SIGLO XXI - QUINTO LUSTRO - "Un nuevo orden emerge de la desintegración del capitalismo que irá reemplazando la célula económica (familia) por una nueva matriz reproductiva (comunas) que cumplirá funciones defensivas, judiciales, productivas y administrativas."
sábado, 25 de diciembre de 2010
SOBRE EL PARTIDO DE MASAS Y DE IDEAS: ¡MÁS LUZ, MÁS LUZ!
Nuestro amigo y camarada, Gustavo Pérez, difundió hace algunos días un extracto del libro de Fernando Claudín, Marx, Engels y la Revolución de 1848, publicado en 1975 - Editorial siglo XXI. Este importante documento proporciona muchas luces a la discusión sobre el primer partido de masas y de ideas que José Carlos Mariátegui se propusiera construir en los años veintes del siglo pasado.
Muchos de los estudiosos del marxismo se han preguntado ¿Existe una teoría de partido en el marxismo? La gran mayoría responde afirmativamente, derivando la respuesta a la cabeza de Lenin. Pero, Marx padre ideológico de Lenin, ¿elaboró en su tiempo tal teoría?
En las obras de Marx y Engels no encontramos una teoría de partido, ordenada y sistemática; sin embargo, siendo el partido una de las herramientas sustantivas para la conquista del poder, necesariamente tuvieron que pensarla. Para Marx, por cierto, el partido apenas es un medio, un recurso más, en los esfuerzos por conquistar la mente de los trabajadores. Sin desencadenar una implacable batalla en los cerebros es prácticamente imposible pensar en la derrota de la burguesía. Marx, lo sabía perfectamente. Por eso, jamás consideró la organización partidaria como un fin último, una razón de vida. A ese respecto, en nuestro Perú de todas las sangres, Marx es negado mil veces por la práctica de los PCs-secta que se aferran a una etiqueta y un aparato como sí se les fuera la vida.
Fernando Claudín, sostiene que la organización partidaria no era una obsesión para Marx. Claudín, a más de apoyarse en testigos de la época, recuerda las palabras del mismo Marx: «Cuando estalló la revolución de febrero [1848] el Comité Central de Londres me encomendó la dirección de la Liga. Durante la revolución su actividad en Alemania se interrumpió por sí misma, porque aparecieron vías más efectivas para la realización de sus objetivos»[1]. Marx demuestra, con su propia experiencia, que la utilidad del partido de clase depende del momento y las vicisitudes de la lucha de clases.
Lenin, de 1895 a 1917, vive -casi sin interrupciones-, la necesidad de una organización clandestina. Sin organización partidaria (POSDR) y una facción de clase (orgánica y doctrinariamente homogénea), le era prácticamente imposible realizar la inmensa labor de propaganda y debate que prepara y encuentra el año decisivo (1917). Lenin recoge «la idea profundamente democrática y antidogmática que Marx y Engels tenían del funcionamiento interno del partido obrero, tanto en el plano organizacional como ideológico y político».[2]
A Marx, le toca vivir condiciones políticas diferentes. Cuando las circunstancias lo ameritan, ante la imposibilidad de actuar abiertamente, recurre a la organización partidaria (Liga Comunista). Cuando la legalidad lo permite, aparecen vías más efectivas, como la prensa (Nueva Gaceta Renana) y la organización democrática de la «extrema izquierda burguesa», entre otras. Tanto en Marx como en Lenin, los objetivos de las vías más efectivas estaban determinados por la necesidad de posicionar el punto de vista, el método y la posición de clase entre los trabajadores. Se trata de desplazar la hegemonía de la burguesía en el cerebro de los trabajadores. Marx y Engels sabían perfectamente que las guerras se ganan principalmente en las testas, y por tanto, la educación de la clase trabajadora es la tarea fundamental.
La oposición entre partido de cuadros (sociedades conspirativas) y partido de masas (tradeuniones) deja de tener sentido en la lógica de Marx. Marx apuesta por el ENTERO no por la fracción. Marx se las juega por la clase obrera en su conjunto: «a medida que el proletariado de París pasó al primer plano como partido, esos conspiradores comenzaron a perder influencia como dirigentes». Claudín recuerda el manejo conceptual de Marx en el Manifiesto: «Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político» “De modo explícito o implícito –continúa Claudín–, esta noción de clase-partido o partido-clase es una de las nociones operatorias fundamentales de Marx en sus grandes análisis de la revolución de 1848, generalmente bajo las expresiones de «partido del proletariado», «partido de la burguesía», «partido de la pequeña burguesía», etcétera. Expresiones que no significan para Marx, obvio es decirlo, que a cada clase corresponda un solo partido («partido» en el sentido más corriente del término), sino que la clase, el conjunto de sus organizaciones, partidos, individuos, actúa como «partido» frente a las otras clases. Cuando Marx dice en Las luchas de clases que al imponer la república al gobierno provisional de febrero «el proletariado apareció inmediatamente en primer plano como partido independiente», no se refiere a una u otra de las organizaciones obreras existentes o de sus actos, sino a la totalidad de formas de organización y de acción con que el proletariado se manifestó políticamente, como tal, en esa coyuntura. Para Marx no existía el partido del proletariado, sino el proletariado como partido.” Ese es el enfoque del Manifiesto Comunista que Mariátegui hace suyo y trae de Europa en 1923: “Mi actitud, desde mi incorporación en esta vanguardia, ha sido siempre la de un fautor convencido, la de un propagandista fervoroso del frente único.” La política de frente, dentro y fuera del proletariado como partido. Y el proletariado como partido, en el Perú de José Carlos Mariátegui, era entendido como los obreros y campesinos con carácter netamente clasista.
En consecuencia, va quedando claro que es la clase obrera, y no el partido, la fuerza liberadora ceñida de grilletes. Y que la utilidad de los partidos y sus denominaciones está directamente vinculada a las vicisitudes de la lucha de clases.
A todo esto, ¿cuál es el origen de la teoría de partido en Marx? Veamos. La idea es la historia del acto y, naturalmente, posterior a él. Primero se vive el acto y, luego, se lo cuenta, se lo narra, es decir, queda troquelado en una historia, en una teoría. Por tanto, si las ideas provienen de la práctica, debemos hacernos una pregunta muy simple: ¿cuales fueron las experiencias que mediaron en las reflexiones de los autores del Manifiesto Comunista?
