3/12/2025| Vientosur nº 198
En El capitalismo tardío, la obra magna de Ernest Mandel,
publicada por primera vez a principios de los años setenta, el militante y
pensador marxista señalaba que esta etapa del capitalismo “lejos de representar
una sociedad postindustrial, aparece así como el período en el que todas las
ramas de la economía están completamente industrializadas por primera
vez” 1. En su
opinión, la industrialización plena no se refiere al desarrollo de la industria
manufacturera en sentido estricto, sino a la generalización de la lógica
industrial a todas las ramas de la producción y a la sociedad en su conjunto.
Esta lógica industrial es la lógica del trabajo abstracto: la comparabilidad
universal de los procesos de trabajo concretos a través del intercambio de
mercancías, que se deriva de la dinámica de la valorización y de su expansión
constante en alcance y profundidad. Bajo la amenaza de la eliminación, la
competencia entre los capitales implica “una presión permanente para acelerar
la innovación tecnológica, (...) una constante búsqueda
de rentas tecnológicas que solo pueden obtenerse
mediante la renovación tecnológica permanente” 2.
Como
resultado de esta lucha por la supervivencia entre capitales, la economía y la
sociedad se remodelan sin descanso. Esas transformaciones estructurales no se
detienen en las fronteras nacionales, sino que, por el contrario, desencadenan
una metamorfosis histórica a escala mundial. En El
capitalismo tardío, ningún rincón del ámbito social es inmune a la
influencia de la valorización, lo que significa que los indicadores de
rendimiento se propagan por toda la matriz económica en forma de normas
tecnológicas y organizativas. Al mismo tiempo, los vínculos se densifican en
todo el espacio social global. Como dice Mandel, “la socialización del trabajo
alcanza su extensión más extrema a medida que el resultado total acumulado del
desarrollo científico y técnico de toda la sociedad y la humanidad se convierte
cada vez más en la precondición inmediata de cada proceso de producción
particular en cada esfera particular de la producción. Con la realización de la
automatización plena, esto se realizaría en un sentido literal” 3pp.
315, 316.
Casi
cinco décadas después, a medida que las herramientas de IA generativa colonizan
cada centímetro del tejido social, la visión de Mandel de una interdependencia
global permanente y una automatización generalizada del trabajo intelectual se
hace realidad. Previó con precisión la transformación cualitativa del
capitalismo, su omnipresencia. Comprendió desde el principio que el cambio
tecnológico y la intensificación de la dependencia del trabajo intelectual no
se materializan automáticamente en una nueva ola de expansión. También basó su
optimismo en la intensificación de las contradicciones sistémicas. Vale la pena
citarlo aquí en extenso:
La apropiación privada de esta
producción socializada conduce a la contradicción flagrante de que este
vasto capital científico y técnico a disposición de la
humanidad está subordinado a las condiciones de la valorización del capital y,
consecuentemente, le es negado a millones de personas o está a su disposición
sólo en forma deformada y fragmentaria. Sólo cuando las fuerzas productivas
rompan el cascarón de la apropiación privada que las aprisiona, podrán las
fuerzas revolucionarias que en su mayor parte dormitan todavía en la ciencia
contemporánea ser utilizadas plenamente para servir a la liberación del hombre
y el trabajo 4.
Mandel
tenía razón, y la tiene más aún ahora, en lo que respecta al movimiento
estructural del sistema. Sin embargo, la idea de que el desarrollo de sus
contradicciones allanaría el camino para un futuro socialista nunca ha parecido
tan lejos de lo políticamente pensable. ¿Podría el poder sistémico de la
socialización contribuir a un giro reaccionario sistémico?
El
propósito de este texto es intentar conciliar la visión de Mandel sobre el
capitalismo tardío como camino hacia la emancipación postsocialista con la
política económica del régimen de extrema derecha de Estados Unidos, el país
líder del capitalismo global. Tras presentar algunos parámetros básicos del
contexto económico, recordaré el argumento clásico de Kalecki sobre la
macroeconomía política fascista y mostraré cómo encaja perfectamente con el
cuento de hadas para multimillonarios reaccionarios contado tras la segunda
victoria electoral de Trump. A continuación, me centraré en dos procesos que se
han acelerado bajo esta Administración: la desintegración del capitalismo
global construido en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial y el avance
del sector tecnológico hacia capacidades similares a las del Estado.
Mi
argumento principal es que, si bien la agenda de Trump tiene indudables rasgos
neofascistas, este régimen no se encamina hacia el resurgimiento de una
modernización autoritaria dirigida por el Estado, sino hacia la desarticulación
del campo de juego global para los capitalistas de todo el mundo y la
ampliación del poder político - administrativo de las grandes tecnológicas a expensas del poder estatal. Si
bien la postura de confrontación con China es real y peligrosa, la dirección
tomada conduce a una mayor autonomía de las grandes empresas tecnológicas
estadounidenses como agentes híbridos postestatales del poder
político-económico, más que a un renacimiento del imperialismo estadounidense
de la vieja escuela.
1. Parámetros básicos
Para comprender el panorama
estructural en el que se mueve la administración Trump II, es fundamental recordar los parámetros económicos básicos de la
coyuntura histórica. Se pueden resumir en cinco puntos principales.
En
primer lugar, se observa un declive relativo de las principales economías de
altos ingresos frente al resto del mundo (gráfico 1), mientras que China
y, en menor medida, la India, han aumentado drásticamente su participación en
el PIB mundial (gráfico 2). Medida en paridad de poder adquisitivo (PPA),
que es un indicador más fiable del poder productivo efectivo de un país que el
PIB nominal, la evolución es sorprendente. En 2023, Francia y Alemania
representaban el 5,3 % de la economía mundial, la mitad de su cuota del
10,6 % en 1980. El retroceso de Estados
Unidos es menos espectacular, del 21,3 % en
1980 al 15,5 % en 2023, pero muy significativo.
