SIGLO XXI - QUINTO LUSTRO - "Un nuevo orden emerge de la desintegración del capitalismo que irá reemplazando la célula económica (familia) por una nueva matriz reproductiva (comunas) que cumplirá funciones defensivas, judiciales, productivas y administrativas."
martes, 20 de julio de 2010
Gamaniel Blanco, luchador y mártir obrero
José Carlos Mariátegui y la delegación minera de Morococha. Bosque de Matamula, Santa Beatriz, Lima. Octubre de 1929. A su derecha, con traje claro, Gamaniel Blanco. Foto Ricardo Martinez de la Torre.
Nota Breve:
La clase obrera tiene sus prohombres entre los que destaca Gamaniel Blanco Murillo. Hombre con una filiación y una fe como José Carlos Mariátegui. Gamaniel es una de tantas víctimas del brazo asesino de la empresa privada: tomado prisionero es llevado al Frontón donde es torturado por orden expresa de Sánchez Cerro, en ese entonces Presidente del Perú. Gamaniel durante el día permanecía en una celda fría, y sin luz, recibiendo una sola ración de alimentos por día. Al promediar el mediodía lo desnudaban y castigaban hasta hacerle perder el conocimiento; al atardecer era conducido a una caverna al nivel del mar, conocido como el nombre de "lobera" donde le encadenaban de pies y manos a las rocas y lo dejaban allí de pie. En todo momento luchaba para no morir ahogado. Al día siguiente cuando la marea bajaba, los vigilantes lo sacaban tiritando de frío y maltrecho. Estas y otras atrocidades soportó heroicamente Gamaniel Blanco hasta que, producto de interminables torturas y cuando estaba por cumplir los 24 años, en plena flor de su vida, expira en la carceleta del hospital Guadalupe del Callao la madrugada del 16 de Abril de 1931.
Don Antonio Rengifo Balarezo, nos envía un breve esbozo biográfico de la pluma del Profesor César Pérez Arauco, publicado en el Blog Pueblo Mártir, que reeditamos en estas páginas.
20 julio 2010
EBM
Gamaniel Blanco Murillo
Gamaniel Blanco, luchador y mártir obrero
Los eléctricos latigazos de las tormentas, las lluvias inmisericordes y la silenciosa persistencia de la nieve, amainaban para mayo. En las capillas colmadas de cadenetas y quitasueños, los fogonazos de petardos y el triquitraque de los cohetecillos, alegraban a la gente fiestera del pueblo. Era la conmemoración anual de las cruces. En Huancapucro, San Atanasio, Curupuquio, San Cristóbal y Uliachín, rondallas danzarinas de chunguinos con sus atuendos de plata y pedrería; bembones y elegantes negritos de Huanuco; decrépitos bailantes de “Auquish Danza”; atrabiliarias comparsas de “Chunchos” de caretas de madera, con lanzas, flechas y macanas guerreras, bailando en homenaje al Santo Madero. El tercer día de aquel mes de mayo de 1907, nacía Gamaniel Blanco Murillo, hijo de Desiderio Blanco, natural de Dos de Mayo y Juana Murillo, del asiento minero de Vinchos. El acontecimiento quedó registrado en la Partida Nº 397 de libro de nacimientos de la Municipalidad del Cerro de Pasco. A insistencia de la madre, le pusieron el mismo nombre del hermanito muerto de pulmonía al nacer en 1904.
Sus estudios primarios, como todos los niños pobres de su tierra, los realizó en la única Escuela Municipal que funcionó bajo el amoroso rigor de dos insignes maestros, Ángel Ramos Picón y Antonio Martínez. Ellos modelaron su espíritu acucioso e inconforme. Él lo reconocerá más tarde. Por especial pedido de estos patriarcas magistrales, Gamaniel se inclinó por la docencia y, tras recibir la preparación correspondiente rindió brillantes exámenes que lo facultaban a ejercer el magisterio en calidad de PRECEPTOR.
