LAS VERDADERAS RAZONES DE LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI
EDUARDO FEBBRO
Sábado
16 de febrero de 2013
Los
expertos vaticanistas alegan que el papa Benedicto XVI decidió renunciar en
marzo del año pasado, después de regresar de su viaje a México y a Cuba. En ese
entonces, el Papa que encarna lo que el especialista y universitario francés
Philippe Portier llama “una continuidad pesada” con su predecesor, Juan Pablo
II, descubrió la primera parte de un informe elaborado por los cardenales
Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi. Allí estaban resumidos los
abismos nada espirituales en los que había caído la Iglesia: corrupción,
finanzas oscuras, guerras fratricidas por el poder, robo masivo de documentos
secretos, pugna entre facciones y lavado de dinero. El resumen final era la
“resistencia en la curia al cambio y muchos obstáculos a las acciones pedidas
por el Papa para promover la transparencia”.
El
Vaticano era un nido de hienas enardecidas, un pugilato sin límites ni moral
alguna donde la curia hambrienta de poder fomentaba delaciones, traiciones,
zancadillas, lavado de dinero, operaciones de Inteligencia para mantener sus
prerrogativas y privilegios al frente de las instituciones religiosas y
financieras. Muy lejos del cielo y muy cerca de los pecados terrestres. Bajo el
mandato de Benedicto XVI, el Vaticano fue uno de los Estados más oscuros del planeta.
Josef Ratzinger tuvo el mérito de destapar el inmenso agujero negro de los
curas pedófilos, pero no el de modernizar la Iglesia y dar vuelta la página del
legado de asuntos turbios que dejó su predecesor, Juan Pablo II.
Ese
primer informe de los tres cardenales desembocó, en agosto del año pasado, en
el nombramiento del suizo René Brülhart, un especialista en lavado de dinero
que dirigió durante ocho años la Financial Intelligence Unit (FIU) du
Liechtenstein, o sea, la agencia nacional encargada de analizar las operaciones
financieras sospechosas. Brülhart tenía como misión poner al Banco del Vaticano
en sintonía con las normas europeas dictadas por el GAFI, el grupo de acción
financiera. Desde luego, no pudo hacerlo. El pasado turbio le cerró el paso.
Benedicto
XVI fue, como lo señala Philippe Portier, un continuador de la obra de Juan
Pablo II: “Desde 1981 siguió el reino de su predecesor acompañando varios
textos importantes que él mismo redactó a veces, como la Condena de las
teologías de la liberación de los años 1984-1986, el Evangelium Vitae de 1995,
a propósito de la doctrina de la Iglesia sobre temas de la vida, o Splendor
Veritas, un texto fundamental redactado a cuatro manos con Wojtyla”. Estos dos
textos citados por el experto francés son un compendio práctico de la visión
reaccionaria de la Iglesia sobre las cuestiones políticas, sociales y
científicas del mundo moderno.
La
segunda parte del informe de los tres cardenales le fue presentada al Papa en
diciembre. Desde entonces, la renuncia se planteó de forma irrevocable. En
pleno marasmo y con un montón de pasillos que conducían al infierno, la curia
romana actuó como lo haría cualquier Estado. Buscó imponer una verdad oficial
con métodos modernos. Para ello contrató al periodista norteamericano Greg
Burke, miembro del Opus Dei y ex miembro de la agencia Reuters, la revista Time
y la cadena Fox. Burke tenía por misión mejorar la deteriorada imagen de la
Iglesia. “Mi idea es aportar claridad”, dijo Burke al asumir el puesto.
Demasiado tarde. Nada hay de claro en la cima de la Iglesia Católica.
La
divulgación de los documentos secretos del Vaticano orquestada por el mayordomo
del papa, Paolo Gabriele, y muchas otras manos invisibles fue una operación
sabiamente montada cuyos resortes siguen siendo misteriosos: operación contra
el poderoso secretario de Estado, Tarcisio Bertone, conspiración para empujar a
Benedicto XVI a la renuncia y poner a un italiano en su lugar, o intento de
frenar la purga interna en curso y la avalancha de secretos, los vatileaks
sumergieron la tarea limpiadora de Burke. Un infierno de paredes pintadas con
ángeles no es fácil de rediseñar.