Especialmente si se compara con el aumento de la cuota de China, del 2,2 % al 18,7 %, muy por encima de Estados Unidos.
La India aumenta su peso del 3 % al 7,6 %, superando a Francia y Alemania juntas.
Gráfico 1. Cuotas de las principales economías de altos ingresos en el PIB mundial (PPA, cuota del total mundial – 1980-2023 – FMI-WEO)
Gráfico 2. Cuotas de China y la India en el PIB mundial (PPA, cuota del total mundial – 1980-2023 – FMI-WEO)
El
equipo económico de Trump relaciona este declive relativo de Estados Unidos
frente a China con la financiarización. La comprensión de esta maldición de los
líderes a lo largo del camino del desarrollo capitalista se remonta a William
Playfair (1759-1823). Este economista británico identificó las tendencias del
capital hacia la concentración de la riqueza en pocas manos, la desaparición de
la clase media y la necesidad de exportar capital. Ya señaló en 1805 que,
cuando se alcanza la etapa de superabundancia de capital, a medida que una
nación industrial se convierte en una nación acreedora o inversora, “esto
significa el fin de la industrialización y la expansión progresivas, es decir,
una tendencia a un estado estacionario y el comienzo de la desintegración y el
declive” 5.
Giovanni Arrighi desarrolló este argumento en su teoría del ciclo sistémico
espacio-temporal de la acumulación, definido como una “fase de expansión
material seguida de una fase de expansión financiera promovida y organizada por
la misma agencia o grupo de agencias” 6. Según
este encuadre, la historia del capitalismo global es una sucesión de cuatro
ciclos sistémicos: genovés, holandés, británico y estadounidense, cada uno de
los cuales se expande desde una base territorial más amplia que su predecesor.
Para Arrighi, la expansión de China, teniendo en cuenta el enorme tamaño del
país y la profundidad de su articulación histórica con toda la región de Asia
oriental, la convierte en una poderosa “fuerza subversiva para la jerarquía
mundial de la riqueza” y la principal aspirante a suceder a la economía mundial
liderada por Estados Unidos.
Este
entrelazamiento de las finanzas y el declive es lo que Braudel denominó “el
signo del otoño”, cuando países enteros “se transforman en una sociedad de
rentistas-inversores en busca de cualquier cosa que les garantice una vida
tranquila y privilegiada” 7. Este
oscuro braudelismo acecha a la actual administración Trump. Tanto el secretario
de Estado, Marco Rubio, como el secretario del Tesoro, Scott Bessent, adoptaron
el acento braudeliano, vinculando una orientación al valor para los accionistas
y el apalancamiento excesivo con el debilitamiento de las capacidades
empresariales a largo plazo y la insostenibilidad del gasto militar
imperial 8.
Stephen Miran, actual presidente del Consejo de Asesores Económicos, apunta al
papel del dólar, que sustenta todo el edificio de las finanzas mundiales,
cuando afirma que “cada vez es más oneroso para Estados Unidos financiar la
provisión de activos de reserva y el paraguas de defensa, ya que los sectores
manufactureros y comercializables soportan la mayor parte de los costes”9 .
Este
pesimismo financiero en la cúpula de la élite política estadounidense contrasta
fuertemente con la fiebre financiera de la era Clinton, cuando, bajo los
auspicios de Lawrence Summers en el Banco Mundial y en el Tesoro, se abrazó la
liberalización financiera total. Fueron los años dorados de una expansión de
cuatro décadas del superciclo minskiano, que se hizo cada vez más difícil de
sostener tras la Gran Crisis Financiera (gráfico 3) 10. La
creciente intervención de los bancos centrales y el estallido de la inflación
en la era pos-COVID revelaron las crecientes tensiones entre la desaceleración
de la economía productiva y la búsqueda de la expansión de los activos
financieros. Esta sobreacumulación de capital ficticio es, por lo tanto, el
segundo punto que caracteriza la coyuntura.
Gráfico 3. Peso de las formas básicas de capital ficticio en Estados Unidos (1980-2024)
El
tercer punto se refiere a la hegemonía del sector tecnológico. La búsqueda del
aumento de la capitalización bursátil no es un fenómeno generalizado, sino el
resultado de una concentración históricamente extrema del índice bursátil, ya
que las diez mayores empresas del S&P [el índice bursátil más importante de
EE UU] representaban más de un tercio de la capitalización total a finales de
2024, frente a menos del 20 % durante la mayor parte
de las últimas
décadas (gráfico 4). Entre las diez principales
empresas por capitalización
bursátil, solo dos no están relacionadas con el sector tecnológico a finales
del verano de 2025 (tabla 1). La importancia de este auge del sector
tecnológico depende de cómo se evalúe este tipo de actividad: si se considera
simplemente una nueva transición sectorial o una profunda alteración del modo
de producción. Sin embargo, el logro de esta revolución industrial es sin duda
un componente crucial de la situación.
Gráfico 4. Capitalización bursátil de las diez mayores empresas del S&P 500 (% del total del índice, Goldman Sachs, noviembre de 2024)
Tabla 1. Mayorías empresas por capitalización bursátil
El
cuarto punto se refiere a la globalización. La aceleración del comercio ha sido
una fuerza importante desde mediados de los años ochenta hasta la gran crisis
financiera, pero desde entonces ha retrocedido significativamente (gráfico 5).
