Este artículo analiza la
comunicación política desde la perspectiva de la psicología
política.
Estudia los mecanismos mentales de búsqueda y obtención de información, las vías sensoriales de ingreso al cerebro, los procesos de decodificación, la construcción de juicios políticos, el papel de la motivación y las modalidades de archivo de la información en el cerebro. El eje central es qué hace el ciudadano con la información que recibe desde el sistema político y cómo la procesa interiormente.
El trabajo lo publiqué originalmente en la Revista Comunicación
y Pluralismo de la Universidad Pontificia de Salamanca (España).
Introducción a propósito de la calidad
de la comunicación política
Para que la comunicación política realmente esté al servicio de los
ciudadanos y de los dirigentes es imprescindible que, ante todo, sea buena
comunicación. Porque la buena comunicación política facilita el diálogo y la
escucha mutua entre políticos y ciudadanos, fomentando de ese modo el
conocimiento realista del otro, de sus acciones y de sus problemas y ayudando a
una mejor gestión social de las expectativas de unos y otros.
La política es comunicacion. Siempre. Desde un
principio. Buena comunicación es buena política, entonces. Política al servicio
del ciudadano. Y un punto de partida relevante para hacer buena comunicación es
conocer mejor los mecanismos mentales a través de los cuales se procesa la
información política dentro del cerebro del ciudadano. Si el sistema político
comprende más y mejor esos mecanismos estará en mejores condiciones de depurar
de ruidos la comunicación política y hacerla más precisa, más eficaz, más
eficiente, más abierta a la
escucha, más dialogada y más democrática.
En suma: el conocimiento
psicológico y neurocientífico puede ayudar a mejorar la
comunicación política. Y la buena comunicación política construye ciudadanía y
construye democracia.
Algunas definiciones operacionales
Conviene precisar, ante todo, los alcances de algunos conceptos que se
manejan en este trabajo.
En primer lugar llamaremos ‘información politica’ a toda información
generada por el sistema político (partidos políticos, gobiernos, candidatos,
campañas electorales y organizaciones vinculadas).
En segundo lugar usaremos indistintamente los conceptos ‘cerebro’ y
‘mente’. Esto es así por razones didácticas y de claridad expositiva y además
porque a los efectos específicos de este trabajo no es relevante la
discriminación entre lo biológico y lo psicológico.
En tercer lugar cuando nombramos el ‘procesamiento de la información
política’ hacemos referencia a los eventos psicológicos ocurridos entre la
búsqueda y obtención de esa información en un extremo y su almacenamiento en el
otro. No estamos abarcando ni lo que ocurre antes de la búsqueda ni lo que
ocurre después del almacenamiento.
Y en cuarto lugar téngase presente que tampoco ingresamos a un capítulo esencial
de la comunicación política que es el de las emociones y sus efectos en la
misma.
Por último es menester especificar que el enfoque de esta trabajo se
inscribe en la psicología política, disciplina científica cuyo cuerpo central
de conocimientos se desarrolla a partir de sus experimentaciones específicas y
de la integración de aportes provenientes tanto de otras ramas de la psicología
como de las neurociencias y las ciencias sociales.
El cerebro como buscador activo de
información
El cerebro humano es una portentosa maquinaria rastreadora de
información. Desde el principio de los tiempos ha operado como un radar que
detecta todo lo nuevo que surge en el ambiente, operación de vital importancia
para la adaptación humana a la realidad y para la sobrevivencia misma. No
recibe la información del entorno de un modo neutro y pasivo sino que sale a
buscarla activamente.
Más que un receptor de mensajes, el cerebro es un buscador de
información. En nuestro tiempo son tres los grandes ámbitos donde busca esa información.
A saber:
1.
La realidad material, el entorno físico en el que vive y por el que
transita el ser humano
2.
Los otros seres humanos con los cuales interactúa
3.
