Rolando Astarita
10 noviembre 2021
Con vistas al debate que tuve con Jorge Altamira acerca de la URSS (aquí) preparé un texto, que, por razones de tiempo, expuse parcialmente. En esta nota lo reproduzco completo.
El análisis y caracterización de la naturaleza de la URSS tiene importancia para el debate sobre la transición al socialismo, esto es, el programa para la emancipación de la clase obrera, así como para la crítica ideológica y política del capitalismo. A grandes rasgos podemos decir que hubo cuatro interpretaciones principales de qué fue la URSS:
1) Socialista desde aproximadamente los años 1930 (con precisiones del tipo “socialismo en lo fundamental”, “socialismo real” y semejantes).
2) Capitalismo de Estado.
3) Estado obrero burocrático.
4) Estado burocrático, no obrero, no capitalista, desde aproximadamente los 1930.
La idea de que la URSS habría llegado al socialismo –entendido este en el sentido del programa de Marx y Engels- fue rebatida por Trotsky con un argumento central: si el socialismo significa una sociedad en la que desaparecieron las clases, y en la que el Estado también tiende a desaparecer, no hay manera de sostener que en los 1930, en la URSS se había realizado el socialismo. Como señalaba Trotsky en La revolución traicionada, el Estado soviético se hacía cada vez “más despótico”; “los mandatarios de la clase obrera” se burocratizaban; “la burocracia se erige por encima de la sociedad”; y las desigualdades aumentaban. Imposible sostener, como hacía el stalinismo, que en los 1930, en la URSS apenas quedaban “los últimos vestigios del capitalismo”.
En cuanto a la caracterización de capitalismo de Estado, no permite dar cuenta de la especificidad soviética. Planteado en la forma de preguntas: ¿un capitalismo donde no regían las leyes de la acumulación y crisis capitalista, ni actuaba la ley del valor trabajo? ¿En el que la inversión no se decidía según criterios de rentabilidad? ¿En que no existían las crisis de sobreproducción? Parece insostenible. Con el agregado que tampoco permite entender el cambio cualitativo que implicó la caída del régimen stalinista, a principios de los 1990.
Estas discusiones son importantes, pero en esta intervención me voy a concentrar en la caracterización de Trotsky de la URSS como Estado obrero burocrático y la de Estado burocrático, no obrero, no capitalista, que defiendo.
La caracterización de Trotsky
Trotsky planteó que el Estado soviético era “socialista en la medida en que defiende la propiedad colectiva de los medios de producción. Es burgués en la medida en que el reparto de los bienes se lleva a cabo por medio de medidas capitalistas de valor” (La revolución traicionada, p. 53; Fundación Federico Engels, Madrid).
Sobre esta dualidad, sigue Trotsky, se levanta la burocracia: en la medida en que defiende la propiedad estatizada, impulsa al socialismo. Pero en la medida en que defiende una relación de distribución capitalista, genera presiones hacia la restauración capitalista. Sin embargo, el Estado es obrero en tanto la relación de producción –medios de producción estatizados- constituye la relación social fundamental. Pero admite que “la fisonomía definitiva del Estado obrero debe definirse por la relación cambiante entre sus tendencias burguesas y socialistas” (ibid.). Y la estatización empujaría en el sentido socialista; por eso la burocracia, en tanto defendiera la estatización, tenía un carácter progresivo.
Este enfoque fue común en la oposición de izquierda. Preobrashenski fue posiblemente su expresión extrema. Sostuvo que la colectivización forzosa, emprendida por el Gobierno a fines de los 1920s, constituía la realización del programa agrario de la Oposición de Izquierda y respondía “a las leyes de la economía estatizada”. Sin llegar a ese extremo, Trotsky lo compartía en lo fundamental. Así, en octubre de 1933 sostenía (en “La naturaleza de clase del Estado soviético”) que al interior de la URSS la burocracia soviética conservaba un carácter progresivo “en tanto guardián de las conquistas sociales de la revolución proletaria”. En La revolución traicionada planteó que la relación de propiedad socialista (estatización) había permitido la planificación, y esta había demostrado la superioridad del socialismo por sobre el capitalismo. También: “La burocraciano le ha creado una base social a su dominio, bajo la forma de condiciones particulares de propiedad. Está obligada a defender la propiedad del Estado, fuente de su poder y de sus rentas. Desde este punto de vista, sigue siendo el instrumento de la dictadura del proletariado” (p. 186; énfasis agregado). De ahí las propuestas incluso de acuerdo para un frente único con la burocracia stalinista contra la restauración (véase, por ejemplo, la carta de marzo 1933, o sea, después del ascenso de Hitler al poder, que envió a la dirección soviética).