Benedicto
XVI se hizo aplastar por las contradicciones que él mismo suscitó. Estas son
tales que, una vez que hizo pública su renuncia, los tradicionalistas de la
Fraternidad de San Pío X fundada por monseñor Lefebvre saludaron la figura del
Papa. No es para menos: una de las primeras misiones que emprendió Ratzinger
consistió en suprimir las sanciones canónicas adoptadas contra los partidarios
fascistoides y ultrarreaccionarios de monseñor Lefebvre y, por consiguiente,
legitimizar en el seno de la Iglesia esa corriente retrógrada que, de Pinochet
a Videla, supo apoyar a casi todas las dictaduras de ultraderecha del mundo.
Philippe
Portier señala al respecto que el Papa “se dejó sobrepasar por la opacidad que
se instaló bajo su reino”. Y la primera de ellas no es doctrinal, sino
financiera. El Vaticano es un tenebroso gestor de dinero y muchas de las
querellas que se destaparon en el último año tienen que ver con las finanzas,
las cuentas maquilladas y las operaciones ilícitas. Esta es la herencia
financiera que dejó Juan Pablo II y que para muchos especialistas explica la
crisis actual. El Instituto para las Obras de Religión, es decir el banco del
Vaticano, fundado en 1942 por Pío XII, funciona con una oscuridad tormentosa.
En enero, a pedido del organismo europeo de lucha contra el blanqueo de dinero,
Moneyval, el Banco de Italia bloqueó el uso de las cartas de crédito dentro del
Vaticano debido a la falta de transparencia y a las fallas manifiestas en el
control de lavado de dinero. En 2011, los cinco millones de turistas que
visitaron la Santa Sede dejaron 93,5 millones de euros en las cajas del
Vaticano, ahora deberán pagar al contado. El IOR gestiona más de 33.000 cuentas
por las que circulan más de seis mil millones de euros. Su opacidad es tal que
no figura en la “lista blanca” de los Estados que participan en el combate
contra las transacciones ilícitas.
En
septiembre de 2009, Ratzinger nombró al banquero Ettore Gotti Tedeschi al
frente del Banco del Vaticano. Cercano al Opus Dei, representante del Banco de
Santander en Italia desde 1992, Gotti Tedeschi participó en la preparación de
la encíclica social y económica Caritas in veritate, publicada por el Papa en
julio. La encíclica exige más justicia social y plantea reglas más
transparentes para el sistema financiero mundial. Tedeschi tuvo como objetivo
ordenar las turbias aguas de las finanzas vaticanas. Las cuentas de la Santa
Sede son un laberinto de corrupción y lavado de dinero cuyos orígenes más
conocidos se remontan a finales de los años ’80, cuando la Justicia italiana
emitió una orden de detención contra el arzobispo norteamericano Paul
Marcinkus, el llamado “banquero de Dios”, presidente del Instituto para las
Obras de la Religión y máximo responsable de las inversiones vaticanas de la
época.
Marcinkus
era un adepto a los paraísos fiscales y muy amigo de las mafias. Juan Pablo II
usó el argumento de la soberanía territorial para evitar la detención y
salvarlo de la cárcel. No extraña, le debía mucho, ya que en los años ’70 y ’80
Marcinkus había utilizado el Banco del Vaticano para financiar secretamente al
hijo predilecto de Juan Pablo II, el sindicato polaco Solidaridad, algo que Wojtyla
no olvidó jamás. Marcinkus terminó sus días jugando al golf en Arizona y en el
medio quedó un gigantesco agujero negro de pérdidas (3,5 mil millones de
dólares), inversiones mafiosas y también varios cadáveres.
El
18 de junio de 1982 apareció un cadáver ahorcado en el puente londinense de
Blackfriars. El cuerpo pertenecía a Roberto Calvi, presidente del Banco
Ambrosiano y principal socio del IOR. Su aparente suicidio corrió el telón de
una inmensa trama de corrupción que incluía, además del Banco Ambrosiano, la
logia masónica Propaganda 2 (más conocida como P-2), dirigida por Licio Gelli,
y el mismo Banco del Vaticano dirigido por Marcinkus. Gelli se refugió un
tiempo en la Argentina, donde ya había operado en los tiempos del general
Lanusse mediante un operativo llamado “Gianoglio” para facilitar el retorno de
Perón.