La proporción del comercio de bienes con respecto al PIB alcanzó su máximo en
2007 (gráfico 6), mientras que los flujos financieros internacionales nunca se
recuperaron de su abrupta caída tras la Gran Crisis Financiera, sino que, en
proporción, se redirigieron cada vez más hacia las economías emergentes 12. En
general, tal y como afirma el FMI, “la economía mundial podría estar al borde
de un cambio de tendencia del constante aumento de la integración que
caracterizó la segunda mitad del siglo XX” 13.
Gráfico 5. Comercio de bienes y servicios (volumen, variación porcentual, 1980-2025, FMI-WEO)
Gráfico 6. Comercio de mercancías (% del PIB mundial, 1988-2021, FMI-WEO)
El
quinto y último punto es una recesión mundial. La coyuntura se caracteriza por
un marcado declive relativo de la hegemonía estadounidense, con una rivalidad
sistémica con China que se perfila en el horizonte tras una larga fase de
financiarización, con una reestructuración sectorial de la economía mundial en
la que el sector tecnológico es el polo dominante y el agotamiento de las
fuerzas dinámicas de la globalización. Se está produciendo una transformación
sistémica, pero no se trata de un rejuvenecimiento del capitalismo que allane
el camino hacia una nueva fase de expansión. La larga recesión de las economías
de altos ingresos 14 se
vio compensada, durante un tiempo, por la rápida recuperación de China. Sin
embargo, desde la crisis financiera mundial, el crecimiento también se ha
desacelerado en China. Se ha producido una desaceleración secular de la
economía mundial, al sumarse China a la larga recesión de las economías
occidentales (gráficos 7 y 8).
Gráfico 7. Crecimiento del PIB mundial(variación anual y tendencia, 1980-2024, FMI-WEO)
Gráfico 8. Crecimiento del PIB de China y del G7 (variación anual y tendencia, 1980-2024, FMI-WEO)
En
resumen, el capitalismo tardío actual es un capitalismo en desaceleración. Las
fuerzas de la financiarización y la globalización que lo sostuvieron hasta la
gran crisis financiera se están agotando, mientras asistimos a un cambio
tectónico del poder productivo mundial hacia China y a una reorganización de
las empresas estadounidenses en torno al sector tecnológico. Estos son los
parámetros básicos sobre los que se mueve el factor Trump.
2. Un cuento de hadas para multimillonarios reaccionarios
Con el afianzamiento de la extrema
derecha en la cima de la mayor potencia mundial, estamos condenados a volver a
leer lo que escribieron sobre ella quienes vivieron la era fascista del siglo
XX. Esto nos recuerda inmediatamente el nombre del gran economista polaco
Michal Kalecki. Su famoso artículo de 1943, “Aspectos políticos del pleno
empleo”, sostiene que “la resistencia a la política de gasto gubernamental como
tal se supera bajo el fascismo por el hecho de que la maquinaria estatal se
encuentra bajo el control directo de una combinación de las grandes empresas y
los arribistas fascistas”. Este régimen político específico implica que
desaparecen los principales obstáculos políticos a los beneficios futuros de
los capitalistas. En primer lugar, ya no existe la amenaza de la incertidumbre
de un futuro gobierno elegido democráticamente y hostil a las empresas, ya que
“bajo el fascismo no hay gobierno próximo”. En segundo lugar, no hay motivos
para temer que la disminución del ejército de reserva de mano de obra favorezca
un malestar laboral masivo, ya que “la disciplina en las fábricas” y la
“estabilidad política” bajo el pleno empleo se mantienen gracias al “nuevo orden” 15, y que
la represión política sustituye a la presión económica del desempleo.
Este
sólido marco ayuda a comprender por qué los mercados se alegraron tras la
elección de Trump y se mantienen, en el momento de escribir este artículo, en
niveles récord a pesar de que la incertidumbre alcanza máximos históricos en la
mayoría de los ámbitos 16. A
primera vista, los inversores no parecen especialmente preocupados por el
agravamiento del déficit presupuestario, que alcanza niveles propios de tiempos
de guerra. Apuestan porque los recortes fiscales, la privatización y la
flexibilización regulatoria impulsarán los beneficios tanto por el lado de la
demanda como de la oferta, mientras que los obstáculos políticos planteados por
los sindicatos y los movimientos sociales se mantendrán bajo control y la
izquierda será eliminada de forma duradera –¿no prometió Trump durante la campaña
electoral “expulsar a los comunistas y marxistas” 17–?
Además, la dureza imperial y la diplomacia transaccional podrían acorralar a
los competidores extranjeros y forzar la apertura de nuevos campos de
acumulación para el capital estadounidense.
En
la medida en que este entusiasmo neofascista refleja una derrota de la
izquierda y un impulso imperial rejuvenecido, tiene una base racional. Según
una de las figuras más destacadas de Silicon Valley, Marc Andreesen, el giro
hacia la derecha de las empresas fue una reacción a lo que algunos líderes
empresariales percibieron como un poderoso movimiento anticapitalista de Nueva
Izquierda que se extendió desde los campus universitarios a raíz de la guerra
de Irak y la Gran Crisis Financiera y radicalizó a la fuerza laboral en la era
poscovid 18.
