11 ENERO 2022
Los primeros socialistas de la Europa del siglo
XIX, ya fuesen Saint-Simon y sus seguidores, Cabet y los comunistas franceses,
Wilhelm Weitling, el fundador de la Liga de los Justos alemana, eran creyentes
y reivindicaban la herencia cristiana. Sólo con Marx y Engels surgiría un
socialismo no religioso, o incluso ateo. El texto fundacional de este
punto de inflexión es un artículo de Marx publicado en 1844 en el Deutsch-franzözische Jahrbücher.
Acaba de publicarse por primera vez la traducción
completa al francés de los Annales franco-Allemandes.
Incluye no solo los escritos de Marx y Engels, sino toda la revista, lo que
permite ubicar sus textos en su contexto histórico e intelectual. Como sabemos,
esta revista, publicada en París en febrero de 1844, bajo la dirección de
Arnold Ruge y Karl Marx, fue originalmente un proyecto orientado a forjar una
alianza franco-alemana, filosófica y política. Los Jóvenes Hegelianos,
iniciadores del proyecto, eligieron París tanto para escapar de la censura en
Alemania como para establecer la colaboración con los demócratas y socialistas
franceses. Sin embargo, estos - Lamennais, Etienne Cabet, Pierre Leroux, Louis
Blanc - rechazaron cortésmente su invitación, desanimados por el ateísmo de los alemanes.
Además de Marx y Engels, los autores fueron Arnold
Ruge, Johann Jacoby, Moses Hess, Lazarus Bernays, Heinrich Heine, Georg
Herwegh. Llama la atención que la gran mayoría de ellos fueran de origen judío: este es el caso de Marx, Hess,
Jacoby, Bernays, Heine: ¡cinco de los ocho participantes! Ciertamente, Marx y
Bernays provenían de familias conversas y no tenían conexión con la tradición
judía. Serían "judíos no judíos", según el famoso concepto de Isaac
Deutscher. Los editores no informan sobre este aspecto. Hasta cierto punto,
los Anales son un episodio en la larga historia del
radicalismo de izquierda de los intelectuales judíos, que comienza en el siglo
XIX y que tendrá su máxima expresión en el siglo XX.
En uno de los dos artículos publicados por Marx en
esta revista, la "Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de
Hegel. Introducción”, aparece la pequeña frase que sancionará el divorcio entre
el marxismo y la fe religiosa; "La religión es el opio del pueblo".
Considerada por partidarios u opositores como una especie de resumen de la
concepción marxista de la religión, esta fórmula irónica no es en absoluto
específica de Marx: la encontramos, con algunos matices, antes de él, en Moses
Hess, Heinrich Heine, Bruno Bauer y varios otros autores de este período. Además,
la concepción de la religión que tenía Marx a principios de 1844 era
neohegeliana (Feuerbach) y ahistórica: la religión como alienación de la
esencia humana. Fue sólo más tarde, a partir de La
ideología alemana (1846) que surge un análisis propiamente
"marxista" de la religión como una de las formas de ideología, para
ser puesta en relación con las clases sociales y las condiciones históricas.
De hecho, Marx prestó muy poca atención a los
fenómenos religiosos. Fue su amigo Friedrich Engels quien se interesó por el
desarrollo histórico del cristianismo, en particular en su libro sobre las
guerras sociales y religiosas en Alemania en la época de la Reforma. La pequeña
obra de Nicos Foufas es el primer análisis, en francés, de este texto “clásico”
de Friedrich Engels, Las guerras de los campesinos
en Alemania (1850). Se trata de una serie de artículos
publicados por Engels en la Nueva Gazeta Renana (revista económico-política)
editada por los dos amigos en Londres, donde se refugiaron tras la derrota de
la revolución de 1848-49 en Alemania.
Nicos
Foufas destaca con razón la novedad radical de este texto, que de hecho es el
primero y ¡uno de los más exitosos! a la hora de aplicar el materialismo
histórico a un acontecimiento del pasado, el levantamiento campesino (1524-25)
en el Sacro Imperio Romano Germánico. El estudio de Engels, observa Foufas, es
bastante original, por su intento de explicar los conflictos religiosos por los
conflictos de clase, pero también porque no reduce la religión a un factor de
oscurantismo y conservadurismo: es también, bajo ciertas condiciones
históricas, capaz de expresar aspiraciones subversivas. Este fue el caso de
varios movimientos heréticos de la Edad Media y, en particular, de la revuelta
campesina del siglo XVI, donde la fe religiosa, en la forma de la teología
revolucionaria del predicador anabaptista Thomas Münzer jugará un papel
determinante. Si Engels consideró necesario escribir sobre este hecho en el
contexto de los años 1848-1850, es porque fue el levantamiento revolucionario
más importante de la historia de Alemania.
