Escribe: Milciades Ruiz
Cuando un líder religioso traiciona sus dogmas,
cometiendo graves inmoralidades, hay quienes tratan de defenderlo culpando al
diablo, y así, evitar que la feligresía pierda la fe en la iglesia.
Similarmente, suele suceder cuando un líder político traiciona los ideales de
su partido cediendo ante sus enemigos. Si este fuese el caso del presidente
Castillo, no bastaría culpar solo al demonio de la derecha para evitar que la
feligresía, pierda la fe ideológica. Veamos.
Es innegable la creciente desazón contenida,
en la izquierda peruana y el electorado que lo apoyó, pero la torpeza política
del aludido y los malos manejos administrativos a los que recurre, tienen una
lógica distinta a la que muchos suponen. Por ello, pese al creciente deterioro
político, hay todavía, quienes lo defienden por conveniencia de distinta
índole, justificando lo injustificable, en tanto que otros, se sienten
traicionados y lo repudian de plano por presunta corrupción.
Más allá de su persona, habría que ver
el cuadro completo del fenómeno sociológico que lo ha catapultado, sin ser el
único involucrado. Otras piezas forman parte del mismo engranaje que funciona
mal, en el contexto histórico actual, pero se camuflan tirándole la pelota solo
a él. Son muchas las objeciones a su gestión, como a la de otros poderes del
estado. No obstante, los aliados comprometidos no emiten pronunciamiento
orgánico, ni para orientar a sus propias iglesias. Tampoco está en agenda de
debate para tomar posición al respecto, pero “el que calla, otorga”.
Por ello, a riesgo de ser mal
interpretado diré algo al respecto. Culpar a la derecha hasta de nuestra
deshonestidad, incapacidad y falta de autenticidad ideológica, es una picardía.
Tenemos que ser objetivos. Aunque Castillo es el blanco de todas las miradas y
de las indignaciones, su presencia es efecto circunstancial de un fenómeno
social que nadie quiere ver. Solo se ve lo evacuado, pero no, el proceso
infeccioso. Criticarlo, sin considerar las condiciones que han determinado su
protagonismo, desmerece nuestro juicio.
Pudo ser otra persona, pero las
circunstancias lo pusieron a él, independientemente de su calidad humana. En la
segunda vuelta electoral, no importaba quien fuera, porque lo urgente era
evitar que la siniestra mafia fujimorista tome el gobierno nacional. Ha sido
pues, el electorado el que nos ha salvado de tan malvada amenaza. De no haber
sido por ello, hoy estaríamos lamentando una peor situación para los intereses
populares. El costo de esta disyuntiva, es lo que estamos asumiendo.
La gangrena de su desprestigio está muy
avanzada y no tiene defensas, ya que hasta ahora, ningún sector popular se
siente motivado para ello. Su debilidad política y de personalidad, estimula a
la oposición en su deseo de borrarlo, pues con nuevas elecciones tendrá la oportunidad
de retomar lo que se le fue de las manos. En esta situación, algunos sectores
de izquierda podrían decir: o salvamos lo mal que tenemos, o lo abandonamos
para peor. Otros dirán: o dejamos que la gangrena acabe también con nosotros, o
tomamos distancia a tiempo, para salvar lo que nos queda. Solo el debate puede
ayudar a valorar diversas opciones.
En realidad, fuimos nosotros los que
interesadamente hemos malinterpretado la manifestación electoral,
sobreestimando el triunfo de “Perú Libre” y su candidato. Nos imaginamos que
Castillo era un líder popular lleno de virtudes y aún, se espera que se
comporte como quisiéramos y no, como lo que realmente es. Pero ya hay bastante
muestra indicativa de que no tiene convicción ideológica de izquierda, ni confía
en ella. Militó en el “toledismo” de “Perú Posible” desde el año 2001, siendo
directivo local hasta el 2017, en que se canceló la inscripción de ese partido.
Conjuntamente con otros activistas
magisteriales, ingresó en el 2020 a “Perú Libre” y antes de cumplir un año de
militancia ya era candidato presidencial, lo que nos da una idea de anomalía
del caso. Ahora que su alineamiento con EE UU y la OEA es muy claro, podemos
entender su proceder político y las medidas de su mandato. Nos cuesta
admitirlo, y aunque por decreto supremo, ha definido su política de gobierno
2021-2026 bajo lineamientos no izquierdistas, hay quienes guardan esperanzas de
cambio. Si ha usado el sombrero para fingir, probablemente ha fingido su
izquierdismo.
Tan es así que, para felicidad de los
latifundistas intocados por la promocionada II Reforma Agraria, el 25 del mes
pasado, en un discurso público, el presidente Castillo, dijo: “poder darles garantía económica y jurídica a
nuestros agroexportadores será nuestro trabajo permanente”. Ignora los muertos y heridos del sangriento paro de trabajadores
agrarios en las corporaciones transnacionales agroexportadoras, subsidiadas por
el estado que, por ser mayormente capitales extranjeros, se llevan fuera la
riqueza generada por nuestro suelo. Esta es una posición contraria a la
izquierda. Entonces, no nos engañemos, ni lo hagamos con los demás.
