12-09-2013
Dentro del esfuerzo que hacía la Cátedra
“José Carlos Mariátegui”, impulsada por los compañeros del “Movimiento
todas las voces” para dar a conocer la obra política del padre del
Socialismo Peruano, a través de sus propios documentos (algo así como “Mariátegui
por Mariátegui mismo”), tocó el análisis del “Punto de vista
antiimperialista”, texto que por su contenido y por las circunstancias en
que se presentó y debatió (la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana
realizada en Buenos Aires, del 1º al 12 de Junio, de 1929), constituye uno de
los documentos fundamentales del Partido Socialista del Perú.
UBICACIÓN HISTÓRICA DEL “PUNTO DE
VISTA ANTIMPERIALISTA”
No existe registro auditivo de este
debate, pero tanto del propio texto de Mariátegui, como del escasamente
conocido informe del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista
sobre el evento (publicado bajo el título de “El movimiento revolucionario
latinoamericano”, por la Revista “La correspondencia sudamericana”),
como, en parte, de los “Apuntes para una interpretación marxista de historia
social del Perú”, de Ricardo Martínez La Torre; aparece un ardoroso combate
teórico en defensa de la especificidad de la estrategia revolucionaria de la
Revolución proletaria en el Perú, y en otros países de Sud América, que tiene
para el movimiento socialista peruano tanta importancia como el conocido debate
del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, de Febrero de
1956.
Acudieron al evento, en Buenos Aires,
15 Partidos comunistas y obreros de América Latina, y en representación del
Partido Socialista del Perú, los camaradas Saco (Hugo Pesce Pisciotta) y Zamora
(Julio Portocarrero). Acudieron también, por el Comité Ejecutivo de la
Internacional, Luis (Jules Humbert-Droz) y por el Secretariado Sudamericano de
la Internacional, Vittorio Codovilla y Eugenio Gómez.
El “Proyecto de Tesis sobre el
movimiento revolucionario de América Latina”, preparado por el Secretariado
de la Comisión Ejecutiva de la Internacional Comunista para América Latina
(había sido preparado en realidad por la Comisión Latinoamericana del
VI Congreso de la Internacional Comunista, como primer documento de la
Internacional sobre las perspectivas de la revolución en América Latina y las
tareas de nuestros Partidos y del proletariado revolucionario).
Al respecto, recordaba Vittorio
Codovilla, décadas después, “Al reconocer que los principales enemigos de
los pueblos eran el imperialismo norteamericano e inglés y las oligarquías
terratenientes, la conferencia se dotaba de los medios para definir
correctamente el carácter de la revolución en América Latina, revolución
antiimperialista, agraria y democrática burguesa. Por consiguiente el golpe
principal debía asestarse a los terratenientes mediante la aplicación de una
reforma agraria radical, y contra la dominación imperialista mediante la
expropiación y la nacionalización de la empresas pertenecientes a los
monopolios” (Vittorio Codovilla. “La penetración del marxismo-leninismo
en América Latina”).
El 4 de Junio de 1929, en la Octava
Sesión de la Conferencia, que continuaba el debate sobre el Informe del
camarada Luis (Jules Humbert-Droz sobre el tema “La lucha antiimperialista y
los problemas de táctica de los Partidos Comunistas de la América Latina”,
Zamora (Julio Portocarrero), interviene y da lectura al “Punto de vista
antiimperialista”.