Luego,
durante la pandemia, el Estado proporcionó transferencias sustanciales a las y
los trabajadores, algunos de las cuales se sintieron empoderados para expresar
nuevas demandas. Y después, la administración Biden tomó una serie de medidas
progresistas; entre ellas, una dura aplicación de las leyes antimonopolio bajo
el liderazgo de Lina Khan en la FTC, un intento de coordinación internacional
de la fiscalidad de las empresas y un cierto apoyo a la remobilización sindical
y la acción climática, ya que la política industrial volvió a estar en boga con
la IRA [Inflaction Reduction Act]. Desde la izquierda, este tímido avance no
fue motivo de alegría, pero bastó para que la derecha capitalista
estadounidense, acostumbrada a una completa domesticación de las fuerzas
sociales, se sintiera amenazada por la creciente presión popular y abandonara
los principios democráticos, humanitarios, ecológicos y progresistas que había
defendido formalmente hasta entonces.
Hasta
qué punto los capitalistas pueden soportar restricciones más sustanciales a su
autonomía decisoria es contingente, dependiendo de la relación de fuerzas entre
las clases y las expectativas de las distintas fracciones. La elección de Trump
y la prisa por apoyar al nuevo presidente entre la comunidad empresarial
sugieren que en la clase capitalista muchos pueden aceptar un mayor
autoritarismo.
3. El desmoronamiento del capitalismo global
Una de las características más
notables de la nueva administración es su postura abiertamente nacionalista,
tanto en su política antimigratoria en el frente interno como en sus ataques
abiertos al sistema multilateral en el frente internacional, con especial
atención al comercio.
El
amplio paquete de aranceles a la importación anunciado por el presidente
estadounidense Donald Trump el 2 de abril de 2025, el día de la liberación, fue un momento crucial para esa
agenda, con dos componentes principales. El primero es un arancel general del
10 % aplicado a las importaciones de
todos los países.
El segundo es el denominado arancel recíproco. Los niveles anunciados
inicialmente son el resultado de la siguiente fórmula: la mitad del déficit con
respecto al total de las importaciones de un país determinado, expresado en
porcentaje, donde tanto el déficit comercial como las importaciones se refieren
únicamente a los bienes, y no a los bienes y servicios.
¿Cómo
evaluar esta medida? La saga de los aranceles sigue su curso, con retrasos,
exenciones y negociaciones sobre acuerdos bilaterales, por lo que no está del
todo claro cuál será el punto de llegada. Inicialmente, el enfoque contundente
e indiscriminado asustó a las y los inversores, pero a mediados de julio de
2025, los mercados bursátiles recuperaron con creces sus pérdidas. Tras el
acuerdo con China y la acumulación de exenciones, estas y estos parecen
considerar que Trump siempre dará marcha atrás si los daños a la economía
estadounidense son lo suficientemente importantes, una estrategia conocida en
los mercados como Taco, acrónimo de Trump Always Chickens Out (Trump siempre se acobarda).
Si se aplicaran los aranceles elevados, las finanzas y las empresas
reaccionarían con dureza, pero el camino es largo desde el ruido sobre los
aranceles hasta su aplicación efectiva.
Tampoco hay que exagerar el carácter
disruptivo de la postura de esta administración en materia comercial, ya que el
alejamiento de Estados Unidos del libre comercio se venía gestando desde hacía
años. La guerra comercial con China se inició bajo la primera administración
Trump y no se redujo bajo la de Biden. Además, Estados Unidos viene expresando
su descontento con la OMC desde el cambio de milenio, ya que su capacidad para
garantizar los resultados deseados se ha visto drásticamente reducida por el
auge de China y otras potencias emergentes. Como resultado, saboteó la
institución. Como explicó Kristen Hopewell, Estados Unidos
comenzó a bloquear todos los nuevos nombramientos para el Órgano de Apelación
(OA) a medida que expiraban los mandatos de sus jueces (miembros). Desde diciembre de 2019, con seis de sus
siete puestos vacantes, el OA no ha tenido suficientes jueces para resolver las
disputas. Desde diciembre de 2020, los siete puestos están vacantes. Al
bloquear los nombramientos para el OA, Estados Unidos ha inutilizado el
mecanismo de aplicación de la OMC 19.
Y dejó impotente a todo el operador de regulación comercial.
Por
último, las sanciones económicas han contribuido a frenar la dinámica del
comercio, fragmentando progresivamente la economía mundial, ya que el número de
sanciones y la diversidad de sus fuentes han aumentado drásticamente en los
últimos 15 años 20.
Sin
embargo, incluso después de estas salvedades, se puede afirmar que la política
comercial de Estados Unidos durante el primer semestre de 2025 fue el último
clavo en el ataúd de lo que Panitch y Gindis denominaron Capitalismo global 21. El
horizonte regulador de este proyecto, desplegado en la segunda mitad del siglo
XX, era la indiferenciación entre capitales extranjeros y nacionales, es decir,
la utopía de la igualdad de trato para todos los capitalistas. Esta idea, que
fue un factor poderoso en la movilización mundial de las clases dominantes en
torno a este proyecto liderado por Estados Unidos, es rechazada abiertamente
por la actual administración en favor de un enfoque de juego de suma cero de la
economía política internacional. Con esta administración, como afirma Vivian
Balakrishnan, ministro de Asuntos Exteriores de Singapur, el giro hacia el
interior de Estados Unidos ha trastocado el sistema comercial mundial
existente: “El arquitecto, el planificador maestro, el desarrollador del
sistema multilateral de integración económica basado en normas ha decidido que
ahora es necesario emprender la demolición total del mismo sistema que
creó” 22. Como
resultado, la mayoría de los países de Asia, Europa, el Golfo y otras regiones
están intensificando sus esfuerzos diplomáticos para construir un sistema
comercial menos dependiente de Estados Unidos.
