Workers World ★ 17/02/2021
Sara Flounders
Traducción del inglés: Arrezafe
18 febrero, 2021
En el mismo momento en que los Demócratas en el Congreso se disponían a acusar a Trump por la algarada fascista del 6 de enero, el presidente Joe Biden expresaba su apoyo a un líder político ruso aliado a un grupo comparable a los Proud Boys. Como presidente de Estados Unidos, en su primer contacto con su homólogo ruso, Vladimir Putin, Biden presionó para que se liberara de inmediato al candidato anti-Putin, Alexei Navalny.
El historial de Navalny es bien conocido en Rusia. Los funcionarios estadounidenses y alemanes, que lo describen como un periodista disidente, un bloguero de investigación o un activista anticorrupción, están engañando.
¿Por qué no Assange o Mumia?
Hay una campaña internacional para la liberación del mucho más prominente periodista australiano de investigación Julian Assange. Assange expuso la corrupción, la vigilancia y los crímenes de guerra del gobierno de EEUU. Biden podría haber enviado un mensaje alentador de defensa de los derechos humanos anulando las demandas estadounidenses de extradición de Assange.
También existe una campaña, desde hace 40 años, para la liberación de otro periodista de investigación, un aclamado autor negro que expuso la brutalidad policial racista en Filadelfia: Mumia Abu-Jamal. Pidiendo su liberación, Biden estaría enviando un alentador mensaje al movimiento Black Lives Matter, y mostrar que Estados Unidos está de verdad abordando el sistémico racismo. ¡En cambio, ha centrado su atención en los "derechos humanos" de un nacionalista, chovinista ruso de extrema derecha!
La diferencia es que Assange y Abu-Jamal desafiaron el poder de la clase dominante estadounidense, mientras que Navalny lo abraza.
Un racista conocido
Navalny no es un político desconocido. Durante muchos años ha estado en el centro de atención de los medios de comunicación, en vídeo y en las calles, en movilizaciones fascistas que piden la expulsión de todos los pueblos no rusos de Rusia. Navalny fue un fuerte impulsor de la anual "Marcha rusa" anti-musulmana, antisemita y antiinmigrante en Moscú. Sus temas centrales son "Recuperar Rusia", "Rusia para los rusos" y "Dejar de alimentar al Cáucaso", este último una demanda para poner fin a los subsidios federales destinados a las regiones más pobres, menos desarrolladas y mayoritariamente musulmanas de Rusia.
Los mítines de la Marcha Rusa aglutinan elementos nazis, monárquicos y grupos religiosos ortodoxos. En ellos, se exhibieron esvásticas, banderas confederadas, simbología religiosa y llamadas a la "venganza blanca". Estos mítines ultranacionalistas fueron contrarrestados la mayoría de los años por manifestaciones de izquierda lideradas por el Frente Antifascista Ruso, activistas callejeros progresistas y jóvenes comunistas.
Navalny es el organizador del "Movimiento contra los inmigrantes ilegales" y la "Gran Rusia", y ha pedido la desintegración de Rusia. Ha exigido la expulsión de todos los pueblos del Cáucaso y Asia, ya sean ciudadanos que viven en lo que todavía es parte de la Federación de Rusia o de las repúblicas circundantes de Asia Central, cercenadas tras el colapso de la Unión Soviética. En sus vídeos, Navalny incita a la violencia sectaria etiquetando a las personas del Cáucaso como "dientes podridos a extraer" y "cucarachas que deben ser exterminadas".
Navalny pide una agresiva privatización de más industrias rusas, recortes en el gasto público, libertad total para las empresas y una reversión dramática de las garantías sociales que aún quedan de la Unión Soviética. Navalny se jacta de que si fuera presidente, habría relaciones muy amistosas con Estados Unidos y la Unión Europea.
¿Activista anticorrupción?
Navalny ha sido arrestado en numerosas ocasiones por cargos de corrupción y malversación de fondos provenientes de ex colaboradores. Muchos de los cargos que se le imputan se basan en el saqueo de organizaciones que él mismo fundó. Pero ello no ha impedido que los oligarcas rusos y las agencias occidentales financien su Fundación Anticorrupción o lo ayuden a mantener oficinas y personal en 43 ciudades de todo el país. No ha impedido que la U.S. National Endowment for Democracy [Fundación Nacional para la Democracia de Estados Unidos] proporcione fondos de 5 millones de dólares a Navalny y para otras falsas campañas anticorrupción. Al igual que con Bolsonaro en Brasil o Trump en Estados Unidos, sus reaccionarias opiniones se enmascaran como una campaña contra la corrupción.
