Lima 1968. Víctor Mazzi T. y Artidoro Velapatiño durante un recital poético.
Artidoro Velapatiño
Conocí a Víctor Mazzi Trujillo, en 1966, cuando él vendía libros en un puesto ubicado en las escaleras que conducían al comedor de estudiantes de la Escuela Normal Superior, que después de una ardua lucha con huelgas y marchas, se convirtió en Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta.
Víctor vendía libros de política, ciencias sociales, pero sobre todo de literatura. En alguna de nuestras primeras conversaciones, me enteré que él era un famoso poeta obrero. Yo le mostré algunos de mis primeros poemas y él me animó a seguir escribiendo y me recomendó algunas lecturas. Muy pronto congeniamos, así llegué a saber de la existencia del Grupo Intelectual Primero de Mayo, del cual Víctor había sido fundador junto al poeta obrero Leoncio Bueno y otros intelectuales obreros como Eliseo García, José Guerra Peñaloza y Carlos Loayza.
Pronto me convertí en su asiduo visitante, donde se suscitaban amenas charlas sobre literatura, pintura, arte, política, pedagogía o de lo que sea, y donde concurrían estudiantes y docentes. Se sumaba a la conversación Ricardo Respaldiza1, era de aquellos maestros que prolongan su cátedra más allá de las aulas. También el novelista Oswaldo Reynoso, aunque no tuve la suerte de tenerlo entre mis maestros, porque yo soy de la especialidad de Matemática. Él fue uno de mis primeros lectores críticos y consejeros. A veces pasaban por ahí Juan Gonzalo Rose, Ricardo Dolorier Urbano; el profesor Rojas Penas. Solían detenerse para charlar un rato Guillermo Deli y Luis Yañez2, Y como no, el Rector Juan José Vega, a quien mis compañeros de promoción de la especialidad de Historia lo recuerdan con cariño y agradecimiento. En fin, gente de alguna trascendencia, si no caía por ahí, al menos resbalaba.
Cuando tenía algún tiempo en las
noches lo iba a visitar a su casa en Chosica, (¡hermosa casa!, con sus árboles
de palta mexicana, eucaliptos y carrizales) ubicada a orillas del río Rímac. Un
largo callejón conducía a la casa del poeta. Allí conocí a doña Justina
Huaycuchi, esposa de Víctor, querendona y bondadosa como ninguna, pero
trabajadora y firme en sus decisiones y a sus seis hijos.
Víctor tenía en su sala una pequeña mesa se trabajo, con su máquina de escribir Remington, un viejo sillón y un famoso sofá donde pernocté infinitas veces. Había también un tocadiscos y por allí estaban algunos libros y una ruma de discos de 45 y 33 r.p.m. y también viejos discos de 78 r.p.m. que se ejecutaban en una vieja victrola.
Víctor escribía sus poemas a mano
con lápiz o con una pluma metálica mojando en un tintero. Cuando usaba su vieja
máquina de escribir, lo hacía usando un sólo dedo: el índice de la mano
derecha. Había adquirido cierta habilidad con esa extraña manera de escribir y
lo hacía a una velocidad notable.
Yo a veces le llevaba mis poemas
para recibir su crítica que era severa, aunque sin la rigurosidad de Segundo
Cancino, porque a veces era condescendiente conmigo, porque tenía fe en que
mejoraría. Con otros jóvenes era implacable.
Nuestras conversaciones eran
largas. Él me contaba su niñez y sus experiencias como obrero, siempre con el
fondo musical de jazz, tango, música clásica o folklore. A veces me leía poemas
de Hesíodo, Luis Cernuda, Nazim Hikmet, Elvio Romero, Carlos Oquendo de Amat y
luego comentábamos. A veces me acompañaba David Valenzuela. Muchas veces
teníamos que culminar la conversación, porque tenía que volver a la residencia
estudiantil de la Universidad La Cantuta.
Durante esa época, La Cantuta
vivía una brillante etapa, con excelentes profesores en todas las
especialidades. Al menos en Matemática teníamos a Roberto Velásquez, que no
solo era connotado matemático, sino lector de Omar Khayyam, de Buda, Albert
Camus, Marcel Proust y conocedor de las Ciencias Sociales. Nicanor Cáceres
Lozano, Alberto Cáceres, Carlos Cabrera Gen, Olinda Zúñiga, Gloría Sánchez y
como profesores visitantes a César Carranza Saravia (reformador de la enseñanza
de la matemática), José Tola Pasquel, Francisco Miro Quesada Cantuarias (quien
nos dio las bases de la lógica matemática). Y en letras ni qué decir, estaban
Oswaldo Reynoso, Washington Delgado, Juan Gonzalo Rose, Ricardo Dolorier, Luis
Yáñez, Octavio Rojas, Guillermo Daly. Antes estuvieron: Luis Jaime Cisneros,
José María Arguedas, Manuel Moreno Jimeno, Alejandro Romualdo, Francisco
Carrillo y Javier Sologuren.
Indefectiblemente había un ciclo
de cine club todos los martes, a veces Víctor se quedaba a ver las películas y
compartíamos nuestros criterios. Ahí tuvimos ocasión de ver los clásicos
rusos: Pasaron las grullas, El sol sale para todos, El tercer tiempo,
Hamlet, La balada del soldado, La carta que no se envió. El neorrealismo
italiano; Ladrón de bicicletas, Roma ciudad abierta, Rocco y sus hermanos,
La dolce vita, Dos Mujeres. El free cinema con películas como: El
sirviente, El llanto del ídolo, Eva. La nueva ola francesa; La gran ilusión,
Puerto de lilas, Muelle de brumas. El cine clásico norteamericano; Scarface,
La diligencia, Un rostro en la muchedumbre, Nido de ratas. El Acorazado
Potemkin no se pudo ver, estuvo prohibido por la censura del gobierno de
Fernando Belaúnde. Morir en Madrid también estaba prohibido debido a la
fuerte influencia de Francisco Franco en Perú3.