La
principal debilidad del análisis de Engels -en nuestra opinión- fue analizar
ciertas creencias religiosas como un mero "reflejo" o incluso
"máscara" de los intereses de clase. Sin embargo, en ciertos pasajes,
que Foufas no cita, Engels irá más allá de este tipo de reduccionismo
socioeconómico. Refiriéndose al comunismo de Münzer, Engels escribe:
"Su doctrina política correspondió exactamente a esta concepción religiosa
revolucionaria y fue más allá de las relaciones sociales y políticas existentes
de la misma manera que su teología fue más allá de las concepciones religiosas
de la época. (...) Este programa fue menos la síntesis de las reivindicaciones
de la plebeyos de la época, que una brillante anticipación de las condiciones
de emancipación de los elementos proletarios que germinan entre esos plebeyos
(…) ”.
Lo
que se sugiere en este asombroso párrafo no es sólo la función protestante e
incluso revolucionaria de un movimiento religioso, sino también su dimensión
anticipatoria, su función utópica. Estamos aquí en las antípodas de la teoría
del "reflejo": lejos de ser la simple "expresión" de las
condiciones existentes, la doctrina político-religiosa de Münzer aparece como
una "genial anticipación" de las aspiraciones comunistas del futuro.
Encontramos en este texto una nueva pista, que no es explorada por Engels, pero
que será, más tarde, ricamente trabajada por Ernst Bloch, desde su ensayo
juvenil sobre Thomas Münzer hasta su obra principal sobre "El principio
esperanza".
Ernst Bloch representa un importante punto de
inflexión en la historia de la reflexión marxista sobre la religión: es el
primero que tiene como objetivo no tanto la "crítica de la alienación
religiosa - aunque esta dimensión no esté ausente en sus escritos - como el
rescate del excedente utópico". de
las tradiciones religiosas y, en particular, del cristianismo. Su ateísmo religioso lo coloca en una posición
filosófica singular, en oposición tanto a las teologías institucionales como al
materialismo vulgar.
Nadie
estaba más calificado para tratar este tema que el filósofo franco-alemán Arno
Münster, discípulo y biógrafo de Ernst Bloch y autor de varios ensayos notables
sobre su pensamiento. El presente trabajo es un poco desordenado: los capítulos
no siguen un orden cronológico, ni una organización temática, lo que da lugar a
un cierto número de repeticiones. La primera parte es una breve historia de la
relación entre socialismo y religión, desde Auguste Blanqui hasta la URSS,
pasando por Jean Jaurès (¡pero sin Marx!), lo que la hace inevitablemente un
poco esquemática. Pero el análisis de la filosofía de la religión de Ernst
Bloch propuesto por Münster es una contribución muy importante al debate sobre
marxismo y religión.
Como
nos recuerda Münster, Bloch se convertirá en marxista en 1921, bajo la
influencia de su amigo Georg Lukacs; compañero de viaje del movimiento
comunista, se exilió en 1933, tras la toma del poder por los nazis, primero en
Francia y luego en los Estados Unidos. Al regresar a Europa después de la
guerra, se instaló en la República Democrática Alemana, donde fungió como
filósofo semioficial de 1949 a 1956. Su oposición a la intervención soviética
en Hungría hizo que fuese condenado como "revisionista" y se le
prohibió enseñar. Cuando se empezó a construir el muro en 1961, decidió
establecerse en Tübingen, en la Alemania Federal, donde se convertiría en un
disidente marxista ampliamente escuchado por la juventud rebelde de la década
de 1968.
La
filosofía de la religión está presente en cuatro momentos de la obra del
filósofo judeo-alemán:
·
Su obra temprana El espíritu de la utopía (1918), notablemente en
el capítulo final con el sorprendente título “Karl Marx, la muerte y el
Apocalipsis”; pero también en un Excursus "Símbolo: los judíos".
