En el actual
momento político por el que está atravesando la formación social peruana, se
viene sedimentando en el pensamiento de académicos, políticos y en gran parte
del pueblo, la fórmula que pretende articular el crecimiento con la inclusión
social.
A nivel fenoménico, pareciera que el
crecimiento y la inclusión social fueron dos aspectos no contradictorios, en
tanto se plantean en abstracto, es decir sin dar cuenta de las características
específicas de la realidad en que estos elementos están inmersos. Si
descendemos a lo concreto, veremos que la situación es más compleja y
contradictoria.
En el capitalismo periférico neoliberal,
como el que prima en nuestro país, la reproducción de la sociedad se sustenta
en una sobre-explotación de los trabajadores que laboran en las distintas
esferas de la sociedad (económica, cultural, política), la cual se hizo posible
mediante la flexibilidad laboral. De ahí la imposibilidad de eliminar los
services, por más que se plantee a nivel del discurso político su eliminación.
Daría la impresión que no se comprende a nivel esencial cómo se da la
reproducción de las relaciones socio-económicas y culturales dentro del
neoliberalismo capitalista y que todo sería posible. Bastaría sólo la voluntad
de hacer las cosas.
La acumulación neoliberal potencia al
máximo el trabajo no pagado, pero por otro lado se subvenciona al capital
(contratos de estabilidad, exoneración de impuestos, uso indebido del medio
ambiente, entre otros). Mientras no se elimine esta lógica perversa de
reproducción de las relaciones sociales que favorece de manera desmedida al
capital, es imposible revertir su lógica y dinámica con medidas externas al
modelo, que sólo tiene por finalidad atenuar los excesos del neoliberalismo
periférico y hacerlo más viable al presentarlo con una cara más humana.
La aceptación de la idea de carácter
platoniano de lograr dentro del neoliberalismo la inclusión social se debe en
gran medida a que las políticas económicas, sociales y culturales se dan e
implementan de la mano de una amplia propaganda ideológica y de acciones
políticas que muchas veces se encuentran al margen de la legislación vigente.
Se sedimentó como sentido común de los
distintos grupos sociales y políticos (incluyendo con intensidades distintas a
la denominada “izquierda”) un discurso único donde se hace creer a nivel del
imaginario y lo simbólico que la única vía al progreso es el neoliberalismo y
que el sujeto que tendría que ser hegemónico es el capital extranjero. En la
realidad concreta, el capital extranjero sólo vino y sigue viniendo para
extraer nuestros recursos naturales no renovables a fin de beneficiarse de su
alta renta diferencial, base de la competitividad de “nuestra minería” a nivel
mundial y de sus sobreganancias. Por ello, es una gran falacia decir que si les
suben los impuestos a los mineros, éstos se irán a otro país, como lo propalan
los eternos siervos del capital foráneo.
Aunadas a las acciones ideológicas
mencionadas, se dieron prácticas políticas destinadas a fragmentar a los
trabajadores fomentando la creación de centrales sindicales paralelas
integrando en éstas a gente desclasada, o sea lumpen, para que se enfrente a
los verdaderos trabajadores. Asimismo, se promovió a través de medidas
represivas brutales, la contención de todo reclamo laboral. Se trata de
potenciar el miedo y la angustia, con el fin de incidir negativamente en la
subjetividad de los trabajadores y el pueblo en general para evitar que se
consolide un sujeto de cambio.
Se suma a lo señalado el repliegue
teórico, político, y en la práctica concreta, de los grupos políticos, que
antes propugnaban las transformaciones estructurales y que ahora, por el fracaso
del estalinismo y neo-estalinismo vistos en muchos casos como paradigma del
socialismo, se contentan sólo con promover determinadas reformas dentro del
sistema neoliberal imperante.
Bajo la bandera del pragmatismo, es
decir del positivismo, postulan que cambiar el capitalismo es una utopía. A
ello, hay que responder con firmeza que es fundamental luchar por una sociedad
en que los seres humanos no sean vistos como mercancía, con el fin de evitar su
explotación y alienación. Pero además, puntualizar que ese supuesto pragmatismo
de las izquierdas posmodernas y posmarxistas, no es más que un idealismo, por
cuanto es una ilusión pretender lograr en el neoliberalismo una real inclusión
social que tienda a la igualdad. Ello se irá viendo a medida que el gobierno de
turno se vaya desgastando, lo cual se expresará en su derechización progresiva.
Por todo lo planteado, es imprescindible
reforzar nuestra capacidad de crítica, y organizar a los trabajadores y
productores (con la ayuda de los estudiantes y profesores universitarios) en
formas asociativas de producción económica, cultural y política. Se podrá de
esa manera crear desde la base nuevas formas colectivas de organización social
donde prime el sujeto colectivo sobre el individual. Además, no se necesitará esperar
que el Estado capitalista se digne a “ayudar” a la población con las migajas
que le deja la acumulación capitalista neoliberal que apunta a disciplinarla
para que se someta a la lógica del capital.
por Cristian
Gillen
3 de octubre de 2011
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