Los medios de comunicación
Estos tres ámbitos actúan como inmensos repositorios de información, una
información que se mueve, que circula, que se transmite…y que mientras lo hace
va sufriendo transformaciones, agregados, eliminaciones, cambios, depuraciones,
amplificaciones y todo un conjunto de modificaciones. La realidad material, las
otras personas y los medios de comunicación, entonces, no son solamente
repositorios de información sino que operan como filtros que dejan pasar
algunas informaciones y otras no, y también operan como editores que
reorganizan y resignifican el material informativo.
Del otro lado de esta triple pared, de esta triple capa de filtros
editores de información, está el sistema político. Un sistema político que es
un emisor perpetuo, incesante e incansable de información.
Ese sistema político está integrado por un abigarrado conjunto de
elementos: partidos políticos de la más diversa orientación, dirigentes,
militantes, estructuras comunicacionales, gobiernos locales, regionales y
nacionales, legisladores, funcionarios y otras personas y organizaciones
vinculadas directamente a la actividad política. Esta composición implica en
primer lugar que la masa informativa que produce es inmensa, dispersa y
diversa. Y en segundo lugar implica que es una masa informativa llena de
contradicciones y de informaciones que se niegan y se excluyen unas a otras.
Toda esta abigarrada producción informativa desemboca en los
repositorios ya mencionados de la realidad material, las redes de interacción
humana y los medios de comunicación. Es sobre esa información, ya filtrada y
editada, que el cerebro va a actuar como buscador, como radar, como detector.
Cuando creemos ingenuamente que una persona ‘recibe’ información
política estamos olvidando que ese ‘receptor’ es activo y que su ‘recepción’ es
el resultado de una tarea, de una acción. Para recibir pone en juego sus
sentidos, sus habilidades cognitivas y su motivación. Inclusive la no recepción
de los mensajes políticos es una conducta activa. En estos casos el individuo
no se interesa, no atiende, no ve ni escucha. Muchas veces ni siquiera se
entera de los mensajes, y en otras muchas se entera pero se los saltea y los
deja pasar sin darse por enterado.
En una palabra: el cerebro busca y elige la información que va a
recibir. Y descarta activamente la que no quiere recibir.
Las vías sensoriales
El primer contacto del individuo con la información política va a ser,
siempre, el sistema sensorial. Allí están los puntos de contacto con el mundo:
la boca, la nariz, los oídos, los ojos y la piel. Estas vías sensoriales son
como nuevos filtros moduladores por los que pasa el mensaje político. Con la
diferencia que están en el propio individuo y son manejadas por él. No son algo
externo sino que forman parte de sus propios recursos personales.
Los seres humanos utilizamos las vías sensoriales en un doble sentido:
por un lado para vivir la experiencia de la realidad y por otro lado para
re-presentarnos psicológicamente esa realidad. Por ejemplo: vemos un objeto
externo a nosotros (vivimos la experiencia) pero además lo podemos visualizar
en nuestra mente cuando está ausente (re-presentamos la realidad en nuestra
mente).
En definitiva: las vías sensoriales también inciden en la forma en que
se piensa la información recibida.
A los efectos de una simplificación práctica, podemos hablar de tres
grandes sistemas sensoriales: el sistema visual, el sistema auditivo y el
sistema cinestésico.
1.
El sistema visual refiere a la mirada y la visualización, incluyendo
aspectos vinculados al espacio (formas, movimientos, colores…)
2.
El sistema auditivo refiere a la escucha exterior y al diálogo interno,
incluyendo sonidos, música, ruidos y lenguaje hablado externo e interno
3.
El sistema cinestésico refiere básicamente a las sensaciones táctiles
(tacto, temperatura, humedad…), las sensaciones recordadas, el sentido interno
del equilibrio y la conciencia del propio cuerpo. Por razones didácticas vamos
a incluir aquí también los sentidos del gusto y del olfato.
La Programación Neurolinguística (PNL) es una disciplina muy valiosa a
la hora de comprender estos mecanismos sensoriales vinculados a la comunicación
(O’Connor & Seymour, 1995). Como explica la PNL, si bien todos utilizamos
los tres grandes sistemas sensoriales, de todos modos siempre hay uno que
predomina en cada individuo. Entonces algunos serán más impactados por la voz y
las palabras del candidato, otros por su sonrisa y su imagen y otros por las
sensaciones casi físicas que sienten ante él. En cada caso dependerá del
sistema sensorial predominante en cada uno.