·
El libroThomas Münzer, teólogo de la
revolución ( 1921), su primer trabajo comunista, que renueva
profundamente el enfoque marxista de la religión.
·
El capítulo 53 del volumen III de
su obra magna El principio esperanza, dedicado a las
tres grandes religiones monoteístas, desde el punto de vista de su contribución
a la utopía del No-Aún-Ser.
·
El ateísmo en el
cristianismo ( 1968), una exégesis
materialista de la Biblia, que ha generado mucha controversia y debate,
especialmente entre los teólogos cristianos.
Hostil
a lo que él llama "ateísmo vulgar indigente", pero también a las
teologías conservadoras de todas las religiones, Bloch estaba fascinado por el
mesianismo, el apocalipsis, la escatología, la Cabalá, el misticismo, las
herejías. Celebra con entusiasmo al profeta Amós, Jesús de Nazaret, Joachim de
Flore, Meister Eckhart, Jan Huss, Thomas Münzer, Wilhelm Weitling y…
Dostoyevsky. Pero fueron Karl Marx y Friedrich Engels quienes proporcionan el
hilo conductor: lucha de clases, praxis revolucionaria, utopía comunista.
Como muestra Arno Münster con gran inteligencia y
sensibilidad, el ateísmo religioso de Bloch se manifiesta sobre todo en una
lectura crítica, heterodoxa y materialista de la Biblia, en busca de sus
momentos utópicos, subversivos y emancipatorios. Una lectura "con los ojos
del Manifiesto Comunista", que le llevará a un
diálogo crítico con la teología protestante más avanzada: Rudolf Bultmann,
Albert Schweitzer, Jürgen Moltmann y especialmente su amigo Paul Tillich,
socialista cristiano y antifascista alemán, que se exilió también en los
Estados Unidos. Por supuesto, los teólogos cristianos no pueden aceptar la
proposición central, paradójica y algo provocativa de Bloch: "sólo un ateo
puede ser un buen cristiano y sólo un cristiano un buen ateo".
Con
Moltmann, también socialista cristiano, la manzana de la discordia será el
rechazo categórico de Bloch a la “teología de la cruz” de Pablo y Lutero, que
lleva, a sus ojos, a la aceptación del sufrimiento como destino humano. Uno de
los teólogos protestantes, Carl-Heinz Ratschow, profesor de la Universidad de
Marburg, incluso dedicó un libro completo en 1972 a la discusión de las tesis
heréticas de Ernst Bloch. A pesar de su simpatía por él, rechaza su compromiso
marxista y opone a la esperanza de Bloch, basada en el combate, la esperanza
cristiana, basada en la certeza. Ratschow también rechaza, como era de esperar,
la polémica interpretación de Bloch del Libro de Job, como una rebelión contra
Dios, culpable de tolerar la injusticia en el mundo.
En
última instancia, la recepción más favorable de Bloch será la de los teólogos
de la liberación latinoamericanos (en particular, Gustavo Gutiérrez). Sin
aceptar su ateísmo, comparten plenamente la apuesta que se encuentra en la
conclusión de su libro de 1968: "La unión de la revolución y el
cristianismo en la guerra de los campesinos no será la última".
Si
los pensadores marxistas se han interesado por el cristianismo, ¿no hay también
cristianos atraídos por el marxismo? Por supuesto, se pueden encontrar varios
ejemplos a lo largo de la historia moderna. Un libro reciente, publicado en los
Estados Unidos, relata un caso bastante sorprendente: una joven católica, Grace
Carlson (1906-1992), que se "convirtió" al marxismo, convirtiéndose
en una de las principales dirigentes del Socialist Workers Party (Partido
Socialista Obrero), organización trotskista asociada a la IV Internacional.
El libro de Donna T. Haverty-Stacke es una
biografía bien documentada de este inusual viaje espiritual y político. Nacida
en una familia católica de clase trabajadora de origen irlandés, criada por las
Hermanas de San José, la joven Grace Holmes está interesada en la condición de
la clase trabajadora, pero desde la perspectiva de Rerum Novarum y la doctrina social de la Iglesia.
