06.SEP.24
Rolando Astarita [Blog] 4/9/24
En notas anteriores he planteado la importancia, en la tradición
de Marx y Engels, de la lucha por libertades democráticas. Lo hice en oposición
a corrientes que se reivindican socialistas y revolucionarias y apoyan, de
hecho, a regímenes dictatoriales como el que existe hoy en Venezuela. El
argumento preferido de esta gente es que las libertades democráticas son
agitadas por el imperialismo (EEUU en primer lugar) y la
oposición burguesa, y por lo tanto no deben ser reivindicadas por los
marxistas. En este marco, el fraude electoral perpetrado por el régimen de
Maduro sería un tema de importancia muy secundaria, por no decir nula. Con este
argumento, esta izquierda también acusó de pro-imperialista el informe de
Michelle Bachelet (Alta Comisionada para los Derechos Humanos) sobre la
situación de los derechos humanos en Venezuela, con fecha septiembre de 2021.
Una postura que se ha repetido, una y otra vez, a lo largo de décadas y hasta
el presente.
A fin de aportar elementos para el análisis, y rescatar la
tradición revolucionaria del socialismo marxista, en lo que sigue presento, en
forma resumida, el escrito de Hal Draper (1914-1990) "Marx
on Democratic Forms of Government", 1974 (tomado de Hal Draper: Marx on Democratic
Forms of Government (1974) (marxists.org). Dada su extensión, he
dividido la nota en dos partes.
Presentación del tema
Según Draper, el socialismo de Marx, como programa político,
puede ser definido, desde el punto de vista marxista, no solo como una
democratización de las formas políticas, sino también como la completa
democratización de la sociedad. Sin embargo, el movimiento democrático del
siglo XIX comenzó poniendo en primer plano la lucha por formas
políticas avanzadas, y lo mismo hizo Marx, aunque en un contexto
programático distinto. Es que para Marx la lucha por formas democráticas de
gobierno –la democratización en el Estado- era una punta de
lanza del esfuerzo socialista. No lo más importante, pero una parte
integral del todo.
Pues bien, a lo largo de la historia de los movimientos
socialistas o comunistas, uno de los problemas fue establecer la relación, en
teoría y práctica, entre la lucha por el socialismo y la lucha por la
democracia (o derechos democráticos); entre los temas socialistas y los
democráticos. En este respecto, cada corriente o escuela socialista ha tenido
su propia respuesta. En un extremo está el enfoque que pone en el primer plano
la defensa de las formas democráticas, como un fin en sí, y considera la lucha
por las ideas socialistas como un tema accesorio. Desde el puno de
vista marxista, se trata meramente del ala más izquierdista del liberalismo
democrático burgués. En el otro extremo están los tipos de ideología
radical que contraponen las ideas socialistas –entendidas como
anticapitalistas- a la preocupación por las luchas democráticas, ya que
consideran a estas sin importancia o hasta perjudiciales. Entre los dos
extremos hay todo tipo de combinaciones. Por ejemplo, en la tensión entre objetivos
socialistas y medios democráticos, la preocupación podría ser 50-50, 60-40,
30-70, etcétera.
El enfoque de Marx es cualitativamente diferente a este
eclecticismo, y no intenta establecer una escala deslizante de preocupación
entre los dos lados de la dualidad. Para él, la tarea de la teoría es integrar
objetivamente ambos lados de la dualidad.
La respuesta característica de Marx al problema fue anticipada
en la crítica a la filosofía del derecho de Hegel, donde buscó mostrar que
"la verdadera democracia" requiere un nuevo contenido social, el
socialismo. Este enfoque será redondeado en su análisis de la
Comuna de París, la cual mostró que un Estado con un nuevo contenido social
implica formas verdaderamente democráticas. Por eso, la teoría
de Marx va en la dirección de definir la democracia consistente en términos
socialistas y el socialismo consistente en términos democráticos. La tarea de
la teoría entonces no es arbitrar en el choque entre los dos enfoques
mencionados, sino entender las dinámicas sociales de la situación bajo la cual
es resuelta la aparente contradicción entre ambos.