El documento inicia preguntándose “¿hasta
que punto puede asimilarse la situación de las repúblicas latinoamericanas a la
de los países semi-coloniales?” (y esta pregunta retomaba el debate
donde lo dejara la intervención de Ricardo Paredes Romero, en el VI
Congreso de la Internacional Comunista), y a renglón seguido,
precisa las características de las burguesías nacionales de Sud América:
…“ven en la cooperación con el
imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueñas del
poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional”, “no
tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda
independencia”, “no echa de menos un grado más amplio y cierto de
autonomía nacional”, “no se sienten solidarizadas con el pueblo por el
lazo de una historia y de una cultura comunes”, “desprecian lo popular,
lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos”, y añade “El pequeño
burgués mestizo imita este ejemplo”, y reitera “Mientras la política
imperialista logre "manéger" los sentimientos y formalidades de la soberanía
nacional de estos Estados, mientras no se vea obligada a recurrir a la
intervención armada y a la ocupación militar, contará absolutamente con la
colaboración de las burguesías. Aunque enfeudados a la economía imperialista,
estos países, o más bien sus burguesías, se considerarán tan dueños de sus
destinos como Rumania, Bulgaria, Polonia y demás países
"dependientes" de Europa” (J.C. Mariátegui. “Punto de vista
antiimperialista”)
Asimismo, señala que en nuestros
países:
…”donde la pequeña burguesía, por
sus arraigados prejuicios de decencia, se resiste a la proletarización; donde
ésta misma, por la miseria de los salarios no tiene fuerza económica para
transformarla en parte en clase obrera; donde imperan la empleomanía, el
recurso al pequeño puesto del Estado, la caza del sueldo y del puesto
"decente"; el establecimiento de grandes empresas que, aunque
explotan enormemente a sus empleados nacionales, representan siempre para esta
clase un trabajo mejor remunerado, es recibido y considerado favorablemente por
la gente de clase media”, que aquí “La empresa yanqui representa mejor
sueldo, posibilidad de ascensión, emancipación de la empleomanía del Estado,
donde no hay porvenir sino para los especuladores. Este hecho actúa, con una
fuerza decisiva, sobre la conciencia del pequeño burgués, en busca o en goce de
un puesto”, pues “En estos países,”…”la situación de las clases
medias no es la constatada en los países donde estas clases han pasado un
período de libre concurrencia, de crecimiento capitalista propicio a la
iniciativa y al éxito individuales, a la opresión de los grandes monopolios”
(J.C. Mariátegui. “Punto de vista antiimperialista”).
En resumen Mariátegui objeta la
visión de la Internacional Comunista sobre las burguesías nacionales o las clases
medias sudamericanas caracterizándolas:
- Ven en la cooperación con el
imperialismo la mejor fuente de provechos.
- Se sienten lo bastante dueñas del poder para
preocuparse seriamente de la soberanía nacional.
- No echan de menos un grado mas amplio y cierto
de autonomía nacional.
- No tienen ninguna predisposición a admitir la
necesidad de luchar por la segunda independencia.
- La ilusión de la soberanía nacional se
conserva en sus principales efectos.
- No se sienten solidarizadas con el pueblo por
el lazo de una historia y de una cultura comunes.
- Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el
poder pueden hacer una política antiimperialista.
- Solo una ocupación militar yanqui o
intervención armada, que era el caso de Panamá y Centro América,
provocaría una reacción patriótica que podría ganar al anti-imperialismo a
una parte de la burguesía y la pequeña burguesía.
- “En nuestros países el factor clasista es
más decisivo, está más desarrollado”
Concluyendo, con el ejemplo de la
Revolución Mexicana, que ni la burguesía ni la pequeña burguesía en el poder
pueden hacer una política antiimperialista. Que el asalto del poder por el
antiimperialismo, como movimiento demagógico populista no representaría nunca
la conquista del poder, por las masas proletarias, por el socialismo. Que éste
mas bien encontraría su enemigo mas peligroso y encarnizado (por su
confusionismo y demagogia) en la pequeña burguesía en el Poder, y que la misión
de los socialistas es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución
socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera.
DESLINDE CON LA PROPUESTA ESTRATEGICA
DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA PARA EL PERÚ Y SUDAMERICA:
¿Por qué Mariátegui señala esto? Pues
porque constata que la “propuesta” táctica del Secretariado Sudamericano de la
Internacional Comunista está “calcada” sobre las directivas de la Internacional
Comunista para la Revolución China, que llevó al Partido Comunista Chino a la
alianza con el Kuomintang, desde 1923 (Ver Declaración del Embajador
soviético Yoffe-Sun Yat Sen, del 26 de Enero de 1923 yResolución
del III Congreso del Partido Comunista Chino, de Junio de 1923), por
tratarse de un país semi-colonial, y considera Mariátegui, que esta táctica no
se ajusta a la especificidad de “nuestras” burguesía y pequeña burguesía.