Ahora bien, ¿es igualmente persuasiva la información ingresada por
cualquiera de las vías sensoriales? Hace ya varias décadas que Mehrabian (1981)
investigó los factores que más inciden en la comunicación persuasiva. Y aisló
tres vectores fundamentales en la persuasión:
1.
la imagen visual
2.
las cualidades de la voz
3.
el contenido de las palabras
¿Cuánto pesa cada factor? Según la investigación de Mehrabian, y
considerando aquellos momentos en los cuales el comunicador habla de sus
emociones o de sus actitudes, el peso relativo de cada factor sería el
siguiente:
·
El factor visual pesa un 55 % (postura corporal, gestualidad,
movimientos, colores, contraste figura-fondo…)
·
El factor auditivo influye un 38 % (tono y volumen de la voz)
·
Y el factor contenido de las palabras un modesto 7 %.
La vía sensorial visual, entonces, tiene un papel especial en la búsqueda
y obtención de información llevada adelante por el cerebro. Porque esa vía
visual le va a proporcionar información altamente relevante y sensible derivada
de la decodificación de las emociones y las actitudes de los comunicadores
políticos.
Estrategias de búsqueda y selección de
información política
Algunas investigaciones han puesto énfasis en descubrir las estrategias
que el cerebro pone en práctica para buscar, seleccionar y obtener información
política. En particular se destacan los trabajos de Lau (1992, 1995), quien nos
aporta algunas pistas extremadamente importantes.
Según Lau, hay dos patrones básicos para la búsqueda de la información
política:
·
Focalizarse en un político individualmente y obtener toda la información
posible sobre él antes de pasar a informarse sobre otro. Es la búsqueda
candidato-individual.
·
Focalizarse en un determinado atributo por vez y obtener toda la
información sobre ese atributo proveniente de los distintos políticos. Es la
búsqueda entre-candidatos.
Los ciudadanos que utilizan el primer patrón de búsqueda, el
candidato-individual, buscan activamente toda la información concerniente a un
determinado político: las características de su personalidad, su programa de
gobierno, su enfoque de los temas en debate en el país, sus declaraciones, sus
propuestas…
Cada uno hace esta búsqueda de acuerdo a sus intereses y a la
profundidad de su mirada, pero siempre apuntando a la ampliación de su
información sobre ese político. Cuando tiene un panorama relativamente claro
sobre él, recién entonces pasa a buscar información sobre otro político.
Distinto es el procedimiento de los ciudadanos que utilizan el segundo
patrón de búsqueda, el entre-candidatos. Ellos toman un determinado atributo
(la simpatía, la capacidad de trabajo, la actitud ante el gobierno, la posición
frente a la temática del empleo, la salud, el aborto o cualquier otra) y
comparan a los distintos políticos en función de este atributo. Y recién
después de compararlos pasan a otro atributo.
En suma: el primer patrón se basa en los candidatos y el segundo en los
atributos. El ciudadano busca información y para ello utiliza una de las dos
estrategias antes señaladas. Ahora bien, de aquí surgen algunas interrogantes.
A saber:
·
¿La búsqueda abarca a todos los políticos o solo a una parte de ellos?
·
Cuando se busca por atributos, ¿al cerebro le bastan unos pocos o tiene
que revisarlos todos?
·
¿El cerebro busca siempre con la misma intensidad o hay períodos más
fértiles para esa búsqueda?
Un concepto que puede ayudar a aclarar esta dinámica es lo que en
psicología se conoce como “la regla del 37 %”, una regla que surge del análisis
de la experiencia práctica de quienes trabajan en selección de personal. La
regla (no conciente pero aplicada en la práctica) establece que cuando la
persona que selecciona personal ha estudiado los perfiles del 37 % de los
aspirantes al cargo, su cerebro ya tiene casi toda la información que necesita
para decidir. Tan es así que a partir de ese momento elige al primer aspirante
que supere al mejor perfil identificado hasta entonces.
