domingo, 11 de diciembre de 2016

CORRUPCIÓN Y CAPITALISMO EN EL PERÚ




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Escribe: César Vásquez Bazán
El recordado cómico Alex Valle y la corrupción en el Perú, representada por su propio rol como funcionario público deshonesto y su sometimiento al poder político del ubícuo pero invisible Doctor Chantada


En las últimas dos décadas, la corrupción política se ha generalizado en el Perú. Los políticos usan en su provecho personal, económico o social, el poder del Estado que detentan por elección supuestamente democrática o por nombramiento de alguna autoridad estatal de grado superior. Ejemplos de esta afirmación pueden ser encontrados en todos los gobiernos del pasado reciente del país, en especial durante los regímenes de García Pérez y Fujimori. Además del anterior par de nombres, baste recordar los apellidos Montesinos y del Castillo Gálvez para proporcionar muestras de la generalización de la corrupción en ambas administraciones.

Cuando se hace la pregunta qué tienen en común García Pérez, Del Castillo, Fujimori y Montesinos, el peruano promedio contestará que los cuatro son ladrones descarados, políticos corruptos carentes de vergüenza, que utilizaron su ascenso al gobierno para enriquecerse y llenarle los bolsillos a una casta de allegados.

Ver en los altos mandos gubernativos autoridades putrefactas trae consecuencias gravísimas. Una de ellas es la que podría denominarse el “efecto demostración”. Si el presidente roba y no es objeto de ninguna sanción, ¿por qué no va a meter la mano el presidente del Consejo de Ministros? Si el premier es un ratero intocable, ¿por qué se va a comportar de manera diferente el ministro, el viceministro, los directores y subdirectores? Si las autoridades gubernamentales están corrompidas, ¿por qué no se van a enviciar los parlamentarios, el Poder Judicial, los militares y la policía? Y si todos ellos entran al cuento, ¿por qué no se van a pervertir los empresarios, los dueños de periódicos, los periodistas, los dueños de encuestadoras y, proyectándonos, la sociedad en su conjunto, es decir el país?

¿Cuál es el origen de la corrupción en el Perú? Sin duda, pueden proporcionarse diversas hipótesis. Nuevamente, podemos pedir la ayuda del peruano promedio. Interroguemos al hombre de la calle sobre qué otra característica, además de ser rateros, tienen en común García Pérez, Del Castillo, Fujimori y Montesinos. Se nos responderá que durante su gestión los cuatro favorecieron al gran capital –extranjero y nativo–, que entregaron los recursos naturales del país para beneficio de unos pocos, que promovieron la explotación del cholo barato, en una palabra que permitieron la existencia de un capitalismo salvaje basado en la expoliación de las mayorías y en el abuso de nuestras riquezas.

Pensemos sobre la sugerente respuesta que hemos obtenido. De acuerdo con ella, los políticos más corruptos del Perú contemporáneo, desde Leguía, se han distinguido por ser políticos procapitalistas. Parece una contradicción, porque siempre se nos masajea con el cuento que el capitalismo trae avances y mejoría social. La verdad es que los beneficios del sistema son apropiados por una minoría de minorías, es decir por los propietarios del gran capital, los dueños de las empresas y los altos funcionarios. Los de abajo sólo deben mirar qué bien les va a los de arriba.

Pero no nos apartemos de la cuestión acerca del origen de la corrupción y reflexionemos sobre la intuición que nos ha transmitido el peruano común y corriente. Hay una gran verdad en ella. Existe una relación directa entre la existencia y el crecimiento del capitalismo y la existencia y el crecimiento de la corrupción. No existe sistema económico que sea más corrupto que el capitalismo.

¿Por qué hacemos esta afirmación? Expliquémonos. En su esencia funcional, el capitalismo está basado en un acto de corrupción, que es el robo del trabajador por el capitalista. El capitalista no paga al obrero o al empleado el íntegro de su aporte a la producción de la riqueza. Se queda con una parte del esfuerzo de los trabajadores, porción sobre la que acrecienta su capital original y de la que proviene también su elevado nivel de consumo personal. El capitalismo asalta intrínsecamente a los trabajadores. Basarse en ese hurto, que es un acto de corrupción, es su condición de existencia y progreso.

La cosa no queda allí. Por diversas razones, el capitalista cobra a los consumidores más de lo que debería cargar por los productos que vende. Observemos el caso de las compañías que venden software de computación, que exigen decenas o centenas de dólares por programas cuyo costo marginal de producción no pasa de uno o dos dólares. Pensemos, sin ir más lejos, en cada uno de los actos de Telefónica vinculados con los precios que cobra al consumidor y la forma cómo lo hace. ¿Robo, no? En general, si el capitalista puede vender en diez, lo que pudo haber vendido con utilidad en dos o tres, lo que se obtiene es una ganancia extraordinaria. Estamos frente a un capitalismo basado en el asalto al consumidor.