Estudiante de la Universidad de Minesotta, se movilizará, junto con su esposo
Gilbert Carlson y su hermana Dorothy, en apoyo de una gran huelga obrera en
Minneapolis en 1934, que fue liderada - bastante excepcional en ese momento -
por militantes trotskistas. Los tres empezaron a asistir a encuentros
políticos, que no consideraron incompatibles con su fe religiosa: podían ir a
misa y a un encuentro socialista el mismo domingo ... En los años siguientes,
las dos hermanas se irán acercando cada vez más a los trotskistas y en 1936 se
suman a esta corriente comunista disidente, que va a fundar, en 1937, el
Socialist Workers Party, que reclama a Marx, Lenin y Trotsky. Alrededor de
1938, Grace deja de ser católica practicante, lo que provocará su separación
(pero no el divorcio) de su esposo Gilbert Carlson.
¿Cuáles son las razones de lo que el autor llama
"la conversión"? Sugiere una hipótesis interesante: la afinidad electiva - en el sentido weberiano
del término - entre la conciencia católica de Grace de la clase trabajadora y
el socialismo de clase trabajadora del SWP. Pero esta intuición no se
desarrolla en el libro ...
En
los años siguientes, Grace se convertiría en la única mujer en el Comité
Nacional, la dirección del SWP (1942). Después de haber pasado un año en
prisión (1945), acusada de "querer derrocar al gobierno de los Estados
Unidos por la fuerza", en 1948 fue candidata a la vicepresidencia de los
Estados Unidos por el SWP - el candidato presidencial fue uno de los líderes de
la huelga de 1934, Farrell Dobbs.
Sin
embargo, en 1952 se producirá una segunda conversión: Grace Carlson decide
dejar el Partido y volver a la Iglesia Católica ... lo que la lleva a
reconciliarse con su marido, todavía católico, Gilbert Carlson, pero a romper
con su hermana Dorothy, quien permaneció en el Partido, con su amante Ray
Dunne, y con sus muchos amigos socialistas, con quienes había formado una red
de "sororidad". James P. Cannon, el fundador y principal líder del
SWP, quien se había convertido en un amigo personal, trató de explicarle a Grace
que la Iglesia Católica era "la fuerza más reaccionaria y oscurantista del
mundo entero", pero sin mucho éxito. ...
Desconcertados, sus amigos marxistas intentan
explicar este cambio de rumbo por la fatiga frente a la represión y la caza de
brujas del macartismo, pero para Grace se trata de otra cosa: un punto de
inflexión espiritual, una necesidad de Dios. He cambiado, dice, mi actitud
religiosa pero no mi política: "He seguido siendo marxista a mi
manera". Será recogida por las Hermanas de San José y enseñará en una
Escuela de Enfermería en el Hospital Saint Mary's, no sin cooperar con Slant (Point of View), un grupo marxista cristiano
de Inglaterra, y denunciar la Guerra de Vietnam.
Es, en el caso de Grace Carlson, un viaje singular
y personal. Lo que encontraremos, una generación después, en América Latina,
fue de otra dimensión: todo un movimiento social, especialmente entre la
juventud católica, se apropiará de ciertos conceptos marxistas y formulará una
nueva visión cristiano-socialista. Este movimiento, nacido en Brasil a
principios de la década de 1960, después de la Revolución Cubana, pero antes
del Concilio Vaticano II, tomará diferentes formas, incluida la formación, en
1962, por militantes de la Juventud Universitaria Cristiana, de un partido político
socialista / humanista, Acción Popular (AP). Fue solo mucho más tarde, después
de 1971, que la teología de la liberación se desarrolló
a partir de esta experiencia sociopolítica., no solo en Brasil sino en toda
América Latina.
Uno
de los episodios más llamativos de esta convergencia entre catolicismo y
marxismo fue el compromiso, hacia 1968-70, de un grupo de frailes dominicos del
Convento de Perdizes, en São Paulo, con la resistencia armada contra la
dictadura militar establecida en 1964 en Brasil. El libro de Leneide
Duarte-Plon es la biografía de uno de estos dominicanos brasileños, el hermano
Tito de Alencar, quien pagó con su vida este compromiso social y político.