Como era de esperarse, la Escuela Municipal que lo formó, fue la que lo recibió como flamante maestro. En este plantel que, andando los años, sería numerado con el 491, derramó toda su inquietud y su amor por la niñez. Aquí fue modelando el espíritu y el carácter de sus alumnos que, en reciprocidad, le otorgaban su cariño y respeto reverentes. Su labor proficua y ejemplar no se circunscribió a las cuatro paredes del aula, no; la extendió al pueblo todo. Se valió de periódicos, de conferencias, conversatorios y todos los medios a su alcance para nutrirlos con su talento. Fundó la Brigada de Boys Scouts, donde los niños efectuaban una acción positiva diariamente. El mismo, secundado por sus discípulos, se inscribe en la Liga local de Fútbol y Atletismo. No sólo había que nutrir el espíritu de los hombres, también era imperativo fortalecer sus cuerpos.
En los periódicos y revistas que hemos rastreado para escribir la historia de su vida, hallamos que Gamaniel era poeta de exquisita sensibilidad y lleno de calor humano; un periodista combativo que emerge el año de 1925, en octubre para ser precisos, cubriendo la información de aquella maravillosa hazaña que realizaron Teobaldo Salinas, Manuel Oyarzábal, Juan Manuel Beloglio y cuatro jóvenes más. En un heroico “Ford T” de aquellos años, trazaron la ruta titánica por donde se ha construido la carretera Cerro de Pasco – Lima (Vía Canta). En aquella oportunidad, Gamaniel, de dieciocho años, nos hace el registro de la odisea, día a día, constituyéndose en un extraordinario testimonio de las peripecias, las frustraciones y la lucha que desarrollaron aquellos esforzados pioneros. Nosotros la publicamos en LA TRAVESIA.
Todos los periódicos cerreños acogen sus versos cargados de emotividad lírica que trasuntan claramente las inquietudes de su alma juvenil. Casi todas sus creaciones iniciales son de rendido homenaje a la tierra que lo viera nacer.
Afincado en Morococha, entabla amistad con los más connotados luchadores de aquel lugar como Adrián Sovero. Fruto de su inquietud, utilizando el seudónimo de “Alcides Marín” publica: APUNTES MONOGRAFICOS DE MOROCOCHA, y la obra Teatral, GLORIA A LA MADRE.
Así llegamos al año de 1928, en que el notable pensador peruano, José Carlos Mariátegui, publica en AMAUTA y LABOR, las cartas de Gamaniel Blanco –su corresponsal–. Las denuncias del líder sindical son acogidas por Mariátegui y las respuestas de éste, van a acentuar el espíritu indomable y rebelde de Gamaniel que, con más denuedo, lucha por conseguir la reivindicación de los obreros mineros.
Gamaniel Blanco presidiendo el Primer Plenum de la CGTP. Octubre 1930. Foto, Diario La Crónica.
Como para seguir la batalla, era necesario despertar la conciencia dormida de los obreros, con su verbo de poeta y el ímpetu de su juventud, conmueve a los hombres instándolos a organizarse. Se constituye en uno de los primeros profesores de Educación Sindical que lleva su voz de justicia a Goyllarisquizga, La Oroya, Casapalca, Morococha y otros centros obreros que reciben su palabra con admiración y respeto, sumándose a la caravana de luchadores. Ese año funda, con otros combatientes, el Sindicato de Morococha. Allí inicia la primera huelga organizada porque la Compañía había rechazado el Pliego de Reclamos, sintetizada en los siguientes puntos: Aumento de Salarios; supresión del sistema de contratos; cumplimiento de la jornada de ocho horas; que el médico del hospital en que se atendían los obreros, hable castellano y no sólo inglés.