Marx no elaboró esto simplemente en su cabeza. Es que el avance
hacia una solución del dilema se produjo en el curso de la revolución de
1848-1849, cuando las demandas democráticas y los objetivos socialistas
parecieron llegar a un cruce de espadas. Uno de los resultados de la
elaboración de Marx fue la llamada teoría de la revolución permanente.
"La
vieja tesis"
Desde un comienzo se planteó el problema de los militantes supuestamente
radicales que, si bien desde una dirección opuesta, tenían la misma hostilidad
y desprecio por las formas democráticas que las que emanaban del viejo régimen.
En La ideología alemana Marx y
Engels llamaron a este enfoque, despectivamente, "la
vieja tesis". Esta, propuesta a menudo tanto por
revolucionarios como por reaccionarios, decía que en una democracia los
individuos solo ejercen la soberanía por un momento, y luego se retiran de
inmediato de su dominio. Marx no dedicó mucho espacio a esta posición –que
entre otros defendía el anarquista Stirner- porque pensó, equivocadamente, que
era un mero vestigio del pasado y no tenía futuro. Pero la realidad es que este
rechazo de cualquier cosa conectada con la democracia burguesa persistió y
terminaría asociada con el radicalismo ultraizquierdista.
Sin embargo, en sus orígenes era distinto. En una carta a Marx,
Engels se refirió a un tal Bernays, editor del Vorwärts, quien
estaba en contra del sistema de jurados, de la "libertad burguesa de
prensa", del sistema representativo y otras formas democráticas. Engels
había intentado explicar a Bernays que con tales posiciones "estaba
trabajando para el rey de Prusia, e indirectamente contra nuestro
partido". Los ataques a las instituciones democráticas ayudaban a que el
régimen desacreditara al movimiento democrático.
El abordaje de Marx y Engels a la cuestión de las formas
democráticas (derechos, libertades, instituciones) era totalmente diferente al
que defendía Bernays. Es que este no podía comprender el planteo sobre las
libertades democráticas porque su
socialismo era meramente anti-capitalista y no pro-proletario.
La suya no era una teoría acerca de un movimiento de clase, sino una simple
preferencia por cierta reorganización social. Su objetivo no era poner el poder
en manos de las masas del pueblo. Solo buscaba a personas de bien que quisieran
realizar los cambios imaginados. Por eso, con este encuadre, el control popular
sobre el gobierno podía convertirse en un peligro "dado que las masas
estúpidas bien podrían ser más hostiles a sus esquemas que las almas
iluminadas". Su postura no se debía a que "odiara" al sistema
burgués más que Marx, sino a que expresaba un punto de vista que no era de
clase.
Según Marx y Engels, la democracia pasaba por el establecimiento
de un control popular pleno sobre el gobierno. O sea, para el "extremista
democrático" el control popular significaba control popular ilimitado, y
la eliminación de todas las restricciones o distorsiones jurídicas, estructurales
y socio-económicas sobre el control popular desde abajo. Esta es la razón de
por qué, según Marx y Engels, el control popular apuntaba al socialismo.
Sin embargo, en un país como Alemania, que no había tenido su
revolución burguesa, el problema era cómo atravesar esa fase (en que la
burguesía era parte de "las masas populares") de manera que el poder
pasara a los estratos subyacentes de la clase trabajadora. Esto es lo que
definirá el problema de la "revolución permanente". Para Marx se
trataba de hacer un análisis de clase de los elementos de la democracia
burguesa y separar lo que era específicamente burgués (por ejemplo la
cualificación de propiedad para ejercer el voto) de lo que
promoviera la más amplia extensión del control popular.
Revoluciones de 1848
Las revoluciones de 1848-1849 establecieron temporalmente
gobiernos democrático-burgueses en Francia y Alemania. Eran regímenes burgueses
y más o menos democráticos en comparación con los regímenes previos. Por lo
tanto, planteaban muchos problemas concretos acerca de qué formas políticas
debía adoptar la democratización.
El criterio aplicado por Marx y Engels se definió en torno a la
siguiente pregunta: ¿qué maximizaría la influencia ejercida desde
abajo por las masas en movimiento sobre las fuerzas políticas de arriba? Estas
últimas eran el régimen monárquico y su gobierno, que todavía era el ejecutivo,
aunque a la defensiva; y los representantes del pueblo en las asambleas
surgidas con el levantamiento revolucionario. Este último representaba la
potencialidad de la "soberanía popular", esto es, el control
democrático por el pueblo. Sin embargo, cuando en Frankfurt se estableció la
Asamblea Nacional, elegida por los estados germánicos, se evidenció que los
delegados democrático-burgueses evitaban el choque con la monarquía.