Idéntico resultado obtuvo el Dr. Peter Todd (1997) estudiando un tipo de
búsqueda y selección completamente diferente: la elección de pareja. El estudio
se encuadra dentro de la línea de investigación de Todd conducente a
matematizar comportamientos humanos complejos. Su modelo fue presentado en 1997
ante la Sociedad Británica de Psicología y describe que:
·
el cerebro estima silenciosamente la cantidad de personas que a lo largo
de la vida le pueden resultar especialmente atractivas al individuo
·
cuando la persona conoce al 37 % de ese total de potenciales parejas,
entonces el cerebro analiza las caracteristicas de la mejor de ellas y
construye así el perfil de pareja que busca
·
cada nueva persona atractiva que sea conocida luego de ese primer 37 %
será comparada por el cerebro con la que definió el perfil buscado
·
finalmente, cuando alguien mejore ese perfil, el cerebro emitirá señales
indicando que esa es justamente la persona indicada que se debe elegir
Ambos ejemplos sugieren que el cerebro humano no agota la totalidad de
opciones posibles cuando debe optar entre una multiplicidad de alternativas,
sino que se detiene en su búsqueda cuando evalúa que ya dispone de la
información suficiente como para tomar una decisión. Una hipótesis a explorar
sería si conocer al 37 % de los políticos ya le permite al cerebro clausurar la
búsqueda, y otra sería si conocer el 37 % de atributos de un político ya le
permite considerar que tiene información suficiente acerca del mismo. La misma
secuencia de ideas permite postular la hipótesis de una mayor apertura para
buscar información política nueva durante el primer 37 % de los años de vida de
cada uno, y durante el primer 37 % del período inter-electoral, y también
durante el primer 37 % de cada campaña electoral.
¿Cómo sabe el cerebro humano que ha llegado al 37 % de los casos
posibles? Porque opera de modo inconsciente como una gran computadora que
ingresa grandes magnitudes de información y estima a altas velocidades la
cantidad de casos posibles. La intuición o el sentimiento de que “ya ha visto
suficiente como para formarse una opinión” se apoya sobre complejos cálculos y
estimaciones que realiza el cerebro por debajo del nivel de la conciencia.
Decodificación aberrante de la
información
Finalmente la información política está en el cerebro del votante.
Recortada, seleccionada, subrayada, fragmentada, editada, modificada…pero ahora
sí dentro del cerebro. Pero hay un nuevo problema: la información está
codificada.
Claro que en este aspecto la información política no es original ni se
diferencia mayormente de los otros tipos de información. Ya sabemos que todo
emisor codifica sus mensajes, los subordina a ciertos conjuntos de reglas y de
significados. Cada uno tiene sus propios códigos y subcódigos y es inevitable
que utilice los mismos. Pero luego el receptor decodifica esos mensajes, los
traduce. Y para esta tarea de decodificación utiliza no los códigos del emisor
sino los suyos propios, los que el receptor ha aprendido a lo largo de su vida.
Y las diferencias entre los códigos del emisor y los del receptor explican una
parte muy trascendente de las dificultades de comunicación.
El nivel socioeconómico, el perfil psicográfico y actitudinal, la
formación cultural, el género, la edad, la filiación política, las ideas
religiosas, los valores humanos…todos estos vectores implican subcódigos que
van a incidir significativamente en la codificación y decodificación de la
información. Pero además cada uno construye su peculiar combinación de códigos
y subcódigos y en función de ella surge su “mapa” de la realidad. Este mapa es
un reflejo de la realidad pero es diferente a ella (es un modelo, al igual que
el mapa que usamos en geografía representa a un determinado territorio pero
físicamente no lo es). Y así cada uno también utiliza su propio mapa de la
realidad para encriptar la información que emite, aunque tenga tan naturalizado
el proceso que ni siquiera percibe que está encriptando. Luego el receptor
traducirá esa información en base a su propio mapa de la realidad, el que podrá
tener más o menos puntos de contacto con el mapa del emisor.