Me hice muy amigo de Egúzquiza,
muchas veces le ayudaba a proyectar las películas los días martes. Muchos años
después, pude evocar estas escenas con ocasión de ver Cinema Paradiso. Los
últimos semestres de mi permanencia en la Universidad La Cantuta llevé como
curso de actividad: Apreciación de Cine, teniendo como profesores a ALAT
(Seudónimo de Alfonso La Torre) y Hugo Bravo.
También había conferencias de
toda índole: allí tuvimos ocasión de escuchar a Víctor Andrés Belaúnde, Mario
Villarán, Héctor Cornejo Chávez, José María Arguedas, Luis Guillermo Lumbreras,
Luis Millones Santa Gadea y otros importantes intelectuales. Eran celebres las
polémicas entre Luis Lumbreras, Luis Millones con Juan José Vega.
Los días jueves eran muy
especiales porque se realizaban recitales de poesía donde participaban César
Calvo, Alejandro Romualdo, Reynaldo Naranjo, Mario Florián, Gustavo Valcárcel,
Javier Sologuren, Arturo Corcuera, Washington Delgado, Francisco Bendezú, Antonio
Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Juan Cristóbal, Marco Martos, Luis Hernández y
muchos otros que no recuerdo. También participaban Víctor Mazzi, Leoncio Bueno,
José Gutiérrez del Grupo Intelectual Primero de Mayo.
A mediados de 1967, junto a
Eduardo Ibarra, Magno Dueñas, Teodoro Stucchi, Oswaldo Pacheco pasamos a
engrosar las filas del Grupo Intelectual Primero de Mayo, donde estaban activos
aparte de Víctor, Leoncio Bueno, Jesús Ángel García, Víctor Ladera, Carlos Olivera
el «Marqués de Oliveira», José Gutiérrez (Sergio Tea), Gladys Basagoitia,
Miguel Carrillo, Jorge Bacacorzo, entre otros.
|
Eduardo Ibarra, además de buen
poeta (dominaba los poemas breves), estaba muy influenciado por Pablo Neruda en
sus inicios, es un gran polemista y era uno de los ideólogos del GIPM y
encargado de defender nuestra posición en algunas polémicas con los de Hora
Zero y otros grupos que por entonces existían. Teníamos gustos e
inquietudes coincidentes y además era uno de los pocos que le gustaban la
ironía y el humor. Al principio no le gustaba mucho el jazz y cada vez que
Víctor ponía algo de jazz en su tocadisco le decía: «Víctor jazz tas jodiendo».
Después se convirtió en un fanático coleccionista de este género musical. |
Magno Dueñas, aunque escribía
versos y llegó a publicar en el GIPM, era sobre todo un buen tenor y siempre le
solicitábamos que cante Granada, o Torna a Sorrento. Participaba bastante en
los recitales.
Teodoro Stucchi, entrañable poeta
y ensayista, albañil, vivía en una humilde habitación de la Parada junto a sus
libros y su máquina de escribir. A él le dediqué el poema Del albañil y su
badilejo que pone albas las paredes. Era callado y reservado. Congeniamos
mucho.
Oswaldo Pacheco, muy buen
cuentista de ciencia ficción, era un asiduo concurrente a las reuniones del
GIPM y muchas veces nos enfrascábamos en largas discusiones sobre teoría
literaria y política. Nunca fue sectario en sus opiniones políticas.
Leoncio Bueno, junto a Víctor uno
de los más destacados poetas obreros fundadores del GIPM, gran conversador y
muy noble en su trato. Creo que es una de las grandes voces del GIPM. En su
taller de mecánica automotriz El Tungar (recuérdese su poemario Al
pie del Tungar) ubicado en Breña, nos reuníamos los sábados a las 4 p.m.,
reuniones que se prolongaban hasta muy entrada la noche. Allí los miembros del
GIPM daban lectura de sus creaciones en poesía, cuento y ensayo y eran
sometidos a una feroz crítica donde Víctor y Leoncio, eran los supremos jueces.
A veces concurría Spencer O’Connor (intelectual inglés radicado en Chosica) que
era el más despiadado crítico y despotricaba contra la abundancia de poetas jóvenes
en el Perú4. Las reuniones en El Tungar eran acompañadas de enormes
tazas de té con canela y clavo de olor y panes con poesía (pan francés de doble
dimensión cortado en dos pero sin nada dentro). En estas reuniones Víctor daba
rienda suelta a sus amplios conocimientos de literatura proletaria, matizadas
por Leoncio que era otro gran conocedor, muchos de los asistentes aprendieron
ahí más de literatura y arte en general que en las aulas universitarias.
Leoncio además era y es un magnífico cocinero. Muchos años después, aquí en
Tacna en 1980 me volví a encontrar con Leoncio, nos saludamos efusivamente y
conversamos, larga y tendidamente. Lástima que él ya no estaba en el GIPM (es
un decir, porque nunca dejó ni puede dejar de ser un auténtico y gran poeta obrero)
por absurdas controversias que no vale la pena recordar.
Jesús Ángel García, poeta que
poseía una prodigiosa memoria porque declamaba largos poemas suyos en los
recitales sin papel. Él decía que no sabía escribir y dictaba sus poemas a sus
hijos. (Aunque, Víctor confidencialmente me dijo, que eso no era cierto, que si
sabía escribir y leer). Excelente amigo y gran preparador de cócteles y tragos.
