Publicado el 24 de agosto de 2022 /
Por Iñaki
Urdanibia
Hay
libros que destacan por la claridad expositiva, lo que hace que la lectura y la
comprensión resulte fácil; es el caso del libro de Jordi Pigem (Barcelona,
1964): «Pandemia y posverdad. La vida, la conciencia y la Cuarta
Revolución Industrial», editado por Fragmenta. Entiéndase, no me
importa repetirme, que no me refiero única y exclusivamente a meros aspectos
formales, que también, sino igualmente a los contenidos desgranados que son
verdades como puños.
Catorce
pildorazos son encadenados a lo largo de las páginas, conduciéndonos de la
denuncia de la robotización creciente de las personas que va a la par de la
personalización de los robots, hasta una reivindicación de la vida vivida,
auténtica y no la virtual ofrecida por las pantallas u otros sucedáneos, al
tiempo que subrayando el papel que se ha de otorgar a la conciencia.
Dos
autores y sus textos distópicos sirven de compañía al filósofo y hasta podría
decirse de modelo comparativo en lo que hace al presente y la pertinencia que
sus visiones del futuro muestran de acertado en nuestro hoy; se trata de Aldous
Huxley y su Un mundo feliz (sin obviar su Nueva visita
a un mundo feliz o su utopia, La isla), y 1984 de
Georges Orwell. Si el primero ponía el acento en el entretenimiento que
tuviese ocupados a los ciudadanos, despistándoles de los verdaderos problemas,
el segundo dirigía su mirada a una sociedad en la que dominarían la vigilancia y
el castigo. A lo largo del recorrido se van viendo la pertinencia
de cara a las sociedades actuales de las profecías de cada uno
de ellos, si bien se puede concluir que en la actualidad se da una síntesis de
ambas, que es la que funciona en nuestro hoy: cámaras de vigilancia por todas
las esquinas, hasta en el propio bolsillo en forma de teléfono portátil, pantallas
que transmiten la verdad/mentira en la neolengua instalada por
los respectivos ministerios de la verdad, que privilegian la
versión oficial y silencian las voces discrepantes, que pueden incluirse en el
haber de Orwell, y sistemas de entretenimiento que seducen a
los ciudadanos por medio de pantallas que difunden la supuesta realidad, que de
hecho no corresponde con la realidad pura y dura, y que sirven de adormidera
con sus efectos despistantes, a colocar en el haber del segundo. En principio,
todo hace pensar que el modelo orwelliano casa mejor con los denominados
sistemas totalitarios, mientras que el huxleyano parece acoplarse como un
guante a las denominadas sociedades democráticas, más seductoras y sibilinas
ellas, haciendo que la cueva platónica no parezca una cueva y los prisioneros
no se sientan como tal sino como los seres más libres y felices del mundo.
Es
obvio que los efectos de las tecnologías al uso, además de sus descarados
efectos de control, conllevan sobradas dosis de alienación -fenómeno analizado
hace años ya, por Erich Fromm como se señala en el libro- que conducen a un
extrañamiento de los yoes, en beneficio de las voces dominantes, que en cuanto
se rasca un poco y a pesar de la pretendida y cacareada pluralidad, de hecho
están dominadas por los mismos sujetos y sus respectivas empresas(Appel,
Google, Facebook, Amazon, Microsoft,…) …ahí están los Gates, los Soros, los
Bezos, la Fundación Rockefeller, y sus voceiros que bajo
diferentes máscaras no hacen sino proponer y predecir lo que se ha de hacer y
el futuro que se ha de forjar. Control, manipulación, alienación,
funcionamiento cibernético, y… en eso llegó el Covid, que si bien no fue
inventado ni provocado, a no ser por el Antropoceno, sí que vino como dios a
quienes dominan el cotarro, ya que la aplicación de medidas que en otros
tiempos hubieran parecido inadmisibles, fueron puestas en marcha en su rígida
aplicación, con una perspectiva de que algunas de las medidas han venido para
quedarse ya que según los expertos del Foro Económico Mundial (no enumeraré
quienes patrocinan tal engendro, el autor lo hace con precisa precisión) se ha
de marcar un antes y un después de la pandemia, suponiendo tal temporalización
una necesidad de Reajuste (The Great Reset), que traiga consigo un cambio
en los modos de vida, y revisión en los temas de privacidad, etc., todo ello
sin contar con los ciudadanos sino respondiendo a los intereses de las grandes
corporaciones públicas y privadas; las palabras del fundador del mentado Foro,
Klaus Schwab, que son citadas in extenso en las páginas del
libro, son meridianamente claras en su descaro. En manos del complejo
tecno-financiero está el presente y el futuro, y ellos son quienes señalan
hacia dónde debe avanzar el mundo…hacia esa Cuarta Revolución Industrial que
supone el dominio de lo digital y lo robótico, que marcan el necesario e
inflexible algoritmo, extraído por otra parte de los datos hurtados a los
usuarios, rastreando sus huellas, de las redes sociales, en un mercadeo
tramposo y por lo mismo deshonesto. No hubiese estado de más en lo que hace a
la oportunidad de la pandemia para poner en marcha la aplicación de medidas de
excepción (Giorgio Agamben lo señala y Pigem le cita, al igual que cita a Naomi
Klein, Susan George o a Shoshana Zuboff, y a muchos más) como los pasaportes
covid u otras medidas de estricto control, la referencia a la peste como nuevo
modelo de control político que Michel Foucault señalase en su curso en
el Collège de France, 1974-1975, Les Anormaux.