Recordemos que todo esto sucede al inicio de la gran crisis capitalista y, una vez surgida ésta, las condiciones de vida empeoraron para los obreros. Todo el Perú, especialmente el centro, está enardecido. El peso del capitalismo era descargado con fuerza cada vez mayor sobre el movimiento obrero y popular. Esto entonó las movilizaciones. “A lo anterior debía añadirse la alta concentración laboral del proletariado minero: cerca del 30% trabajan en la sierra central en los campamentos de la Cerro de Pasco Corporation. La mayoría de operarios procedían del valle del Mantaro, escenario de una importante movilización regional cuando los campesinos que sufrieron los efectos devastadores del humo y el relave de la fundición de La Oroya, apoyados por la burguesía mercantil local, por intelectuales como Nicolás Terreros, e incluso por un equipo de técnicos, emprendieron una serie de reclamaciones contra la empresa norteamericana. Aunque ubicado en cauces legales, fue un movimiento de gran envergadura que consiguió imponer a la empresa el pago de algunas indemnizaciones a los propietarios del valle. De esta manera, en la región central, a la vez que surgía el proletariado, se formaba un movimiento de claro perfil antiimperialista, todo lo cual acrecentaba la importancia del proletariado minero (FLORES GALINDO, Alberto – LA AGONIA DE MARIATEGUI- 1980:77).
El 12 de noviembre de 1930, se inaugura el Primer Congreso Minero del que iba a salir la Federación, siendo el principal organizador de este certamen, Gamaniel Blanco Murillo. Pero aquí comienza la represión. Al día siguiente, aprovechando la oscuridad de la noche, los dirigentes son arrancados de sus hogares y en la madrugada enviados al Frontón conjuntamente con los Delegados que se habían hecho presentes. Con el fin de amedrentar a los mineros que quedaban, el prefecto Santiváñez viaja a Morococha, a dirigir personalmente el operativo de detención de los líderes sindicales con Gamaniel Blanco a la cabeza. Ya en la plaza de Morococha -nos relataba don Juan Cortelezzi, compañero y amigo de Gamaniel allí presente-, envalentonado levanta la voz y en forma descomedida recrimina a los obreros asistentes; Gamaniel que allí se encontraba, pide a sus compañeros que lo levanten en hombros y valientemente replica al militar entre los aplausos del pueblo. Terminada esta osada actitud se retira a su escondite; pero aquí surge la figura del Judas, que siempre está presente en la vida de los grandes hombres. Como no podían dar con el escondite de Gamaniel; el Prefecto llama a los capataces mineros y en la oficina de la Superintendencia les dice: –Miren, lo único que el Gobierno quiere, es apresar a Gamaniel Blanco que es el causante de todos estos desórdenes ocurridos en el centro de nuestra patria. Y como sospechamos que alguno de ustedes sabe en dónde se ha escondido, vamos a recibir la información en el mayor secreto posible y, el que nos señale el lugar donde se encuentre escondido, será ascendido inmediatamente en la Compañía, aumentándosele el sueldo. Por supuesto, nadie se enterará de este acuerdo porque será hecho en el mayor secreto.
Al día siguiente – sigue contándonos don Juanito Cortelezzi – tocaron a la puerta del “gringo” y se presentó el traidor, un tal Ponciano Leyva, que pedía hablar con el Superintendente y con el jefe Militar a quienes dijo: –Esperando que cumplan con lo que han prometido, les voy a decir que Gamaniel Blanco está escondido en los altos de una casa en Morococha Vieja – En un papel dio los más mínimos detalles.
Después de proporcionar las señas correspondientes, el delator se retiró y, al momento una patrulla policial lo encontró en la troje de la casa de un obrero. De allí lo sacaron a culatazos y lo ataron para embarcarlo inmediatamente a Lima, de donde fue enviado al Frontón. Era el 10 de noviembre de 1930.