Sin embargo, también sostuvo que la burocracia había implantado una dictadura sobre la clase obrera. En ese respecto, el Estado se había transformado en una “fuerza incontrolada que domina a las masas” (p. 51, ibid.). En el Programa de Transición escribió que el Estado soviético se había transformado en “instrumento de la violencia burocrática contra la clase obrera y en forma creciente, en instrumento de sabotaje de la economía”. Y de nuevo en La revolución traicionada: “Los medios de producción pertenecen al Estado. El Estado “pertenece”, en cierto modo, a la burocracia. Si estas relaciones completamente nuevas se legalizaran sin resistencia de los trabajadores, concluirían por liquidar completamente las conquistas de la revolución proletaria. Pero esta hipótesis es prematura. El proletariado no ha dicho su última palabra” (p. 186). Este pasaje es significativo porque de hecho admite que la propiedad estatizada por sí misma no determina, necesariamente, la existencia de un Estado obrero. Sin embargo, nunca saca la conclusión de que la relación antagónica clase obrera / burocracia tiene base en la misma relación de producción; siempre la remite a la relación de distribución “capitalista”.
Aquí entra la importancia de Estado burocrático, no obrero, no capitalista
Se entiende a partir del análisis de las relaciones de producción y distribución. Veamos:
1) La relación de producción no se define solo por la relación de propiedad, sino por la relación de los productores con los medios de producción (argumento de Bettelheim y otros).
2) Si se afirma que la relación de producción es socialista por el hecho de que sea estatal (ausencia de propiedad privada) se diluye lo fundamental: que es necesario pasar de la estatización a la socialización. Lo enfatizó Lenin cuando explicaba que para estatizar basta un decreto, pero socializar es mucho más difícil. Es que la socialización es sinónimo de la administración de los medios de producción y de la distribución por los productores. Por eso no puede realizarse “desde arriba”, desde el aparato del Estado.
3) En consonancia con el punto anterior, no hay posibilidad de planificación burocrática-socialista. La planificación no es una cuestión meramente técnica. Es necesario avanzar primero en el control y la contabilidad obrera; y de esta a la administración de los medios de producción y la elaboración de los planes por los trabajadores. Pero en la URSS se había anulado la democracia obrera, y la planificación se hacía a ciegas. De ahí los crecientes desequilibrios, cuellos de botella, sobreutilización de recursos (materiales y humanos), escaseces y despilfarros. Hay que enfatizar que la economía estatizada es condición necesaria, pero no suficiente, para que haya planificación. La planificación es consciente y democrática, o termina imponiéndose la ley del mercado.
4) Una relación de producción socialista debería transformar las fuerzas productivas (argumento de Kowalewski “Cómo se formaron y funcionaron las relaciones de explotación en el bloque soviético”, Viento Sur 11/09/2021). Pero esto no ocurrió en la URSS. Las fuerzas productivas heredadas del capitalismo (o trasladadas desde los países capitalistas) coexistieron con la relación de propiedad estatizada; esta no las alteró. Se trató de un régimen productivo conservador, con marcada resistencia a la innovación y el cambio tecnológico. No hubo entonces una relación de producción propia de un modo socialista, o que apuntara a él. Es que una relación socialista implica una relación conscientemente transformadora, crítica, del modo de producción. Por ejemplo, la propiedad estatizada, administrada por la burocracia, no modificó de ninguna manera esencial la división del trabajo heredada del capitalismo. Tampoco alteró en alguna manera sustancial la relación de los seres humanos con el medio natural (los problemas ecológicos en la URSS y otros “socialismos reales” fueron tan graves, por lo menos, como los que existen en el capitalismo). La relación de propiedad estatal-burocrática era profundamente conservadora con respecto a las fuerzas productivas.