Militante
de la Juventud Estudiantil Cristiana, ingresó en la Orden de los Dominicos en
1966. Tito compartió con sus hermanos del Convento de Sâo Paulo, la admiración
por el Che Guevara y Camilo Torres, y el deseo de asociar a Cristo y Marx en la
lucha por la liberación del pueblo brasileño. Tito era cercano a Acción
Popular, que era hegemónica en el movimiento estudiantil, y contribuirá a la
organización clandestina, en 1968, del Congreso de la Unión Nacional de
Estudiantes en la aldea de Ibiuna. Como todos los delegados, será detenido por
la policía en esta ocasión, pero pronto será liberado.
Tras
el endurecimiento de la dictadura militar en 1968 y la imposibilidad de
cualquier protesta legal, el ala más radical de la oposición a la dictadura
tomó las armas. La principal organización de la lucha armada contra el régimen
fue la Acción de Liberación Nacional (ALN), fundada por un líder comunista
disidente, Carlos Marighella. Un grupo de jóvenes dominicos - Frei Betto, Yvo
Lesbaupin, Fernando Brito y otros - se comprometerá con la ALN, sin tomar las
armas pero brindando apoyo logístico; Sin pertenecer a quienes trabajan
directamente con Marighella y sus compañeros, Tito de Alencar es solidario con
su compromiso. Como ellos, cree que el Evangelio contiene una crítica radical
de la sociedad capitalista; y como ellos, cree en la necesidad de una
revolución. Como escribió más tarde, “la revolución es la lucha por un mundo
nuevo, una forma de mesianismo terrenal, en el que existe la posibilidad de
encuentro entre cristianos y marxistas”.
El 4 de noviembre de 1969, durante la noche, el
Comisionado de Policía Fleury invadió el Convento de Perdizes y arrestó a
varios dominicos, entre ellos Frei Tito. La mayoría serán torturados y sus
confesiones permitirán a la policía tenderle una trampa a Carlos Marighella y
asesinarlo. Tito no tuvo contacto con la ALN y respondió negativamente a todas
las preguntas. Fue sometido dos veces a torturas (descargas eléctricas) a fines
de 1969 y principios de 1970, primero por Fleury y luego en las instalaciones
del servicio de inteligencia del Ejército, designado por los militares como
"la sucursal del infierno". Para escapar de sus torturadores, intenta
suicidarse con una cuchilla de afeitar. Internado en el Hospital Militar,
recibió la visita del Cardenal de São Paulo, D. Agnelo Rossi, figura
conservadora, que se solidariza con los militares y se niega a denunciar las
torturas a los dominicos. Finalmente es enviado a una prisión
"ordinaria", donde Tito escribe un relato de sus sufrimientos que
será publicado por la revista estadounidense Look y
distribuida en Brasil por activistas de la resistencia, con considerable
impacto. El Papa Pablo VI termina condenando "un gran país que aplica
métodos de interrogatorio inhumanos" y reemplaza a D. Rossi por Paulo
Evaristo Arns, nuevo cardenal de São Paulo, conocido por su compromiso con la
defensa de los derechos humanos y contra la tortura.
Unos
meses después, los revolucionarios secuestran al embajador suizo y lo canjean
por la liberación de 70 presos políticos, entre ellos Tito de Alencar. El joven
dominico duda en aceptar, tan ajena le resulta la idea de salir de su país. Los
70 serán expulsados del país y no podrán regresar. Tras una breve estancia en Chile, Frei
Tito se instaló
con los dominicos del Couvent Saint-Jacques de París. El exilio es para él un gran sufrimiento: “Es muy duro vivir lejos de su país y
de la lucha revolucionaria. Debemos soportar el exilio como soportamos la
tortura”. Participó en campañas de denuncia de los crímenes de la dictadura y
comenzó a estudiar teología y los clásicos del marxismo: “Acepto el análisis
marxista de la lucha de clases. Para aquellos que quieren cambiar las
estructuras de la sociedad, Marx es fundamental. Pero la visión del mundo que
tengo como cristiano es diferente a la visión del mundo marxista”. El dominico
francés Paul Blanquart, conocido por sus opciones “a la izquierda de Cristo”,
lo describe como “el más comprometido y el más revolucionario de los
dominicos”.