Cuando el delator se enteró del apresamiento de Gamaniel, se apersonó a la oficina del Superintendente a reclamar su ascenso y aumento de sueldo prometidos y se encontró con esta sorpresa. El gringo, indignado le dijo: –Mire, si usted ha sido capaz de traicionar y delatar a un hombre que, acertada o equivocadamente, está luchando por ustedes. ¿Qué puedo esperar yo que soy extranjero y no soy amigo de los obreros? Así que, en este momento queda usted despedido y tiene dos horas para que abandone Morococha, y si se resiste, yo haré conocer que usted es un vil delator y, lo que más le conviene es irse. A la puerta de su casa hay dos camiones para que transporte sus “cosas” (Relato de don Juan Cortelezzi Martel, compañero y amigo de Gamaniel Blanco).
Cuando la noticia del apresamiento se publica en los diarios de lucha del país, las voces de connotados líderes y periodistas cerreños se hace escuchar a los cuatro vientos. La voz enérgica de Miguel de la Matta; la indeclinable protesta de Andrés Urbina Acevedo, de Augusto Gayoso Picón; de los líderes de Morococha, La Oroya y del resto del Perú.
Transportado fuertemente custodiado al Frontón, es recibido con muestras de simpatía por los presos políticos que Sánchez Cerro había enviado a la isla. Por directa y especial disposición del tirano, el Director del Frontón, Hernando Arnáez Morla, el Subdirector, Ildefonso Torrico y el jefe de la Guarnición, Teniente Edmundo Bazo, orquestan las torturas y vejámenes contra el joven luchador. Para que la orden presidencial se cumpla, Edelmiro Portugal, sanguinario esbirro del “mocho”, viaja al Frontón a dictar las disposiciones criminales.
Durante el día, Gamaniel era sepultado vivo en una estrecha celda de cemento, sin luz y casi sin aire; condenado a dormir sobre el frío cemento, recibiendo una sola ración de la inmunda bazofia al día para que se alimentara. Al promediarse el mediodía, castigaban su cuerpo desnudo con enormes varas de goma hasta que perdiera el conocimiento. Al atardecer era llevado a la “lobera”, una caverna ubicada casi a nivel de mar, esculpida en la roca dura. Aquí lo engrillaban de pies y manos y lo dejaban, de pie. Al atardecer, la marea subía y, llegada la noche, ya le llegaba al mentón y, claro, no obstante el frío, tenía que luchar contra el acuciante sueño que si le vencía, irremediablemente moriría ahogado. Al día siguiente, cuando la marea bajaba, los custodios lo sacaban temblando de frío, rendido de sueño y con las huellas de los mordiscos de las alimañas del mar, y lo tiraban a la playa de donde los luchadores encarcelados lo recogían, le daban café caliente y lo hacían dormir, pero él, presa de terribles pesadillas, despertaba convulso y afiebrado, estremecido de temblores horrendos. Así, hasta que bien entrada la mañana, nuevamente lo llevaban a encerrar en su celda especial. Así, diariamente. ¿Cuántas veces sus lágrimas no se habrán mezclado con las salobres agua del mar? Llanto de rabia, de impotencia, de furia ante tanto abuso.
En las páginas de LOS ANDES del año de su muerte, se publica la siguiente creación. En ella podrá apreciarse claramente que en él se fundían claramente, de un lado la exquisita sensibilidad del poeta que más de una vez puso de manifiesto en sus versos; del otro, la bravura del joven luchador que sin ápice de cobardía hizo frente a tantas dificultades que encontró en la vida. En él se fundían entrañablemente. La dulzura y pasividad de un cordero ante la inmolación y la bravura del león que no se rinde ni herido. Leamos:
«Amoroso y tierno niño que me escuchas, voy hablarte del ser que más queremos en el mundo. –¿Cuál es? – será tu pregunta – pero ante mi respuesta permanecerás callado y meditabundo. Pues mi conversación trata sobre lo que es la MADRE.
La madre, niño, es el amor de nuestros amores; el don más preciado de la vida; el santuario del ideal más noble, bello y grande; la felicidad y el contento del hijo. Eso es la madre; eso es la mujer autora de nuestros días.