Por supuesto que hay corrupción en Rusia. El capitalismo, un sistema económico basado en el robo del trabajo humano y la expropiación privada de recursos públicos, es por su propia naturaleza corrupto.
Las llamadas campañas anticorrupción pueden atraer a las personas enfurecidas por la evidente desigualdad del sistema. Pero, intencionalmente, tales campañas no tienen ningún programa para las masas más allá de reemplazar a los políticos actuales en el cargo.
Ahora Navalny ha intentado redefinirse oponiéndose a las nuevas regulaciones de pensiones que aumentan la edad de jubilación. Se trata de una inversión completamente oportunista de la posición que él y su Partido del Progreso mantuvieron durante años: elevar la edad de jubilación y liquidar el fondo de pensiones del gobierno.
El aumento propuesto de la edad de jubilación, de 60 a 65 años para los hombres en 2028 y de 55 a 63 años para las mujeres en 2034, fue recibido con indignación en toda Rusia. Fueron necesarias grandes protestas para forzar la retirada de algunos aspectos del plan. No es probable que los jubilados de Rusia, con edad suficiente como para recordar las garantías de jubilación en la Unión Soviética, se dejen engañar por el falso giro de Navalny sobre las pensiones.
Neoliberalismo de libre mercado
Toda la indecente historia de Navalny es pasada por alto por los medios corporativos occidentales. Se le llama constantemente “disidente liberal", queriendo dar a entender que es progresista.
“Liberal” tiene un significado muy diferente en Rusia del que tiene en el espectro político estadounidense. No significa una vaga llamada a incrementar los programas sociales, una mayor inclusión o liberalizar las reaccionarias leyes sobre el aborto y los derechos LGBTQ+. En Rusia, ser liberal significa apoyar la "liberalización", es decir, las políticas neoliberales y la economía de libre mercado. Un término más exacto es liberales de mercado, que abogan por otorgar mayor libertad a los mercados capitalistas. La liberalización significa una "apertura" del comercio y una flexibilización de las regulaciones gubernamentales que restringen el lucro de las corporaciones.
Cuando las publicaciones financieras en Rusia, EEUU, y la UE aplauden a Navalny como la "mejor esperanza para la liberalización de Rusia", buscan un retorno al libre saqueo de la industria y los recursos por parte de los capitalistas occidentales durante los años de Boris Yeltsin (1991-2000).
Los años de Yeltsin y los mercados libres
El desmantelamiento forzoso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991, bajo el presidente Yeltsin, supuso una ruptura con una economía socialista planificada y la propiedad estatal total de la industria. La introducción de una economía de mercado capitalista condujo al saqueo de casi todos los sectores de la economía, especialmente la industria, la energía y la banca. Las granjas estatales se fragmentaron sin un plan y se recortaron los subsidios gubernamentales a las industrias y a la agricultura. Se suprimieron los controles de precios. En dos años, más de 15.000 empresas fueron transferidas del Estado a manos privadas.
Una oleada de capitales estadounidenses, alemanes y de la Unión Europea invadió Rusia para adquirir activos y recursos públicos a precios de ganga, oleada que condujo a una caótica “barra libre” para todos, seguida de una depresión económica, una hiperinflación y un desempleo masivo. El sistema nacional de salud y los programas sociales fueron prácticamente eliminados, la esperanza de vida se desplomó y la mortalidad infantil se disparó.
Esta "liberalización" –terapia de choque económico para las masas– ha sido considerada como el colapso económico más catastrófico en tiempos de paz de un país industrializado.
Al mismo tiempo, un pequeño grupo de oligarcas empresariales, magnates y redomados piratas se convirtieron en multimillonarios y trasladaron como pudieron la mayor parte de la riqueza robada a bancos occidentales y cuentas en el extranjero. Nada de esta riqueza robada se reinvirtió en la modernización de la industria rusa.