Todos recordábamos su extenso poema que empezaba y terminaba con: «Nadie sabe
lo que es ponerse /el cuerpo todos los días.»
Víctor Ladera, también fundador,
poeta, gran viajero estuvo en Europa y Cuba, siempre laborando como obrero y
sin dejar de escribir. Debatía bastante con Víctor sobre cuestiones
doctrinales. Tuve ocasión de presentar un poemario suyo, al concurso convocado
por la ACUNI en 1968 y algunos años después me hizo conocer su casa y a su
esposa e hijo en Ñaña (Chaclacayo). Era también un conversador muy ameno.
Carlos Olivera, el «Marqués de
Oliveira», abogado y excelente cuentista, gran bebedor y célebre por sus
aventuras después de memorables trancas. Una vez se puso a andar sobre los
techos del barrio El Pedregal (Chosica) y cayó en una casa, encima de una
pareja en su tálamo nupcial, armándose un escándalo de la gran flauta. Otra vez
en la puerta del célebre bar El Palermo se puso a danzar sobre el techo de los
automóviles estacionados frente al bar. Tuvo que intervenir la policía. Una vez
se nos escapó en la puerta de El Palermo y aunque lo buscamos hasta el amanecer
no pudimos encontrarlo. Teodoro Stucchi lo rescató al día siguiente en La
Parada sin saco ni zapatos. Era un tipo inteligente, gran fabulador de
historias y proyectos muy ingeniosos, que rara vez los trasladaba al papel.
Con José Gutiérrez me unía además
del GIPM, una gran amistad, coincidíamos en muchos aspectos. Además de las
clásicas reuniones en la casa de Víctor y en El Tungar nos reuníamos en Lima,
junto al intelectual y pintor Maya, radicado en Argentina, y juntos
planificamos una obra teatral donde los personajes de los comics se escapan y
actúan por si solos. Fue un interesante ensayo, aunque no se llegó a plasmar.
Eran más interesantes las discusiones que el mismo proyecto en sí. El firmaba
en el GIPM como Sergio Tea; acudía a las reuniones junto a su novia y después
esposa Sonia Araujo, notable pintora y escultora.
Gladys Basagoitia, poeta e
intelectual, radicada en Italia, fue una de las primeras integrantes femeninas
en el GIPM, Víctor me la presentó por los años 70 y conocía su poesía por las
publicaciones del GIPM. Muchos años después, - el 2008-, nos volvimos a
encontrar aquí en Tacna, ella ya anciana leyó sus poemas en el Zeit. Tuvimos un
encuentro muy efusivo recordando al GIPM.
Miguel Carrillo, notable poeta y
periodista, gran conversador y animador del GIPM, vivía cerca a El Tungar, y a
veces, las reuniones sabatinas eran en su casa, complementadas por chifas y
tallarinadas que compensaban el pan con poesía. En todos los recitales que él
participaba, el público clamaba: ¡Currículum! ¡Currículum!, su más
celebre poema (Léanlo, está en la Antología de poesía proletaria,
prologada y preparada por Víctor Mazzi y presentada por Paco Carrillo).
A Jorge Bacacorzo, lo recuerdo
poco, porque muy raras veces acudía a las reuniones del GIPM. Alguna vez
acompañé a Víctor a visitarlo en su casa. Conozco su notable producción y sé
por Víctor su participación en las heroicas jornadas de Arequipa, que está
testimoniada en su poemario Las eras de junio.
1967 fue un año muy trascendente
en muchos acontecimientos: La conversión de la Escuela Normal Superior Enrique
Guzmán y Valle, en Universidad Nacional de Educación. La muerte del Che Guevara
el ocho de octubre, la guerra del Vietnam. Por supuesto, lo más notable fue la
heroica desaparición de Ernesto Guevara. En La Cantuta se realizaba un congreso
estudiantil de la Federación de Estudiantes del Perú. Se hizo un alto para
rendirle homenaje. El GIPM estaba invitado para participar en el recital, como
actividad cultural del evento. El pintor huantino Lama, estudiante de La
Cantuta en aquel entonces, pintó un gigantesco mural del Che. Ese año
participamos en muchos recitales y actividades culturales.
En 1968 ya graduado como profesor
de Matemática, empecé a trabajar en el Colegio Nacional Víctor Andrés Belaunde,
ubicado en Santa Catalina, La Victoria. Por supuesto, que no dejé de visitar a
Víctor casi todos los sábados para pasar el fin de semana en su casa. Ya no
tenía las limitaciones de cuando era estudiante de La Cantuta. Ahí conocí más a
Víctor y a su familia y a los demás integrantes del GIPM que lo visitaban los
sábados: Eduardo Ibarra, José Gutiérrez, Oswaldo Pacheco, el marqués de
Oliveira, David Valenzuela que caía algunas veces, Víctor Ladera, algunas veces
llegaban Leoncio Bueno y el compositor Manuel Acosta Ojeda y Ana María Béjar.