En primer lugar, la experiencia de las trade-uniones inglesas, la mayor organización de los trabajadores del mundo en esa época. Y en segundo lugar, los movimientos conspirativos en Francia, en particular, de Louis August Blanqui.
Engels en 1879 en un informe que Bernstein le solicitó dice lo siguiente: “El movimiento obrero inglés da vueltas desde hace años, sin encontrar salida, en el estrecho dogal de las huelgas por el aumento del salario y la reducción de la jornada de trabajo, y no ciertamente como expediente y medio de propaganda y organización, sino como finalidad última. Las trade-unions hasta excluyen por principio y estatutariamente toda acción política y con ello la participación en toda actividad general de la clase obrera como clase.”[3] A modo de síntesis, se puede decir que las tradeuniones practicaban lucha económica sin lucha política. Si eso ocurre en Inglaterra, en Francia el panorama es diferente. La mayoría de las organizaciones estaban bajo la influencia del proudhonismo, en tanto otras seguían aferradas a las enseñanzas de Louis August Blanqui. Los prodhonistas rechazaban tanto la lucha por el poder político de la clase obrera como la lucha económica de los sindicatos, y soñaban con un mundo en el que todos los obreros serían pequeños productores de mercancías. Los seguidores de Blanqui, por el contrario, educados en la escuela de la conspiración y unidos por la disciplina estricta que es inherente a ella, partían del punto de vista de que un número relativamente pequeño de hombres resueltos y bien organizados podía, en circunstancias favorables, no sólo apoderarse del timón del estado, sino también, mediante un despliegue de intensa y despiadada energía, mantenerse en el poder el tiempo necesario para lograr que las masas participaran en la revolución.
En oposición al movimiento obrero inglés y a la secta como organización en Francia, nace la noción del partido de masas y de ideas que Mariátegui descubre en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Las guerras se ganan en el cerebro pero se deciden en la práctica de los movimientos sociales. Marx, a los 26 años de edad, en su opúsculo En torno a la critica de la filosofía del derecho de Hegel, ya tenía clara esa relación: “Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas.” Mariátegui como Marx, tenían la certeza que el desarrollo intelectual de la clase obrera, debía ser el resultado inevitable de la acción conjunta y de la discusión.[4] Marx y Mariátegui confían que las multitudes llegarán a ser concientes de su propia potencia a través de sus propias experiencias de lucha. La experiencia del MCI confirma en sentido positivo o negativo la validez universal de uno de los postulados juveniles de Marx: «La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma». Según Marx las formas de organización de la clase obrera las resuelve la clase obrera misma. Es que el socialismo es un asunto de la clase obrera no de una burocracia ni, mucho menos, de una élite. Marx ni Mariátegui creen en el sueño pequeño burgués de cabalgar sobre la clase obrera para resolver los problemas del mundo. La creación heroica (constitución del PS) es obra de los propios trabajadores, apresurada por el aborto nacionalista de Haya de la Torre. La función de los intelectuales no es sustituir las formas políticas y organizativas que históricamente van tomando cuerpo a partir del desarrollo de la conciencia obrera: “No es reemplazar la iniciativa del proletariado, su creación e inventiva nacidas de las exigencias directas de la lucha de clases, por formas de acción y organización dictadas por «principios especiales».” Significa, dice Claudín, “que los comunistas no constituyen un partido que «dirige» al proletariado, sino un partido que le ayuda a autodirigirse.”[5]
El Perú de Mariátegui es un Perú de mayorías nativas (Quechua-Aymará-Amazónicas). Por tanto, el primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana, debe primariamente oler a humanidad, derramar aroma a Ande y exhalar feromonas de autoridad.
25 diciembre 2010
Edgar Bolaños Marín
[1] Véase, Fernando Claudín, Sobre la concepción marxiana del partido, Extracto del libro Marx, Engels y la Revolución de 1848, editorial siglo XXI, 1975. Digitalización y notas adicionales por Roi Ferreiro, Versión electrónica.
[2] Fernando Claudín, en la nota 18 del extracto que glosamos, reproduce un fragmento de una carta de Engels: “En una carta del 18 de diciembre de 1889 al socialista danés Trier, que había sido expulsado de la dirección del partido por sus posiciones de extrema izquierda, Engels expresa su disconformidad con ese género de medidas y con toda restricción de la discusión y la crítica dentro del partido: «A ninguno de los actuales partidos socialistas se le ocurriría proceder con una oposición surgida en sus filas según el modelo danés. La vida y el crecimiento de cada partido se acompaña habitualmente del desarrollo y la lucha mutua, en su seno, de una tendencia moderada y otra extrema, y aquel que sin más excluya a los de la tendencia extrema sólo consigue facilitar su crecimiento. El movimiento obrero está basado en la crítica aguda de la sociedad existente, la crítica es su elemento vital, ¿cómo puede él mismo esquivar la crítica, pretender prohibir la discusión? ¿Acaso nosotros exigimos a los otros libertad de palabra sólo para suprimirla de nuevo en nuestras propias filas?» (Sochinenie, t. 37, pp. 274-277).”
[3] Carta de F. Engels a Bernstein, 17 de junio de 1879
[4] F. Engels, Prefacio a la edición Alemana de 1890 del Manifiesto Comunista.
[5] Fernando Claudín, Sobre la concepción marxiana del partido, versión electrónica.
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Fernando Claudín
Sobre la concepción marxiana del partido1
Extracto del libro Marx, Engels y la Revolución de 1848, editorial siglo XXI, 1975. Digitalización y notas adicionales por Roi Ferreiro.
En la primera parte de este ensayo, de carácter introductivo y dedicada a presentar una síntesis de la teoría de la revolución de Marx a la hora del Manifiesto2, citamos los planteamientos del Manifiesto sobre los rasgos que definen a los comunistas respecto a los «proletarios en general» y a los «otros partidos obreros»; señalamos la identificación que establece entre «organización del proletariado en clase» y «organización del proletariado en partido político»; registramos el uso de la noción de «partido obrero» para designar formas de organización y acción políticas de fracciones del proletariado, como el cartismo; y expusimos la formación y características de la Liga de los comunistas, primera forma concreta de partido comunista inspirada en la teoría de la revolución de Marx. Examinaremos ahora lo que la experiencia del período revolucionario aporta a estos primeros elementos de la concepción y de la práctica del partido en Marx y Engels. Y comenzaremos por recapitular una serie de hechos significativos.