Estallaron guerras secesionistas en Chechenia, Georgia y Azerbaiyán, todas impulsadas por la competencia por el control de los recursos ahora privatizados.
Yeltsin cumplió totalmente con las demandas capitalistas estadounidenses y europeas. Cuando la Unión Soviética se derrumbó como potencia mundial, el mismo brutal "mercado libre" se desarrolló en Europa del Este. La alianza militar de la OTAN comandada por Estados Unidos se expandió por Europa del Este en la década de 1990. Esta reconquista de tan vasta región fue un proceso despiadado.
Rusia puso fin a sus alianzas comerciales y militares con países de Europa del Este, la RPDC, Cuba y países en desarrollo de Asia Occidental y África. Esto permitió una oleada de guerras de recolonización de Estados Unidos en el mundo árabe y musulmán, incluidos Irak y Afganistán, junto con la guerra que desmanteló Yugoslavia brutalmente por la fuerza.
Sanciones a Rusia
Una masiva ola de ira y un segundo intento de juicio político por corrupción llevaron a la repentina renuncia de Yeltsin el 31 de diciembre de 1999, a cambio de inmunidad. Esto dejó al primer ministro Vladimir Putin como presidente interino.
Putin no revirtió la propiedad capitalista en Rusia. Tampoco volvió a unir la Unión Soviética. Pero comenzó a reorganizar la industria rusa, a imponer controles sobre el saqueo abierto de los capitalistas occidentales y a renacionalizar algunas industrias esenciales. Se controló la hiperinflación.
La economía de Rusia hoy es más pequeña que la de Brasil. Las materias primas, petróleo, gas, minerales, granos y madera, son sus principales exportaciones. La capacidad industrial de Rusia está destruida; ya no es la superpotencia de hace 30 años. Pero los imperialistas nunca están satisfechos. Lo quieren todo.
En 2014, durante la Administración Obama / Biden, Estados Unidos financió un golpe fascista en Ucrania, antes parte de la Unión Soviética. Esto provocó la primera resistencia a los 15 años de expansión de Estados Unidos / OTAN. Putin apoyó el levantamiento contra el fascismo en las regiones altamente industrializadas de Lugansk y Donetsk del este de Ucrania. Bloqueó la toma de Crimea por parte de la OTAN, ubicación de la Base Naval de Sebastopol y el único puerto de aguas templadas de Rusia.
Por esta resistencia, destinada a evitar la desintegración total de Rusia como país, EEUU y la UE impusieron una serie de sanciones económicas a Rusia. La esperanza de Wall Street era que la dislocación económica y la inflación resultantes presionarían a los oligarcas para que expulsaran a Putin.
Se impusieron más sanciones cuando Rusia acudió en ayuda de Siria en 2015. Rusia intervino tras cuatro años de operaciones estadounidenses de cambio de régimen, financiando decenas de miles de fuerzas mercenarias y realizando bombardeos coordinados que desplazaron al 25% de la población siria.
Para ira de Washington, la industria militar de Rusia es parte de la defensa nacional y nunca fue privatizada. La diplomacia rusa y la venta de armas brindaron cierta protección contra las agresivas operaciones de Estados Unidos, desde Irán hasta Venezuela. Los acuerdos comerciales más estrechos con China han ayudado a Rusia a sortear la asfixiante red de sanciones.
Los oligarcas rusos, cuya obscena riqueza se encuentra depositada en los bancos occidentales, se hayan amenazados por todo esto. Buscan nuevas relaciones con el imperialismo. Las crecientes alianzas de Rusia con China y las antiguas repúblicas soviéticas no les conviene.
Este es el apoyo de Navalny
Navalny tiene poco apoyo en Rusia. Después de un presunto envenenamiento por parte de fuerzas de Putin el otoño pasado, su índice de aprobación alcanzó un máximo del 20%. ¡Ahora, una encuesta revela que solo el 2% lo apoya como candidato! Pero Navalny es peligroso porque tiene poderosos partidarios en Occidente y entre los oligarcas rusos.
Los progresistas no deben dejarse engañar para dar apoyo a este neoliberal profascista.
Fuente: https://arrezafe.blogspot.com/2021/02/por-que-biden-apoya-al-fascista-alexei.html
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