Es la época en que conocí más a
fondo la creación literaria de Víctor y a través de él a Nazim Hikmet, a
Federico García Lorca (cuya poesía escuchábamos a través del gran Jorge
Mistral, en especial el Romancero Gitano y el célebre Llanto por
Ignacio Sánchez Mejía, quizá una de sus inmortales elegías junto a las Coplas
de Manrique y la Elegía a Ramón Sijé), a Miguel Hernández y al entrañable
poeta paraguayo, Elvio Romero (amigo personal de Víctor y célebre biógrafo de
Miguel Hernández), a Luis Cernuda, a Luis de Góngora, al abuelo instantáneo de
los dinamiteros (Vallejo dixit) Francisco de Quevedo, a Sor Inés de la Cruz, a
Hesíodo, a Antonio Machado, a Juan Gelman, a Vicente Aleixandre, entre otros
muchos. Víctor además de leer con emoción y énfasis matizaba las conversaciones
con innumerables anécdotas y respondía a nuestras acuciosas preguntas. Tenía
una información bárbara, no sólo sobre literatura proletaria, nos hablaba con
la misma desenvoltura de Walt Withman, T.S. Eliot, Ezra Pound, John Keats,
Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Bertold Brecht (a quien ya leía desde la
Academia Preuniversitaria de la Federación de Estudiantes de la UNSCH). Y por
supuesto, cada lectura y conversación escuchando jazz. Ahí estaban: Bix
Beiderbecke y su inmortal corneta, Louis Armstrong y su trompeta con voz ronca
y rasposa, Billie Holiday con su voz dulce y débil pero potenciada por la magia
del micrófono, Bessie Smith la más grande cantante del Blues, Duke Ellington
genial creador y director de orquesta donde cada integrante es a su vez
estrella, el inmortal y genial renovador Charlie «Bird» Parker y su saxo alto,
-para quien el entrañable Julio Cortázar escribió El perseguidor (su
biografía) y el gran Clint Eastwood lo eternizó con su filme Bird-; las
celebres cascadas pianísticas de Erroll Garner. El saxo tenor de Coleman
Hawkins, Lester Young, Stan Getz (mi favorito) y un largo etc, etc, etc. En
guitarra Charlie Christian, el gitano Django Reinhardt, Wes Montgomery, entre
otros. Nat King Cole en su fase jazzística, no cuando se convirtió en comercial
y populista. Mención aparte merece el gran trompetista Miles Davis y su canto,
silente y de protesta, innovador del jazz y del rock, el primero en fusionar
ambas vertientes con talento y creatividad, a quien Víctor le dedicó varios
poemas. También traté de homenajearlo en Orfeo, después de los infiernos.
Todo lo que sé de jazz lo aprendí de Víctor.
Pero no sólo era jazz lo que
escuchábamos, también era el tango5, del cual Víctor tenía una
envidiable colección, especialmente de Aníbal Troilo, Carlitos Gardel, Libertad
Lamarque, la entrañable Tita Merello y sobre todo Julio Sosa. Yo soy hincha del
Tango desde la primaria, porque en las radiolas serranas nunca faltaban tangos
y música mejicana. Y también era folklore latinoamericano, especialmente
argentino. Pero sobre esto, mis conocimientos iban casi a la par con los de
Víctor, porque también yo desde estudiante de secundaria me había gustado mucho
todo lo referente a folklore y había coleccionado folklore peruano en primer
lugar, mejicano y argentino, especialmente Atahualpa Yupanqui y los
Chalchaleros. Pero con Víctor pude conocer también folklore colombiano,
chileno, venezolano y paraguayo. A través de él pude conocer a nuevas figuras
del folklore argentino como Carlos Di Fulvio, Los Cantores de Quilla Huasi, los
Fronterizos, Julia Elena Dávalos, los Hermanos Dávalos, entre otros muchos.
En abril de este mismo año,
recuerdo un importante evento en la casa huerta de Víctor: organizamos un
almuerzo con tarjeta de invitación y aportación de solidaridad, al que
asistieron Juan José Vega (Rector de la Cantuta), Álvaro Villavicencio, Oswaldo
Reynoso, Francisco «Paco» Carrillo, las secretarias de J.J. Vega, Martín Oré
(Presidente de la Federación de Estudiantes de La Cantuta) David Valenzuela y
otros más que no recuerdo. Entre los miembros del GIPM, Víctor, como anfitrión
junto a su esposa Justina, Leoncio Bueno, Eduardo Ibarra, Jesús Ángel García,
Magno Dueñas, José Gutiérrez, Teodoro Stucchi, Oswaldo Pacheco, Víctor Ladera y
el Marqués de Oliveira quien en realidad fue el verdadero organizador del
evento, porque el motivo central de aquel almuerzo fue rendir homenaje a César
Vallejo a través de un monumento que ese mismo día construimos, colocando una
piedra negra de regular tamaño sobre una enorme piedra blanca (fue idea del
Marqués) en el centro del huerto de Víctor a orillas del río Rímac. El objetivo
era publicar una plaqueta. En el evento, Leoncio Bueno se encargó de cocinar un
exquisito espesado de choclo con guitarra frita, un arroz con pato excelente y
una frejolada inolvidable y por supuesto chicha de jora norteña, previo
aperitivo de pisco, naranja y huevos que fue elaborado por el especialista:
Jesús Ángel García. Fue una reunión muy amena llena de poesía, música y
prolongada conversación.
Fue en este año que la Asociación
de Centros Federados de la UNI (ACUNI) organizó un concurso para obreros de
Poesía y Ensayo, donde tres miembros del GIPM acapararon los premios: En
Poesía: 1º puesto Víctor Mazzi, 2º puesto Eduardo Ibarra. En Ensayo: 1º puesto
Víctor Mazzi, 2º puesto Teodoro Stucchi. Según el jurado, en poesía no hubo
discusión: fue por unanimidad, pero en ensayo hubo algo de discusión: es
indiscutible que el ensayo de Víctor Mazzi sobre literatura proletaria era una
pieza maestra en erudición y manejo del lenguaje (y eso que Víctor sólo estudió
hasta el tercero de primaria); mientras que el ensayo de Teodoro Stucchi sobre el
papel de los intelectuales en las luchas proletarias era en opinión de Luis
Lumbreras (uno de los jurados) una magnifica muestra de intuición literaria y
política, hecha, como se dice a «puño limpio», sin mucha erudición, pero con
mucho sentimiento. Para nosotros, en el GIPM eso era secundario; lo importante
fue el triunfo absoluto del grupo. Como consecuencia de este acontecimiento nos
invitaron a muchos recitales: en la misma UNI, en la Universidad de San Marcos,
Agraria, La Cantuta y también en Barranco, en el famoso Puente de los Suspiros,
invitados por Catalina Recabarren y Melba Luna.
