viernes, 10 de septiembre de 2010

¿MARX mantenido, VALLEJO inane, ARGUEDAS deprimido?



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El mito de que Karl Marx fue mantenido por Engels desde que lo conoció en 1844, ha sido muy difundido por la derecha internacional y no debería la gente que se considera de izquierda, repetirlo; no porque de haber sido cierto estuviera mal, sino porque no lo fue. Marx trabajó siempre y si en un largo período importante de su vida, acordaron con Engels, camarada y amigo, que colaboraría con su sustento mientras Marx continuaba con la confección de la parte medular de su obra; fue parte de un convenio que iba de la mano con una concepción del mundo. Es decir, convinieron para un lapso de tiempo, la mejor forma para terminar una parte de la investigación que concluiría con “El Capital”. De más está decir que Engels sí colaboró con Marx en el plano económico, en reiteradas ocasiones y mucho. Marx también lo apoyó, de formas múltiples. Esta mutua contribución de Marx y Engels fue una asistencia orgánica en el más completo sentido revolucionario. Además Marx no sólo padeció angustias económicas por la cantidad de dinero que percibía, sino que este era utilizado también para solucionar graves problemas de salud. Sólo por citar una biografía de las muchas que se han escrito, en la titulada “Marx” de 1985, Werner Blumenberg dice: “A Marx la miseria le ofreció un rostro de tres caras: enfermedades, penurias económicas y dificultades familiares” y agrega: “Marx padeció desde 1849 enfermedades de hígado y de vesícula que ya no le abandonarían (…) En 1877 se presentó una sobreexcitación nerviosa, más preocupante que su afección de hígado (…) Consecuencia de todos estos padecimientos era su insomnio crónico (…) Desde 1863 padeció forunculosis, enfermedad ligada a las hepatopatías (…) A todas esas enfermedades se sumaron a partir de 1855 frecuentes catarros que en los últimos años de su vida degeneraron en tuberculosis pulmonar.” (Barcelona, 1986. Págs. 127 – 128).
Por último, podemos decir que la colaboración económica de Engels a Marx no fue lo más sustancial del mutuo aporte de estos camaradas; sino la consecuencia de su vida militante, desde que se conocieron en 1844. En el famoso libro de 1940 de Edmund Wilson, “Hacia la estación de Finlandia”, leemos: “Es posible que el servicio más importante que Engels prestara a Marx en aquellos momentos fuera dar carne y huesos al proletariado abstracto de Marx, situándolo en una casa y en una fábrica reales. Engels había regresado de Inglaterra con datos para su libro sobre La condición de la clase trabajadora en Inglaterra en 1844, y se puso a escribirlo de inmediato. (…) En cuanto a Engels, encontró en Marx el respaldo de convicción moral y de fortaleza intelectual que le servirían de brújula en esa sociedad contemporánea cuyos crímenes comprendía perfectamente, pero en la que había crecido y a la que –al revés de Marx- pertenecía orgánicamente.” (Madrid, 1972. Págs. 180 – 181).
También hay que acotar que Marx nunca vivió “encerrado”, siempre actuó políticamente. Sería estéril enumerar las organizaciones que impulsó, las responsabilidades que asumió, las polémicas en las que participó.
Ni Marx ni Engels fueron teóricos de gabinete, y ni Marx ni Engels tienen la culpa de que los “Marx” que habitan en los cuerpos y corazones de algunos compañeros y pugnan por salir, no tengan para coordinar a un Engels.

2
César Vallejo no falleció de “inanición”, si se refiere a la debilidad producto del hambre, como difundieron ciertos oportunistas que vivieron de su obra; situación que aclaró bastante hasta el cansancio su compañera Georgette Phillipart. Su explicación la podemos leer en el libro de la misma autora de 1975: “Vallejo: allá ellos, allá ellos, allá ellos!”, en donde señala entre otras cosas: “(…) Vallejo ha sucumbido a un paludismo muy antiguo” Y citando al eminente doctor Carlos Urquijo, continúa: “(…) se trató de un viejo paludismo, reactivado como consecuencia de factores externos desfavorables, actuando sobre un organismo debilitado” (Lima, 1978. Pág. 213). Los médicos de la Clínica Arago hacen poco o nada por ayudarlo y no dan con la dolencia, falleciendo sin atención de la ciencia el 15 de abril de 1938.
Vallejo en Europa trabajó y escribió por y para la revolución, nunca padeció pobreza extrema, aunque sí una situación bastante modesta. Y eso también lo decimos, porque así fue; sin contenidos subjetivos.