De allí que enfatiza:
“Pretender que en esta capa social
prenda un sentimiento de nacionalismo revolucionario, parecido al que en
condiciones distintas representa un factor de la lucha anti-imperialista en los
países semi-coloniales avasallados por el imperialismo en los últimos decenios
en Asia, sería un grave error”.
"La colaboración con la
burguesía, y aun de muchos elementos feudales, en la lucha antiimperialista
china, se explica por razones de raza, de civilización nacional que entre
nosotros no existen. El chino noble o burgués se siente entrañablemente chino.
Al desprecio del blanco por su cultura estratificada y decrépita, corresponde
con el desprecio y el orgullo de su tradición milenaria. El anti-imperialismo
en la China puede, por tanto, descansar en el sentimiento y en el factor
nacionalista. En Indo-América las circunstancias no son las mismas” (J.C. Mariátegui. “Punto de vista
antiimperialista”).
Y concluye que:
“El factor nacionalista, por estas
razones objetivas que a ninguno de ustedes escapa seguramente, no es decisivo
ni fundamental en la lucha anti-imperialista en nuestro medio” (J.C.
Mariátegui. “Punto de vista antiimperialista”).
“El anti-imperialismo, para
nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí solo, un programa político,
un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El anti-imperialismo,
admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la
burguesía y pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos negado terminantemente
esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su
diferencia de intereses.
Ni la burguesía, ni la pequeña
burguesía en el poder pueden hacer una política anti-imperialista. Tenemos la
experiencia de México, donde la pequeña burguesía ha acabado por pactar con el
imperialismo yanqui” (J.C. Mariátegui. “Punto de
vista antiimperialista”).
Cabe recordar que respecto a este
tema, Mao Ze Dong señala que:
“Estamos plenamente de acuerdo con
la Resolución de la Internacional Comunista sobre el problema de China. No cabe
duda de que actualmente China se encuentra todavía en la etapa de la revolución
democrático-burguesa. El programa para una revolución democrática cabal en
China implica, en lo externo, el derrocamiento del imperialismo para alcanzar
la completa liberación nacional y, en lo interno, la eliminación de la
burguesía compradora en las ciudades, la consumación de la revolución agraria
para eliminar las relaciones feudales en el campo y el derrocamiento del
gobierno de los caudillos militares. Sólo por medio de semejante revolución
democrática, se podrá asentar una verdadera base para la transición al
socialismo” (“La lucha en las montañas Ching Kang”, 25/11/1928. Obras
Escogidas Tomo I, Pág.102), y que:
…”la invasión japonesa ha alterado
las relaciones de clase en china y ha creado la posibilidad de que participe en
la lucha antijaponesa no sólo la pequeña burguesía sino también la burguesía
nacional” (“Sobre la táctica de la lucha contra el imperialismo japonés”,
27/12/35, Obras Escogidas Tomo I, Pág.181).
Y mas adelante insistiría:
"A partir de la Guerra del
Opio de 1840, China se ha transformado paso a paso en un país semicolonial y
semifeudal. Y, más aún, después del Incidente del 18 de Septiembre de 1931,
cuando el imperialismo japonés inició la invasión armada de China, ésta se ha
convertido en un país colonial, semicolonial y semifeudal" ("La
Revolución China y el Partido Comunista de China", Obras Escogidas Tomo
II, Págs.319 y 320),
Añadiendo:
…"los principales enemigos de
la revolución china en la presente etapa son el imperialismo y la clase
terrateniente feudal, ¿Cuáles son las tareas de la revolución en dicha etapa?"….."realizar
una revolución nacional para acabar con la opresión y una revolución
democrática para terminar con la opresión interior de los terratenientes
feudales; de estas tareas, la primordial es la revolución nacional para
derrocar al imperialismo" (Obra Citada, Págs. 320 y 33').
DESLINDE CON LA PROPUESTA ESTRATEGICA
DE HAYA DE LA TORRE:
De esta forma plantea las
particularidades de la formación económico-social peruana y aún Sud Americanas,
que no hacen aplicable la táctica “china” de la Internacional Comunista para
nuestra realidad, pero como quiera que también Haya de La Torre y sus
seguidores formulan un planteamiento táctico semejante (sobre la similitud de
la propuesta estratégica de Haya de La Torre con la propuesta por la
Internacional Comunista leer el interesante artículo. “Haya de La Torre, la
Comintern y el Perú: Acercamientos y desencuentros” de Lazar y
Víctor, Jeifets, en “Pacarina del Sur”, Nº 16, Julio-Setiembre del
2013)
Mariátegui señala que:
“Ya en nuestra discusión con los
dirigentes del aprismo,” reprobamos “su tendencia a proponer a la
América Latina un Kuo Min Tang” (J.C. Mariátegui. “Punto de vista
antiimperialista”).