Ese año vino de visita al Perú
Gabriel García Márquez, quien acababa de publicar Cien años de soledad.
Por esta memorable ocasión hubo un cóctel de recepción de los escritores
peruanos y Víctor fue invitado como representante del GIPM. Entre el marqués de
Oliveira y Leoncio Bueno tramaron y acordaron vestir a Víctor con frac y
corbata michi a la cena. Alquilaron el traje adecuado y lo enviaron en taxi. El
caso es que todos los asistentes a la cena fueron vestidos de sport, -Gabo
incluido-, solamente el representante de la literatura proletaria estaba
vestido como para recepcionar a quien en 1982 ganaría el premio Nobel de
Literatura.
En octubre se realizó un congreso
de todos los miembros del GIPM, para renovar la Junta Directiva, actualizar los
estatutos y ratificar el manifiesto de fundación del GIPM. Recuerdo que
asistieron Víctor Mazzi, Leoncio Bueno, Jesús Ángel García, Eduardo Ibarra,
José Gutiérrez, Carlos Loayza, Luis Cohaila, Gladis Basagoitia, Víctor Ladera,
el marqués de Oliveira, Oswaldo Pacheco, Manuel Acosta Ojeda y algunos otros
que ya no recuerdo. Se discutió bastante, hubo momentos tensos, porque
aparecieron las primeras manifestaciones de un cisma que vendría poco después.
Aunque se terminó el evento superando las discrepancias, se ratificó el acta de
fundación y se hicieron algunas modificaciones a los estatutos. Al final se
eligió la Junta Directiva presidida por Víctor Mazzi e integrada por Leoncio
Bueno, Eduardo Ibarra, Carlos Olivera y quien escribe esto. Lo que recuerdo
bien es el juramento que hizo Víctor a la flamante junta directiva: ¿Juráis por
los sagrados intereses del proletariado cumplir la misión que este magno
congreso os ha encargado? Respondimos a coro un enérgico: ¡Si Juro! y Víctor
prosiguió: Si así lo hicierais, el GIPM y el proletariado os premiarán, en caso
contrario ¡Os ajusticiaremos! Quedamos pasmados ante tal amenaza. Y Víctor,
como lo confesó después no había reparado en lo que dijo. Pero este evento
trajo como consecuencia el alejamiento definitivo de Leoncio Bueno, Jesús Ángel
García, Miguel Carrillo y otros.
Las reuniones que antes
realizábamos en El Tungar, fueron trasladadas a los días miércoles en la
noche, en el mítico bar El Palermo en la avenida La Colmena. A estas reuniones
asistían Víctor Mazzi como Secretario General, Eduardo Ibarra, Oswaldo Pacheco,
Víctor Ladera, José Gutiérrez, Magno Dueñas, Luis Cohaila, Carlos Oliveira.
Eran frecuentes los encuentros con Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Cesáreo
Martínez, algunos integrantes de Hora Zero como Jorge Pimentel,
Manuel Morales; Enrique Verástegui. A veces caían Juan Gonzalo Rose, Eleodoro
Vargas Vicuña con su característico ¡Viva la vida carajo! Una noche nos
preguntó quién era a nuestro parecer el mayor literato peruano a cada uno de
nosotros y cada uno respondió según su parecer y al final él nos dijo que el
mejor literato peruano y del mundo era ¡Eleodoro Vargas Vicuña!
Durante ese año tratamos de
publicar la revista Columna de Luz, que iba a ser un homenaje al Che
Guevara en el primer aniversario de su sacrificio, pero por una serie de
contratiempos no permitió que cumplamos dicho objetivo. Recién al año siguiente
pudimos publicar este cuaderno del GIPM.
Cuando nos invitaban a recitales
en San Marcos, la UNI o la Agraria, siempre terminábamos en El Palermo. A veces
del Palermo íbamos a Radio Agricultura donde Manuel Acosta Ojeda tenía un
programa cultural de 4 a 5 a.m. auspiciado por un infame pisco MASH donde leíamos
poemas, previa una corta entrevista de Manuel. Por el crudo invierno limeño
teníamos que beber el bendito pisco Mash, que creo costaba cuatro soles la
botella, pero por el auspicio nos salía gratis.
A Víctor también le gustaba jugar
el popular juego de dados crap, popularmente llamado «cachito». Una de esas
tantas noches en presencia de Ibarra, Pacheco y el marqués de Oliveira nos
enfrascamos en una partida de cachito, con fondo musical de puro jazz y con un
cañazo muy fino (contribución del marqués). Ahí Víctor nos enseñó sesenta y
tres variedades del cachito que nos llevó hasta las seis a.m. del domingo.
Una noche, creo era enero o febrero, cuando estábamos en una de las acostumbradas veladas literarias en la salita de la casa de Víctor sazonadas con un buen pisco, el ambiente en pocos minutos se inundó de agua turbia a gran velocidad y cada vez más turbulenta: era una de las crecidas del río Rímac. Todos los presentes, más los hijos de Víctor, empezamos a trasladar los libros y discos de Víctor al cuarto de Gilberto, hermano menor de Víctor, mientras doña Justina con justa razón reclamaba que rescatáramos primero cosas más útiles para la sobrevivencia. Al fin, al cabo de un par de horas, la inundación amenguó. Y la velada prosiguió en la habitación de Gilberto.