En oposición, Marx y Engels plantearon que la Asamblea debía
tomar las medidas necesarias para frustrar los esfuerzos de la reacción,
mantener los fundamentos revolucionarios sobre los que se asentaba, asegurar
las conquistas de la revolución y la soberanía del pueblo contra todos los
ataques. Pero la Asamblea no hizo nada de esto. Transcurrido un año de su
instalación, incluso la izquierda de la Asamblea demostraba que no tenía
estómago para pelear contra el poder real del Estado, encabezado por la Corona.
De ahí que Marx y Engels criticaran a los diputados liberales por su retórica
vacía. Más precisamente, la diferencia entre la retórica acerca de la
"libertad" y la lucha democrático-revolucionaria real debía ser
planteada en términos de cuestiones concretas.
Una de las más elementales era la libertad de prensa. Desde el
primer número de la Nueva Gaceta Renana Marx
y Engels hicieron de ella un grito de batalla. La libertad
de prensa no podía ser separada de la libertad de expresión en todas sus
formas. Toda la existencia de la NGR fue una batalla por
sobrevivir contra su supresión que buscaba el gobierno. Llevados a la Corte,
Marx y Engels transformaron sus defensas en denuncias políticas, y fueron
absueltos. Pero no bien la reacción ganó fuerza, la NGR fue cerrada por
decreto. Esto es, a decir de Marx y Engels, cualquiera podía ponerse por fuera
de la ley por manifestar su opinión. La falta de libertad de prensa era un
barómetro de la arbitrariedad gubernamental, y se mostraba que el Estado alemán
era "puramente policial".
En el mismo sentido, cuando el ministro Hansemann presentó un
proyecto de ley para regular la prensa, Marx escribió que "de nuevo
encontramos el más clásico de los monumentos al despotismo napoleónico sobre la
prensa". Agregaba que "los funcionarios del Gobierno pueden, con
impunidad, cometer cualquier acto arbitrario, cualquier tiranía, cualquier
ilegalidad. Pueden administrar o permitir flagelaciones, o hacer arrestos, o
mantener en prisión sin juicio. El único control efectivo, el de la prensa, se
hace ineficaz. El día en que la ley entra en vigencia, la burocracia puede
celebrar: se hace más poderosa y desenfrenada, más fuerte que antes".
Más tarde, cuando el gobierno suprimió el movimiento de clubes
en dos ciudades, Engels denunció la continuidad del Estado policial, y
preguntaba: "¿Usted piensa que posee el derecho a la libre reunión, la
libertad de prensa, el derecho al armamento del pueblo y otras magníficas
consignas que se lanzaron desde las barricadas de marzo? Ilusión, solo
ilusión".
De manera persistente, la NGR desarrolló campañas por derechos
democráticos contra la presión gubernamental, incluyendo el programa de la
izquierda de Frankfurt por el inmediato establecimiento, proclamación y garantía
de derechos fundamentales del pueblo, contra los ataques de los gobiernos de
los estados alemanes. Asimismo criticó a los liberales de la Asamblea por ser
demasiado imprecisos en el tema del sufragio universal contra el sufragio
indirecto; y denunció las formas antidemocráticas de elecciones.
Según Marx y Engels el derecho de reunión también comprendía el
derecho del pueblo a ejercer presión contra sus propios representantes. Esta
cuestión cobró relevancia cuando la prensa de la derecha denunció la presión
que se ejercía sobre la Asamblea prusiana, en Berlín, por la presencia de miles
de personas durante las deliberaciones. Marx defendió el derecho de las masas
democráticas a ejercer influencia moral sobre la asamblea constituyente, y
sostuvo que era un antiguo derecho revolucionario del pueblo desde la
revolución inglesa y francesa. La historia le debía a este principio casi todas
las medidas enérgicas tomadas por las asambleas parlamentarias.