Sin
embargo, con el paso del tiempo, Tito muestra signos cada vez más inquietantes
de desequilibrio mental. Cree que está siendo seguido y perseguido por su
torturador, el comisario Fleury. En 1973 se le ofreció, por tanto, un lugar más
tranquilo: el Convento de los Dominicos de l'Arbresle. Se hace amigo del
hermano dominico Xavier Plassat, quien intenta ayudarlo, y sigue un tratamiento
psiquiátrico con el doctor Jean-Claude Rolland. En vano. Después del golpe de
Estado en Chile en septiembre de 1973 se puso cada vez más ansioso, convencido
de que Fleury todavía lo perseguía y que los dominicos, o las enfermeras del
hospital psiquiátrico, eran sus secuaces. Finalmente, exhausto, desesperado, el
8 de agosto de 1974, se suicida ahorcándose.
Su
amigo dominico, el hermano Xavier Plassat, finalmente se instalará en Brasil,
donde se convertirá en el organizador de la campaña contra el trabajo esclavo
de la Comisión Pastoral de la Tierra: según su testimonio, “mi trabajo aquí es
un legado dejado por Tito”.
Como
sabemos, el Vaticano, bajo Juan Pablo II y Ratzinger, rechazó la teología de la
liberación como un “error”, principalmente por su uso “indiscriminado” de
conceptos marxistas. Con la elección de Bergoglio, Papa Francisco, de origen
argentino, parece abrirse una nueva etapa. Gustavo Gutiérrez no solo fue
recibido en el Vaticano, sino que el Papa decidió, durante un encuentro en 2014
con Alexis Tsipras y Walter Baier, dos líderes de la izquierda europea, abrir
un diálogo entre marxistas y cristianos. Diálogos de este tipo habían tenido
lugar en la posguerra, en ciertos países europeos (Francia, Italia, Alemania),
pero una iniciativa bajo la égida del Vaticano no tiene precedentes.
El Papa ha delegado en el arzobispo Angelo Vincenzo
Zani, secretario de la Congregación Vaticana para la Educación Católica, y al
movimiento de los Focolares, una red laica fundada
por Chiara Lubich en la Italia de la posguerra, este diálogo. El libro Europa en común es la primera publicación de este
intento de explorar una “ética social transversal”. Dos de los editores del
libro, Franz Kronreif y Luisa Sello, pertenecen a la red Focolari, y los otros
dos, Walter Baier (exsecretario general del Partido Comunista de Austria) y
Cornelia Hildebrandt, de la Fundación Rosa Luxemburg de Berlín
representan ¡Transform! , red de
Fundaciones de Investigación Marxista vinculadas a la Izquierda Europea.
El diálogo tuvo lugar primero en las instalaciones
del Instituto Universitario Sophia, del movimiento Focolari, ubicado en el
pueblo de Loppiano, cerca de Florencia, donde los participantes fueron
recibidos por el sociólogo belga Bernard Callebaut. Otros simposios tuvieron
lugar en Catelgandolfo, ¡la residencia de verano del Papa! - y en
Viena. En septiembre de 2018, sin embargo, se llevó a cabo una universidad
de verano conjunta, en las instalaciones de la Universidad del Egeo, ubicada en
la isla de Siros, sede de una comunidad católica tradicional. La mayoría
de los documentos reunidos en la colección Europa en común (primer
volumen) son las presentaciones realizadas durante esta
iniciativa. Durante sus estudios, los alumnos de ambas corrientes
redactaron conjuntamente un documento, “El Manifiesto de Hermoupolis”, que
también aparece en el libro.
En
su introducción, los cuatro editores de la colección recuerdan que el objetivo
del diálogo no es la conversión mutua, ni la producción de sincretismo, sino la
búsqueda de lo común sin desconocer diferencias fundamentales. Tres
intervenciones iniciales sirven como punto de partida:
Franz Kronreif, del movimiento de los Focolares,
habla de “consenso en la diferencia” y sugiere que los puntos de referencia
iniciales para el diálogo sean la Encíclica Laudato Si del
Papa Francisco y las Tesis sobre el concepto de historia de
Walter Benjamin. Walter Baier, de la red Transform! recuerda
la necesidad de los marxistas de una reflexión autocrítica sobre los crímenes
cometidos en nombre del socialismo en la URSS y encuentra en los escritos de
Karl Polanyi elementos para una convergencia entre socialismo y cristianismo.
Finalmente, Mons. Zani, en un saludo dirigido a la Universidad de Verano 2018,
rinde homenaje a los ideales de justicia, fraternidad y solidaridad de los
jóvenes participantes en este encuentro.