En definitiva, una misma información política será traducida de diversa
manera por cerebros que utilizan distintos códigos, subcódigos y mapas de la
realidad. Ello puede dar lugar a lecturas diferentes, a interpretaciones
distintas, a veces a dudas y/o confusiones y a modificaciones de la información
que ya nunca más será igual a sí misma. Es lo que Umberto Eco (1985) llama la
decodificación aberrante.
Claro que en la comunicación política ese fenómeno es mucho más agudo
aún, sobrecargando en mucho la tarea de traducción que debe realizar el
cerebro.
El circuito cerrado de la política
Los políticos suelen no percibirlo, pero sus códigos, subcódigos y mapas
son muy diferentes de los del ciudadano común. ¿Por qué? Porque el mundo
político es un mundo que tiende a cerrarse sobre sí mismo, a plegarse hacia su
interior, funcionando como en un circuito cerrado de televisión.
Quienes forman parte de ese mundo, quienes lo integran a plenitud,
constituyen un segmento netamente minoritario de la sociedad. Son miembros del
gobierno a nivel ejecutivo, legisladores nacionales y locales, dirigentes
partidarios, periodistas especializados, militantes activos y núcleos de
ciudadanos altamente interesados en la política. Uno de sus mayores problemas
comunicacionales, justamente, es que frecuentemente no pueden o no quieren
reconocer ese carácter de minoría que los caracteriza. No a algunos, sino al
conjunto del sistema.
¿Por qué son minoría? Tal vez por una característica propia de la
democracia representativa: los representantes están para eso, para ocuparse de
los asuntos a los cuales sus representados no pueden o no quieren dedicarle su
tiempo. La mayoría delega determinadas responsabilidades en ese pequeño
subconjunto minoritario. Y deja para ellos la atención cotidiana de esos
asuntos. Esto no significa que los ciudadanos no quieran saber lo que ocurre en
el ámbito político. De ninguna manera. En realidad el ciudadano de comienzos
del siglo 21 quiere saber y, más que eso, quiere opinar. Pero el matiz que
debemos comprender es que eso está muy lejos de un involucramiento en el día a
día de la política.
El sistema político, entonces, es una minoría de la sociedad
contemporánea. Así lo certifican todas las encuestas que se realizan en
cualquier lugar del mundo occidental. Todos los estudios, con variaciones de
país a país, revelan que el subconjunto de personas muy interesadas en la política
es un fragmento bastante menor del total de ciudadanos.
Pero además de constituir una minoría, los miembros de este segmento
social construyen su propio mundo: el lenguaje, los conceptos, los hechos, las
iniciativas, los proyectos, las polémicas, la sutileza de los matices, las
respuestas de unos a otros…todo este edificio se levanta a partir de un
seguimiento cotidiano de la política. Seguimiento que solo esta minoría
realiza, y que es particularmente ajeno a las mayorías. Y como mundo aparte que
es, su propia dinámica le lleva a divorciarse del lenguaje, la sensibilidad y
la experiencia de los restantes segmentos sociales.
Así es que el sistema emisor de información política funciona en
circuito cerrado: una exhaltada intervención de un senador opositor estará
básicamente orientada a sus pares oficialistas, los que reaccionarán con
respuestas aludiendo a sus rivales, quienes volverán a responder…Todos
refiriéndose a hechos y más que nada a palabras conocidas por el mundillo
politico, todos dando por sabidos los antecedentes y las entrelíneas. Desde
afuera, el ciudadano común muchas veces no escucha, en otras ocasiones escucha
pero no entiende, y en otras entiende pero no comparte la trascendencia del
punto. Es otro mundo.
A veces, solo a veces, algunos hechos y algunos mensajes políticos abren
grietas en el circuito cerrado y llegan con impacto al gran público (ese que
sigue su vida como si nada mientras los políticos se enfrentan con fiereza).
¿Cuándo se presentan estas grietas? Solo en tres oportunidades:
1.
Ante hechos excepcionales
2.
Ante políticos excepcionales
3.
Ante excepcionales procedimientos de comunicación política.
Fuera de las excepciones, fuera de las grietas en el circuito cerrado,
la decodificación que hace el cerebro de la información política es aberrante.
O sea totalmente divergente de lo esperado por el emisor. Porque el receptor
vive en otro mundo, y tiene sus propias reglas para interpretar los mensajes.
Construcción de juicios políticos
¿Cómo se procesa y cómo se almacena la información política en el oscuro
laberinto del cerebro?
A partir de la información de que dispone, sometida a todas las
torsiones y distorsiones señaladas anteriormente, cada ciudadano formula
juicios respecto a los diferentes políticos. O sea que su cerebro produce
afirmaciones y negaciones respecto a algunos de ellos, sus conductas y sus
ideas. Y produce evaluaciones positivas y/o negativas a su respecto.
El cerebro, según las investigaciones de Huang y Price (2001), cuenta
con 2 mecanismos distintos para esta tarea:
1.
Procesamiento online
2.
Procesamiento basado en la memoria
El juicio online sobre el político ocurre de modo espontáneo ante el
encuentro con información relevante al respecto. Es un procesamiento “sobre la
marcha” y conducido por impresiones del momento. El cerebro lleva un “contador
de evaluaciones”, una “cuenta corriente” de juicios sobre determinado
candidato, y ese resumen se actualiza cada vez que aparece información nueva.
El episodio que motiva la actualización del “contador” puede llegar a olvidarse
con cierta facilidad, pero la actualización de la cuenta permanece.
Un ejemplo hipotético: ante determinada información la persona establece
el juicio de que el político X es corrupto. Luego van apareciendo a lo largo
del tiempo nuevas noticias ante las cuales la persona vuelve una y otra vez al
juicio de que X es corrupto. Llega un momento en el que la persona posiblemente
olvide mucha información concreta, pero mantiene bien presente su juicio sobre
el candidato.
En el caso del procesamiento basado en la memoria, en cambio, el
ciudadano no almacena juicios sobre el político sino informaciones respecto al
mismo. Entonces debe evocar la información, recuperarla del archivo, y recién a
partir de allí formular un juicio. Este modo de procesar la información política
es menos frecuente que el anterior.
De manera que tenemos juicios basados en la memoria y juicios online.
Estos dos modos de elaboración de la información se suman a la otra díada ya
explicitada anteriormente: el procesamiento de la información sobre cada uno de
los políticos y sobre la comparación de los atributos de varios políticos. A
estas variables tenemos que agregar una más: la motivación que cada ciudadano
tiene para obtener información política y para destinarle tiempo a su
evaluación.
El factor motivacional
La motivación para la búsqueda de información política se distribuye
desigualmente en la sociedad. Los más motivados se encuentran habitualmente
entre los formadores de opinión. Su modalidad para obtener, procesar y
almacenar la información política se caracteriza por ser un escrutinio político
por político, profundizando en uno tras otro sucesivamente.
Por otro lado, en el extremo opuesto de la escala, están los menos
motivados de todos en materia política. Ellos tienen una recordación mucho
menor de los hechos políticos ya que su esfuerzo cognitivo para obtener
información al respecto es muy limitado. Su modalidad predominante de búsqueda
de información es la comparación de atributos entre distintos políticos.
Archivo de la información politica en
la memoria
La forma en que el cerebro archiva la información política en la memoria
depende de los factores ya señalados:
·
Estrategias de obtención de información en base a políticos o en base a
atributos
·
Mecanismos de formulación de juicios ya sea online o basados en la
memoria
·
Grado de motivación para la obtención y el procesamiento de la
información política
La interacción entre estos factores da lugar a diferentes modalidades de
archivo de la información política en el cerebro:
·
Algunos archivos son más superficiales y otros más profundos y completos
·
Algunos ciudadanos archivan mucha más información que otros. Y esa
información está mucho más teñida de interés y de color emocional
·
Mientras unos ciudadanos archivan en distintas “carpetas”
correspondientes cada una de ellas a un político distinto, otros archivan en
“carpetas” correspondientes cada una a un atributo diferente
·
Algunos ciudadanos archivan impresiones y juicios rápidos sobre los
políticos (juicios que luego irán actualizándose ante cada nuevo episodio que
los involucre) mientras que otros archivan una memoria más detallada de los
hechos y posicionamientos que van adoptando esos políticos.
A modo de conclusión provisoria
La Psicología Política está produciendo conocimientos relevantes acerca
de lo que sucede con la información política que ingresa al cerebro del
ciudadano. Esos conocimientos no son definitivos ni abarcan la totalidad del
campo de estudio. Sin embargo son pistas sólidas para seguir avanzando en la
tarea de iluminar ese laberinto oscuro que por momentos parece el cerebro,
pistas para que deje de ser una caja negra y comience a volverse más
transparente.
Seguramente varias de estas pistas son sorprendentes para el sistema
politico, ya que desafían su olfato, contradicen algunos lugares comunes e
instauran una lógica diferente. Pero del acercamiento entre sistema político,
especialistas en comunicación y expertos en psicología política seguramente irá
surgiendo una comunicación política que cada vez esté más al servicio del
ciudadano. Una comunicación política que tendrá tanta mayor calidad y
efectividad cuanto más logre alinearse con los mecanismos mentales de
procesamiento de la información.
Referencias
Anderson, J. (1983). The architecture of cognition.
Cambridge, MA: Harvard University Press.
Eagly, A. & Chaiken, S. (1984). Cognitive theories of
persuasion. Advances in Experimental Social Psychology, 17,
267-359.
Eco, U. (1985). Obra abierta. Barcelona: Planeta-Agostini.
Eskibel, D. (2010). Secretos del cerebro político. Extraído
el 13 de octubre de 2011 de
http://www.psicociudad.com/2010/01/maquiavelo-freud.html
Eskibel, D. (2010, Febrero). Viaje al fondo del cerebro del
votante. Campaigns&Elections, 2. Extraído el 13 de octubre de
2011 de
http://content.yudu.com/A1lrne/PoliticsFeb2010/resources/index.htm
Eskibel, D. (2010, Julio). Los modelos de decisión de voto. Cahiers
de Psychologie politique, 17. Extraído el 13 de octubre de 2011 de
http://lodel.irevues.inist.fr/cahierspsychologiepolitique/index.php?id=1696
Hastie, R. & Park, B. (1986). The relationship between memory and
judgment depends on whether the judgment task is memory-based or on-line. Psychological
Review, 93, 258-268.
Huang, L. & Price, V. (2001). Motivations, goals, information
search, and memory about political candidates. Political Psychology, 22
(4), 665-692.
Kaplun, M. (1995). Recepción televisiva y vida cotidiana. Relaciones,
134, 14-15.
Kaplun, M. (1995). Las tierras incógnitas de la recepción
televisiva. Relaciones, 135, 5-7.
Lau, R. (1995). Information search during an election campaign:
introducing a processing-tracing methodology for political scientists. En Lodge
& McGraw (Eds.), Political judgment: structure and process (pp.179-205).
Ann Arbor, MI: University of Michigan Press.
Lau, R. & Redlawsk, D. (2006). How voters decide: information
processing during election campaigns. Cambridge: Cambridge University Press
McGraw, K., Pinney, N. & Neumann, D. (1991). Memory for political
actors: Contrasting the use of semantic and evaluative organizational
strategies. Political Behavior, 13, 165-189.
McGraw, K. & Steenbergen, M. (1995). Pictures in the head: Memory
representation of political candidates. En Lodge & McGraw (Eds.), Political
judgment: structure and process (pp.15-41). Ann Arbor, MI: University
of Michigan Press.
Mehrabian, A. (1981). Silent messages: Implicit communication of
emotions and attitudes. Belmont, CA: Wadsworth.
Musitu, G. (1993). Psicología de la comunicación humana.
Buenos Aires: Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas.
O’Connor, J. & Seymour, J. (1995). Introducción a la PNL.
Barcelona: Urano.
Rahn, W., Aldrich, J. & Borgida, E. (1994). Individual and
contextual variation in political candidate appraisal. American
Political Science Review, 88, 103-109.
Todd, P. (1997). Searching for the next best mate. En Conte, Hegselmann
& Terna (Eds), Simulating Social Phenomena (pp. 419-436).
Berlín: Springer-Verlag.
No hay comentarios:
Publicar un comentario