En la naturaleza, todo elemento extraño,
no compatible con el conjunto, es rechazado como el en trasplante de órganos.
Este lapsus procesal, podría ser expectorado si el deterioro se torna nocivo.
Los hechos no suceden por azar sino por la concurrencia de condiciones previas.
Denostar contra un resultado final, pisotear un producto, culpándolo de las
fallas de fabricación, no es racional. Hay que ver dónde están las fallas del
proceso, para poder corregir las deformaciones. Si personas inapropiadas llegan
al poder filtrando un proceso político electoral, es porque las condiciones lo
facilitan.
Si revisamos los antecedentes en el
contexto integral, seguramente vamos a encontrar culpas nuestras, fallas del
sistema y otras condicionantes. Es que, en la configuración de una situación
política intervienen una serie de factores, propios y extraños, pues hay
intereses de toda clase que pugnan por sacar provecho particular. La fuerza que
imponga su predominio, será la que dominará la situación. En eso estamos
políticamente en la actual coyuntura.
Pero, no solamente hay que ver los
factores, sino también, lo que hay detrás de estos, siguiendo su trayectoria y
así, poder ubicar las causas de las deformaciones procesales. Por el lado
nuestro, podemos seguir las huellas de lo andado por Castillo y su entorno.
Hasta podríamos encontrar explicación al bajo nivel cognoscitivo del
profesorado que, junto a él, ha accedido al gobierno ocupando altos cargos sin
la debida preparación. Los que tanto nos han hablado de “calidad educativa”,
resultan siendo descalificados. Lo preocupante es que, nuestros hijos podrían
estar en manos de formadores generacionales de muy baja calidad. Aunque no,
todos.
También, siguiendo la trayectoria de los
hechos, quizá podamos encontrar explicación al por qué, la plancha presidencial
y postulantes al Parlamento que postuló “Perú Libre”, en las últimas
elecciones, no ha sido del nivel apropiado. Muchos son improvisados
oportunistas sin arraigo ideológico. ¿No será que también los demás partidos de
izquierda, adolecen de cuadros con capacidad de gobernar? ¿Son confiables los
candidatos de los otros partidos de izquierda? O quizá, los métodos orgánicos
no son los adecuados. ¿Por qué, tenemos ex gobernadores regionales y ex
alcaldes de izquierda investigados y condenados por corrupción?
También podríamos preguntarnos: ¿Lo
mejor de nuestros recursos humanos, está en los partidos políticos? O, es todo
lo contrario. ¿Qué tendríamos que hacer para que las organizaciones políticas
tengan una convocatoria apropiada? Quizá tendríamos que reformular la
organización, métodos, consignas, formación ideológica, democracia interna y
otros aspectos de institucionalidad. Pero eso nos conduciría a la renovación
total. Una revolución al interior de la izquierda. ¿Estarán dispuestas a esto,
las actuales dirigencias?
En estas condiciones de deterioro
político de la izquierda, clamar por una asamblea constituyente va perdiendo
factibilidad, porque además del tramposo sistema electoral, ahora tenemos
disconformidad popular. En estas condiciones, la mayoría de diputados sería de
oposición. Es que, en la dinámica dialéctica, lo que pierde una fuerza es
ganancia para su contraria. Tras el fracaso de la izquierda se fortalece la
derecha y viceversa. No cabe duda que la gestión de Castillo, es favorable para
los fines de la oposición y dañina para la izquierda. Esto se refleja en las
próximas elecciones sub nacionales.
Por otro lado, también podríamos hacer
el seguimiento del sistema electoral y del sistema político general en nuestro
país, lo que nos llevaría a las fallas de estructura. Si se accede al gobierno
con un plan de gobierno y se gobierna con otro, se incurre en delitos graves.
Sin embargo, hay impunidad. Entonces, de nada sirve que el JNE exija un
requisito que no vale. El plan de gobierno ganador, adquiere su derecho a
regir. Este derecho democrático obtenido en sufragio, debería respetarse. Es
una falla corregible.
Lo mismo ocurre con la representatividad
de los postulantes al Parlamento. Son los oportunistas de toda laya los que
copan las listas electorales dejando de lado a los verdaderos representantes de
los sectores económicos, sociales y culturales. Entonces, vemos pues que las
piezas defectuosas del proceso político son muchas. Pero lo que hacen las
organizaciones políticas de izquierda es adaptarse a las aberraciones e
injusticias del sistema electoral, antes que luchar contra el engendro
antidemocrático.
Podríamos seguir escudriñando las fallas
procesales en los diversos aspectos, pero de nada serviría si no hay voluntad
política para el debate. Tenemos que ser honestos con nuestro pueblo y decir la
verdad, aunque nos duela. Si hablamos de cambio, habría que empezar en propias
filas. De nuestra actitud depende la capacidad de recuperación y sostenibilidad
de la izquierda.
Por mi parte, continuaré en mi rol
crítico, porque lo que está mal, hay que decirlo. Si estoy equivocado en lo
dicho, tengo que corregirme. De las discrepancias también se aprende. Después
de todo, esta es solo una opinión, como ustedes tienen la suya. No todos
pensamos igual y la discrepancia es un derecho humano.
Marzo 07/ 2022
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