A
Gotti Tedeschi se le encomendó una misión casi imposible y sólo permaneció tres
años al frente del Instituto para las Obras de Religión. Fue despedido de forma
fulminante en 2012 por supuestas “irregularidades en su gestión”. Entre otras
irregularidades, la fiscalía de Roma descubrió un giro sospechoso de 30
millones de dólares entre el Banco del Vaticano y el Credito Artigiano. La
transferencia se hizo desde una cuenta abierta en el Credito Artigiano pero
bloqueada por la Justicia a causa de su falta de transferencia. Tedeschi salió
del banco pocas horas después de que se detuviera al mayordomo del Papa y justo
cuando el Vaticano estaba siendo investigado por supuesta violación de las normas
contra el blanqueo de capitales. En realidad, su expulsión constituye otro
episodio de la guerra entre facciones. En cuanto se hizo cargo del puesto,
Tedeschi empezó a elaborar un informe secreto donde consignó lo que fue
descubriendo: cuentas cifradas donde se escondía dinero sucio de “políticos,
intermediarios, constructores y altos funcionarios del Estado”. Hasta Matteo
Messina Denaro, el nuevo jefe de la Cosa Nostra, tenía su dinero en el IOR.
Allí empezó el infortunio de Tedeschi. Quienes conocen bien el Vaticano alegan
que el banquero amigo del Papa fue víctima de un complot armado por consejeros
del banco con el respaldo del secretario de Estado, monseñor Bertone, un
enemigo personal de Tedeschi y responsable de la comisión cardenalicia que vigila
el funcionamiento del banco. Su destitución vino acompañada por la difusión de
un “documento” que lo vinculaba con la fuga de documentos robados al Papa.
Más
que las querellas teológicas, es el dinero y las sucias cuentas del Banco del
Vaticano lo que parecen componer la trama de la inédita renuncia del Papa. Un
nido de cuervos pedófilos, complotistas reaccionarios y ladrones, sedientos de
poder, impunes y capaces de todo con tal de defender su facción, la jerarquía
católica ha dejado una imagen terrible de su proceso de descomposición moral.
Nada muy distinto al mundo en el que vivimos: corrupción, capitalismo suicida,
protección de los privilegiados, circuitos de poder que se autoalimentan y
protegen, el Vaticano no es más que un reflejo puntual de la propia decadencia
del sistema.
16/2/2013
Extraído
de: http://www.vientosur.info/spip.php?article7687
LA
RENUNCIA DEL PAPA MUESTRA LA DESCOMPOSICIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA
Ria Novosti
18-02-2013
El
fenómeno vital humano tiene dos caras –la biológica y la espiritual– y está
sometido, por tanto, a dos poderes distintos
José Ortega y Gasset
José Ortega y Gasset
La abrupta renuncia del Papa Benedicto
XVI (Joseph Ratzinger) sorprendió y consternó, no sólo a los 1.200
millones de católicos, sino al mundo entero porque las renuncias de papas
sucedieron raras veces en los anales del catolicismo.
La presente es la séptima abdicación
en la historia de la Iglesia Católica fundada en el año 33
d.C... El último en renunciar al pontificado fue Gregorio XII en 1415. En
el documento de su renuncia Benedicto XVI explicó que ha llegado a la
convicción de que “por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer
adecuadamente el ministerio a mi cargo”. Sin embargo, hay serias dudas respecto
los entretelones de su renuncia.
Lo curioso fue que el mismo día
después de anunciar Benedicto XVI su dimisión un rayo golpeó la cúpula de
la Basílica de San Pedro en el Vaticano desatándose una ola de rumores
sobre una señal de descontento que estaría mandando Dios o insinuando la
posibilidad de una conspiración utilizando el Proyecto norteamericano H.A.R.P.
(High Frequency Active Auroral Research Program – Sistema para
Modificar y Controlar el Clima, Tiempo e Ionosfera).
Aparte de todas las ideas que siempre
ofrece la teoría de la conspiración, la posibilidad de la renuncia ya fue
anticipada por el pontífice en una entrevista que fue concedida a un periodista
católico alemán, Peter Seewald y reproducida el año 2010 en su libro “Luz del
Mundo: el Papa, la Iglesia y los Signos de nuestro Tiempo”.
Allí Benedicto XVI expresó de que “cuando
un Papa alcanza la clara conciencia de no estar bien física y espiritualmente
para llevar adelante el encargo confiado, entonces tiene derecho en algunas
circunstancias y también el deber de dimitir”. También en la curia romana se
rumoreaba sobre esta posibilidad después del viaje que realizó el Sumo
Pontífice a Cuba y México el año pasado.
Los defensores del Papa explican a la vez
que los motivos reales de su renuncia no hayan sido su salud y edad, sino
descarnadas luchas por el poder en el Vaticano y las permanentes intrigas
de los burócratas que visten sotana que obstaculizaron todos sus intentos de
limpiar la institución.
Como escribió el periodista Pablo Ordaz
desde Roma “el Papa estaba rodeado por los lobos y, los lobos aunque se vistan
de púrpura se excitan con la sangre”.