Como sabemos, al iniciarse la revolución alemana los dirigentes de la Liga se propusieron implantarla y desarrollarla en el seno del naciente movimiento obrero, pero muy pronto Marx y Engels, contra la opinión de Schapper y Moll, decidieron prescindir de la Liga y hacer de la NGR [Nueva Gaceta Renana] el instrumento fundamental de su acción política. Las motivaciones conocidas de este paso muestran ya que Marx y Engels no atribuían a la Liga más que una función de propaganda, no de organización y dirección de las masas. Y sólo en condiciones de privación de las libertades de prensa, reunión, asociación, etc. Pero para los veteranos dirigentes de la Liga de los justos, los obreros-artesanos instruidos como Schapper y Moll, la Liga era todo. Habituados desde hacía años a vivir en el mundo cerrado de la «organización-secta» -un mundo, además, de emigrados- la acción revolucionaria, la relación con las masas, no era concebible más que a través de la Liga. Marx y Engels nunca habían actuado condicionados por una organización. Marx había nacido a la lucha política como director de la Gaceta Renana en el otoño e invierno de 1842-1843, es decir, a través de una relación directa con el tejido social y político. Y algo análogo puede decirse de Engels. Su concepción teórica les llevaba, lógicamente, a ver en el proletariado como clase, y no en una u otra organización, el protagonista de la nueva acción revolucionaria. En cuanto pudieron reemprender, a mayor escala, la experiencia de la Gaceta Renana, y entablar mediante la NGR una relación directa con el movimiento político en marcha, la Liga perdió a sus ojos toda utilidad y posiblemente apareció como un estorbo.
{ [Como testimonia un miembro de la comuna de Colonia de la Liga:] «Marx consideraba que su existencia ulterior era innecesaria, puesto que la Liga era una organización de propaganda, no una organización para conspirar, y que en las condiciones creadas se podría realizar la propaganda abiertamente sin necesidad de una organización secreta, dado que existía libertad de prensa y de propaganda3». Argumento que refuerza el mismo Marx en 1860: «Cuando estalló la revolución de febrero [1848] el Comité Central de Londres me encomendó la dirección de la Liga. Durante la revolución su actividad en Alemania se interrumpió por sí misma, porque aparecieron vías más efectivas para la realización de sus objetivos»4.
Parece evidente que si Marx y Engels hubieran tenido una concepción del partido análoga a la de Lenin en los tiempos de la Iskra -como insinúa Riazanov en sus conferencias de 1922- su manera de enfocar el problema habría sido bien distinta. El principal historiador soviético de la Liga, E. Kandel, preocupado, al parecer, de que Marx no pase a la historia como "liquidador" del partido, recurre al subterfugio de que "la Liga de los comunistas siguió funcionando bajo la forma de asociaciones obreras abiertas, siguió existiendo como tendencia ideológico-política".
«La burguesía alemana, que empezaba entonces a fundar su gran industria, no tenía la fuerza ni la valentía precisas para conquistar la dominación absoluta dentro del Estado; tampoco se veía empujada a ello por una necesidad apremiante. El proletariado, tan poco desarrollado como la burguesía, educado en una completa sumisión espiritual, no organizado y hasta incapaz todavía de adquirir una organización independiente, sólo presentía de un modo vago el profundo antagonismo de intereses que le separaba de la burguesía. Y así, aunque en el fondo fuese para ésta un adversario amenazador, seguía siendo, por otra parte, su apéndice político. (...) El proletariado, inconsciente aún de su propio papel histórico, hubo de asumir por el momento, en su inmensa mayoría, el papel de ala propulsora, de extrema izquierda de la burguesía. (...) De esta suerte, el proletariado alemán aparece por primera vez en la escena política principalmente como un partido democrático de extrema izquierda. (...) Si no hubiéramos querido adherirnos al movimiento [democrático en Alemania], incorporándonos a aquella ala [de extrema izquierda] que ya existía, que era la más progresiva y que, en el fondo, era un ala proletaria, para impulsarla hacia adelante, no nos hubiera quedado más remedio que ponernos a predicar el comunismo en alguna hojita lugareña y fundar, en vez de un gran partido de acción, una pequeña secta. Pero el papel de predicadores en el desierto ya no nos cuadraba; habíamos estudiado demasiado bien a los utopistas para caer en ello. No era para eso para lo que habíamos trazado nuestro programa»5. }6
En febrero de 1849, Marx y Engels se oponen de nuevo a la reorganización de la Liga, esgrimiendo las mismas razones que en la primavera de 1848. Pero desde el otoño de este año el «espíritu de partido» de Schapper, Moll y otros dirigentes de la Liga se había levantado contra el «liquidacionismo»- del grupo Marx, creando en Londres un nuevo Comité central e intentando reconstruir la Liga en Alemania. Marx no modifica su opinión hasta finales de 1849, cuando la desaparición de la NGR y la acentuación de la reacción en Alemania le conducen a la conclusión de que la organización secreta puede ser útil, de nuevo, para la difusión en Alemania de la propaganda comunista.
La manera en que, como en la circular de marzo de 1850, se argumenta la necesidad de esa reorganización de la Liga, parece una crítica apenas velada de la posición que habían mantenido Marx y Engels en 1848-1849. Se dice, en efecto, que durante la revolución «la primitiva y sólida organización de la Liga se ha debilitado considerablemente. Gran parte de sus miembros -los que participaron directamente en el movimiento revolucionario- creían que ya había pasado la época de las organizaciones secretas y que bastaba con la sola actividad pública». Y a continuación se menciona aprobatoriamente la creación del nuevo Comité central en Londres y su intento de reorganizar la Liga en Alemania en el otoño e invierno de 1848-1849. ¿Cómo conciliar esta crítica transparente de lo que había sido la posición de Marx y Engels con la versión de que la circular fue redactada por ellos? La hipótesis de que estamos ante una «autocrítica» no parece aceptable, puesto que en todas sus referencias ulteriores a esta cuestión Marx y Engels justifican la «disolución» de la Liga por las razones ya conocidas7. A nuestro juicio, la hipótesis más verosímil es que la circular de marzo de 1850 expresa un cierto compromiso, al menos en este punto, entre las posiciones del grupo de Marx y las del grupo de Londres. Es significativo que poco después, al escindirse la Liga, el grupo de Londres lanza contra Marx y Engels la acusación de haber prescindido de la Liga cuando no les interesaba y haber trocado el título de miembros del Comité Central por el de redactores de la NGR.
