalía sobre la fuerza de trabajo, pero que solo puede salir de lo invisible
gracias a la teoría del valor como representante del trabajo social validado.
Además, al razonar en términos de intercambio de trabajo, se pierde de vista
que el capitalista no compra el trabajo del proletario, ni su producto, sino su
fuerza de trabajo. Por lo tanto, adiós al valor, adiós a la fuerza de trabajo,
adiós a la plusvalía; ¡demasiados obstáculos para forjar una teoría de la
explotación!
Sin embargo, Ulysse Lojkine no
está lejos de abandonar su propia tesis cuando escribe: “Los recursos rentables
representan una de las palancas utilizadas por el capital en posición dominante
para controlar las unidades de producción subordinadas y extraerles
valor” [12]. Aquí nos acercamos mucho a lo que explica Cédric Durand sobre
las plataformas que se distinguen menos por la creación que por la captación de
valor. Extraer valor o captar valor significa que este se produce en algún
lugar. Ulysse Lojkine tiene sin duda razón al distinguir, siguiendo a Marx, “la
forma comercial, financiera o rentista de la explotación capitalista” [13];
es decir, las distintas formas que adopta el beneficio: el industrial, el
comercial, el interés, la renta. Pero, en definitiva, todas ellas provienen del
trabajo explotado y, en el capitalismo, del trabajo asalariado. El argumento
empleado por Ulysse Lojkine, que pretende ser lógico, según el cual estas
formas pueden existir sin la relación salarial [14], es una obviedad:
evidentemente, ha habido otros modos de producción distintos del capitalismo en
los que reinaba la explotación del trabajo (¡del trabajo!).
Así pues, volvemos al concepto de
tecnofeudalismo o capitalismo rentista. Cédric Durand cuestiona la similitud
entre las inversiones en este capitalismo y las del capitalismo industrial
clásico. La razón sería que los capitalistas de las grandes tecnológicas buscan
controlar la recopilación de información y su uso precisamente para captar
valor, mientras que los industriales buscan aumentar la productividad. El
argumento sería válido si las justificaciones de la IA no se centraran
precisamente en las esperanzas de una mayor productividad. La defensa de la
tesis de Lojkine por parte de Antoine Salles-Papou [15] hace hincapié
en la organización de la producción que fundamenta el poder y el dominio de los
grandes de la Big Tech y que justificaría que se distingan las formas
de explotación comercial, financiera y rentista que “no se derivarían de la
explotación salarial” [16]. Pero la pregunta central sigue siendo: ¿dónde
y quién produce este valor capturado? [17].
En el epílogo que escribe al
libro de Ulysse Lojkine, Cédric Durand, tras elogiar a este último por haber
intentado articular la explotación y la coordinación, se distancia sutilmente
de él al abandonar la producción: “Dar a la cuestión de la coordinación el
lugar positivo y normativo que merece no implica minimizar la singularidad del
momento de la producción, ya sea a nivel antropológico y ecológico, o a nivel
de la dinámica macroeconómica. Unir ambos exige, siguiendo a Lojkine,
desenredar hasta el final el hilo de la explotación” [18].
No hay teoría de la explotación
sin teoría del valor
En un texto de blog muy detallado, Frédéric Lordon [19] emprende una
crítica conjunta de la estrategia política de La France insoumise y
del concepto de tecnofeudalismo. En cuanto al primer punto, es bastante
probable que esta estrategia suponga una dilución del concepto de clases
sociales en beneficio del pueblo, lo que hace aún más invisibles a las
clases populares [20]. Frédéric Lordon subraya que la dificultad de
acceder a las redes (incluidas las redes de servicios públicos) no significa
“la desaparición de la clase obrera”, ni que disminuiría la importancia de “la
primera red de desgracia [que] es la división del trabajo cuando es retomada,
captada, por las relaciones sociales del capitalismo. El capitalismo como modo
de producción es la captura, el reclutamiento, de la división del trabajo para
los fines del capital. Es la división del trabajo fundida en las relaciones
sociales del capital. Y es a partir de esta captura que el capitalismo se
apodera de toda la sociedad para someterla a su modo de reproducción”.
En cuanto al segundo punto,
Frédéric Lordon aprueba ampliamente la crítica de Morozov mencionada
anteriormente. Y añade: “Por una paradoja totalmente inesperada, la nueva
doctrina de LFI se encuentra, de forma totalmente involuntaria, reproduciendo a
su manera el gesto ideológico más característico del neoliberalismo, que había
sido borrar la figura del productor en beneficio de la del consumidor. Aquí,
finalmente, es la figura de la persona usuaria (de las redes) la que se
convierte implícitamente (?) en la nueva referencia. El productor sigue sin
reaparecer...”. Más adelante: “En el pueblo de las redes, el productor ha
desaparecido y, con él, la lucha contra la propiedad lucrativa”.