5) Anulados los soviets y el partido revolucionario, la relación de propiedad estatal dio poder a la burocracia para oponerse al control y contabilidad obrera, y a la socialización. El Estado burocrático combatió todo intento de avanzar en la socialización. Véase incluso la actitud de Stalin, en 1932, frente a las comunas y colectivos obreros, acusados de “igualitarismo” y suprimidos.
6) La transición a la administración por parte de los productores no puede realizarse sin la forma política acorde. Entre contenido económico y forma política debe haber una correspondencia. De nuevo, hablar de una revolución socialista “desde arriba” es una contradicción lógica.
7) En el plano económico la relación entre la burocracia y las masas trabajadoras (obreros y campesinos) no era de mera “distribución desigual” y “privilegios” para la primera. La cuestión fue más profunda, ya que se trató de explotación: existió una apropiación sistemática de la burocracia del excedente producido por las masas trabajadoras. Esto ocurría aunque los burócratas no tuvieran la propiedad privada de los medios de producción. En este sentido, no era una clase social, si a esta se la define por la propiedad privada, o no de medios de producción. Pero la burocracia vivía de la explotación del trabajo ajeno. Por eso, la fuente de sus rentas no era la economía estatizada, sino el plustrabajo de obreros y campesinos. Se entiende entonces el antagonismo Estado soviético / masas trabajadoras. Trotsky señala, en el PT, que en la clase obrera había “odio social” a la burocracia. Ese “odio social” no era solo por “privilegios”.
En los 1930 hubo una contrarrevolución no solo política, sino también social
En conclusión, en los 1930 ya no se podía sostener que el Estado soviético fuera proletario, o que hubiera una dictadura del proletariado. Un Estado que luchaba contra la socialización, contra la emancipación de las masas trabajadoras de toda forma de explotación y alienación, no puede ser caracterizado como Estado obrero (y la caracterización implica una definición programática de los objetivos de largo plazo del socialismo revolucionario).
La pregunta que surge con frecuencia cuando decimos esto es ¿cuándo se produjo el cambio cualitativo, el triunfo de esa contrarrevolución? La respuesta es que lo ocurrido en los 1930 fue una contrarrevolución, y no se limitó al plano político, sino incluyó el social. La colectivización no fue un paso –aunque “burocrático”- en dirección al socialismo, sino un retroceso (Rakovski lo señaló). Hubo una guerra civil contra el campesinado, y estallaron hambrunas con un saldo de millones de muertos y desplazados. A resultas de lo cual se rompió la alianza obrera y campesina. Por eso, en lo sucesivo los gobiernos soviéticos tuvieron que recurrir, una y otra vez, al interés privado (permisos para cultivar en los lotes privados, y comercializar los productos) para estimular la productividad del trabajo agrícola.
De la misma manera, la industrialización fue acompañada de una extendida represión. La ley laboral de 1940 fue especialmente severa, las menores faltas de disciplina en los trabajos eran duramente castigadas. Por otra parte, con el stajanovismo se promovió la división de los trabajadores, y se estimuló la creación de una aristocracia obrera. Los salarios cayeron –en 1937 habían bajado 43% con respecto a 1929. Se anuló toda actividad de los sindicatos en defensa de los obreros. Hubo un elemento positivo, que fue el fortalecimiento social de la clase obrera –dada la industrialización. Pero tuvo como contrapartida el ahogo de toda expresión crítica y creativa de las masas. Hubo resistencia y luchas obreras –en primer lugar en textiles- y los trabajadores acusaban a la dirección de explotadores. Irónicamente, la propaganda del régimen contestaba que no podía haber explotación si la industria estaba estatizada. Pero por sobre todas las cosas, el régimen quebró las resistencias. Primó el Gran Terror (tortura, juicios fraguados, ejecuciones, redes de informantes) y fueron eliminados cientos de miles de cuadros revolucionarios; sindicalistas, activistas sociales, artistas, científicos, militares, obreros y campesinos comunes. Todo en el marco de un retroceso de los derechos de las mujeres, divorcio, homosexuales.