Las discusiones de septiembre de 1850 demuestran, una vez más, que para Marx la Liga sólo era una forma secreta de organizarse los comunistas, en condiciones de ilegalidad, con fines de propaganda. Pero no parece que la tuviera en gran estima, ni siquiera bajo este aspecto. De lo contrario es difícil comprender por qué, después del proceso de Colonia, decide liquidarla definitivamente en lugar de proponerse su reorganización. Tal vez su actitud general ante la Liga, nunca entusiasta y como mínimo reservada, estuviera determinada en gran parte por su repugnancia hacia las organizaciones conspirativas en general, y hacia los «conspiradores profesionales» en particular, de los que hace en la NGR (R) [Nueva Gaceta Renana, Revista económico-política] una mordaz semblanza8. De ahí su insistencia en que la Liga, aun siendo secreta, no se dedicase a la «conspiración», es decir -según el significado que el término tenía entonces-, a la organización de golpes, generalmente insurreccionales, para derribar al gobierno y apoderarse del poder, sino exclusivamente a la propaganda de las ideas comunistas. Pero la práctica mostraba la dificultad de asegurar tal distinción. La orientación del grupo de Schapper -viendo en la Liga y no en las masas el sujeto principal de la acción revolucionaria- conducía justamente a embarcar la Liga en las conspiraciones de los blanquistas franceses, los mazzinistas italianos, los demócratas alemanes, etc.
«Los conspiradores profesionales -escribe Marx en el citado artículo de NGR (R)- no se satisfacen con organizar el proletariado revolucionario. Su misión consiste en adelantarse al proceso revolucionario, empujarlo artificialmente a la crisis, hacer la revolución de improviso, sin que existan las condiciones necesarias. La única condición de la revolución, a su juicio, es una buena organización del complot. Son los alquimistas de la revolución, y comparten plenamente con los antiguos alquimistas la confusión y estrechez de sus obsesiones. Se entusiasman con inventos llamados a producir milagros revolucionarios: bombas incendiarias, máquinas infernales de mágico poder destructivo, motines tanto más espectaculares cuánto menos condiciones razonables existen para ellos. Ocupados con la confección de semejantes proyectos, no tienen más que un objetivo inmediato, el derrocamiento del gobierno existente, y menosprecian profundamente la labor de carácter más teórico encaminada a instruir a los trabajadores sobre sus intereses de clase».
Más adelante se señala que «a medida que el proletariado de París pasó al primer plano como partido, esos conspiradores comenzaron a perder influencia como dirigentes». Y la conclusión fundamental del artículo es que «para la revolución moderna es insuficiente ya esa parte del proletariado (la enrolada en las organizaciones secretas, F. C.); sólo el proletariado en su conjunto puede realizar la revolución.»9
Todo indica que para Marx y Engels la «instrucción» del proletariado con vistas a esa revolución constituye la tarea fundamental de los comunistas. Entendida, claro, está, de la manera más amplia, como aporte a la comprensión del proceso de lucha de clases, de los intereses y objetivos no sólo del proletariado, sino de las otras clases, enemigas o aliadas, de las políticas respectivas, etc. Ninguna ilustración mejor de su manera de entender esta «instrucción» que su misma actividad en el período que estamos estudiando. No se trata de una relación de «maestro» que todo lo sabe a alumno que «aprende» pasivamente, sino de una interrelación dialéctica entre militantes de la misma causa, en la que la lucha práctica del proletariado enseña a los comunistas participantes en ella no menos de lo que éstos, gracias a su «ventaja teórica», pueden enseñar a los proletarios. Para Marx y Engels la realización de tal actividad no está vinculada forzosamente a la existencia de una organización comunista en sentido estricto. Así se explica que después de la disolución de la Liga el «partido» -en el sentido de partido comunista- sigue existiendo para ellos. En abril de 1854 Engels le escribe a Weydemeyer, refiriéndose a la perspectiva de una nueva crisis revolucionaria: «Los auspicios bajo los cuales se presenta esta vez nuestro partido son muy diferentes (...). Esta vez podremos comenzar en seguida con el Manifiesto». El «partido» -agrega- podrá entrar en escena de manera «más digna que en ocasiones anteriores», porque se ha desembarazado de la «banda Schapper, Willich, etc.», y «podemos contar con una nueva generación de partidarios en Alemania»; «en conjunto, el partido de Marx no trabaja mal»10. Engels se refiere, evidentemente, al conjunto de comunistas que comparten las ideas de Marx, trabajan en su desarrollo, contribuyen a su difusión, etc., aunque entre ellos no existe ningún nexo organizacional.
En la correspondencia, y a veces en los artículos de los años siguientes, encontramos repetidas alusiones a este «partido». Y al mismo tiempo, Marx rechaza tenazmente todo nuevo compromiso orgánico tipo Liga, como muestra, entre otros ejemplos, la carta de 1860 al poeta Freiligrath, antiguo miembro de la Liga y viejo amigo de Marx. Marx le había pedido colaborar en una tarea de «partido». Creyendo que se trataba de la Liga, Freiligrath le responde: «Yo, como poeta, necesito, por naturaleza, libertad. El partido es una jaula y canta uno mejor, incluso para el partido, fuera que dentro». Marx contesta: «Te hago notar, ante todo, que desde noviembre de 1852, cuando a propuesta mía la Liga fue disuelta, nunca más pertenecí ni pertenezco a ninguna asociación, secreta o abierta, y, por consiguiente, hace ya ocho años que en este sentido, totalmente efímero de la palabra, el partido dejó de existir para mí (...). Recuerdas que recibí de los dirigentes de la Liga comunista de Nueva York una carta en la que me pedían reorganizar la antigua Liga. Tardé un año en contestarles y finalmente los dije que desde 1852 no estoy ligado a ninguna organización y tengo el convencimiento profundo de que mi trabajo teórico es mucho más beneficioso para la clase obrera que la participación en organizaciones cuyo tiempo ha pasado en el continente (...). Si tú eres poeta, yo soy crítico, y la verdad sea dicha, me basta con la experiencia de 1850-1852. La "Liga", lo mismo que la Sociedad de las Estaciones de París, que centenares de otras asociaciones, no fue más que un episodio en la historia del partido que nació, espontáneamente, por doquier, del suelo de la sociedad moderna, del partido en el gran sentido histórico del término»11.