También este año ingresó al grupo
la poeta chiclayana Beatriz Moreno, que ya tenía publicado su poemario Palabras
para Hablarles. Nos acompañó en muchos recitales y actividades del GIPM. Estuvo
con nosotros hasta inicios del año 1972. Después desapareció como vino,
silenciosamente.
Paralelamente en Chosica también
desarrollamos una intensa actividad cultural, especialmente los días sábados
por la noche. En alguna de estas actividades, Víctor me programó para hablar de
la actividad cultural en el Sindicato de Obreros de la fábrica de calzado Bata
Rímac. Cuando le pregunté a Víctor que es lo debía exponer, él me aconsejó que
hablara de cuestiones generales y calculó que vendrían de quince a veinte
obreros, que a lo más duraría unos veinte minutos y no creía que harían
demasiadas preguntas. Pero grande fue nuestra sorpresa, porque vinieron unos
ochenta obreros que estaban muy informados sobre cultura sindical, habían leído
a José Carlos Mariátegui, Manuel Gonzáles Prada, Antonio Gramsci y en
literatura Máximo Gorki, Vasco Pratolini, Fedor Dostoievski, Antón Chejov, José
María Arguedas, Julián Huanay, entre otros. La actividad programada de siete a
ocho de la noche, se prolongó hasta casi las once. Víctor tuvo que auxiliarme
ante las interminables preguntas e intervenciones. Donde pude defenderme bien
era en lo referente a folklore, música social y de protesta y en los aspectos
de educación. Una vez concluida la actividad bebimos cocteles y cervezas y
seguimos conversando hasta las tres de la mañana. Fue una gran lección para mí
y aún Víctor dijo que quedó sorprendido del grado de conocimientos de los
obreros del Sindicato Bata Rímac.
1970 fue importante para el
grupo, porque ingresan al GIPM gente valiosa como el poeta piurano Alberto
Alarcón, excelente decimista con un estilo muy propio, Julio Carmona poeta de
gran brío y excelente declamador. Fue un buen refuerzo para el GIPM, después
que se habían apartado por voluntad propia gente muy valiosa. Al mismo tiempo
también ingresaron jóvenes estudiantes como Néstor Espinoza, Joaquín de los Santos,
Donald Jaimes, Pablo Vega, Hernán Parra, Raúl Soto. Con el aporte de estos
nuevos integrantes realizamos muchas actividades en Chosica y en Lima
comandados siempre por Víctor. Las reuniones en El Palermo se hicieron más
intensas y discutíamos ampliamente. También los sábados en la casa de Víctor en
Chosica. Estos nuevos integrantes eran sus asiduos visitantes.
Entre los años 1970 a 1972 había
bastante actividad cultural en La Cantuta, impulsadas por el Rector Juan José
Vega y una excelente plana de docentes. Yo visitaba con frecuencia mi
universidad y me encontraba con los nuevos integrantes del GIPM y programábamos
recitales, fórums, conferencias que estaban a cargo de Víctor, Julio Carmona y
Eduardo Ibarra. Y se armaban polémicas, pero de ideas, sin las batallas
campales que más tarde aparecieron, por la nefasta presencia de sectas
partidarias y empezó la debacle de La Cantuta.
El último año que permanecí en
Lima fue en 1973, en agosto vine a residir a Tacna por razones de trabajo, sin
saber que me quedaría a radicar hasta hoy en día. A insistencia de Víctor y el
decidido apoyo de Pablo Vega (quien fue mi editor), Donald Jaimes y Joaquín de
los Santos, publiqué mi segundo poemario, cuyo prólogo lo hizo con generosidad
Marco Martos. La presentación del libro fue en el SAYCOPE, gracias a Manuel
Acosta Ojeda, quien era secretario general. En la actividad hablaron Manuel
Acosta, a nombre de la institución, Marco Martos presentó oficialmente el libro
y Víctor Mazzi a nombre del GIPM.
Durante la fase de final
encuadernación y colado del libro nos sobraron algunos cartones y papel. Con
Donald Jaimes y Joaquín de los Santos preparamos un manuscrito fraguando un
viejo códice del siglo XVI e improvisamos un cantar de gesta en castellano
antiguo, que decía: «Homenaje a las fazañas del Caballero Andante Don Victor
Maese Troxillo, desde su nacimiento en Apata (Junín) hasta el nacimiento se su
sexto hijo Federixo, el mochacho de la sonaja roxa sobersiva», y se lo
entregamos. Víctor festejó la broma con su risa estereofónica de siempre.
También entre estos integrantes y Pablo Vega le propusimos a Víctor publicar
una antología de su obra poética que recogiera lo mejor de su creación. La
antología debía llevar el nombre Salvajismo, Barbarie y Civilización porque
pretendía ser un juicio crítico de su obra con justamente tres secciones. En
Salvajismo iban a ir sus primeros poemas de Guirnalda de canciones a
Chosica. En Barbarie iban ir sus poemas casi panfletarios como aquel que
empezaba con: Rosa camarada mía, / te entrego la luz de mi canción…, y en
Civilización irían sus poemas de madurez, donde el lirismo alcanza su más alta
impresión como el poema en homenaje a Jiri Wölker: Jiri Wolker/las jarcias en
altamar /las gaviotas en el muelle/y tu canto/que asiste en el rompeolas/de
nuestra clase obrera…, iba a ser prologado por Francisco «Paco» Carrillo.
Víctor compartía nuestro divertimento y él mismo sugería el destino de sus
poemas para determinada sección.