A esta contrarrevolución interior le corresponde la contrarrevolución en la política exterior, y la orientación de la Internacional Comunista. Para mencionar solo tres episodios, el estrangulamiento de las revoluciones española, francesa, antes la china. Ataque al internacionalismo en la IC. Es coherente con el combate a la socialización.
La industrialización, la colectivización y los campos de trabajo forzado aumentaron el poder de la burocracia sobre la clase obrera.
Y ese poder bloqueó todo avance al socialismo. Subrayamos: hubo un crecimiento extensivo de las fuerzas productivas – que jugó a favor de la legitimación de la burocracia- pero ese crecimiento no se tradujo en mayor poder político de la clase obrera. Lo que la burocracia llamaría “revolución desde arriba” (colectivización, industrialización) fue una contrarrevolución, política y social (aunque no haya llegado a la restauración de la propiedad privada capitalista).
En consecuencia, la revolución que se necesitaba en los 1930 para restablecer la transición al socialismo no era solo política, sino social. De hecho, lo dice Trotsky cuando en el PT dice que hay que volver al control de la producción por los comités de fábrica. Sin embargo, el eje de su programa para la URSS es la lucha contra los privilegios, contra el stajanovismo y la aristocracia (obrera), y la exigencia de mayor igualdad salarial. Ninguna de estas demandas hace referencia a la explotación.
En suma, la relación de explotación se basó en un Estado “instrumento de la violencia burocrática contra la clase obrera”. Un Estado de este tipo es opuesto a la noción de Estado obrero de Marx. Según Marx, el Estado obrero es la dictadura del proletariado, no la dictadura sobre el proletariado. No es un Estado que se ubica por encima de la clase obrera para “educarla” en dirección al socialismo (como pensaba Bakunin); y menos para “educar” a fuerza de represión, campos de concentración y fusilamientos masivos. Es imposible construir el socialismo sobre montañas de cadáveres. El Estado obrero que media en la transición del capitalismo al socialismo –de la sociedad de explotación a la sociedad sin clases- solo puede ser un Estado basado en la democracia de las masas trabajadoras. La democracia obrera no es un adorno, del que se pueda prescindir. No hay transformación socialista por delegación del poder a un partido, a un Comité Central o un “secretariado” colocados por encima de los obreros y campesinos.
Un Estado no capitalista y no obrero sin perspectivas de largo plazo
La caracterización de Trotsky y los trotskistas de que la URSS y los otros “socialismos reales” eran dictaduras del proletariado, aunque burocráticas, tiende a minusvalorar:
a) el rol del Estado soviético en impedir activamente la transición a la socialización. Y la dictadura del proletariado, el Estado obrero, se debería definir como el Estado que lucha por la socialización, por la administración efectiva de las masas de los medios de producción;
b) el hecho de que había una relación de explotación de la burocracia sobre la clase obrera y los campesinos.
De ahí la definición de ese Estado a partir de negaciones: no era un Estado capitalista; no era un Estado obrero. Tampoco fue un modo de producción burocrático que abriera un nuevo horizonte al desarrollo de las fuerzas productivas, como tendieron a pensar teóricos del “colectivismo burocrático”, como Bruno Rizzi (la idea de que tanto el capitalismo como la URSS evolucionaban a una nueva sociedad dirigida por burócratas y directores de empresas, no capitalista y no socialista).
De hecho, en la URSS el desarrollo económico se vio crecientemente bloqueado. Por eso también en su seno se incubaron formas proto capitalistas (mercados negros y grises; nichos de atesoramiento; utilización de propiedad pública para el enriquecimiento, etcétera). A mediados de los 1980 la propia dirección soviética –bajo dirección de Gorbachov- reconocía que el crecimiento de tipo extensivo estaba agotado. A nivel del mercado mundial, avanzaba la globalización. Se daban todos los elementos para el colapso de los socialismos reales y la restauración del capitalismo.
Para bajar el documento: https://docs.google.com/document/d/1AKrQqYJxHqcQARMRXji3QmuN6AQG79KW-ScPKwEymcU/edit?usp=sharing
Fuente: https://rolandoastarita.blog/2021/11/10/debate-con-el-trotskismo-sobre-la-urss/
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