El niño y el hombre, aman a su madre con fervor muy grande, con toda la devoción de su ser, con todo el amor de sus entrañas. Ella vela por el hijo con cariño más puro y virginal: ora acariciándolo en horas de placer besando con sus santos labios la frente del tierno infante; ora meciéndolo en sus brazos al ritmo de sus trovas infantiles, para proporcionarle alegría al corazón de su hijo; ora dulcificando las horas de tristeza y llanto, que muchas veces suele tener el niño, con sus palabras tan dulces y armoniosas que brotan a raudales del fondo mismo de su corazón; ora cuidándolo desconsolada en las negras noches de dolor- si alguna desgracia sucede a su querido hijo- colmándolo de caricias y procurando así, curar sus dolores con el remedio santo de su amor; ora inculcando ejemplos de bien para todos sus semejantes; ejemplos de amor, de bondad para con los animales, plantas y demás seres creados por la naturaleza.
Las caricias de esa mujer que debemos llamarla bendita, son más dulces que el néctar de las flores primaverales; más ambicionadas que todas las dichas que se pudieran conseguir en el camino de la vida.
Ella participa de nuestras alegrías, de nuestros sufrimientos; ella lo sabe todo. Por eso, cuando el hijo llora, llora también ella; cuando el hijo está alegre y ríe, el corazón de la madre es un santuario de gozo. ¿Por qué será esto? Todo esto sucede porque ella ama, no con el amor ficticio ni pasajero, sino con el amor duradero y grande, con la misma esencia de ese don querido. En todas las épocas, en todas las edades, el hijo invoca el sagrado nombre de su madre. Niño amoroso: ama a tu madre con el fervor sagrado de tus entrañas; quiérela con toda tu alma, porque cumplir con ese deber, es cumplir con la ley más bella que Dios ha impuesto a los hijos. La madre nunca dice una mentira, nunca engaña; habla en todo momento palabras desnudas de egoísmo.
El amarla no sólo consiste en demostrar cariño, no. El amarla consiste, principalmente, en cumplir sus mandatos, obedecer sus consejos. Aquellos niños que no obedecen los consejos maternales, viven a su manera y con el transcurso de los años se constituyen en seres nocivos a la sociedad y a la patria, lo contrario sucede si el hijo es obediente, pues, en sus futuros días será la honra, el estímulo, la satisfacción de todos. Para su madre, será una gloria infinita. Por eso niño, mi consejo para ti es: Ama a tu madre, cumple sus consejos y labrarás la felicidad de tu futuro.» Gamaniel Blanco Murillo.
Como puede verse, Gamaniel Blanco Murillo amaba a su pueblo, amaba a su madre; sus rasgos de lucha demuestran claramente el enorme amor que profesaba a sus compañeros de infortunio, los obreros. Durante lo mejor de su juventud se había entregado abiertamente a la lucha por la consecución de las mejoras dignas para los mineros, sin embargo, aunque parezca mentira, uno de los teóricos del partido comunista, un tal Martínez de la Torre, en una carta enviada a Del Prado insistía en “formar inmediatamente células adheridas al Partido, que trabajen bajo la dirección del mismo. Si antes se había hecho el trabajo a partir de los dirigentes sindicales y respetando los planteamientos de éstos por más que pudieran parecer oportunistas; ahora se busca limpiar la organización de la influencia pequeño burguesa y chauvinista, procurando que en la dirección estén solamente los auténticos que demuestren un firme sentido de clase y una gran voluntad de acción, para lo cual hay que deshacerse de los pequeño-burgueses como Gamaniel Blanco y Adrián Sovero (…) la labor más interesante en este instante es demostrar a los camaradas mineros que no es un problema de nacionalidad sino un problema de clase. La explotación en las minas es un fenómeno netamente capitalista, completamente independiente de la religión, raza o país. A los mineros tiene que serles indiferente que el que extraiga la plusvalía sea la Cerro de Pasco Copper Corporation o el señor Proaño. La lucha se plantea, pues, para ellos, en un definido terreno proletario y por consiguiente de lucha de clases”.