Los
objetivos explícitos de los aranceles son impulsar la producción nacional,
crear puestos de trabajo y generar ingresos para el presupuesto federal 23. Según
este argumento, la economía estadounidense se habría visto debilitada por la
competencia mundial, debido a una amplia gama de prácticas comerciales
desleales por parte de otros países, pero, desde un punto de vista más
estructural, debido a la sobrevaloración del dólar como consecuencia de su
amplia demanda derivada de su condición especial de moneda de reserva 24. Hay
muchos problemas que no pueden analizarse en el limitado espacio de este
documento. Mencionemos solo que el comercio de bienes solo representa una parte
de los diferentes tipos de actividades comerciales del siglo XXI, mientras que
el comercio de bienes intangibles es enormemente beneficioso para Estados
Unidos, por lo que, en general, el panorama general es menos desequilibrado 25. No
obstante, las consecuencias de este modo de integración comercial han sido
especialmente perjudiciales, tanto para la clase trabajadora estadounidense
como para el espacio de desarrollo de los países más pobres, mientras que han
beneficiado a un puñado de empresas especializadas en actividades intelectuales
y protegidas por disposiciones especiales en el contexto de los denominados
acuerdos de libre comercio 26.
Otra
cuestión se refiere a la comprensión errónea del funcionamiento del dólar
global. El déficit comercial de Estados Unidos no es necesario para respaldar
el suministro de dólares que se requiere a nivel mundial por motivos de
precaución o simplemente para financiar actividades comerciales y de inversión
denominadas en dólares sin que ello implique una contrapartida residente en
Estados Unidos. En primer lugar, la compra de letras del Tesoro de alta
liquidez por parte de inversores extranjeros puede compensarse con la compra de
acciones y otros activos de alto rendimiento en el extranjero por parte de
inversores estadounidenses en el extranjero, lo que en conjunto genera ingresos
positivos para la economía estadounidense 27. En
segundo lugar, la liquidez mundial del dólar también se mantiene gracias a
los eurodólares –pasivos denominados en dólares
emitidos por entidades no estadounidenses– sin ningún vínculo directo con la
cuenta corriente de Estados Unidos 28.
En
última instancia, la razón de ser de la agresiva política comercial de Estados
Unidos es intentar calmar las tensiones sociales internas imponiendo mayores
costes al resto de economías, incluso a corto plazo, gracias a los ingresos
procedentes de los aranceles comerciales. También tiene por objeto impedir que
China tome la delantera a largo plazo en capacidad productiva, con especial
atención a las tecnologías avanzadas y a la solidez de la base material más
amplia de la economía, incluidas las industrias pesadas y el acceso a los
recursos naturales. Durante décadas, los dos países fueron en gran medida
complementarios, lo que en general benefició a sus respectivos capitalistas,
pero la reducción de la brecha por parte de la economía china los ha situado en
una peligrosa vía de confrontación 29, cuya
dinámica se acerca más a las rivalidades imperialistas de la vieja escuela que
al espíritu cooperativo del imperio informal de Panitch y Gindins. El aumento
de 150 000 millones de dólares en el gasto en defensa –un incremento del 13 % entre 2025 y 2026 30– es un indicio preocupante de esa tendencia. Por último, los aranceles
son también una herramienta punitiva utilizada para forzar la relajación de la
regulación de las empresas tecnológicas, una cuestión persistente con la UE.
Este es también el caso del Brasil de Lula, pero allí la cuestión de la
regulación de las plataformas se suma a la injerencia política directa. Los
aranceles del 50 % están motivados sobre todo por el apoyo al expresidente Bolsonaro 31. En
ese contexto, no son más que una forma de sanción económica para enfrentarse
políticamente a otras naciones.
4. El tecnofeudalismo en escena
En un artículo reciente con Benjamin
Braun 32, hemos
detallado las numerosas antinomias que atraviesan la coalición de Trump, entre
las que destaca la polaridad entre nacionalismo e internacionalismo. Gran parte
de las empresas estadounidenses, incluidas las mayores transnacionales, las
minoristas, las finanzas tradicionales y las grandes tecnológicas, desconfían
de cualquier forma de obstáculo a sus operaciones globales. En términos más
generales, existe una falta de mediación política entre la facción MAGA y las
diversas facciones del capital. Como resultado, el proceso de toma de
decisiones de la administración es muy errático y la situación general es
políticamente inestable. Para evitar que se abran disputas demasiado grandes o
para reactivar el apoyo popular, existe una probabilidad nada desdeñable de que
se produzca una radicalización hacia la derecha del régimen estadounidense o una
agresión exterior abierta hacia un vecino o hacia China para provocar una
movilización en torno a la bandera, algo aterradoramente parecido al fascismo o
a una guerra a gran escala en sentido literal.
Pero
la perspectiva de El Capitalismo
tardío invita a mirar los acontecimientos actuales a través del
prisma de las relaciones entre el cambio tecnológico y las relaciones de
producción. Más concretamente, siguiendo la intuición de Mandel, deberíamos
profundizar en el carácter inquietante del impulso hacia la hipersocialización
y la automatización de las relaciones capitalistas. Teniendo en cuenta la falta
de perspectivas inmediatas para el socialismo, debemos afrontar la posibilidad
de una involución regresiva del capitalismo, lo que yo he denominado la
hipótesis tecnofeudal 33.
