Ante los numerosos casos de corrupción hoy
conocidos, es fácil plantearse si el Ser Humano es corrupto por naturaleza.
(Imagen: Amazings / NCYT / JMC)
Un nuevo estudio ha
revelado que la mayoría de los seres humanos tendemos a ser honrados. Es
agradable saberlo, sobre todo ante situaciones como la que se vive hoy en día
en países en los que los casos de corrupción de políticos, banqueros y otras
personas en puestos de poder son tan numerosos, graves y descarados, que nos
hacen plantearnos si lo que ocurre es que el Ser Humano es corrupto por
naturaleza y que la corrupción generalizada es un estado natural de cualquier
sociedad humana.
La investigación, realizada por especialistas de la Universidad de Oxford en el Reino Unido y la Universidad de Bonn en Alemania, sugiere que a la mayoría de las personas no nos gusta apropiarnos de dinero indebidamente.
El equipo de Johannes Abeler, de la Universidad de Oxford, realizó un experimento sencillo pero claro sobre la honradez de la gente. El experimento consistió en llamar por teléfono a personas escogidas al azar en sus domicilios, en Alemania, y pedirles que lanzaran una moneda al aire en ese momento y dijeran de qué lado había caído la moneda. A los participantes se les dijo que si la moneda caía con el lado indicado hacia arriba, recibirían 15 euros o un vale para un regalo, mientras que si la moneda caía del lado contrario, no recibirían nada.
El aspecto clave del experimento es que al obrar de este modo, con la gente fuera del alcance de toda medida de vigilancia por parte de los investigadores, a los participantes se les daba un fuerte incentivo para mentir sin que temieran ser descubiertos.
Se contactó a 658 personas que accedieron
participar. Aunque los investigadores no podían observar directamente la
conducta de los individuos en sus hogares, lo dicho por estos últimos muestra
un nivel notablemente alto de honradez. Más de la mitad de los participantes
(55,6 por ciento) dijo que la moneda cayó del lado no deseado, lo que
significaba que no recibirían nada. Sólo el 44,4 por ciento dijo que cayó del
lado ganador, y por tanto recibiría su recompensa.
Se realizó una segunda prueba similar con la participación de 94 personas mediante teléfono. Esta vez se les pidió decir los resultados de cuatro lanzamientos consecutivos de una moneda, con la promesa de cinco euros por cada vez que la moneda cayera del lado indicado. Aunque se podía obtener hasta un máximo de 20 euros, los resultados que comunicaron los encuestados reflejan la distribución que cabe esperar por las leyes matemáticas de las probabilidades en los lanzamientos de una moneda no trucada. Dicho de otro modo, si la gente era sincera, su información revelaría que la moneda habría caído del lado deseado en alrededor del 50 por ciento de las veces, como así resultó.
Se realizó una segunda prueba similar con la participación de 94 personas mediante teléfono. Esta vez se les pidió decir los resultados de cuatro lanzamientos consecutivos de una moneda, con la promesa de cinco euros por cada vez que la moneda cayera del lado indicado. Aunque se podía obtener hasta un máximo de 20 euros, los resultados que comunicaron los encuestados reflejan la distribución que cabe esperar por las leyes matemáticas de las probabilidades en los lanzamientos de una moneda no trucada. Dicho de otro modo, si la gente era sincera, su información revelaría que la moneda habría caído del lado deseado en alrededor del 50 por ciento de las veces, como así resultó.
Una teoría para explicar este nivel inesperadamente alto de honradez es que, para más gente de lo que parece, ser honrado está en el conjunto de cualidades esenciales que deseamos poseer en nuestra personalidad, y es muy importante para nuestro sentido de identidad propia. El contexto en el que nos hayamos criado probablemente tiene un papel fundamental en ello. Dicho de forma más simple, desde pequeños nos han enseñado que conductas como la de robar son propias de gentuza, y como no nos gusta vernos como gentuza procuramos evitar hacer esa clase de cosas. Las normas sociales que ya en la infancia nos enseñaron nuestros padres, abuelos, tíos, profesores y otros adultos de nuestro entorno, sobre lo que es correcto y lo que es incorrecto, tienen por tanto un papel importante en forjar la honradez del individuo en cuestiones tales como la que fue puesta a prueba en el experimento descrito, tal como apunta Abeler y como la sabiduría popular ha intuido desde mucho tiempo atrás.
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