Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
Durante los últimos 20 años,
periodo ascendente e imparable de la globalización, el individualismo no ha
cesado de prodigarse, desarrollarse y afianzarse. El individualismo no debe
entenderse solo como pura ideología, sino también como práctica social. Además,
la ideología como sistema de creencias, de valores e ideales conforma la
conciencia, y esta a su vez repercute en los modos de actuación. La ideología
forma parte de la práctica o se transforma en conciencia
práctica. De todos modos, habría que analizar los cambios de forma
que se han producido en las relaciones económicas entre los seres humanos, y
que han dado como resultado este efervescente y todopoderoso desarrollo del
individualismo.
Expongamos
primero la concepción de Marx al respecto con leves modificaciones. Marx
plantea que las personas desarrollan los intereses individuales hasta
constituirse en intereses comunes. Estos intereses comunes se institucionalizan
en forma de organizaciones empresariales, sindicales y partidistas. Y después
los dirigentes de estas instituciones expresan estos intereses comunes en forma
de intereses generales. Y desde que llegamos a los intereses generales,
llegamos a las idealizaciones. Esta idealización debe entenderse en dos
vertientes: por un lado, como la diferencia entre el interés general que
representan los líderes de la institución y los intereses individuales de sus
miembros, y, por otro lado, como el intento continuado de los representantes de
las instituciones de expresar los intereses particulares de la clase o grupo
social que representan como interés general de toda la sociedad. En la primera
vertiente la historia de cualquier institución está plagada de conflictos entre
el interés general y el interés individual. Cabe mencionar que la contradicción
entre los intereses individuales que pertenecen al grupo social que representa
determinada institución y los intereses generales que expresan de forma ideal
los líderes de dicha institución, se presenta también como contradicción entre
teoría y práctica, entre concepto y percepción. También la contradicción entre
los intereses comunes de ciertos grupos y clases sociales y los intereses
idealizados de los representantes de las clases dominantes puede llegar a
puntos críticos que generan revueltas, produciéndose crisis en los modos de
representación y en los contenidos representados. Después
sobrevienen cambios, que pueden ser más profundos o más superficiales.
Hay otro aspecto a tener en
cuenta en la dialéctica de los intereses generales y los intereses individuales.
La mayor parte de las instituciones tienen muchos años de existencia y por
consiguiente los intereses comunes están muy bien estatuidos, y su expresión
como intereses generales son considerados casi como sagrados. Sucede que cuando
a esas instituciones se incorporan personas jóvenes muy dinámicas e
independientes, el conflicto entre el interés general y el interés individual
se aviva hasta el punto de que en muchas ocasiones se producen rupturas, que
puede traducirse en cambios sustanciales en los liderazgos o en creaciones de
nuevas instituciones. En la historia de la extrema izquierda, en la del PCUS y
en la del PCCh, cuando predominaba en el socialismo real la economía
planificada y la ausencia casi total de un Estado de derecho, los intereses individuales
eran continuamente sacrificados en aras de los intereses generales.
Produciéndose la anómala situación sociológica de que las personas recién
incorporadas a dichas instituciones no podían desarrollar sus intereses
individuales y, por tanto, su individualidad. Ha sido una deficiencia histórica
en los partidos comunistas, marxistas leninistas y maoístas el poco desarrollo
de la individualidad de sus militantes, no así el de sus dirigentes. Es
conveniente saber que hay que tener paciencia y permitir a las jóvenes
incorporaciones que de forma natural desarrollen sus intereses individuales
hasta que adopten la forma del interés común de su clase o grupo social. Es un
error imponer el interés general a las personas jóvenes con escaso desarrollo
de sus intereses individuales. Esta práctica acaba por completo con la
iniciativa y autonomía personales.
Ahora hablemos de la concepción
burguesa del individuo. He advertido en varias ocasiones que hay una forma
errónea de plantear la contradicción entre la concepción liberal del individuo
y la concepción socialista. No se trata de que los liberales defienden los
intereses individuales y los socialistas los intereses sociales, puesto que en
todo sistema social siempre habrá intereses individuales e intereses sociales.
Dicho de otro modo: toda persona además de intereses individuales también tiene
intereses sociales. Un ejemplo: Hayek, que defiende el mercado capitalista,
esto es, el mercado dominado por la propiedad privada, como el mejor mecanismo
para defender los intereses individuales, está defendiendo los intereses
sociales de todos los capitalistas. Recurriré al libro La tiranía del
mérito de Sandel para exponer la concepción burguesa sobre el individuo.