Como fatalmente puede deducirse, ya Gamaniel no les servía a estos teóricos de pacotilla. Lo que buscaban eran autómatas asesinos que obedecieran a pie juntillas sus órdenes. Estos huidizos “luchadores”, traicionaron las más grandes aspiraciones de un hombre que, en todo terreno, los superó como luchador y como líder. Transcurridos los años, -lo hemos visto- la sangre y el sacrificio de Gamaniel fue capitalizado por estos traidores que postularon a cargos gubernamentales de la nación, felizmente sin éxito alguno. Bueno, sigamos.
Pocos hombres habrán sufrido como Gamaniel Blanco Murillo. Pocos habrán soportado el lacerante odio de sus carceleros por su amor a la justicia; por su indesmayable amor a los obreros, por su irrenunciable postulado de lucha. Por la traición infame de quienes debieron respaldarlo siempre. Las salvajes palizas diarias que le propinaban, sus nocturnos cautiverios en la “lobera”, su hermético encierro, no pudo ser resistido por su castigado cuerpo. Aquella aciaga mañana del 16 de abril, al cumplirse justamente el primer aniversario de la muerte de su maestro José Carlos Mariátegui, moría en la carceleta del Hospital Guadalupe del Callao, arrojando con los últimos vestigios de la generosa sangre de sus pulmones, el último grito de rebeldía que en su vida había sido su norte. Era la madrugada del 16 de abril de 1931. Moría en la flor de la vida. Estaba por cumplir 24 años.
La Oroya, noviembre 1930. Gamaniel Blanco (de pie, primero a la izquierda) observa los cadáveres de mineros de Malpaso. Foto Ygreda.
Inmediatamente, para ocultar el crimen, lo envolvieron en una sábana y, como una última limosna, lo entregaron a sus amigos para que lo enterraran. Su cuerpo está sepultado en el Cementerio Baquíjano, pero, desde aquel día, en cada recoveco de la mina, en cada galería poblada de lamentos, en cada espalda sudorosa y maltratada, hay un luminoso canto de justicia prendida en cada uno de los corazones mineros. El no ha muerto.
El monumento más grande que le ha erigido su pueblo lo constituye el Instituto Superior Pedagógico que lleva su nombre. Un sagrado lugar donde diariamente, en la lección tenaz y el esfuerzo fructífero, se está preparando la juventud que él tanto amó. No hay mejor monumento que éste, estoy seguro, donde la juventud le rinde diaria pleitesía luchando por una mayor justicia entre los hombres.
En la edición del 18 de abril de 1931, en LOS ANDES, la pluma flamígera y siempre valiente de Andrés Urbina Acevedo, dice:
ADIOS AMIGO
(A la augusta memoria del intelectual cerreño, Gamaniel Blanco, muerto en el Frontón, víctima del imperialismo).
¡Un golpe rudo y fiero acaba de asestarnos la fatalidad!…. ¡No solamente la crueldad de los “hombres contra los hombres”, sino también el destino, se presenta contra nosotros!
Más… ni el dolor agudísimo que tortura nuestro espíritu por el alejamiento eterno del hermano, ni todos los despreciables obstáculos juntos que, cual estropajos arrojados en nuestro sendero de libertad, han de arrancarnos jamás una lágrima cobarde, ni un quejido de humillación de impotencia,… no… Por eso, ante la desaparición del noble compañero, y destacado cerreño Gamaniel Blanco, que con su pluma depuradora y sin mancha estigmatizó siempre a explotadores y mandones, colocamos en las columnas de la prensa, con caracteres que jamás desaparecerán, la ¡maldición eterna sobre aquellos culpables que sumisos a sus malvados instintos, precipitaron el final de una vida útil, mil veces más prometedora de grandezas para este fatal Perú que la de sus gratuitos enemigos, de cuyas consecuencias, si es que lo conservan, no podrá apartarse jamás el índice acusador de la ineludible justicia que más tarde o más temprano, ha de llegar a su fin. Por eso con todas las rebeldías de nuestra alma libre, que fueron las mismas de Blanco, lanzamos la más dura imprecación contra ese mismo destino, que hoy nos es fatal.