Este partido en el gran sentido histórico del término, que nace espontáneamente del suelo de la sociedad capitalista, ¿qué otra cosa es más que el «resultado» de la lucha de clases definido en el Manifiesto como la «organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político»? De modo explícito o implícito, esta noción de clase-partido o partido-clase es una de las nociones operatorias fundamentales de Marx en sus grandes análisis de la revolución de 1848, generalmente bajo las expresiones de «partido del proletariado», «partido de la burguesía», «partido de la pequeña burguesía», etcétera12. Expresiones que no significan para Marx, obvio es decirlo, que a cada clase corresponda un solo partido («partido» en el sentido más corriente del término), sino que la clase, el conjunto de sus organizaciones, partidos, individuos, actúa como «partido» frente a las otras clases. Cuando Marx dice en Las luchas de clases que al imponer la república al gobierno provisional de febrero «el proletariado apareció inmediatamente en primer plano como partido independiente», no se refiere a una u otra de las organizaciones obreras existentes o de sus actos, sino a la totalidad de formas de organización y de acción con que el proletariado se manifestó políticamente, como tal, en esa coyuntura. Para Marx no existía el partido del proletariado, sino el proletariado como partido.13
Entre el proletariado como partido y los comunistas como teóricos del proletariado, la tercera noción de partido que Marx utiliza en el Manifiesto es la de «partido obrero», designando como ejemplo concreto -en realidad como prototipo- el cartismo. Cuando se inicia la revolución, este género de partido sólo existe embrionariamente en Alemania, pero comienza a desarrollarse con rapidez, si bien bajo la influencia, y en gran parte dentro de las estructuras, del partido demócrata. Acomodando su acción a este estado de cosas, Marx y Engels decidieron, como vimos, actuar en el seno del partido demócrata (y lo mismo hicieron, en la práctica, casi todos los comunistas de la Liga). Era la manera de vincularse más directamente a las fuerzas avanzadas de la clase obrera. Pero mientras Born y otros comunistas se consagran principalmente al desarrollo de la organización obrera propiamente dicha, Marx y su equipo de la NGR se dedican, casi por entero, a una labor de esclarecimiento político. ¿Subestimación del aspecto organización? Más plausiblemente nos parece la hipótesis de que para Marx ésta era una cuestión a resolver por el proletariado mismo, como en la práctica, por lo demás, estaba ocurriendo. Pero para que esta organización del proletariado, que se extendía rápidamente por toda Alemania en forma de asociaciones obreras, pudiera realmente actuar como partido político frente a las otras clases, era necesario que se emancipase de la tutoría ideológica y política de la burguesía liberal y, muy especialmente, de la pequeña burguesía demócrata. Cosa que no podía resolver la simple separación organizacional. Era necesaria la crítica de la política de esas clases y el planteamiento de la política más adecuada a los intereses del proletariado: en esta tarea se concentró Marx con su equipo de la NGR. Lo cual no significa que consideraran suficiente esa labor de esclarecimiento para resolver el problema de la independencia política del partido proletario. De sus escritos se desprende claramente que lo esencial, a su juicio, era la experiencia directa de las masas adquirida en la lucha misma. Por eso Engels dice, reflexionando sobre el balance de los primeros meses, que «la conquista más importante de la revolución es la revolución misma», y Marx inicia su análisis restrospectivo de la revolución francesa planteando que el partido revolucionario no podía forjarse más que en la lucha contra la contrarrevolución.
Hito importante de la evolución de la posición de Marx y Engels en este problema -no a nivel de la concepción, sino del enfoque táctico- es la decisión que toman en abril de 1849 de salir del partido demócrata y participar organizacionalmente en la construcción iniciada por Born y otros líderes obreros del partido obrero independiente. Este viraje puede explicarse, según vimos, por la agravación de las divergencias con los líderes demócratas y por la influencia que ejerce en Marx el desarrollo mismo del movimiento obrero. No es casual, indudablemente, que la entrevista de Born con Marx precediera de cerca al paso de abril. Mehring veía en este episodio «una prueba notable de cómo el instinto elemental del movimiento obrero sabe corregir las concepciones de los pensadores más geniales»14. En realidad no hubo corrección de «concepciones», puesto que nada permite suponer que Marx se opusiera a la creación de un partido obrero independiente o no comprendiera su necesidad. Nadie hizo en este período mayor contribución que Marx y Engels a la preparación política e ideológica de tal partido. Pero sí puede hablarse de corrección a la manera de llevar a cabo esa aportación. Parece fundado, en efecto, suponer que la labor ideológica y política de Marx hubiera sido más fecunda, producido un impacto más directo, de haberse efectuado desde el primer momento en vinculación más estrecha con la construcción de la organización obrera a nivel nacional (en el plano local la vinculación existió y fue acentuándose, como muestra el paso de Marx por la presidencia de la asociación obrera de Colonia).