El
síntoma principal de tal metamorfosis sería una dislocación de la autonomía
política relativa del Estado bajo el dominio del capital digital. La tendencia
general es la siguiente: 1) la monopolización del conocimiento va de la mano de
la centralización de los medios algorítmicos de coordinación de las actividades
humanas, es decir, la hipersocialización; 2) en ausencia de un contrapeso por
parte del poder público, da lugar al desplazamiento del poder de organizar la
sociedad hacia las manos de las grandes empresas tecnológicas; 3) el corolario
es la extraordinaria y creciente capacidad de estos actores privados para
influir en el comportamiento individual y colectivo y, como resultado,
sustituir las relaciones mercantiles por otras neotributarias.
Esta
sección sigue esta hipótesis para interpretar la huella cada vez mayor del
sector tecnológico que ya se está produciendo en Estados Unidos. Con el
desmantelamiento de la globalización que se ha comentado anteriormente, este es
el cambio más significativo que se está produciendo, ya que el sector
tecnológico está adquiriendo atributos cruciales del poder estatal y
sustituyendo a las finanzas como estructura dominante.
Carta blanca para la IA
Una indicación espectacular de esta
tendencia se dio ya el 20 de enero de 2025, el día de la toma de posesión 34. Tras
una ceremonia a la que asistieron los principales directivos del sector
tecnológico, Trump firmó una serie de órdenes ejecutivas, entre ellas la
revocación de un mandato de la era Biden que obligaba a “los desarrolladores de
sistemas de IA que supongan un riesgo para la seguridad nacional, la economía,
la salud o la seguridad pública de Estados Unidos a compartir los resultados de
las pruebas de seguridad con el Gobierno estadounidense” 35. Si
bien las autoridades públicas tenían anteriormente cierta influencia en los
avances en la frontera de la IA, ahora se ha eliminado esta mínima supervisión.
La filosofía de la administración sobre este tema es inequívoca, como aclaró el
vicepresidente J. D. Vance: “Creemos que una regulación excesiva del sector de
la IA podría acabar con una industria transformadora justo cuando está
despegando, y haremos todo lo posible para fomentar políticas de IA favorables
al crecimiento” 36. El
espectro de China a la cabeza de la carrera se menciona habitualmente como
justificación. En ese contexto, las empresas tecnológicas intentaron conseguir
una moratoria de diez años para la regulación de la IA a nivel estatal a través
de la One Big Beautiful Bill. No lo consiguieron, pero están
presionando para que se adopten medidas federales que establezcan normas que
las protejan de la supervisión pública a nivel estatal 37.
Más allá de las peripecias, el elemento decisivo es que la administración presidencial y la mayoría republicana están convencidos de que la tecnología más disruptiva de nuestro tiempo no necesita una regulación estricta, a pesar de las numerosas advertencias sobre el impacto que puede tener en la esfera pública, en los mercados laborales, en la salud, en la creatividad y en la seguridad en general. La verdadera amenaza no es la fantasía de una inteligencia artificial general (AGI), sino más bien una depredación y una instrumentalización generalizadas del intelecto general 38. Si bien la automatización del trabajo intelectual daría lugar a una gran descalificación de la mano de obra y de la ciudadanía en general, seguir por la senda actual de la monopolización del conocimiento y del control privado sobre los medios automatizados de coordinación social conduciría a una concentración masiva de la riqueza y del poder político, similar al del Estado, en un puñado de megacorporaciones tecnológicas.
El control de la administración
En relación con esto, el anuncio de
la creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), dirigido por
Elon Musk, fue un segundo indicio de la experimentación de una nueva forma de
articulación entre la tecnología y el Estado. La medida inicial se basó en una
reorganización de los Servicios Digitales de Estados Unidos, creados bajo el
mandato de Obama para integrar los sistemas de información entre las diferentes
ramas del Gobierno federal. Esto proporcionó al DOGE un acceso casi ilimitado a
los datos no clasificados de todas las agencias gubernamentales. Su primera
misión era “reformar el proceso de contratación federal y restaurar el mérito
en la función pública”, garantizando que las y los empleados estatales tengan
un “compromiso con los ideales, valores e intereses estadounidenses” y “sirvan
lealmente al poder ejecutivo” 39. Al
afirmar que este plan “integrará las tecnologías modernas”, esta orden fomentaba
la incorporación de máquinas para la supervisión política de los funcionarios
federales. La salida de Elon Musk tras su enfrentamiento público con el
presidente de Estados Unidos no puso fin al asalto a los organismos públicos.
El Tribunal Supremo permitió que se llevaran a cabo los despidos masivos
iniciados por DOGE, y tecnólogos sin experiencia siguen operando en todos los
organismos gubernamentales e impulsando un despliegue torpe de herramientas de
IA 40.
No
existe ningún truco tecnológico mágico para agilizar el proceso administrativo
y mucha gente en Estados Unidos considera que las medidas adoptadas son muy
perjudiciales para las capacidades del Estado estadounidense. Aún es pronto
para evaluar el alcance de la huella tecnológica privada en las operaciones
gubernamentales y en qué medida afecta a la integridad del proceso
administrativo. Sin embargo, los primeros indicios sugieren que es muy profunda
y que el riesgo de violaciones de datos no es insignificante. Según el The New York Times, tras la implementación de DOGE,
empresas tecnológicas como Palantir obtuvieron varios contratos, entre ellos con
el IRS, encargado de la recaudación de impuestos, la Seguridad Social y el ICE.
Las herramientas implementadas en estas diversas ramas del Gobierno pueden
utilizarse fácilmente para consolidar datos y utilizarse en contra de los
derechos humanos y políticos fundamentales 41.