Bajo la
palabra sagrada de la sagrada ciencia, las farmacéuticas marcan la ley, y la
OMS y hasta la RAE se adecuan a lo prescrito, cambiando el lenguaje si es
preciso en lo referente a las vacunas y sus efectos, en un bricolaje semántico
que hubiese satisfecho al insatisfecho Orwell. Lo que en cierto momento era la
panacea total, pasa a ser algo menos, y las palabras sí importan, no siendo
inocentes sino que cubren las espaldas de las grandes corporaciones que no se
preocupan de la salud de los ciudadanos sino de sus beneficios; el ejemplo de
la gripe A y la desorbitada compra de vacunas para combatirla,
por parte de los gobiernos, es el paradigma del dispendio, y, en cierta medida,
un ensayo general de lo que se puede hacer y hasta dónde se
puede llegar en el engaño y las falacias apocalípticas. Mas no pasa nada ya que
el funcionamiento de la voz única es a que se oye y la que se deja oír frente a
las voces discrepantes que son silenciadas o tratadas con absoluta
deshonestidad, y como ejemplo, el de algunos científicos que frente a los planes
que se iban imponiendo a la sociedad con ocasión del Covid, esgrimieron
argumentos, o trataron de hacerlo, a los que no se prestó altavoz sino que se
les incluyó en el conjunto de los negacionistas sin más. Y algunos males como
los relacionados con el acento que se ha de poner en terreno inmunológico ha
sido minimizado o desatendido al igual que algunos daños colaterales como
los relacionados con el aislamiento, y los costes en el campo de la salud si en
cuenta se tiene que los humanos son seres sociales, y…que la soledad también
mata; las cifras cantan, y el autor las canta, del aumento de depresiones
diagnosticadas, de suicidios, etc. Destacable, en su claridad y distinción,
resulta igualmente el hilo conductor que partiendo de Descartes ha marcado la
modernidad en lo referente a la primacía otorgada a lo maquínico, lo
cuantitativo, etc. Ese espíritu cuantitativista se mostró hasta en la manera de
ofrecer los datos de la covid, número de contagios, de muertos (muchos de ellos
sin contrastar las verdaderas causas de los fallecimientos, y sin ponerlos en
relación con las muertes habituales en el estado español), sin ningún
contraste, ni espacio para voces discrepantes…el pensamiento único, el oficial,
como oro de ley, como texto sagrado y manera de tapar la boca, frente a
cualquier argumento opuesto, por muy argumentado que este pudiera ser… y el
miedo como guía para forzar la obediencia, y la extensión de los guardianes
de las normas, con ciudadanos convertidos en policías de las
costumbres, dándose frente a las teorías de la conspiración unos medios del
mismo género: atemorizar, confundir, simplificar en una pandemia convertida
en pandemonio.
Y como
digo, Jordi Pigem encadena los argumentos con sobrados y sólidos ejemplos, y
argumentos, para dejar a la vista las cadenas que nos atan y que muchas veces
parecen floridas cintas de variados colores, no faltando, sino al contrario,
los nombres propios de instituciones, agencias de prensa (Reuters y su concepto
de la pluralidad resulta ejemplar en su escore total), y quienes señalan las
líneas que se han de seguir a la hora de enseñar y ocultar, y Jordi Pigem rasca
y muestra al rey desnudo, o vestido con las mejores galas del
dinero y el poder.
Por Iñaki
Urdanibia para Kaosenlared
Fuente: https://kaosenlared.net/el-tecnocapitalismo-y-la-tecnocracia-ya-estan-aqui/
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