Lenin califica en Dos tácticas de «monstruoso e increíble desde nuestro punto de vista actual» el hecho de que «sólo en abril de 1849, casi un año después de la aparición del periódico revolucionario (NGR), Marx y Engels se pronunciaron por una organización obrera independiente», y hasta entonces «dirigieron simplemente un "órgano de la democracia" [la NGR] no ligado por ningún lazo orgánico a un partido obrero independiente»15. Atribuye la cosa a la debilidad del proletariado alemán y al ambiente pequeñoburgués del país en aquella época; pero ¿cómo explicarse, entonces, que Born y otros comprendieran desde el primer momento la construcción de esa organización y obtuvieran rápidamente resultados que habrían de decidir a Marx a participar más directamente en esa tarea? El problema, en realidad, es que Marx concebía de modo muy distinto a Lenin el tipo de partido a crear y, en consecuencia, la vía de su creación. Diferencia esencial que Lenin pasa por alto al hacer un parangón entre aquel primer intento de formación de un partido obrero alemán y la formación del partido obrero socialdemócrata ruso. Mientras la creación de este último tuvo como piedra angular la adhesión a una teoría y se llevó a cabo mediante el reclutamiento y la agrupación de nuevos adeptos a esa teoría -en torno al núcleo intelectual inicial-, la creación del partido obrero alemán es obra de los propios obreros alemanes, se construye mediante la agrupación y articulación a nivel provincial y nacional de asociaciones obreras creadas espontáneamente por los trabajadores más conscientes. Y no se basa sobre ninguna teoría preestablecida. Su ideología va formándose en el proceso mismo de la construcción de la organización. Lo más concreto son las plataformas de reivindicaciones sociales y políticas que aprueban los sucesivos congresos. Se trata, en una palabra, de un partido obrero de tipo cartista. Y el mismo enfoque se conserva en la circular de marzo de 1850, donde se retoma el proyecto de congreso obrero alemán que la derrota de junio de 1849 no había permitido realizar.16
Durante los doce años que siguen a la disolución de la Liga, Marx se consagrará enteramente a la investigación científica y al análisis político, rehusando sistemáticamente (lo mismo que Engels) cualquier participación en organizaciones. Sólo modificará su actitud en 1864, cuando es solicitado por fuerzas en las que ve la expresión real de un nuevo auge del movimiento obrero europeo y decide aceptar la invitación a formar parte del comité organizador de la Asociación Internacional de Trabajadores. «Aunque en el transcurso de varios años -dice en una carta a Weydemeyer- decliné siempre toda participación en cualquier género de "organizaciones", esta vez acepté la propuesta porque se trata de algo en que se puede actuar con eficacia»17. Con este paso comienza una etapa de vinculación directa con el movimiento obrero internacional -que será breve, puesto que prácticamente termina con el congreso de La Haya de la AIT en 1872-, seguida de otra etapa de estrecha relación con el núcleo dirigente del partido socialista obrero de Alemania. Ambas experiencias proporcionan nuevo material para la investigación de las concepciones de Marx y Engels en el dominio del partido, pero caen fuera de los límites del presente estudio. De todas maneras no añaden nada esencialmente nuevo a esas concepciones. Ilustran, sobre todo, la idea profundamente democrática y antidogmática que Marx y Engels tenían del funcionamiento interno del partido obrero, tanto en el plano organizacional como ideológico y político, aspecto que en el período de la revolución del 48 apenas tuvo oportunidad de manifestarse, dada la fugacidad de su actuación en la Liga y, más aún, en la organización obrera.18
Aparte de las fórmulas del Manifiesto caracterizando a «los comunistas» en relación con «los proletarios en general» y con «los otros partidos obreros», no hay en toda la obra de Marx (ni tampoco en la de Engels) ninguna explicación analítica de lo que entienden por «partido comunista». Pero lo que hemos visto de su actuación práctica y del papel que en su análisis de la lucha de clases desempeñan las nociones de «partido obrero» y de «proletariado como partido», permite formarse una idea más aproximada del sentido de aquellas fórmulas. A nuestro parecer significan que la función de los comunistas no es sustituirse a las formas políticas y organizacionales que históricamente va tomando «la organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político», «el partido que nace espontáneamente, por doquier, del suelo de la sociedad moderna»; no es reemplazar la iniciativa del proletariado, su creación e inventiva nacidas de las exigencias directas de la lucha de clases, por formas de acción y organización dictadas por «principios especiales». Significan que la función de los comunistas es poner la «ventaja teórica» de que disponen al servicio del movimiento proletario, actuando en él para ayudarle a tomar conciencia de sus intereses históricos, conciencia crítica de su propia acción, y a comprender el proceso de la lucha de clases, todo lo cual exige una relación mutuamente crítica, abierta y sincera entre comunistas (proletarios o no) y «los proletarios en general», entre comunistas y «partidos obreros». Significan, en resumen, que los comunistas no constituyen un partido que «dirige» al proletariado, sino un partido que le ayuda a autodirigirse.
En realidad no se trata de un «partido» en el sentido actual del término19, sino como el propio Manifiesto dice también de un «sector» de los partidos obreros, del sector más avanzado teóricamente, más consciente de las condiciones globales del movimiento proletario, etc. Por lo demás, sólo en este sentido puede hablarse de concretización histórica, práctica, de esta concepción de «partido comunista». Así funcionaron Marx, Engels y otros comunistas de la época en el movimiento obrero alemán de la revolución del 48, en la Asociación Internacional de Trabajadores, en los primeros partidos obreros socialistas, etc. No podemos abordar aquí las vicisitudes ulteriores de esa concretización. Constataremos únicamente que la tendencia histórica se ha caracterizado, de un lado, por la burocratización de aquel «sector» en los partidos socialdemócratas, acompañada del abandono del marxismo revolucionario. Y, de otro lado, por el surgimiento de un nuevo tipo de partido comunista -el tipo leninista- concebido como el partido dirigente de la clase obrera, cuya diferencia de fondo con la idea de Marx no es necesario subrayar20. Pero a lo largo de todo el desarrollo del movimiento obrero no han cesado de aparecer comunistas -algunos tan relevantes como Rosa Luxemburgo, por no citar más nombres- cuya manera de concebir la acción en el seno del proletariado y de sus organizaciones era o es semejante a la de Marx. Y esta corriente profunda del marxismo tiende a vigorizarse actualmente. Es la corriente que ve en el proletariado y no en el partido el protagonista máximo de la transformación social.