Por otra parte, se planteaba la cuestión de si un gobierno debería
permitir actividades, incluso las que están santificadas como derechos
democráticos, que puedan resultar en su propio derrocamiento. La respuesta de
Marx y Engels fue si el ejercicio de los derechos del pueblo ponía en peligro
al gobierno, pues entonces peor para el gobierno. Los gobiernos siempre creen
que las actividades que son peligrosas para ellos constituyen "violaciones
a la libertad"; o sea, a su propia "libertad" a existir. El pueblo
no debía sacrificar sus derechos para aliviar los problemas del gobierno.
Este criterio también se advierte en la respuesta que Marx y
Engels dieron a una moción presentada por Jacoby, un diputado de izquierda
liberal. Proponía que las decisiones de la Asamblea tuvieran fuerza de ley sin
necesidad de cualquier otro consentimiento. La iniciativa buscaba impedir que
una minoría recurriera "a los de afuera". Pero "los de
afuera", dice Engels, era el pueblo que votaba el cuerpo legislativo. Por
eso, lo que buscaban Jacoby y asociados, bajo el pretexto de evitar guerras civiles,
era abolir la agitación política. Pero la agitación no era nada más que la
aplicación de la inmunidad a los representantes, la libertad de prensa, el
derecho a organizarse. Por otra parte, si esas libertades llevaban, o no, a la
guerra civil, no era un tema que concerniera a la izquierda revolucionaria. Era
suficiente que esas libertades existieran, y luego se vería a dónde conducían
si el ataque contra ellas continuaba. Pocos días después, Engels precisaba:
"La condición básica del derecho a la libre organización es que ninguna
asociación o sociedad pueda ser disuelta o prohibida por la policía; que eso
solo pueda llevarse a cabo como resultado de un veredicto judicial que
establezca la ilegalidad de la asociación o sus actos y objetivos, y el castigo
a los autores de esos actos".
El poder a la Asamblea
La orientación política de Marx y Engels apuntaba a que todo el
poder recayera en la Asamblea, como representación de la soberanía popular, y
en contra del objetivo de la mayoría de la Asamblea de llegar a un acuerdo con
la Corona. Por eso acusaban a la Asamblea de ser irresoluta y blanda. Marx
presentaba su propuesta democrático-revolucionaria en términos de la
concentración del poder legislativo y ejecutivo en manos de los representantes
del pueblo. El ala radical de la Asamblea reclamaba un gobierno ejecutivo
"elegido para un período determinado por la Asamblea Nacional y
responsable ante ella". Pero, decía Marx, eso no era suficiente. El poder
ejecutivo debía ser seleccionado en las filas de la misma Asamblea, como lo
demandaba el ala izquierda de los radicales.
Según la NGR, si la Asamblea renunciaba a asumir todos los
poderes del Estado, si en particular era desprovista del derecho a ejercer el
control sobre el Ejecutivo a través de sus comisiones de investigación,
entonces eso equivalía a renunciar a la soberanía del pueblo. El asunto de la
inmunidad de arresto por parte del Gobierno de los diputados era un aspecto muy
concreto de la soberanía. La NGR hacía campaña por plena e íntegra inmunidad, sin
lagunas. Sin embargo, de hecho, en lugar de que la Asamblea dominara sobre el
poder Ejecutivo, era este el que usaba todos los medios posibles para
fortalecerse. Marx ponía el ejemplo del proyecto de Ley de la Milicia: la idea
de una milicia popular se había convertido en un plan para instalar una fuerza
burocrática. Draper dice que todo esto reflejaba el leitmotiv de la actitud de
Marx hacia los problemas de la democratización: minimización
del poder ejecutivo, de la burocracia estatal, y maximización del peso, en la
estructura gubernamental, del sistema representativo. Y no solo en el período
de la revolución.
Fuente: https://infoposta.com.ar/notas/13649/hal-draper-sobre-marx-y-democracia-1/
HAL DRAPER SOBRE MARX Y DEMOCRACIA (2)
Por ASTARITA
16.SEP.24
Rolando Astarita blog 12/09/2024
La
primera parte de la nota, aquí
En la década que siguió a
la derrota de las revoluciones de 1848-1849 Marx escribió extensamente acerca
de las formas democráticas constitucionales. El principio que surge de estos
escritos es que una de las señas principales de una verdadera constitución
democrática es el grado en el cual la misma restringe y limita la independencia
del Poder Ejecutivo. Es acorde con la idea de que más democracia significa más
control popular desde abajo. Este enfoque subyace en varios análisis críticos
que hace Marx de constituciones particulares.