Que el descuido en “la estimación
precisa de las posibilidades de la acción anti-imperialista en la América
Latina. Su relegamiento, su olvido, ha sido una de las características de la
teorización aprista” (J.C. Mariátegui. “Punto de vista antiimperialista”).
Que “La divergencia fundamental
entre los elementos que en el Perú aceptaron en principio el Apra —como un plan de frente único,
nunca como partido…— y los que fuera del Perú la definieron luego como
un Kuo Min Tang latinoamericano, consiste en que los primeros permanecen fieles
a la concepción económico-social revolucionaria del anti-imperialismo,”
(J.C. Mariátegui. “Punto de vista antiimperialista”)…mientras que los
segundos no.
Que de esta forma para Haya y sus
seguidores “El anti-imperialismo resulta así elevado a la categoría de un
programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y
que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, al
socialismo, a la revolución social. Este concepto lleva a una desorbitada
superestimación del movimiento anti-imperialista, a la exageración del mito de
la lucha por la "segunda independencia" (J.C. Mariátegui. “Punto
de vista antiimperialista”).
Que “Del Apra, concebida
inicialmente como frente único, como alianza popular, como bloque de las clases
oprimidas, se pasa al Apra definida como el Kuo Min Tang latinoamericano”
(J.C. Mariátegui. “Punto de vista antiimperialista”).
Mariátegui precisaba el error de
apreciación de Haya de La Torre:
“Estas burguesía, en Sud América,
que no conocen, todavía, salvo Panamá, la ocupación militar yanqui, no tienen
ninguna predisposición a admitir la necesidad de lucha por la segunda
independencia, como suponía ingenuamente la propaganda aprista”… (J.C.
Mariátegui. “Punto de vista antiimperialista”).
Y que:”Mientras la política
imperialista”….”no se vea obligada a recurrir a la intervención armada y
a la ocupación militar, contará absolutamente con la colaboración de las
burguesías” (J.C. Mariátegui. “Punto de vista antiimperialista”).
Concluyendo para el caso de Sud
América que “Estos hechos diferencian la situación de los países Sud
Americanos de la situación de los países Centro Americanos, donde el
imperialismo yanqui, recurriendo a la intervención armada sin ningún reparo,
provoca una reacción patriótica que puede fácilmente ganar al anti-imperialismo
a una parte de la burguesía y la pequeña burguesía”. (J.C. Mariátegui. “Punto
de vista antiimperialista”).
Efectivamente, Haya de La Torre,
constatando la heroica lucha de Sandino contra la invasión militar yanqui,
generalizaba erróneamente la misma situación para Sud América, y señalaba que:
"El progresivo sometimiento
económico de nuestros países al imperialismo deviene sometimiento político,
pérdida de la soberanía nacional, invasiones armadas de los soldados y
marineros del imperialismo, compra de caudillos criollos, etc. Panamá,
Nicaragua, Cuba, Santo Domingo, Haití son verdaderas colonias o protectorados
yanquis como consecuencia de la "política de penetración" del
imperialismo" ("El antiimperialismo y el APRA", Ediciones
Ercilla, Santiago, 1936, Págs. 4 y 5),
Añadiendo:
"Dentro del sistema
capitalista y de acuerdo con la dialéctica de su proceso histórico, la América
Latina devendrá seguramente una colonia yanqui" (Obra citada,
Pág.7), y conforme a lo que sucedía en Centro América trazará su
estrategia:
"El peligro mayor para nuestros
pueblos es el imperialismo. El amenaza no sólo como fuerza explotadora, sino
como fuerza conquistadora. Hay pues, en el fenómeno imperialista con el hecho
económico de toda explotación, el hecho político de una opresión de carácter
nacional"
Y planteará:
"Sostenemos, pues, que la
actual tarea histórica de estos pueblos es la lucha contra el imperialismo.