Otras noticias sugieren que DOGE no es un caso aislado. El nombramiento de cuatro altos ejecutivos de Meta, Palantir, Open AI y Thinking Machines Lab como altos mandos del Ejército es una medida muy inusual en la era moderna, ya que se les ha entregado uniformes para altos directivos del sector privado. Según Military.com, un sitio web especializado, la iniciativa “se perfila como un punto álgido, la última señal de la creciente relación del Ejército con Silicon Valley, una conexión que se está caldeando rápidamente y que se está convirtiendo en una preocupación creciente para los legisladores preocupados por la influencia y el cabildeo de las grandes tecnológicas” 42. El desarrollo de la IA en Estados Unidos está muy relacionado con el aparato de seguridad nacional estadounidense, pero las capacidades de planificación de las grandes tecnológicas parecen tomar la delantera 43.
El emergente poder monetario de la tecnología
La relajación de la supervisión
administrativa sobre la IA y la creciente huella de las empresas tecnológicas
en el proceso administrativo estadounidense son dos indicios parciales de un
proceso emergente de colonización privada del poder estatal. Sin embargo, esos
elementos, aunque significativos, son demasiado preliminares y parciales para
ser decisivos. Podría decirse que el cambio más significativo se está
produciendo en el ámbito monetario.
Durante
la primera mitad de 2025, el estatus del dólar estadounidense como moneda de
reserva mundial indiscutible, lo que los marxistas denominaban dinero mundial 44, se ha
visto seriamente dañado. Ya en febrero, el director de inversiones de la
gestora de activos francesa Amundi señalaba: “Cada vez se hacen más cosas que
podrían empezar a erosionar la confianza. Y, al fin y al cabo, el estatus del
dólar estadounidense también está vinculado a esto: la confianza en el sistema
estadounidense, en la Reserva Federal, en la economía estadounidense”45.
En las semanas siguientes, esta amenaza apenas velada comenzó a materializarse
con varios episodios de tensiones en los mercados bursátiles y de bonos y un
retroceso del dólar.
Dado
que la Administración pretende debilitar el valor del dólar, se trata de una
característica de su política, no de un error. Mientras tanto, apuesta por lo
que Eric Monnet denominó criptomercantilismo 46 para
preservar la centralidad del sistema del dólar. La ley GENIUS crea un marco
regulatorio para sustituir el sistema tradicional del dólar por monedas
estables vinculadas al dólar. Para Scott Bessent, secretario del Tesoro de
Estados Unidos, “las criptomonedas no son una amenaza para el dólar. De hecho,
las monedas estables pueden reforzar la supremacía del dólar”, ya que podrían
acabar siendo uno de los mayores compradores de bonos del
Tesoro estadounidense 47. El
objetivo es preservar la centralidad del dólar y apoyar la demanda de bonos
públicos estadounidenses sin fortalecer el dólar.
Sin
embargo, no está claro que este plan vaya a tener éxito, y no existe un
sustituto obvio del dólar como moneda de reserva mundial; ni el euro, ni el
renminbi, ni el oro, ni las criptomonedas están a la altura de las
circunstancias por el momento. Esto sugiere que nos dirigimos hacia un mundo
sin un activo seguro a nivel mundial, una configuración que aumentará la inestabilidad
financiera, tanto a nivel nacional como internacional, y a la fragmentación del
sistema financiero mundial 48.
Hay
algunos indicios de que el nuevo sistema monetario internacional emergente
probablemente conducirá al “auge de las zonas de moneda digital estructuradas
en torno a la interconexión tecnológica” 49. En
ese contexto, las plataformas sociales y comerciales dominantes están bien
equipadas para disputar el poder monetario de la autoridad pública y eludir las
fronteras nacionales. De hecho, dado que el grado de liquidez es el factor
determinante más importante de la monetariedad, las entidades cuya infraestructura
digital pueda transmitir más transacciones se convertirían en las grandes
ganadoras; las monedas ofrecidas por las plataformas transnacionales podrían
resultar cada vez más atractivas, situándose en lo más alto de la jerarquía
monetaria mundial. Empresas como Amazon, Wal-Mart, Facebook y X están
elaborando planes para desarrollar sus propias monedas estables, y no es
difícil imaginar cómo el aumento de las tenencias en esas carteras corporativas
podría dar lugar a una sustitución de la moneda, lo que provocaría una pérdida
de control de muchos bancos centrales y reguladores de todo el mundo sobre su
sistema financiero y, en última instancia, sobre sus economías.
Ya en 2021, Benoît Coeuré, entonces miembro del Banco de Pagos Internacionales, lo expresó sin rodeos: en lo que respecta a la moneda digital, “la madre de todas las cuestiones políticas no es la competencia internacional, sino el equilibrio de poder entre los gobiernos y las grandes tecnológicas a la hora de configurar el futuro de los pagos y los derechos y el control de los datos relacionados” 50. Con su estrategia criptográfica, la administración estadounidense pretende que el Estado puede ganar la competencia internacional promoviendo las monedas estables de las grandes tecnológicas sin perder el poder monetario definitivo frente a los actores privados. Queda por ver si el Estado estadounidense será capaz de controlar a las futuras bestias monetarias. Pero no hay duda de que las empresas tecnológicas privadas están a punto de añadir una nueva capa de poder soberano a sus ya bien dotadas capacidades similares a las del Estado.