¿Qué impide adherirse plenamente
a la crítica de Frédéric Lordon, tan bien elaborada en muchos aspectos? Desde
mi punto de vista, es, incluso en él, la evanescencia, incluso la desaparición
de toda teoría del valor, que ya he señalado [21]. En resumen, alineándose
con Spinoza, para quien “es el deseo lo que da valor a las cosas, y no el valor
lo que designa las cosas al deseo” [22], Frédéric Lordon no puede evitar
acercarse a uno de los temas neoclásicos más repetidos. ¿En qué medida el hecho
de señalar el deseo humano que empuja a buscar valor obligaría a ignorar las
condiciones sociotécnicas de producción del objeto del deseo? Y ahí radica la
paradoja de Frédéric Lordon: en nuestra opinión, tiene razón al reprochar a los
defensores del tecnofeudalismo la separación que establecen entre las formas de
captación del valor y la producción del mismo, pero su adhesión a la idea de
que hay que sacar el valor de su sentido económico para darle un alcance
“transversal, capaz de atravesar todos los órdenes de valores” [23], va en
contra de la validez de su crítica al tecnofeudalismo [24].
Finalmente, es bastante notorio
que el análisis del capitalismo contemporáneo obligue a replantearse las
categorías fundamentales del modo de producción capitalista, ya que este, fiel
a su propia lógica, aspira a expandirse cada vez más y superar así sus contradicciones.
Pero este cuestionamiento puede ir en direcciones totalmente opuestas: o bien
alejándose de las categorías forjadas por Marx, o al menos ahogando el valor en
una nebulosa idealista, o bien refundándolo sobre su base: el trabajo
socialmente validado, cuyo fruto es objeto de una lucha casi a muerte entre las
fracciones del capital, más allá incluso de la lucha contra el trabajo vivo,
congénita al sistema, podríamos decir.
Una paradoja, una más, si no una
contradicción, sobre el valor que atraviesa a los pensadores contemporáneos que
se refieren, de cerca o de lejos, a Marx. Incluso aquellos que pretenden llevar
a cabo una Wertkritik [critica del valor] sostienen que el capital
busca relanzar su rentabilidad mediante la multiplicación del capital ficticio:
“Junto al capital-dinero inicial se encuentra el capital ficticio como su
reflejo autonomizado. Como crédito concedido a un capitalista en funciones, los
100 000 de euros arrancados al letargo no aumentan en modo alguno el stock de
capital del conjunto de la sociedad en solo 100 000 euros, sino
inmediatamente en 200 000 euros” [25].
¿La última palabra la tiene Marx?
”Con el desarrollo del capital que devenga interés y del sistema de crédito,
cualquier capital parece duplicarse, y por momentos triplicarse en virtud de la
diferente manera en que ese mismo capital, o incluso la misma exigencia de
deuda aparece en diferentes manos bajo formas diferente La mayor parte de
este capital dinerario es puramente ficticio” [26]. Esta
advertencia es útil si se quieren forjar nuevas categorías sobre la renta, el
tecnofeudalismo o los espejismos de la inteligencia artificial. En resumen, la
renta existe, pero no existiría sin la producción de valor por parte de la
fuerza de trabajo. El capitalismo rentista no es nada sin el capitalismo
productivo.
3/2/2025
Traducción: viento sur
Notas
[1] Para el análisis de esta
evolución, puedes leer Dominique Plihon, Les capitalismes contemporains,
París, La Découverte, Repères, 2025; y Fondation Copernic, Que faire de
l’IA? Entre risque et opportunité pour la transformation sociale et écologique,
Vulaines-sur-Seine, Éd. du Croquant, 2025. Para una reseña de estos dos libros,
véase Jean-Marie Harribey, “Le(s) capitalisme(s) sur fond de révolution technique à base
d’IA”, Les Possibles, n.º 43, otoño de 2025. Véase también Daniel
Bachet, “Les marchés réorientés : plateformes, intelligence
artificielle et capitalisme algorithmique”, Les Possibles, n.º 40,
verano de 2024.
[2] Cédric Durand, Techno-féodalisme,
Critique de l’économie numérique (Zones, 2020) Para una reseña, véase
Jean-Marie Harribey, “Lectures : Où va le capitalisme ? Sur les livres de
Cédric Durand et de Robert Boyer”, Blog Alternatives économiques, 15
de noviembre de 2020.
[3] Cédric Durand, Techno-féodalisme,
op. cit., p. 173.
[4] Cédric Durand, Faut-il
se passer du numérique pour sauver la planète?, París, Éd. Amsterdam, 2025, p.
24.
[5] Evgeny Morozov, “Controverses
sur le techno-féodalisme, Le numérique nous ramène-t-il au Moyen Âge?”, Le
Monde diplomatique, agosto de 2025.
[6] Yanis Varoufakis, Les
nouveaux serfs de l’économie, París, LLL, 2024.
[7] Evgeny Morozov, op. cit.
[8] Ibid.
[9] Emmanuel Renault, Abolir
l’exploitation, Expériences, théories, stratégies, París, La Découverte, 2023.
Reseña en Jean-Marie Harribey, “Du travail et de l’exploitation, À propos du livre d’Emmanuel
Renault”, Les Possibles, n.º 39, primavera de 2024.
[10] Ulysse Lojkine, Le fil
invisible du capital, Déchiffrer les mécanismes de l’exploitation, París, La
Découverte, 2025. Se han publicado varias reseñas de este libro. En particular:
Simon Verdun, “La critique de l’exploitation peut-elle se passer de la théorie
marxiste de la valeur ? Sur le livre d’Ulysse Lojkine”, Contretemps,
25 de septiembre de 2025; Suscribo plenamente la crítica de Simon Verdun, con
dos matices: 1) la resolución de la famosa transformación del valor en precio
de producción no se limita a la teoría del valor-trabajo de sistema único
(SS-LTV, Single-system labour theory of value) ni a la interpretación temporal
de sistema único (TSSI, Temporal single-system interpretation); véanse, en
particular, los trabajos de Vincent Laure van Bambeke y Norbert Ankri y Païkan
Marcaggi (reseña en https://harribey.u-bordeaux.fr/travaux/valeur/recension-laure-van-bambeke.pdf);
2) Simon Verdun sigue aferrado a la versión tradicional del trabajo
improductivo de valor en el sector monetario no comercial; del mismo modo,
Ulysse Lojkine cree que los derechos sociales se financian mediante “impuestos
sobre un sector mercantil capitalista” (p. 223-224) (véase J.-M. Harribey, “Dans les services monétaires non marchands, le travail est productif
de valeur”, La Nouvelle Revue du travail, n.º 15, 2019) . Jacques
Bidet ha realizado otra reseña del libro de Ulysse Lojkine, “Une ambitieuse
alternative au Capital, Sur le livre d’Ulysse Lojkine”, Contretemps, 17 de
octubre de 2025.
[11] Ulysse Lojkine, op. cit.,
pp. 11 y 15.
[12] Ibid., p. 152, el
subrayado es mío.
[13] Ibid., p. 166.
[14] Ibid., p. 166.
[15] Antoine Salles-Papou, “La France insoumise est-elle anticapitaliste ? Réponse à
Frédéric Lordon”, Contretemps, 11 de noviembre de 2025.
[16] Ibid.
[17] En los albores del
capitalismo neoliberal, planteaba el problema de la siguiente manera: “La financiarisation du capitalisme et la captation de la valeur”,
en Jean Claude Delaunay (director), Le capitalisme contemporain, Questions
de fond, París, L’Harmattan, 2001, pp. 67-111.
[18] Cédric Durand, “La revanche
de la coordination”, en Ulysse Lojkine, op. cit., p. 248.
[19] Frédéric Lordon, “La France insoumise est-elle anticapitaliste?” Blog Le
Monde diplomatique, 3 de octubre de 2025.
[20] Jean-Marie Harribey, “L’invisibilisation des classes populaires”, Les
Possibles, n.º 38, invierno de 2024.
[21] Jean-Marie Harribey, “Note de
lecture du livre de Frédéric Lordon, Capitalisme, désir et servitude,
Marx et Spinoza: Marx et Spinoza, le mariage de l’année?”, La Revue
de la régulation, n.º 9, 1er semestre de 2011; “Le communisme en marche, Sur le dialogue entre Bernard Friot et
Frédéric Lordon”, Contretemps, 19 de enero de 2022. Véase también
Valentin Soubise, “La condition anarchique et les affects de Frédéric Lordon
peuvent-ils donner une théorie de la valeur?”, Les Possibles, n.º 21,
verano de 2019.
[22] Frédéric Lordon, La
condition anarchique, Affects et institutions de la valeur, París, Seuil, 2018,
p. 22.
[23] Ibid., p. 12.
[24] He intentado hacer una
crítica del valor reducido a los valores en En quête de valeur(s),
Vulaines-sur-Seine, Éd. du Croquant, 2024.
[25] Ernest Lohoff y Norbert
Trenkle, La grande dévalorisation, Pourquoi la spéculation et la dette de
l’État ne sont pas la cause de la crise (Albi, Éd. Crise & critique,
2024, p. 187. Reseña de este libro en Jean-Marie Harribey, “Le capital fictif est vraiment fictif, Sur le livre d’Ernest
Lohoff et Norbert Trenkle, La grande dévalorisation”, Contretemps,
13 de junio de 2025.
[26] Karl Marx, El Capital,
tomo III, vol. 7, Madrid: Siglo XXI, pp. 605-606.
Fuente: https://vientosur.info/capitalismo-productivo-y-o-capitalismo-rentista/
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