Lo que no menciona Ordaz es que el
mismo Joseph Ratzinger ha sido parte de esta manada desde 1981 y sabía
perfectamente cómo funciona. Los secretos, chismes, intrigas, ambiciones,
negocios sucios, homosexualismo y corrupción en la Santa Sede, involucrando
a monseñores, obispos y cardenales fueron divulgadas en el libro “Via col
Vento in Vaticano” (“Lo que el Viento se llevó en el Vaticano”) y uno de sus
autores el obispo Luigi Marinelli fue procesado por el Vaticano.
Siendo Benedicto XVI “una de las mentes
más lúcidas y grandes en la Iglesia Católica”, según Peter Seewald, no podría
no haber sabido los entretelones de su institución. Precisamente ese
conocimiento le ayudó a escalar en la jerarquía eclesiástica
rápidamente. A los 14 años siendo seminarista fue obligado a ser miembro de
la Juventud Hitleriana y posteriormente tuvo que servir en el ejército
nazi durante la Segunda Guerra Mundial en el destacamento de defensa aérea.
Terminada la guerra prosiguió sus estudios
de teología en varias universidades alemanas y posteriormente se dedicó a la
carrera académica, abrazando muchas ideas progresistas las que cambió
abruptamente después de la rebelión de los estudiantes en Europa en 1968.
Supo combinar su trabajo académico con el
pastoral y en 1977 fue nombrado arzobispo de Munich y Freising convirtiéndose
en cardenal, cuyo sobrenombre era “Panzercardenal” en alusión al tanque alemán
de la Segunda Guerra Mundial caracterizado por la maniobrabilidad,
precisión y velocidad en el ataque. Seguro que estas cualidades del cardenal
Ratzinger en defensa de las tradiciones ortodoxas y conservadoras de la Iglesia
Católica fueron tomadas en cuenta por el Papa Juan Pablo II pues en 1981 lo
nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quien en la
época medieval llamaban el “Gran Inquisidor”.
Muy pronto se le agregó otro apodo el
“Rottweiler de Dios” por sus ataques a los sacerdotes, teólogos y laicos
que querían acercar la Iglesia a los tiempos modernos y especialmente abrazar
la defensa del ser humano frente a la injusticia social, desigualdad y el
hambre.
De acuerdo a uno de sus estudiantes de
teología, Leonardo Boff, el cardenal Ratzinger, siempre era nostálgico de las
posiciones reaccionarias, “teniendo la imagen de una Iglesia de mucha
liturgia, mucho latín, mucho incienso, mucha piedad. No es la imagen de una
Iglesia de compromiso en la sociedad y en el mundo, sino de una Iglesia
fortaleza que se defiende contra los riesgos del mundo, es una nostalgia de la
Iglesia que ya no existe”.
Sin embargo, la piedad del cardenal
Ratzinger se quedaba enclaustrada dentro de las paredes del templo tradicional
mientras era despiadado contra todo y todos los que desde su punto dogmático
podrían hacer resquebrajar la armonía forzada de su templo espiritual
artificialmente construido y ajeno al mundo contemporáneo.
Los sacerdotes latinoamericanos que en los
años 1960 - 1980, período de las dictaduras militares y represión,
crearon una corriente de pensamiento progresista llamada la Teología de la
Liberación, fueron perseguidos sin piedad por el Gran Inquisidor Ratzinger.
Cuando el teólogo brasileño Leonardo Boff
declaró que la Iglesia Católica no había comprendido al Jesús histórico, el
prefecto Ratzinger le exigió silencio durante un año. No podía aceptar la
idea de la Teología de la liberación de que no hay que esperar el paraíso en la
tierra sino habría que construirlo en la tierra.
El 23 de noviembre de 1984 se hizo
pública una “instrucción” sobre aspectos condenables de la Teología de la
Liberación, que según el Gran Inquisidor exaltaba básicamente la contaminación
marxista en el pensamiento teológico latinoamericano.
Para el inquisidor Ratzinger,
el paraíso tenía que ser inamovible en el cielo mientras que en la tierra
habría que seguir sufriendo para que después de la muerte se halle la paz
eterna. Los teólogos que se atrevían a discernir y buscar nuevas fronteras de
felicidad han sido perseguidos por el Vaticano y sus libros han sido duramente
criticados y no aconsejados para la lectura.
Entre ellos figuraban “La pedagogía del
Oprimido” de Paolo Freire, “Teología de la Liberación” de Gustavo Gutiérrez y
“para una Ética de liberación Latinoamericana” de Enrique Dussel.