Una observación final sobre la relativización del papel del partido respecto a la clase, que constatamos en Marx: cuando se trata de la burguesía o pequeña burguesía, sus partidos políticos desempeñan en el discurso marxiano de la época de la revolución del 48 un papel mucho más importante respecto a la clase que cuando se trata del proletariado. Esta diferencia refleja, indudablemente, el retraso del proceso de formación política del proletariado en aquella fase del desarrollo histórico, comparativamente al de la burguesía o pequeña burguesía. Por eso, si bien nos parece fundada la tesis de que el proletariado, entendido como clase-partido, es el agente revolucionario por excelencia en la teoría de la revolución de Marx, hay que tener en cuenta que el papel del partido obrero (y cada vez más de los sindicatos) en tanto que expresión concreta, encarnación transitoria, de la clase-partido, va aumentando en relevancia a los ojos de Marx y Engels con el correr del siglo.21
1 Este texto es un extracto de la obra de Fernando Claudín, Marx, Engels y la Revolución de 1848, Ed. Siglo XXI, 1975. Procede en concreto, salvo algunos añadidos que se indican, del capítulo III, apartado 4. Ya que no había un título específico (dicho apartado incluye una serie de temas, titulándose «Sobre el partido y otros temas (clase, Estado, nación)» he optado por ponerle el presente, que pienso se ajusta exactamente al contenido. La numeración de las notas no sigue la de la obra y las notas propias van señaladas. (Nota de Roi Ferreiro).
2 El texto empieza en el libro con la frase «En el primer capítulo (epígrafes 4 y 5)...». Para que el texto sea más inteligible como documento separado, me he limitado a reemplazar ese inicio por una variación formal de la síntesis del contenido que hace el propio autor en la Introducción. (Nota de R.F.)
3 Soius Kommunistov, pp. 220-221 (recopilación soviética de textos de la Liga)
4 Marx, «Herr Vogt», en Sochinenia, t. 14, pp. 451-452.
5 Engels, «Marx y la Nueva Gaceta Renana», en OE, II, páginas 329-330.
6 Estas citas (que no se reproducen en toda su extensión, sino sólo lo necesario para sustentar la línea argumental) proceden del capítulo II de la obra de Claudín, «La prueba de la práctica, revolución y contrarrevolución», apartado 1 «El eclipse de la Liga» (p. 91-92). (Nota de R.F.)
7 Circular del Comité central de la Liga de los comunistas, marzo 1850, OE, I, pp. 92-93. Engels dice que Marx y él fueron los redactores de la Circular en su Contribución a la historia de la Liga, OE, II, p. 353. Pero en este mismo texto presenta el «eclipse» de la Liga no como la consecuencia de un error, sino de que «cesaron las causas que habían hecho necesaria una Liga secreta», y análoga explicación da Marx en 1860 (ver p. 90).
8 «Con la creación de las sociedades conspirativas proletarias -se dice en este artículo, publicado poco ames de la escisión de la Liga- apareció la necesidad de una división del trabajo. Los conspiradores se dividieron en conspiradores casuales, conspirateurs d'occasion, obreros que participaban en las conspiraciones al mismo tiempo que trabajaban, limitándose a frecuentar las reuniones y acudir al punto de concentración cuando lo ordenaba el jefe, y los conspiradores profesionales, que vivían para la conspiración y le entregaban todas sus energías, constituyendo una capa intermedia entre los obreros y los jefes». El artículo explica a continuación que la manera de vivir de estos conspiradores profesionales determinaba sus características. Dada la precariedad de sus medios de existencia tenían que recurrir frecuentemente a la caja de la organización, o a realizar actos que lindaban con la delincuencia común. Vivían acechados permanentemente por el peligro, y «la costumbre del peligro los hace indiferentes en alto grado a la vida y la libertad». «Su rasgo principal es la lucha contra la policía» y en el constante enfrentamiento con ésta los conspiradores profesionales «están a la caza de espías lo mismo que los espías están a la caza de conspiradores. Espiar es una de sus principales preocupaciones, por lo que no resulta sorprendente que se dé con tanta frecuencia el pequeño salto de conspirador profesional a agente pagado de la policía, cuando además la miseria, la cárcel y las amenazas presionan en la misma dirección. Esto explica la desconfianza sin límites que reina en las sociedades conspirativas, la cual ciega completamente a sus miembros, obligándoles a ver espías en sus mejores hombres y sus mejores hombres en los verdaderos espías». (Sochinenie, t. 7, pp. 286-289).
9 Idem, pp. 287-290.
10 Engels (Manchester) a Weydemeyer (Nueva York) el 12 de abril de 1853, en Correspondance, III, pp. 353-355. El subrayado es de Engels. Marx y Engels dejan en la práctica de hacer vida de partido (en el sentido actual del término) desde que se produce la escisión y la dirección de la fracción de la Liga que comparte sus opiniones pasa al grupo de Colonia. En febrero de 1851 Marx le escribe a Engels: «Este aislamiento auténtico, público, en que vivimos tú y yo, me agrada bastante. Responde plenamente a nuestra posición y a nuestros principios. Todo ese sistema de concesiones recíprocas y de medias tintas que se tolera en nombre de las conveniencias, el deber de asumir a ojos del público su parte de ridículo en el partido en compañía de todos esos asnos, todo eso se ha acabado». Engels le responde: «Tenemos de nuevo la ocasión -por primera vez desde hace mucho tiempo- de mostrar que no tenemos necesidad de popularidad ni del sostén de un partido cualquiera en un país cualquiera y que nuestra posición es totalmente independiente de esos pequeños y mezquinos cálculos (...). ¿Cómo gentes como nosotros, que huyen como la peste de las posiciones oficiales pueden tener su lugar en un "partido"? (...). Tal es la posición que podemos y debemos adoptar en el próximo porvenir. No solamente no aceptar ninguna posición oficial en el Estado, sino igualmente, durante el mayor tiempo posible, no aceptar ninguna posición oficial en el partido y criticar sin concesiones a todo el mundo...» (Engels a Marx, 13 de febrero de 1851, en Correspondance, II, pp. 143-144).
11 La cita de la carta de Freiligrath se encuentra en el Karl Marx de Mehring, ed. cit., p. 230. La carta de Marx a Freiligrath, del 29 de febrero de 1860, en Sochinenie, t. 30, pp. 400-401, 406. La Sociedad de las Estaciones (del año), a que alude Marx en esta cita, es la organización de Blanqui y Barbes en los años que preceden a 1848 (Société des Saisons).