Análisis
de una Constitución
El primero, escrito en
1851, se refiere a la Constitución de la República de Francia. El principal
fraude en esa Constitución, dice Marx, es que deja espacio para que las
proclamadas garantías democráticas sean anuladas por leyes subsecuentes
dictadas por el Poder Ejecutivo. En El
18 Brumario, publicado
poco después, insiste con la crítica: “El inevitable Estado Mayor de
las libertades de 1848, la libertad personal, de prensa, de palabra, de
asociación, de reunión, de enseñanza, de culto, etcétera, recibió un uniforme
constitucional, que hacía a éstas invulnerables.
En efecto, cada una
de estas libertades era proclamada como el derecho absoluto del
ciudadano francés, pero con un comentario adicional de que estas libertades son
ilimitadas en tanto en cuanto no son limitadas por los “derechos iguales de otros y por la seguridad pública”,
o bien por “leyes” llamadas a armonizar estas libertades individuales
entre sí y con la seguridad pública. Así, por ejemplo: “Los ciudadanos tienen
derecho a asociarse, a reunirse pacíficamente y sin armas, a formular
peticiones y a expresar sus opiniones por medio de la prensa o de otro modo. El disfrute de estos derechos no tiene más
límite que los derechos iguales de otros y a la seguridad pública” (cap.
II de la Constitución francesa, art. 8). “La enseñanza es libre. La libertad de
enseñanza se ejercerá según las condiciones que determina la ley y bajo control
supremo del Estado”. “El domicilio de todo ciudadano es inviolable, salvo en
las condiciones previstas por la ley” (cap. II. art. 3).
Por lo tanto, la Constitución
remite constantemente a futuras leyes orgánicas que
precisarían y pondrían en práctica aquellas reservas, y regularían el disfrute
de estas ilimitadas libertades, de modo que no chocaran entre sí, ni con la
seguridad pública. Más tarde estas leyes orgánicas, continúa Marx, fueron
promulgadas por los amigos del orden, y las libertades fueron reguladas de modo
que no afectaran a la burguesía. Allí donde la Constitución vedaba “a los
otros” esas libertades, o consentía su disfrute bajo condiciones que eran otras
tantas celadas policíacas, lo hacía siempre, pura y exclusivamente, en interés
de la “seguridad pública”, es decir, de la seguridad de la
burguesía, tal y como lo ordena la Constitución.
Por eso, en lo sucesivo,
los amigos del orden invocaron, con plena justicia, el derecho constitucional a
anular las libertades; y los demócratas lo invocaron, también con plena
justicia, para reivindicarlas. Escribe Marx: “cada artículo de la Constitución
contiene su antítesis, su propia cámara alta y su propia cámara baja. En la
frase general, la libertad; en el comentario adicional, la anulación de la
libertad. Por tanto, mientras se respetase el nombre de la libertad y sólo se
impidiese su aplicación real y efectiva -por la vía legal se entiende-, la existencia
constitucional de la libertad permanecía íntegra, intacta, por mucho que se
asesinase su existencia común y
corriente”.
Minimización
del poder ejecutivo
En 1853 Marx analizó los
borradores de las constituciones para Schleswig y Holstein, y destacó su
carácter no democrático. Entre otras cuestiones señaló que uno de los pasajes
más remarcables de esos textos era el que quitaba el antiguo derecho de las
Cortes de cancelar decretos administrativos. Tales disposiciones eran malas
porque “es el poder de la burocracia el que debe mantenerse bajo”.
Esto también es planteado
en el análisis, escrito en 1858, de la Constitución prusiana de 1850. Una vez
más, Marx observa que los derechos constitucionales son nulificados por la
libertad de acción que se concede al Poder Ejecutivo. La realidad prusiana,
escribe, muestra la brecha entre la teoría constitucional y la práctica real.