Como dije, en agosto de este año
vine a trabajar a Tacna por el INEDE y el PRONAMEC, para capacitar los
profesores de primaria y secundaria en Matemática, dentro del programa de
reforma educativa del gobierno de Velasco. Víctor me recomendó buscar a Livio
Gómez, quien ya residía en Tacna desde 1977 traje algunas publicaciones para
entregárselas. Livio me recibió muy bien y a los tres o cuatro días hizo un
comentario sobre el GIPM y mi persona, recordando la trascendencia de Víctor
Mazzi y Leoncio Bueno a quienes Livio conocía muy bien.
Con Víctor seguí comunicándome
mediante cartas y cuando iba a Lima, una de las primeras cosas que hacía era
visitarlo y preguntarle por las novedades del GIPM, que ahora tenía nuevos
componentes y tenían bastante actividad como viajes a Huancayo, Jauja, Trujillo,
Talara, Chiclayo y Cusco. Recuerdo que entre los años 1974 y 1975
hubo un congreso en Huancayo donde el GIPM tuvo descollante actuación a través
de Víctor Mazzi, Eduardo Ibarra, Julio Carmona y Alberto Alarcón.
En 1974 Víctor me notició que
estaba participando en un alucinante proyecto como actor de la película Allpa
Kallpa (La Fuerza de la Tierra), que trataba sobre las luchas del campesinado
del Cuzco por su reivindicación y denunciar los rezagos del gamonalismo, con el
cómico Tulio Loza entre los protagonistas. Las escenas más importantes se
filmaron en Huasao. Incluso me dijo que para mi había conseguido un papel: el
de opa que entre los campesinos, opa es un ser disminuido, pero escogido por
Dios. El proyecto empezó a concretarse bien, contaban con la participación de
destacados actores, entre ellos si mal no recuerdo estaba Delfina Paredes,
Hudson Valdivia, Zully Azurín. A Víctor le pagaron los pasajes por avión y lo
alojaron en un buen hotel. Pero ya desde el principio empezaron los problemas,
no se cumplió con las condiciones de contrato, se cambiaron los guiones,
entraron como actores gente de la farándula como Cuchita Salazar, Guillermo
Campos, Gladys Arista. Víctor se desvinculó del proyecto y junto a otros
actores retornó a Lima totalmente disgustado. Total, algo que iba a ser un
interesante filme dramático—social se convirtió en un drama—comedia
desdibujando su original intención de denuncia social. Al fin le adicionaron
escenas de marinera y otras por el estilo. Las escenas donde Víctor participaba
por supuesto quedaron totalmente eliminadas. Así finalizó esta breve incursión
de Víctor en el cine nacional.
Por esos tiempos Víctor seguía
con su puesto de venta de libros cerca del comedor universitario de La Cantuta.
Estuvo allí hasta febrero de 1977, año de la intervención militar a La Cantuta.
Víctor perdió su trabajo y muchos libros. En 1976 Víctor publicó el
importante libro Poesía Proletaria del Perú (1930—1976), que es una
antología con un estudio y notas y comentada por Paco Carrillo.
En abril de 1978 gracias al
auspicio y decidido apoyo del poeta Segundo Cancino publicamos el poemario de
Víctor, Memorial de un tiempo a otro dentro de la colección Mojinete
de poesía. También ese mismo año Víctor y yo codirigimos el único número de la
revista literaria Canto y Seña, siempre con el apoyo de Segundo Cancino.
Este mismo año, la Universidad
Nacional Jorge Basadre trajo a Tacna a Víctor Mazzi y Julio Carmona para dar
charlas y recitales. Fue grato encontrarnos con dos de mis compañeros del GIPM
después de varios años de actividad conjunta en Lima y Chosica. Aquí había
mucho interés de conocerlos tanto por los poetas tacneños como los estudiantes
de lengua y literatura de la UNJBG. Después de haber compartido actividades con
Víctor y con Julio, en la noche ya en mi cuarto, les pude hacer escuchar los
discos de Jacques Loussier Trio que es un combo de piano, contrabajo y batería
especialista en Johann Sebastián Bach transportado al jazz. A ambos les gustó
mucho porque no lo conocían. También tuvieron oportunidad de conocer la campiña
tacneña y en ella el vino tinto y la comida típica tacneña y las célebres
cantinas como el famoso Chancho Azul, El Porvenir, El Criollito, el Balalaika,
entre otros.
Entre los años 1979 y 1982 sólo
pude comunicarme con Víctor a través de la correspondencia. Por él sé que el
GIPM, con sus nuevos integrantes, desarrolló intensa labor con participación en
recitales, charlas, congresos y diversos eventos en Lima, Huancayo, Trujillo,
Cusco, Piura.
Entre los años 1983 y 1985 residí
nuevamente en Lima, con ocasión de estudiar una maestría de Matemática en la
PUCP. Volví a visitarlo en Chosica los sábados por la noche, tal como en antaño
lo hacía y nuevamente compartimos poesía y música (sobre todo jazz) en veladas
inolvidables. Tuve oportunidad de conocer a nuevos integrantes y algunos viejos
integrantes del GIPM que lo visitaban.
En una de estas visitas no
encontré su casa. ¿Qué había pasado? Su casa había sido totalmente arrasada por
una de las temidas crecidas del río Rímac y estaba entre los damnificados que
perdieron sus viviendas y gracias a su prestigio de buen vecino, al menos le
dieron una habitación con techo y puertas en el Coliseo de Chosica que habían
habilitado para la emergencia. A otros vecinos les dieron carpas. Pese a la
estrechez de su nueva residencia Víctor nos recibía con el mismo cariño de
siempre. Por esa misma época fue incorporado a tiempo completo en el proyecto
de investigación La generación del 50 en la Literatura peruana del siglo
XX con Miguel Gutiérrez como gestor y coordinador del mencionado proyecto,
la integraban los poetas Carmen Ollé, Félix Huamán Cabrera, Manuel Velásquez
Rojas y otros docentes de la UNE.