5. Aperturas
Las direcciones tomadas por la
administración Trump y la forma en que afectan a la configuración capitalista
se han examinado en tres dimensiones. En primer lugar, las clases dominantes
estadounidenses aprovechan esta oportunidad para afianzar su poder de clase con
enormes ganancias fiscales, la represión de la izquierda y la compresión de la
demanda de la clase trabajadora. En segundo lugar, la agenda nacionalista ha
puesto en desventaja a muchas facciones del capital, especialmente a aquellas
cuyas operaciones y beneficios dependen de las cadenas de suministro globales,
de la mano de obra migrante, de las operaciones en China o del papel del dólar
como activo seguro. Sin embargo, aunque la administración parece ajustar su
agenda para responder a esas demandas empresariales, la visión nacionalista
general que articula y su postura de confrontación con China son incompatibles
con la perspectiva global del capital y están generando una gran reorganización
de las relaciones internacionales. No obstante, es evidente que algunos
segmentos, en el sector de la defensa y las finanzas privadas, se están
posicionando para beneficiarse de ello. Por último, la tecnología está
acelerando su diferenciación entre capitales y su apropiación de atributos
propios del Estado, creando y desplegando capacidades de las que los gobiernos
en general dependen cada vez más. En este frente, la evolución actual en
Estados Unidos sugiere que, a diferencia de China, no existe la voluntad de
frenar este poder mediante una fuerte supervisión pública. Más bien, todo lo
contrario.
Desde
la perspectiva de El Capitalismo
tardío de Ernest Mandel, el significado de Trump es
profundamente ambivalente. Por un lado, confirma que el capitalismo no se está
rejuveneciendo, sino que, como anticipó Mandel, está envejeciendo, lo que
significa una pérdida sistémica de dinamismo que acelera las tensiones de
múltiples maneras. La brutalidad es un síntoma de un callejón sin salida: la
imposibilidad de avanzar en las promesas de beneficios compartidos de la modernización,
lo que alimenta un giro hacia un peligroso juego de suma cero. En un momento en
que se aceleran los desastres climáticos, la negación de la perturbación
ecológica debe interpretarse como una simple renuncia al futuro capitalista. De
hecho, como afirma un miembro del Consejo de Administración de Allianz, “una
vez que alcancemos los 3 °C de
calentamiento (...) el riesgo no podrá transferirse (no habrá seguros), no podrá
absorberse (no habrá
capacidad pública)
y no podrá
adaptarse (se superarán
los límites físicos (...). El sector financiero tal y como lo conocemos dejará
de funcionar. Y con él, el capitalismo tal y como lo conocemos dejará de ser
viable” 51.
Esta
agenda reaccionaria es un acelerador de desastres que no solo se opone
brutalmente a los intereses inmediatos de la clase trabajadora, sino que
constituye un ataque contra la dignidad humana. Lo mismo puede decirse del
ultra restringido grupo social de capitalistas tecnológicos que, junto con las
finanzas privadas, constituyen la facción del capital más activa que respalda
la agenda de Trump y se beneficia en mayor medida de las medidas estructurales
de esta administración. Sin embargo, y lo que es aún más peligroso, esta parte
del experimento de Trump no es estrictamente reaccionaria, sino más bien visionaria
en el sentido distópico. Su feudalismo tecnológico es una respuesta a la
conclusión de Mandel sobre la contradicción dentro del capitalismo que surge de
la hipersocialización en el capitalismo tardío. Él esperaba nuevas relaciones
de producción emancipadoras, pero estas se mueven hacia una dislocación del
mercado mundial liderada por las empresas hacia feudos digitales privados
altamente integrados internamente.
Estratégicamente,
esta nueva situación supone una gran derrota para los liberales globales, cuyo
triunfo en las últimas décadas ha dado lugar a esta terrible situación
política. Por el contrario, es un gran éxito para la izquierda socialista en su
versión del Partido Comunista de China. Esta organización es el único organismo
político, junto con la Iglesia católica, que articula, por un lado, una visión
a largo plazo para un mayor florecimiento humano y, por otro, una capacidad
real para influir en el curso de la historia. Para la izquierda democrática
occidental, las implicaciones son claras. En primer lugar, debe iniciar o
apoyar frentes contra la reacción trumpista y sus avatares en otros lugares,
contribuyendo a la construcción de bloques sociales nacionales que articulen la
defensa de los intereses de las clases populares, junto a los derechos
democráticos y el compromiso con una civilización ecológica. Esto último
representa una afinidad política sobre la que construir una posición a favor de
una postura cooperativa con China. Y esta es la segunda tarea, cuyo objetivo es
tanto desescalar inmediatamente las tensiones geopolíticas como sentar las
bases para la cooperación en cuestiones ecológicas, sanitarias y de desarrollo
urgentes a nivel mundial. Por último, pero con mucho solapamiento, la izquierda
debe recuperar las capacidades del Estado defendiendo el principio de la
soberanía digital para las personas y el planeta 52. Si no
se les contrarresta rápidamente, la monopolización del conocimiento y de las
capacidades de coordinación por parte de las grandes tecnológicas privará
pronto a las instituciones políticas de cualquier relevancia.
Como
indican estos breves elementos, el capitalismo ha ido demasiado lejos. Es
demasiado tarde para su rejuvenecimiento. La paradoja es que, mientras que las
fuerzas socialistas subjetivas en Occidente son históricamente débiles, la
radicalización hacia la derecha, el trayecto de los liberales y el éxito de
China abren un enorme espacio para la política socialista.
Julio
de 2025
Cédric
Durand es economista, profesor de la
Universidad de París XIII y autor de Tecnofeudalismo. Crítica de la
economia digital.
*Agradecemos
a Socialist Register el permitirnos copublicar este
artículo que saldrá en su revista de noviembre.
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Fuente: https://vientosur.info/el-capitalismo-demasiado-tardio-ernest-mandel-en-la-era-trump/
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