Sandel concibe los sistemas sociales como un conjunto de individuos que tienen
intereses comunes. La crítica que realiza Sandel a las actuales sociedades
dominadas por la meritocracia estriba en lo fundamental en la idea de que el
bien común ha sido descuidado, y que, por consiguiente, es necesario tomar más
conciencia del interés común y llevar a cabo una defensa férrea del mismo.
Esta tesis de Sandel tiene un
error de fondo. Nos da a entender que en las sociedades actuales se han
desatado los intereses individuales y se han socavado los intereses comunes.
Pero la realidad lo desmiente. Pensemos en las grandes compañías que dominan
hoy en el mercado mundial y que disfrutan de la mayor cotización bursátil.
Todas esas instituciones han desarrollado y fortalecido de manera notable los
intereses comunes de sus accionistas y de sus directivos. Y el poder de sus
grandes personalidades dirigentes, el poder de sus individuales, es posible por
el gran poder de los intereses comunes institucionalizados en esas empresas.
Ahí no puede hablarse de debilitamiento o pérdida de atención de los intereses
comunes frente al afán desmedido de los intereses individuales
de los dirigentes. Todo lo contrario: el desarrollo y fortalecimiento de los
intereses individuales de los dirigentes es directamente proporcional al desarrollo
y fortalecimiento de los intereses comunes de los directivos y principales
propietarios de las empresas mencionadas. Pero hay más. Esos dirigentes no solo
se presentan como los defensores de los intereses comunes de las instituciones
que representan, sino que también se dedican a expresar los intereses
particulares de las empresas que representan como intereses generales de la
sociedad. Por lo tanto, dichos dirigentes no se limitan a administrar y
gestionar sus negocios, sino que también hacen ideología. Y todo aquello que
quieren para sus empresas, estricta planificación de sus recursos e inversiones
y buenos sueldos para sus directivos, no lo quieren para la sociedad, donde
reclaman la más libre y espontánea acción de los individuos en el mercado. En
sus empresas exigen la más estricta regulación, pero en el mercado no quieren
que aparezca ni por asomo el Estado.
Otra cosa diferente es que se
haya debilitado los intereses comunes de los ciudadanos en tanto miembros del
Estado. Pero en este caso el interés común de todos los ciudadanos siempre se
presenta bajo el dominio y hegemonía de una clase social determinada. El error
de Sandel y de la mayoría de los reformistas consiste en pensar que hay un
interés común a todos los ciudadanos y que por medio del Estado este interés
común puede asegurarse. No niego que haya intereses comunes a todos los
ciudadanos de un mismo Estado, lo que niego es que los intereses comunes
existan solamente como intereses de Estado. Puesto que como argumenté antes los
intereses comunes también existen como los intereses de las grandes empresas
que dominan el mercado mundial. Al igual que existen los intereses comunes de
un sinfín de otras organizaciones, como son las religiosas, las deportivas, las
altruistas y algunas más. Así que en todo caso lo que vivimos hoy día en el
mundo globalizado es la contradicción entre los intereses comunes representados
por el Estado y los intereses comunes de las grandes corporaciones que dominan
el mercado global, entre las que cabe destacar las tecnológicas y los fondos de
inversión.
¿Qué cambios se han producido en
las formas económicas que ha llevado aparejado el desarrollo del
individualismo? Muchos marxistas siguen planteando la contradicción entre
capital y trabajo con las representaciones del siglo XIX. En un lado están los
que viven de un salario y en otro lado los que viven de las rentas de capital.
Pero ese mundo ya no existe o solo existe para el mundo de la pequeña empresa.
Hoy día muchos trabajadores tienen acciones, y cobran dividendos, y tienen pisos
en alquiler, y cobran rentas del suelo. Hoy día en la mayoría de las grandes
empresas hay más accionistas que trabajadores y la industria como lugar de
concentración de grandes masas de trabajadores con intereses comunes ha dejado
de ser predominante. Un trabajador puede estar empleado en una empresa con
250.000 trabajadores, pero en la práctica solo mantiene un contacto
relativamente estrecho con no más de 100 trabajadores. ¿Qué implica esto? Pues
un debilitamiento de los intereses comunes y una dificultad enorme, por no
decir imposible, para que esos 250.000 trabajadores repartidos por todo el
mundo constituyan y representen un interés común. La clave aquí, en el mundo de
hoy, estriba en que son los grandes y medianos capitalistas quienes han estatuido
de manera poderosa sus intereses comunes, mientras que los intereses de los
trabajadores se presentan como intereses individuales totalmente diseminados.
