John Montalvo Romero
Las recientes entrevistas al
presidente Pedro Castillo han desatado una gran polémica en torno a sus
habilidades comunicativas y su posicionamiento en el espectro político. Han
permitido, además, acrecentar las críticas de una oposición hambrienta de
vacancia, que tras las respuestas del mandatario no dudaron en calificarlo de
incapaz y mediocre, incluso aseverando que sus expresiones generaban una
vergüenza nacional. Esto, como era de esperarse, fue difundido por medios de
comunicación comprometidos con la “noble causa” de la derecha peruana de
concretar la salida (renuncia) del Presidente, una pretensión que empieza
abrirse espacio.
No obstante, conviene aclarar que
esta controversia sobre las tres primeras entrevistas dadas por el presidente
Castillo en lo que va de su gobierno radica en las reiteradas declaraciones
sobre su nula preparación para ocupar el cargo de Presidente de la República,
una sincera pero imprudente respuesta que estimuló el ensalzamiento de la
retórica de la meritocracia en un país lleno de informalidad, donde
“periodistas”, que no estudiaron periodismo, exigen estudios y capacitación
académica, o congresistas traumados con el fantasma del comunismo piden
seriedad y compostura. La más selecta hipocresía cultural en Perú, haciendo que
el negacionismo sea el arma de satisfacción personal, creyendo que señalando
los errores ajenos uno se volverá perfecto. Pero lo más irónico no es ello,
sino lo que se intenta resaltar en el fondo, haciendo creer que la formación
académica y la buena oratoria en la política son indispensables para ser buen
presidente, cuando la histórica contemporánea nos demuestra lo contrario, con
expresidentes educados en el extranjero y de verbo fluido que ahora afrontan
procesos judiciales.
Queda claro que estas
interpretaciones sobre las declaraciones de Castillo han sido generalizadas y
convenientemente direccionadas para alimentar el descontento que se percibe en
la población, tal como lo reflejan las últimas encuestas. Sin embargo, poco se
ha tratado sobre los preocupantes problemas de fondo que transmite Castillo al
brindar estas entrevistas. El primer problema se encuentra en su pésimo
asesoramiento para aceptar tres entrevistas seguidas, lo que obviamente le
generó desgaste y mostró sus limitaciones al responder superficialmente
preguntas que fueron repetidas, o lo que fue peor, aceptar una entrevista a la
cadena CNN, con el periodista Fernando Del Rincón, quien apoyó abiertamente el
golpe de Estado en Bolivia y sugirió la salida del ejército para reprimir a
ciudadanos del vecino país. Otro problema lo encontramos en la poca preparación
política del Presidente, que no logra definirse dentro de los parámetros de
izquierda o derecha, haciendo que las dudas sobre su populismo se incrementen
al ver las cercanías del mandatario con personajes como Ricardo Belmont o
Daniel Salaverry. Esta percepción no se centra solo en el Perú, sino que basta
ver las declaraciones del exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera,
quien tras ser consultado sobre las semejanzas entre Evo Morales y Pedro
Castillo manifestó lo siguiente: “Hay una diferencia de personalidad muy fuerte
(..). Castillo tiende más a preservar que a transformar. Evo llegó para
transformar, no tanto para preservar las cosas” (2022).
Una sincera pero imprudente respuesta
que estimuló el ensalzamiento de la retórica de la meritocracia en un país
lleno de informalidad, donde “periodistas”, que no estudiaron periodismo,
exigen estudios y capacitación académica, o congresistas traumados con el
fantasma del comunismo piden seriedad y compostura. La más selecta hipocresía
cultural en Perú, haciendo que el negacionismo sea el arma de satisfacción
personal, creyendo que señalando los errores ajenos uno se volverá perfecto.
Por otro lado, las falencias de
Castillo no solo corresponden a él, sino que constituye un problema que incluso
nos sobrepasa como país, y nos referimos a la ausencia de partidos políticos
sólidos. Recordemos que Pedro Castillo fue invitado por Perú Libre como una
salida de último momento, no recibió ningún tipo de formación ni educación en
política, tampoco se evaluó su liderazgo para hacer realidad las propuestas del
partido. Esto revela la precarización de la política en el Perú, donde los
partidos políticos han renunciado a la formación de cuadros, a la reflexión
intelectual y a la configuración de la voluntad popular.
Con todo lo mencionado, reflexionar
sobre lo que hoy representa Pedro Castillo es indispensable; pensar sobre las
acciones que toma y las que no toma; pensar sobre sus reflejos políticos ante
los problemas que se le presenta. Castillo no pierde la oportunidad de generar
un cambio, pero su entorno y al parecer su despreocupación por su formación
política podría ocasionar su vacancia, y con ello la desilusión de un país que
clama por cambios.
Referencia
García
Linera, A. (2022) “Álvaro García Linera: «En Bolivia, todo vicepresidente
espera ser algún rato presidente»/ entrevistado por Jorge Fontevecchia, revista
Perfil.
Fuente: https://barropensativocei.com/2022/01/28/la-improvisacion-induce-al-error/
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