Por esos años, junto a Raúl Soto,
puso un nuevo puesto de libros en la sexta cuadra de la avenida Camaná en Lima.
Fue el nuevo lugar de encuentro para conversar y recordar los viejos tiempos.
Lo visitaban poetas, narradores, estudiantes. Allí tuve oportunidad de conocer
al gran Víctor Humareda a quien Víctor me presentó. En esa primera ocasión que
lo vi, Humareda al curiosear los libros que Víctor vendía, encontró un viejo
ejemplar de Poemas Humanos y dijo: ¡Vallejo no me gusta porque es muy llorón!
Al requerirle qué poetas le gustaban manifestó que Baudelaire, Rimbaud,
Whitman, que celebraban la vida. Ya después lo visitamos con Víctor y otros
miembros del GIPM en su casa taller en la ya mítica habitación 283 del Hotel
Lima, en La Parada, donde destacaban retratos y dibujos de su musa Marilyn
Monroe. Siempre íbamos por lo menos de a tres, porque era una zona peligrosa.
Por allí cerca vivía también nuestro amigo Teodoro Stucchi, miembro del GIPM.
Curiosamente constaté la falsedad de quienes, sin conocer al extraordinario
pintor, difundieron el mito de su alcoholismo: Humareda no tomaba alcohol, era
adicto al café con leche.
Este nuevo lugar del puesto de
libros de Víctor, tenía las mismas características de su puesto de libros del
Comedor de Estudiantes de La Cantuta, porque aquí también venían nuevamente
estudiantes y recibían las enseñanzas y consejos que como siempre, con
paciencia y dedicación, ofrecía el viejo maestro; y también era un centro de
encuentro con todo aquel dedicado a alguna forma de arte o política.
Por
esta época hubo ocasión que dos de mis maestros más queridos se conocieron
entre sí: El Doctor en Matemática suizo Eugen Blum y Víctor Mazzi, por supuesto
en una enorme cantina de la Plaza Manco Cápac, ahí también estaban Julio
Carmona, Eduardo Ibarra y el marqués de Oliveira. |
A principios de 1986 tuve que
retornar a Tacna a reincorpórame a la Universidad Nacional Jorge Basadre y
nuevamente la comunicación fue por correspondencia. Me enteré que había sido
contratado como promotor del Área de Promoción y Difusión de la Biblioteca y
Centro de Documentación de la Universidad Nacional de Educación bajo la
dirección del Dr. José Mendo Romero, reconociéndose así, por fin, todo el valor
que representaba el intelectual obrero Víctor Mazzi Trujillo.
1989 fue un año aciago para mí. A
mediados de febrero me avisaron que el domingo 12, Víctor había dejado de
existir. Ese mismo año murieron en cortos intervalos mis dos padres. Cuando
retorné a Lima en enero del dos mil cuatro, una de las primeras cosas que hice
fue visitar su viejo domicilio en el jirón Colombia de Chosica. Encontré la
casa totalmente reformada, pero siempre conservaba el viejo olor a paltos y
carrizales, tal vez por la perseverancia y el gran amor que ha puesto, Víctor,
su hijo y heredero del patrimonio cultural, de rescatar todo el trabajo; quien
además me recibió con gran cariño junto a su amable esposa. Tuve ocasión de ver
a la entrañable doña Justina, ya anciana, pero siempre cariñosa. Pedí a Víctor
que me llevara al cementerio de Chosica para dejar algunas flores en la tumba
del poeta.
He preferido hacer este
testimonio sobre Víctor Mazzi Trujillo, de lo que significó para mí como
persona, del entrañable e inolvidable amigo y maestro, y así también, de los
recuerdos del Grupo Intelectual Primero de Mayo, tan presentes en este poemario
que se edita en su memoria.
Tacna, octubre del 2011
Notas finales
1 Lo conocí cuando aún era en
estudiante secundario en Ayacucho y él dirigía la Escuela Regional de Bellas
Artes y nos dio una excelente clase de historia del arte a los alumnos de
quinto de secundaria. A su perdurable memoria dediqué la segunda edición, corregida
y aumentada de mi libro A TIEMPO COMPLETO que me publicó el poeta Segundo
Cancino en Tacna. Sus hijos Alfonso, Luis y José heredaron el arte y las
virtudes de este inolvidable maestro.
2 Cómo olvidar aquel magnífico
poema: «Nacer a la vida y ser apaleado/ Cruzar con urgencia la niñez/Y ser
apaleado /Creer en la felicidad /Y ser apaleado /Amar y ser apaleado /Estar en
la verdad /Y ser apaleado /Una pausa / Porque el lomo del hombre /No es tan
fuerte.»
3 Víctor Mazzi, Hugo Bravo,
Guillermo Daly, David Valenzuela y Egúsquiza, el técnico proyectista, tuvimos
el privilegio de verla en 1967, en una copia clandestina que trajo Juan José
Vega, en unos rollos, cuya carátula titulaba: «Alicia en el país de las
maravillas».26 27
4 Él contaba que en Bogotá daba
miedo pararse en una esquina porque todo el que se acercaba a uno era poeta.28
29
5 Pero quien nos llevaba lejos en
tango, era el chofer del Rector Juan José Vega (creo que apellidaba Sifuentes):
él fue quien nos dio cátedra de Tango de 6 p.m. hasta 6 am., en una inolvidable
noche de tango y caña pura. Se sabía al detalle todos los datos de la
grabación: los datos del autor, el año de grabación, las diferentes versiones,
los componentes de la orquesta, del cantante, en fin, todo.
Publicado por Víctor
Mazzi en 16:22 1
comentario:
Fuente: https://entrevistasvictormazzit.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario