Daniel Eskibel
Ni siquiera la más
brillante publicidad electoral asegura tu triunfo. Pero los errores de
publicidad electoral sí que pueden llevarte a la derrota.
La campaña política permanente es el tiempo de la siembra. La
campaña electoral, en cambio, es el tiempo de la cosecha. Es el momento en el
cual sintetizas en votos todo lo realizado en los años anteriores. Votos. Ese
es el gran indicador que mide tu avance o tu retroceso. Votos.
La publicidad electoral es uno de los factores que te ayuda a
transformar en votos tus ideas. Por sí sola no asegura ningún triunfo. Pero los
errores de publicidad electoral suelen pagarse caros. Por eso es importante que
conozcas cuales son esos errores y que intentes evitarlos.
14 errores publicitarios que debes evitar en tu campaña electoral
No son todos los errores que se cometen, claro está. Pero son una
selección lo suficientemente abarcativa y precisa como para que tomes las
decisiones correspondientes. Cuando llegue tu próxima campaña electoral, evita
por favor los siguientes 14 errores publicitarios:
1. Falta de profesionalismo: políticos
operando como creativos publicitarios. Zapatero a tus zapatos, debes dejar la
creatividad publicitaria en manos de los profesionales. Ellos son quienes
tienen la capacitación y la experiencia como para hacerlo. Tu función como
político es otra y se ubica antes y después de la creación publicitaria. Antes,
en el plano de las ideas y las estrategias políticas que los profesionales
deberán traducir en publicidad. Y después, cuando hay que evaluar las propuestas
creativas.
2. Dispersión: publicidad
electoral concebida como sucesión de piezas publicitarias individuales. No se
trata de crear más o menos spots para televisión sino de crear una campaña con
una estructura y una narrativa de la cual cada pieza participe desde su lugar y
función.
3. Narcisismo: criterios
estéticos y publicitarios basados en la preferencias personales de políticos o
publicistas. En realidad las preferencias estéticas más importantes son las de
los públicos hacia los cuales se dirige la publicidad.
4. Incoherencia: publicidad
que cambia de rumbo ante los más pequeños episodios de campaña. Siempre hay
varios caminos alternativos que tomar, pero hay que tomar decisiones y luego
mantener la coherencia. La mejor publicidad electoral no es la que zigzaguea
sino la que va en línea recta.
5. Rigidez: publicidad
que nunca cambia de rumbo por más que ocurra un cataclismo político. Es el
error simétrico al anterior. Siempre es necesaria una dosis de flexibilidad
para hacer modificaciones cuando sea necesario. Y esa necesidad se mide
evaluando sistemáticamente la marcha de la campaña y los efectos de la
publicidad sobre el electorado.
6. Asambleísmo: creer que
cuantas más personas opinen sobre la publicidad tanto mejor será la campaña. Al
revés: será peor. Las asambleas son mecanismos democráticos indispensables en
muchos ámbitos pero no sirven para hacer buena publicidad.
7. Improvisación: publicidad
electoral que no está respaldada por una previa investigación de opinión
pública. Antes de la primera idea publicitaria es necesario conocer cómo viven,
cómo sienten, cómo actúan, cómo piensan y cómo toman decisiones las personas a
las que se quiere persuadir o movilizar. Ese conocimiento solo lo da la
investigación.
8. Aburrimiento: piezas
publicitarias carentes de todo atractivo. Para convencer hay que capturar la
atención y entretener. La creatividad es esencial en esa tarea. Se trata de
innovar, de producir algo nuevo, de generar nuevos formatos o de darle nueva
vida a viejos estilos.
9. Extravagancia: cuando la
originalidad se lleva al exceso. Es la contracara del aburrimiento pero tiene
similares efectos negativos. Ser original no es un fin en sí mismo ni tiene que
ubicarse por encima de todo lo demás. Cuidado con la publicidad que llama la
atención por su rareza pero que no convence a nadie acerca del candidato.
10.
Falta de brújula: publicidad sin estrategia
política. Las más brillantes campañas publicitarias se hunden si carecen de
estrategia. Lo primero es el plan estratégico. La publicidad viene después y se
debe poner al servicio de ese plan.
11. Superficialidad: publicidad
que olvida la política. Son esas campañas estancadas en la sonrisa de los
candidatos, la bonita apariencia de las imágenes y la música agradable. Carecen
de profundidad y de vínculos con los problemas del electorado. Al final del día
son puro chisporroteo que se diluye sin consecuencias.
12. Espesura política: la lógica
política por encima de todo. Es la publicidad electoral que se asemeja a un
discurso político, a una intervención parlamentaria, a un manifiesto, a unas
declaraciones de prensa o a un mitin. Se limita al encadenamiento de ideas
políticas con la más pura lógica política. Así, sin más, se condena a repetir
lo ya dicho, a machacar con el argumentario que ya machacó durante los años
anteriores. Como si la campaña electoral no existiera y no fuera diferente a la
campaña política.
13. Frialdad: publicidad
que no conmueve. La publicidad electoral solo conecta con el votante en la
medida que tenga cierta tonalidad afectiva, cierta calidez humana. No son los
fríos silogismos los que mueven a los seres humanos. Son las emociones.
14.Exceso de complejidad: publicidad
que no se comprende. Nunca en la historia de la humanidad el cerebro de los
votantes estuvo tan bombardeado informativamente como ahora. En este contexto
el cerebro se bloquea y se resiste ante lo complejo. Para superar el bloqueo tu
publicidad electoral debe ser simple, fácil, directa, accesible.
La experiencia indica que en las campañas electorales gana el que
menos se equivoca. Pues eso: evita cometer errores y estarás más cerca del
triunfo.
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