Los marxistas siguen sin
prestarle atención a las redes sociales y cómo sus formas económicas representan
cambios sociales más profundos de lo que a primera vista parece. Facebook en
2021 tenía 2.740millones de usuarios y sus ingresos por publicidad ascendieron
a 21.684 millones de euros. ¿Qué vende Facebook a las empresas que hacen
publicidad en sus espacios virtuales? La percepción visual y auditiva de sus
usuarios sin que haya un contrato de por medio. Mientras que los intereses de
Facebook se presentan como firmes intereses comunes de sus directivos y
accionistas, los intereses de sus usuarios de presentan como intereses
individuales dispersos. Los usuarios de Facebook carecen de intereses comunes.
Mejor: es casi imposible que los intereses individuales de los usuarios de
Facebook se desarrollen hasta constituirse en intereses comunes. Luego la forma
económica constituida por las redes sociales desarrolla de forma masiva el
individualismo de sus usuarios, pero con un escaso desarrollo; puesto que
cuando los intereses individuales no se desarrollan hasta constituirse en
intereses comunes, los intereses individuales apenas experimentan desarrollo.
En la actualidad Netflix está
emitiendo una serie sobre la vida de Georgina Rodríguez. Por este concepto la
pareja de Cristiano Ronaldo ingresará 100 millones de euros. Georgina Rodríguez
tiene 29 millones de seguidores en Instagram, -yo tengo 102 seguidores en mi
blog- e ingresa anualmente más de 4 millones de euros. Se habla de que las
marcas se la rifan y que ha creado un imperio. Pero su imperio son sus
seguidores. Y sus seguidores carecen de derechos. Y sucede lo mismo que cuando
hablábamos de Facebook. ¿Qué vende Georgina para que las marcas se la rifen? La
percepción visual y auditiva de sus seguidores. Y lo hace sin el permiso de sus
seguidores y sin que estos sean conscientes de que Georgina vende una parte de
sus fuerzas esenciales subjetivas. Y con respecto al individualismo se produce
lo siguiente: por un lado, se desarrolla el individualismo de Georgina hasta el
extremo de la idolatría, y por el otro lado, sus seguidores se presentan como
individuos diseminados con un debilitado y escaso desarrollo individual en el
marco de esta experiencia. ¿Y por qué es importante prestarle atención a este
mundo? Porque es el mundo más aparente y, por tanto, el que mayor influencia
tiene en la conformación de la ideología. Y mientras tanto muchos marxistas,
alejados como están del mundo aparente, reflexionan sobre esencias, donde una
de las predilectas es hasta qué grado tenía razón Marx sobre su manoseada ley
de la tendencia decreciente de la ganancia. Cuando resulta que el mundo global
es un mundo dominado fundamentalmente por los monopolios, esto es, un mundo
donde la ley del valor es infringida una y otra vez y los precios distan mucho
de expresar en términos cuantitativos el verdadero valor creado.
Recordemos a Hegel o pensemos
como Hegel: la apariencia forma parte de la realidad o la apariencia no es más
que la manifestación de la esencia o la esencia en otra determinación. Pero los
marxistas, en su inmensa mayoría, siguen ignorando el mundo aparente y solo se
concentran en las esencias despojadas de su manifestación aparente. En vez de
descubrir mediante el análisis la esencia en la apariencia, ignoran o apartan
la apariencia y van directamente a la esencia. Y cuando solo pensamos en
esencias, da lo mismo vivir en el siglo XIX que en el mundo actual. De proceder
así, dejando de lado la apariencia, las particularidades de la época actual
terminan por desaparecer de la mente. Y si como dice Hegel la apariencia es
solo la esencia en otra determinación, entonces quienes ignoran la apariencia,
en verdad no conocen de un modo relativamente completo la esencia. Si
utilizáramos El Capital de Marx, diríamos: quien no conoce la
ganancia, la apariencia, con sus diversas sustantivaciones y manifestaciones,
no conoce por completo la plusvalía, la esencia.
Fuente: https://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2022/02/el-individualismo.html#more
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