Finalmente, el capitalismo también roba a la sociedad en su conjunto, representada por el Estado, institución de la que recibe concesiones de riquezas naturales, permisos de operación en el territorio nacional y protección militar, policial y legal. Por supuesto, a cambio, el capitalista luchará por pagar el mínimo posible de impuestos, a cuyo nivel bajísimo pedirá que se establezca un contrato de estabilidad tributaria

Se obtiene así una primera conclusión: el capitalismo en el Perú es, en esencia, un acto de corrupción. Está basado en el robo de los trabajadores, en el hurto a los consumidores y en el escamoteo a la sociedad en su conjunto. Dentro de la sociedad actual, el papel de los capitalistas es asaltar al prójimo, de manera generalizada y sistemática, pero refinada. El capitalismo es corrupto por naturaleza y la mejor manera que tiene para desarrollarse en países marginales como el Perú es mantener y acrecentar la corrupción.

Entonces, si el sistema económico sobre el que se basa la sociedad es corrupto, existe una elevada probabilidad que la sociedad en su conjunto y en sus demás facetas sea invadida por la corrupción. Puede entonces replantearse la cadena de la corrupción que se mencionó al inicio de este artículo. Si el gran empresario es un corrupto refinado, ¿por qué no lo va a ser también su estudio de abogados? ¿O su oficina de ingenieros? ¿O su agencia de turismo? Peor aún, si las grandes empresas roban en grande –baste recordar a las mineras extranjeras y nacionales y sus sobreutilidades–, las medianas y las pequeñas robarán a su nivel y en cuanta ocasión puedan.

Ante la realidad de las formas corruptas cómo funciona el capitalismo, los políticos deducen que si el sistema económico promueve la corrupción, si los empresarios son corruptos refinados y se llevan la riqueza en paila, ¿por qué nosotros, los gobernantes, que aseguramos a los empresarios una atmósfera propicia para sus negocios, no vamos a hacer lo mismo? Es cuestión de dividirnos el “mercado” de la corrupción. García y Del Castillo piensan para sus adentros: “Dejemos que los empresarios se llenen los bolsillos con negocios en el área de la economía; nosotros, los políticos, nos llenaremos los bolsillos con negocios que provienen de actos políticos, como contratos de concesión de recursos naturales, compras del Estado, consultorías, adquisiciones de servicios, etc.” 

El sistema capitalista de corrupción funciona a las mil maravillas. Yanacocha roba el oro peruano. Para sus adentros, Alan piensa: si Roque se la lleva en grande, ¿porqué yo no voy a robar con mis “conferencias”, con patrulleros chinos, computadoras, u hospitales? Del Castillo roba con Canaán, Castañeda roba con Comunicore, los medios de comunicación y las encuestadoras roban imbecilizando a sus lectores, oyentes o televidentes. 


El secreto que tienen los políticos de las clases gobernantes para enriquecerse se encuentra en permitir que las clases dominantes del sistema roben, que a cada gran empresario le caiga algo, que ninguno denuncie el sistema, que todos estén contentos, que nadie se salga de las reglas, que cada miembro de las clases dominantes esté bien aceitado. García roba mientras Roque pueda robar. García puede robar mientras Roque robe. García y Roque roban porque los miembros del Poder Judicial roban y, por ello, los dejan robar; los generales y almirantes también lo hacen. Todos para uno y uno para todos. Hoy por ti y hoy por mí.

Cuando discutamos la corrupción política en el Perú, recordemos que ella nace de un sistema económico deshonesto por naturaleza. La descomposición política que se observa en nuestro país se origina en un capitalismo delincuencial, vicioso y abusivo, que sustrae de los bolsillos de los trabajadores, los consumidores y el Estado, eso sí, manteniendo las apariencias formales de legalidad.

¿Queremos combatir la corrupción? No es casualidad que los políticos corruptos sean simultáneamente apañadores del gran capitalismo. Si aspiramos combatir a la corrupción, comencemos combatiendo el capitalismo del que proviene la corrupción. De esa manera también distinguiremos al verdadero luchador contra la putrefacción, que es aquel que denuncia y enfrenta al capitalismo corruptor y propone su reemplazo con un sistema en el que no exista la explotación del hombre por el hombre ni tampoco la explotación del hombre por el Estado.


© César Vásquez Bazán, 2013
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Marzo 3, 2013

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