¿Cuánto tiempo todavía hemos de mirar los insultantes e irónicos cuadros de la injusticia social que presenciamos allá, en las mazmorras del Frontón? Donde fuera recluido por la dictadura sanchezcerrista, muere asesinado Gamaniel Blanco, como lo ha dicho Ángela Ramos ante la tumba del epónimo Mariátegui; mientras decimos, baja a la tumba un defensor del proletariado, un elemento útil a su patria, una valioso exponente de la intelectualidad cerreña, lejos y abandonado del regazo de los suyos; nace en Cerro de Pasco, se pasea provocador y altanero, sarcástico ante nuestras leyes, el asesino de un obrero, George Mac Queen, culpable único y directo de los graves sucesos de setiembre del año pasado, cuando las prisiones del país claman por él a gritos.
Gamaniel Blanco Murillo, hijo de esta ciudad, intelectual de prestigio y valioso periodista, a la par que amantísimo ciudadano de su tierra, por cuyo mejoramiento, en todo orden de cosas, se desveló mayormente, atestiguando lo que decimos, la excelente organización que bajo su mando tuviera la Brigada de Boys Scouts, la eficaz ayuda a la obra del monumento a la Columna Pasco, la creación de la brillante biblioteca del Club “Juventud Apolo”, su sobresaliente actuación como Auxiliar del Centro Escolar de Varones, su resaltante labor periodística en “Los Andes” y demás colegas. Así como en ADELANTE que él fundara y dirigiera, en la Revista Pedagógica “Fíat Lux”, y muchas otras actividades que por el momento se nos olvida. Últimamente tuvo como campo de acción su pujante dinamismo en el asiento minero de Morococha en donde fuera solicitado para integrar el personal docente del Centro Escolar Obrero, aportando en bien de este lugar, entre muchas plausibles obras, con la publicación de un importante estudio titulado “Breves Apuntes para la Monografía de Morococha”, y luego con la del Periódico “Justicia”, vocero del proletariado, de vibrante y altiva campaña. Con motivo del último movimiento reivindicativo obreril de la región, fue designado como Delegado de los trabajadores de Morococha ante el Congreso Obrero de la Oroya, que trajo como consecuencia; Primero su prisión en la Comisaría de la Oroya, donde nos confundimos, por última vez, en un largo abrazo con el infortunado y recordado camarada, y después su reclusión en el Frontón, injusticia incalificable que ha motivado su desaparición del escenario de la vida, en plena gestación de sus nobles ideales y, cuando esperanzas aurorales nos hacían ver en él a un triunfador. El Partido Comunista del Perú, al que se había afiliado últimamente, ha dado a sus restos honrosa y modesta sepultura.
Gamaniel:
En el sitio incontaminado en que hoy moras: sueña en paz. Tus sacrificios y tus desvelos no han de permanecer estériles, ni han de quedar en la impunidad. !Tu nombre escrito con letras de oro en las páginas de la humanidad, sin amparo reluce hoy y seguirá perenne con brillante regadora ante los miopes ojos de los enemigos de la hora que ya llega!
Y… Deja que el más sincero de tus amigos en la adolescencia y en la juventud, se descubra solemne ante tus yertos despojos y depositando un ósculo en la sagrada mortaja de tu memoria, siga su ejemplo de caer sonriente en la lucha sacrosanta… Amigo, Gamaniel… Adiós.
Andrés Urbina Acevedo.
Escrito en PERSONAJES ILUSTRES | Etiquetas: Cerro de Pasco, Cesar Pérez Arauco, Pasco, Pueblo Mártir, Gamaniel Blanco Murillo, Morococha.
Fuente: http://pueblomartir.wordpress.com/2009/04/11/gamaniel-blanco-murillo-martir-obrero/#comment-258
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