12 O en el prefacio a Las luchas de clases en Francia, el «partido de la subversión». (Nota de R.F.)
13 Ver Las luchas de clases en Francia, OE, p. 132. El mismo concepto de proletariado como partido lo encontramos de modo explícito en otros lugares de este mismo texto: página 161 («...el proletariado se desprendió como partido político independiente del partido demócrata...»), o del 18 Brumario: páginas 239-240 («...a los verdaderos jefes del partido proletario...»), página 241 («Durante las jornadas de junio, todas las clases y todos los partidos se habían unido en un partido del orden frente a la clase proletaria, como partido de la anarquía, del socialismo, del comunismo.»), etc.
En relación con esta concepción de Marx, ver el ensayo de Rossana Rossanda Sobre el partido (de Marx a Marx), en la recopilación de textos de Il Manifesto, Ed. Seuíl, 1971, pp. 281-297. «La lucha de clases -escribe R. R.- tiene sus raíces materiales en el mecanismo mismo del sistema; y la revolución -decir, el proceso llamado a sobrepasarla- es una actividad social que forja, a medida que se desarrolla, las formas políticas que la clase necesita y que constituyen su organización: el partido. Por eso, si en Marx partido y Proletariado parecen a veces intercambiables es solamente en el sentido de que el primero es la forma política del segundo, constituye su modo de ser transitorio -participando de las imperfecciones históricas de las instituciones políticas concretas-, mientras que el proletariado permanece como el sujeto histórico permanente, enraizado en la materialidad del mecanismo capitalista...» (ídem, p. 285).
14 Citado por Lenin en Dos tácticas (ver OE, I, p. 606).
15 Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, en OE, I, p. 607.
16 La alusión al congreso obrero que se preparaba en abril de 1849, y de cuya comisión organizadora (en las provincias renanas) formaba parte Marx se encuentra en la p. 204. En la circular de marzo se plantea que «después del derrocamiento de los gobiernos existentes y a la primera oportunidad el Comité Central se trasladará a Alemania y convocará inmediatamente un Congreso ante el que propondrá las medidas necesarias para la centralización de los clubs obreros bajo la dirección de un organismo establecido en el centro principal del movimiento» (OE, I, página 99).
17 Marx a Weydemeyer, el 29 de noviembre de 1864, en Sochinenie, t. 31, páginas 362-363. «Los miembros ingleses (del Comité) -dice Marx en esta carta- son, en su mayor parte, los jefazos de las tradeuniones, es decir, los verdaderos reyes obreros de Londres...» (ídem, p. 362).
18 Ver, a este propósito, el artículo del marxista inglés Monthy Johnstone, Socialísme, démocratie et système de parti unique, en Politique Aujourd'hui, enero 1971. En una carta del 18 de diciembre de 1889 al socialista danés Trier, que había sido expulsado de la dirección del partido por sus posiciones de extrema izquierda, Engels expresa su disconformidad con ese género de medidas y con toda restricción de la discusión y la crítica dentro del partido: «A ninguno de los actuales partidos socialistas se le ocurriría proceder con una oposición surgida en sus filas según el modelo danés. La vida y el crecimiento de cada partido se acompaña habitualmente del desarrollo y la lucha mutua, en su seno, de una tendencia moderada y otra extrema, y aquel que sin más excluya a los de la tendencia extrema sólo consigue facilitar su crecimiento. El movimiento obrero está basado en la crítica aguda de la sociedad existente, la crítica es su elemento vital, ¿cómo puede él mismo esquivar la crítica, pretender prohibir la discusión? ¿Acaso nosotros exigimos a los otros libertad de palabra sólo para suprimirla de nuevo en nuestras propias filas?» (Sochinenie, t. 37, pp. 274-277). En 1850, como vimos, Marx intenta salvar la unidad de la Liga con la original propuesta de que las dos fracciones coexistieran en su seno, organizadas en grupos separados, dependientes directamente de un Comité Central aceptable para ambas. (Ver p. 231.)
19 Lo mismo sucede, evidentemente, con la utilización del término «partido» para designar al proletariado «como partido». Hay que tener en cuenta, a este respecto, lo que decimos en otro lugar sobre la imprecisión del término en aquel tiempo, cuando era muy reciente su aparición en el vocabulario político.
20 El tema de la concepción del partido en Lenin y su deformación estaliniana lo trato en La crisis del movimiento comunista (Ruedo Ibérico, 1970). En las ediciones francesa, italiana e inglesa he introducido un pasaje que no figura en la española sobre la concepción del partido en Marx y su diferencia con la de Lenin. (Ver edición francesa, Masperó, 1972, t. 2, pp. 713-727.)
Los autores soviéticos, obligados a ajustarse a la tesis oficial de que no hay contradicción alguna entre la concepción del partido de Marx y la de Lenin, siendo ésta el «desarrollo creador» de aquella, tropiezan con las formulaciones del Manifiesto y, por lo general, salen del paso no citándolas más que parcialmente, o dando una versión deformada. De una u otra manera escamotean este pasaje: «los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros. No proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento proletario». Véase, por ejemplo, la Historia de la Liga de los comunistas, de M. I. Mijailov, ed. cit., p. 171.
21 Cierto, en 1885 Engels plantea que «el movimiento internacional del proletariado europeo y americano es hoy tan fuerte que no sólo su primera forma estrecha -la de la Liga secreta-, sino su segunda forma, infinitamente más amplia -la pública de la Asociación Internacional de Trabajadores-, se ha convertido en una traba para él, pues hoy basta con el simple sentimiento de solidaridad, nacido de la conciencia de la identidad de su situación de clase, para crear y mantener unido entre los obreros de todos los países y lenguas un solo y único partido: el gran partido del proletariado» (Contribución a la historia de la Liga de los comunistas, en OE, 11, p. 357). Pero hay que tener en cuenta que Engels escribe esto en plena ley de excepción contra los socialistas alemanes. El partido socialista alemán había sido puesto en la ilegalidad, pero conservaba una serie de posibilidades legales de acción -electorales, sindicales- que se esforzaba por aprovechar, lo cual requería la precaución de no aparecer públicamente como tal partido. De todas maneras este texto muestra elocuentemente hasta qué punto para Marx y Engels el agente principal de la lucha social es la clase y no tal o cual forma transitoria de partido obrero o de partido comunista.
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