Durante
los diálogos y debates de la Universidad de Verano pudimos presenciar debates
entre puntos de vista bastante opuestos, como por ejemplo entre Leonce
Bekemans, profesora de la Cátedra Jean Monnet de la Universidad de Padua,
partidaria convencida de la Unión Europea "realmente existente", y
Luciana Castellina, exdiputada comunista europea, que sueña con "otra
Europa", no sujeta a los mercados capitalistas. Sin embargo, los interlocutores
de las dos partes lograron redactar un documento común, como fue el caso de
Cornelia Hildebrandt y Pal Toth, profesor del Instituto Universitario de
Sophia, sobre "Una estrategia no-violenta en un mundo plural". Lo
mismo ocurre con la contribución de Petra Steinmair-Pösel, teóloga vinculada a
los Focolares, en colaboración con Michael Brie,de la Fundación Rosa Luxemburg
de Berlín, sobre “Los Comunes: ¿nuestro terreno común? ".
Europa como común también contiene contribuciones de Piero Coda,
rector del Instituto Universitario de Sophia, de Bernard Callebaut, sociólogo
de la misma Institución, de Spyros Syropoulos, profesor de la Universidad del
Mar Egeo, de Alberto Lo Presti, de la Universidad Católica Lumsa de Roma, de
José Manuel Pureza, profesor de la Universidad de Coimbra y miembro del Bloque
de Izquierda en el Parlamento portugués, de la teóloga musulmana Adnane Mokrani
- un llamamiento a favor de "un estado laico como una necesidad
religiosa" -, del psicólogo social Thomas Stucke, del politólogo
colombiano Javier Andrés Baquero (quien relata su experiencia en la gestión
“verde” de la ciudad de Bogotá), y el autor de esta nota. El conjunto, que da
testimonio de la pluralidad de perspectivas comprometidas en esta iniciativa
"transversal", se complementa con una conferencia del Papa Francisco
sobre “La opción preferencial por los pobres, criterio clave de la autenticidad
cristiana” (19/8/2020).
¿Qué podemos concluir de este itinerario
bibliográfico bastante desigual, que nos lleva del joven Marx al Pontifex Maximum Bergoglio? La única
conclusión es que la relación entre marxistas y cristianos sigue siendo un
libro abierto, cuyos próximos capítulos se escribirán menos sobre la base de
las Sagradas Escrituras de los demás, que en respuesta a los desafíos
ecológicos, sociales y éticos del siglo XXI.
Referencias
Friedrich
ENGELS et Karl MARX Annales franco-allemandes, Edition complète préparée
par Alix Bouffard et Pauline Clochec. Traduction par J-C Angaut, V.Beguin,
A.Bouffard, J-M Buée, P.Clochec, C.Fradin, M. L’Homme et J.Quétier.
Présentation et annotation par P.Clochec, Paris, Editions Sociales,
Geme (Grande Edition Marx et Engels), 2020, 328 pages;
Nicos
FOUFAS, Friedrich Engels et la Guerre des Paysans Allemands,
Paris, L’Harmattan, «Ouverture Philosophique», 2020, 117
pages.
Arno
MÜNSTER, Socialisme et religion au XXe Siècle. Judaisme, Christianisme et
athéisme dans la philosophie de la religion d’Ernst Bloch, Paris,
L’Harmattan, coll. «Ouverture Philosophique», 2018, 175 pages;
Donna
T. HAVERTY-STACKE, The FieRce Life of Grace Holmes Carlson, New York,
New York University Press, 2021, 289 pages;
Leneide
DUARTE-PLON et Clarisse MEIRELLES, Tito de Alencar (1945-1974). Un
dominicain brésilien martyr de la dictature, Paris, Karthala,
Collection «Signes des Temps», 2020, 308 pages. Traduit du portugais
par les auteures. Préface de Vladimir Safatle, Avant-Propos de
Xavier Plassat ;
Walter
BAIER, Cornelia HILDEBRANDT, Franz KRONREIF, Luisa SELLO
(Eds.), Europe as a Common. Exploring Transversal Social Ethics,
Zürich, LIT Verlag, 2021, Vol. I, 267 pages.
Artículo publicado en Le Club de Mediapart
24/12/2021
Traducción: Ge. Buster para Sin Permiso
Fuente: https://vientosur.info/marxismos-y-cristianismos/
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