Draper cita a Marx: “Cada paso que usted dé, incluso un simple movimiento, es
falseado por la acción omnipotente de la burocracia, esa segunda providencia de
genuino crecimiento prusiano. Usted no puede vivir ni morir, ni casarse,
escribir cartas, pensar, imprimir, emprender un negocio, enseñar ni ser
enseñado, organizar una reunión, construir una fábrica, emigrar ni hacer nada
sin el permiso de las autoridades”. Las leyes orgánicas borraban
garantías que existían incluso en los peores tiempos de la monarquía absoluta y
con la independencia de las cortes. Draper señala que es la segunda vez que
Marx defiende la independencia de las Cortes con respecto al Poder Ejecutivo.
Draper también destaca que
Marx consideraba que la Constitución de Hesse, de 1831, era la más liberal de
Europa –aunque su método de elegir representantes no era democrático- porque
restringía los poderes del Ejecutivo a límites estrechos que lo hacían más
dependiente de la Legislatura y otorgaba un elevado poder de control a la rama
judicial. Esto es, Marx reivindica la independencia de las Cortes de la
ley frente al Poder Ejecutivo.
Posteriormente, dice Marx,
la revolución de 1848-1849 democratizó las formas de elección e hizo otras dos
mejoras, ambas dirigidas contra el poder del Ejecutivo: puso el nombramiento
de los miembros de la Corte Suprema en manos de la legislatura, y quitó a la
monarquía el control del ejército, pasándolo al ministro de Guerra,
responsable ante los representantes del pueblo. Otro rasgo democrático de esa
constitución que destacó Marx es que la policía, tanto local como general, era
administrada por consejeros comunales nominados por elección popular. Una
década más tarde Marx sostenía que el control sobre la policía, establecido por
la Comuna de París, era un logro democrático. En general, señala
Draper, las ideas de Marx acerca de la minimización o subordinación del Poder
Ejecutivo, alcanzaron su más completa expresión en sus análisis de la Comuna de
París.
Válvulas
de seguridad para la burguesía
En este apartado pasamos
lista a otros aspectos de la concepción de Marx y Engels sobre las libertades,
que destaca Draper:
* Denuncian el ahogo de la
libertad de prensa durante la ofensiva del bonapartismo en Francia.
* Critican las
restricciones, en la Francia posterior a la derrota de 1848, al derecho al
voto; también en otras elecciones europeas.
* Critican la manipulación
de los distritos electorales por parte de la burocracia prusiana.
* Defienden el sistema
unicameral, o sea, favorable a una única asamblea representativa, y contra el
sistema bicameral, diseñado para frenar la soberanía popular.
* Defienden el derecho de
manifestación. En 1872, en Londres, se llevó a cabo un mitin, organizado por
miembros irlandeses de la Internacional, pidiendo una amnistía general. En
respuesta, el Gobierno pasó una ley en el Parlamento regulando las
manifestaciones públicas. Engels denunció la medida como un ataque “a uno de
los más preciosos derechos de los trabajadores londinenses”.
* Denuncian el uso de
espías e informantes por parte de los gobiernos y la policía contra los
movimientos radicales y obreros. Critican la disposición del comandante
austriaco en Milán por la cual todo aquel que no denunciara actos ilegales era
pasible de ser acusado de transgredir la ley.
* Reclaman la libertad de
prensa en tiempos de guerra. Cuando estalló la guerra franco prusiana Bebel y
Liebknecht fueron arrestados por el gobierno de Bismark bajo el cargo de alta
traición.
Estafa
democrática
Draper observa que no es
posible extraer de los escritos de Marx y Engels un reporte sistemático de lo
que Marx llamó “estafa democrática”, en referencia a los métodos
con los cuales la burguesía utilizaba (utilizaba y abusaba) las formas
democráticas para estabilizar su gobierno socioeconómico. Sin embargo, se
pueden señalar un par de puntos básicos.
Lo principal es la idea de
que la “estafa democrática” constituía una estafa no porque era democrática
sino, por el contrario, porque utilizaba formas democráticas para
frustrar el control democrático y genuino desde abajo. La misma frase viene de una referencia de Marx al
país que, bien entendido, era en su tiempo el más democrático en su forma
constitucional, los EEUU. Este era el modelo de “estafa
democrática”, no porque fuera menos democrático que otros, sino precisamente
por la razón opuesta.