También durante su prefectura se exigió
silencio de prominentes figuras de esta corriente del pensamiento como Hélder
Cámara, Oscar Arnulfo Romero, Leonidas Proaño, José María Pires, Raúl Silva
Enríquez, Ernesto Cardenal y muchos otros Mientras el cardenal Ratzinger y
posteriormente el mismo en calidad de Papa no dudaba en utilizar mano dura
contra cualquier exponente no solamente de las ideas progresistas sino
liberales, pero irónicamente era blando con los corruptos.
Es muy sabido que no dudó en proteger al
arzobispo Paul Marcinkus, hombre de confianza del Papa Juan Pablo II envuelto
en el escándalo financiero del banco Ambrosiano, cuyo director Roberto Calvi,
llamado “Banquero de Dios” era hombre clave de enlace con la mafia italiana y
con la logia masónica P-2, fue encontrado colgado bajo un puente lo que fue
considerado como un suicidio.
Los escándalos siguen y actualmente un
confidente de Benedicto XVI y ex director del Banco de Vaticano, Gotti Tedeschi
está en la cárcel acusado de lavado de dinero.
Lo más escandaloso de su gestión como Papa
fue que tampoco aplicó mano dura contra los curas pedófilos que están
llevando a la iglesia a la quiebra.
En una carta enviada a los católicos
irlandeses el Pontífice, que prometió ante la tumba de Juan Pablo II “limpiar
la iglesia de la suciedad” comentó refiriéndose a un caso de pedofilia que allí
hubo “expresión de una santidad insuficiente más que un
producto de procedimientos defectivos”.
Fue este Papa quien protegió al fundador
de la Legión del Cristo, Marcial Maciel acusado de un sistemático abuso sexual
de niños y jóvenes. También dio su apoyo al cardenal de Los Angeles, Roger
Mahony por ocultar denuncias contra 124 sacerdotes acusados de abusos sexuales
a 500 niños y jóvenes. La iglesia tuvo que indemnizar a las víctimas con 660
millones de dólares, es decir 1.200.000 a cada uno.
Actualmente una organización de apoyo
llamada la Red de Supervivientes de Personas Abusadas por Sacerdotes (SNAP)
presentó una demanda contra el Vaticano por su “participación en el
encubrimiento generalizado y sistemático de violaciones y crímenes sexuales”
contra niños en todo el mundo. Según estudios de la SNAP hay 100.000 víctimas
menores de edad sólo en Estados Unidos y no se sabe cuántos han pasado
por vejaciones en el resto del mundo.
Si los datos son ciertos, referente
a Norteamérica, entonces la iglesia Católica estadounidense tendrá que pagar
132 mil millones de dólares en indemnización.
Todos estos escándalos y los nuevos
divulgados por el mayordomo del Santo Padre, Paolo Gabriele, bautizados como
Vatileaks explican claramente las causas de una masiva fuga de los creyentes
católicos que son automáticamente absorbidos por las corrientes budistas,
musulmanes, protestantes, ateístas, evangélicas etc.
En el mismo Estados Unidos las donaciones
a la Iglesia Católica disminuyeron en los últimos cinco años de 12 mil millones
al año a un seis mil millones. En el país más grande católico en el mundo,
Brasil, el porcentaje de creyentes bajó en los últimos cinco años del 73.9 por
ciento al 68.4 por ciento y en México, segundo país católico en el mundo sucede
prácticamente lo mismo.
Mientras tanto el Papa en vez de ir
a la base del catolicismo – a sus feligreses identificándose con sus problemas,
restituyendo la labor pastoral y el trabajo apostólico, busca el apoyo
entre los ricos y poderosos. Nombró como su asesor financiero al Director no
Ejecutivo de Goldman Sachs, Peter Sutherland y su asesor geopolítico es uno de
los “halcones” del ex presidente George W. Bush, Paul Wolfowitz, uno de
los más ardientes promotores de la guerra preventiva que destruyó a Irak y
Afganistán.
Con los asesores de este tipo y con los
aliados reaccionarios incondicionales como Opus Dei, Los Legionarios de Cristo,
Movimiento Comunión y Liberación y alejándose cada vez más de sus
feligreses, la Iglesia Católica se está condenando a la desaparición.
Quizás la “mente más lúcida de la Iglesia”
lo haya percibido finalmente y decidió retirarse a tiempo porque como decía
José Ortega y Gasset, frecuentemente al atreverse el hombre “a
mirar dentro de sí, se le nubla la vista y padece vértigo”.
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