3
Sobre la “depresión” de José María Arguedas. Este otro gran peruano tan zarandeado por unos y por otros, diremos que en el caso de este notable escritor, definir su dolencia psíquica no es tan sencillo como se deseara, ya que en su problema -más que en otros casos o todos los casos- se entretejen lo psicológico con lo social tan profundamente e interdependientemente que es difícil diferenciarlos.
Por otra parte, pensamos que más precisamente que “depresión” lo que Arguedas sufría era “angustia”, que para muchos especialistas es un síntoma más de la depresión, pero para otros no. La primera adormece y debilita los sentidos; la segunda los sobreexcita. La angustia se caracteriza por desconfiar, por estar en constante autodefensa. Citaremos a algunos autores que han estudiado este aspecto cardinal de la vida de Arguedas. Talía Tauro por ejemplo, señala en su libro “Psicopatología y amor en la obra de José María Arguedas”, que Arguedas tenía una “enorme carga de angustias” (Lima, 1993. Pág. 30). Esto no nos dice nada sin entender que “(…) la vida y obra de J. M. A. están estrechamente entrelazadas, pues de no haber sido protagonista activo o contemplativo de la realidad del país y de los conflictos humanos suscitados en ésta, no hubiera podido describir con tanto realismo sus problemas” (Pág. 31). Por esto, el escritor “(…) busca una salida a su infortunio y surge la idea obsesiva: el suicidio. La muerte viene a calmar el desasosiego de su espíritu, encuentra en ella una meta para su existir.” (Pág. 12).
Carmen María Pinilla en la Introducción a su difundida compilación “Arguedas – Textos Esenciales”, dice que cercano a la decisión de acabar con su vida, Arguedas estaba “atenazado por la angustia radical y atormentado por la amenaza de desaparición de elementos culturales del pueblo andino (…) casi vencido por la angustia que lo agobia y paraliza” (Lima, 2004. Pág. 34 – 35).
Entendemos entonces que José María Arguedas no sufrió un problema de orden psíquico medianamente independiente de un fenómeno social; sino que este fue manifestación de un proceso sociocultural de gran envergadura que significaba la fogosa existencia de un Perú de todas las sangres que avanzaba hacia sus reivindicaciones en un mundo completamente revolucionado. Dice Humberto Collado Román en su minuciosa “Biografía”: “Es en 1969 que Arguedas se encuentra maduro para cualquier cabriola que podría hacerle a la muerte. La vida de Arguedas prácticamente era un péndulo entre la desesperación, el insomnio y los intensos dolores a la nuca y a la espalda; frente al presentimiento optimista, escéptico y trágico del futuro incierto” (Lima, 2005. Pág. 121). Aquí se constata que el malestar psíquico ya ha echado raíces profundas en el cuerpo del paciente, la vida lo angustia, lo predispone, lo asusta; sale pues al suicidio a manera de autodefensa y no simplemente de auto exterminio.
En el número 66 de la Revista de Neuropsiquiatría, del año 2003, entre sus páginas 171 – 184, encontramos un artículo de Santiago Stucchi Portocarrero que sustenta su análisis de la enfermedad de Arguedas en la depresión; sin embargo, pese a no estar de acuerdo, creemos que las conclusiones son las mismas; es decir que no murió como consecuencia de una simple “depresión”: “Sabemos que en la depresión y su consecuencia fatal, el suicidio, influyen diversos factores: biológicos, psicológicos y sociales, en mayor o menor grado. Más difícil aún es determinar en qué medida sus síntomas depresivos contribuyeron a forjar su obra, marcada por la nostalgia, la marginalidad y la ambivalencia” (“La depresión de José María Arguedas”, 2003).
En ese mismo artículo se recoge una expresión del fallecido hijo del Amauta Mariátegui, el psiquiatra Javier Mariátegui, quien señala: “El suicidio de José María Arguedas no puede entenderse solamente como la complicación final de un cuadro melancólico profundo. Para explicar esta dolorosa pérdida, como señalamos para el diagnóstico formal, la hermenéutica de la psiquiatría clínica es insuficiente. (...) La muerte de Arguedas fue una forma extrema de afirmar su vida, cuando la cantera creativa parecía agotada. Para seguir viviendo en la conciencia y en el imaginario nacional y para ser leal y consecuente con su propio destino vital, José María, como César Vallejo, sólo podía repetir: ‘...no poseo para expresar mi vida sino mi muerte’” (“Arguedas o la agonía del mundo andino”. Revista de Psicopatología. Madrid, 1995. Número15. Págs 91-102).
Por lo tanto Arguedas no murió “deprimido” por actuar, sino angustiado por el epicentro de su acción y su propia capacidad de influencia en el mundo que se derrumbaba de muchas formas ante sus ojos.
Hechas estas aclaraciones, deseo manifestar por último que la más fundamental de nuestras actividades laborales en estos momentos es contribuir con nuestra propia formación y con la de los más jóvenes y/o más inexpertos; por supuesto desde nuestras modestas y sinceras trincheras. Nuestros más jóvenes militantes y nuestro pueblo deben conocer que ni Marx vivió encerrado en su gabinete, ni Vallejo murió de hambre por escribir y militar, ni Arguedas de depresión por lo mismo. Todo lo contrario, vivieron y murieron por las causas del pueblo, por actuar desde ellas; orgánicamente los dos primeros, miembros de un movimiento internacional; orgánicamente Arguedas, militante de la defensa de la cultura de resistencia. No hay pretextos para no estudiar, no actuar, no organizarse, no militar y no producir, como se debiera. Los Marx, los Engels, los Vallejo y los Arguedas no surgen imitando sus vidas, memorizando sus frases, aplicándolas o declarando su validez; tampoco están latentes en los que no pueden seguir su mismo camino, por el tiempo que sea. Ellos están vivos en los luchadores pensantes y operantes que desde siempre trabajan por un mundo nuevo, ahora y siempre y no cuando las “posibilidades” individuales y sociales estén dadas. Eso justamente es ser revolucionario, revolucionar las posibilidades. Eso es lo que ellos hicieron.
Saludos fraternos.
Martín Guerra.
NOTA.- Tema difundido el 05.09.10, de capital importancia para el análisis del factor humano, del papel del individuo en la historia, de Invitación a la Vida Heroica.
Ragarro
10.09.10