Es que dado que EE.UU.
había desarrollado la estructura formal de la república constitucional en la
forma más democrática, su burguesía había tenido que llevar a su punto más
elevado el arte de mantener a la opinión pública dentro de canales satisfactorios
para sus intereses de clase. El principal método de esta empresa fue el sistema
de corrupción política. En la medida en que era posible realizarlo,
dentro del marco de un país que se estaba expandiendo económica y
geográficamente, podían evitarse las explosiones. El gasto valía la
pena mientras se ganara una válvula de seguridad para las pasiones
efervescentes del país. Después de todo, un Estado democrático,
permaneciendo iguales otras cosas, resulta más barato que el despotismo. En
la medida en que es posible, el Estado democrático es una ganga para la clase
dominante, interesada en mantener bajos los costos. Lo cual es cierto
no solo en términos de gasto en dinero contante y sonante –gasto necesario para
un aparato estatal hinchado-, sino también en términos de intangibles,
tales como el interés voluntario de la masa de la población en cooperar en su
propia explotación. En polémica con el liberal Heinzen, Marx señaló que la
monarquía implica grandes gastos, lo cual se veía comparando las finanzas
gubernamentales de Norteamérica con las finanzas de los estados germánicos.
Por otra parte, y
refiriéndose a la burguesía británica, Marx planteó que el objetivo ideal, en
política, de los principales representantes de la burguesía, era un Estado
barato. “Necesariamente su última palabra es la República Burguesa, en la cual
la libre competencia rige suprema en todas las esferas de la vida; en la cual
permanece solo el mínimo de gobierno que es indispensable para la
administración, interna y externa, de los intereses de clase comunes y los
negocios de la burguesía, y donde este mínimo esté sobria y económicamente
organizado tanto como sea posible”.
En otras oportunidades
Marx o Engels caracterizaron la política democrático-burguesa como un ejercicio
de convencer al máximo de personas de que estaban participando en el poder del
Estado, por medio de un mínimo de concesiones a las formas democráticas. En
vísperas de la revolución de 1848 Engels retomó el manifiesto lanzado por
Lamartine, el político poeta que encabezaba el partido Republicano, moderado, y
sostuvo que el significado de las medidas políticas propuestas por Lamartine era
entregar el gobierno a manos de la burguesía inferior, pero bajo la apariencia
de entregarlo a todo el pueblo. Este era el significado de su
sufragio universal con su doble sistema de elección.
Draper señala que el siglo
XIX asistió a una plétora de inteligentes sistemas electorales diseñados para
insertar un factor manipulativo en las formas de un sufragio más o menos
universal, comenzando con la Constitución de EEUU. Como lo señaló Engels
en el caso de Lamartine, los mecanismos fueron calibrados para conseguir un
único tipo de efecto: ¿cuán bajo en la
escala social, en las manos de qué clase, o estrato de clase, se esperaba que
residiera el poder político? Este era el vínculo entre la lucha de
clases y las formas constitucionales que a menudo parecían cuestiones técnicas.
Un movimiento destinado a ubicar el poder político en las manos de la clase
obrera podía permitirse el lujo de presionar por la democratización completa,
sin torcerse.
Hacia
la socialización de la democracia
En su crítica a Lamartine
Engels escribió que “los principios de la regeneración social y política habían
sido encontrados 50 años atrás: el sufragio universal, la elección
directa, la representación paga, eran las condiciones esenciales de la
soberanía política… Lo que queremos no es la conveniencia de la clase
media inglesa, sino un nuevo sistema de economía social para realizar los
derechos y satisfacer las necesidades de todos”. Esto se publicó en un medio
cartista, que todavía luchaba por el programa de los extremistas democráticos.
Pero los amigos cartistas de Engels, pertenecientes al ala izquierda del
movimiento, peleaban por extender la idea democrática a un programa social. Era
lo que había planteado también Engels desde su llegada a Inglaterra. Engels
había comenzado oponiendo el “comunismo” a la democracia, en la línea de
Proudhon y Weitling.
Sin
embargo, en 1844 había corregido esto al plantear ir por encima de la mera
democracia política, hacia una transformación social de base. En un artículo escrito ese año analizó las formas constitucionales
de la democracia británica en ese espíritu. Admitiendo que Inglaterra era el
país más libre, incluso más que Norteamérica, encaró el examen de los métodos y
formas del sistema político “sobre líneas puramente empíricas”, para mostrar
cómo la estructura estaba diseñada para hacer concesiones solo para preservar
todo lo posible esa decrépita estructura, y mantener el gobierno de la clase
media en asociación con la aristocracia de mentalidad progresista. Dado que la
Cámara de los Comunes ejercía todo el poder, se seguía que “Inglaterra debería
ser una democracia pura”. Pero esto solo sería así si el mismo elemento democrático
fuera realmente democrático”. Es esta condición la que Engels somete a un
análisis detallado, midiendo las pretensiones constitucionales y formales
contra los hechos empíricos del poder de clase. Su conclusión fue que el hombre
inglés no era libre a causa de la ley, sino a pesar de la ley, si es que podía
ser considerado libre, dado que era la constante amenaza desde abajo la que
aseguraba el reconocimiento de los derechos democráticos.
De la misma manera, era la
lucha de clases la que haría avanzar las cosas. “La lucha ya está en marcha. La
Constitución ha sido sacudida en sus fundamentos. Cómo resultarán las cosas en
el futuro se puede ver de lo que se ha dicho. Los nuevos elementos en la
Constitución son de naturaleza democrática. La opinión pública también se
desarrolla de acuerdo con el lado democrático, como lo mostrará el tiempo. El
futuro cercano de Inglaterra es la democracia. Pero no una democracia como la
de la Revolución de Francia, cuya antítesis era la monarquía y el feudalismo,
sino una democracia cuya antítesis es la clase media y la propiedad. Esto es
evidente a partir de todo el desarrollo precedente.
La clase media y la propiedad están en el poder; el hombre pobre está privado
de derechos y oprimido; la Constitución lo repudia; la ley lo maltrata: la
lucha de la democracia contra la aristocracia en Inglaterra es la lucha del
pobre contra el rico. La democracia hacia la que se dirige Inglaterra es la
democracia social”.
Sin embargo, la mera
democracia es incapaz de remediar los males sociales. La igualdad democrática
es una quimera, la lucha del pobre contra el rico no puede ser peleada en el
terreno de la democracia o la política en general. La “mera democracia” es
democracia meramente política, una democracia que no se extiende a la “cuestión
social”, a la democratización de la vida socio-económica.
Conclusión
En resumen, Marx y Engels
siempre observaron los dos lados del complejo de instituciones democráticas y
derechos que surgieron bajo la democracia burguesa. Ambos se correspondían con
las dos clases que lucharon hasta el final dentro de este marco. Un lado fue la
utilización de las formas democráticas como medio, barato y versátil, de
contener a las masas explotadas, dándoles la ilusión de participación en el
Estado mientras el poder económico de la clase gobernante se aseguraba los
centros reales de poder. Este era el lado de la “estafa democrática”.
El otro lado era la lucha para dar a las formas democráticas un nuevo contenido
social, de clase, ante todo empujándolas al extremo democrático del control
popular desde abajo, el cual, a su vez, implicaba extender la aplicación de las
formas democráticas fuera de la esfera meramente política y hacia la
organización de toda la sociedad.
La clave era el control popular desde abajo. Esta
idea se puede ver en la crítica al resbaladizo eslogan del “Estado libre”, el
lema de Lasalle. Tomándolo literalmente, Marx respondió que no queremos un
Estado que es libre, sino uno que esté completamente subordinado a la sociedad.
En su Crítica al Programa de Gotha escribe: “¿Qué es el
Estado libre? De ningún modo es propósito de los obreros, que se han librado de
la estrecha mentalidad del humilde súbdito, hacer libre al Estado. En el
imperio alemán, el Estado es casi tan “libre” como en Rusia. La libertad consiste en convertir al Estado
de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente
subordinado a ella. Las formas de Estado siguen siendo hoy
más o menos libres en la medida en que limitan la “libertad del Estado”.
Fuente: https://infoposta.com.ar/notas/13666/hal-draper-sobre-marx-y-democracia-2/
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