Tarea de nuestro tiempo, de nuestra época, de nuestra etapa de evolución. Ella
nos impone subordinar temporalmente todas las otras luchas que resulten
de las contradicciones de nuestra realidad social –y que no sean coadyuvantes
del imperialismo- a la necesidad de la lucha común"
Concluyendo que:
"Así es como la lucha contra
el imperialismo queda planteada en su verdadero carácter de lucha nacional"
(Obra citada, Págs. 83 y 84), perfilando los objetivos de la Revolución
planteada:
"No es posible separar, pues,
la lucha contra el imperialismo extranjero de la lucha contra el feudalismo
nacional en Indoamérica", "por eso, el contenido social de lucha
antiimperialista en Indoamérica es antifeudal" (Obra citada, Págs. 148
y 149).
EL IMPERIALISMO YANQUI Y LA PEQUEÑA
BURGUESÍA
Analizando la realidad concreta
nacional, Mariátegui se había preguntado desde el inicio de su tesis:
“¿Hasta qué punto puede asimilarse
la situación de las repúblicas latinoamericanas a la de los países
semi-coloniales? La condición económica de estas repúblicas, es, sin duda,
semi-colonial, y, a medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la
penetración imperialista, tiene que acentuarse este carácter de su economía.
Pero las burguesías nacionales, que ven en la cooperación con el imperialismo
la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueñas del poder político
para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional” (J.C. Mariátegui.
“Punto de vista antiimperialista”).
Mas adelante, constando que el
ascenso al poder de Augusto B. Leguía, en su segundo periodo, significó el desplazamiento
de la oligarquía exportadora, representada por el Civilismo, y su reemplazo por
una alianza de intereses, entre la burguesía, la pequeña burguesía improductiva
(sectores medios) y el imperialismo yanqui, cuya penetración en nuestra
economía, aún desplazando al imperialismo inglés, profundizó nuestra
dependencia, Mariátegui señala:
“¿Los intereses del capitalismo
imperialista coinciden necesaria y fatalmente en nuestros países con los
intereses feudales y semifeudales de la clase terrateniente? ¿La lucha contra
la feudalidad se identifica forzosa y completamente con la lucha
anti-imperialista? Ciertamente, el capitalismo imperialista utiliza el poder de
la clase feudal, en tanto que la considera la clase políticamente dominante.
Pero, sus intereses económicos no son los mismos. La pequeña burguesía, sin
exceptuar a la más demagógica, si atenúa en la práctica sus impulsos más
marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el
capitalismo imperialista. El capital financiero se sentirá más seguro, si el
poder está en manos de una clase social más numerosa, que, satisfaciendo
ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la orientación clasista de las
masas, está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender
los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier. La creación de la
pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de los
privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo, de un
modo inmediato. Por el contrario, en la medida en que los rezagos de feudalidad
entraban el desenvolvimiento de una economía capitalista, ese movimiento de
liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento
capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del imperialismo; que
desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una
economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la
"democratización" de la propiedad del suelo, que las viejas aristocracias
se vean desplazadas por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e
influyente —y por lo mismo más apta para garantizar la paz social—, nada de
esto es contrario a los intereses del imperialismo” (J.C. Mariátegui. “Punto
de vista antiimperialista”).
Esta tesis también causó polémica en
el seno de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos
Aires, del 1º al 12 de Junio, de 1929. Gonzáles Alberdi, representante del
Partido Comunista Argentino, señaló al respecto:
“Creen nuestros compañeros del
Perú, que el imperialismo en su país, puede obrar en cierta forma como actor de
liquidación del latifundismo, y apoyarse en la pequeña burguesía, facilitando
la creación de la pequeña propiedad rural. Es, evidentemente, un criterio
peligroso, que conduce lógicamente a negar la deformación de la economía de los
pueblos sometidos, por el imperialismo. La existencia de los restos feudales y
otras formas atrasadas, constituye, precisamente, la garantía de la dominación
imperialista. Liquidar esas formas atrasadas, crear la pequeña burguesía, abrir
libre cauce al normal desarrollo de la economía nacional, equivaldría,
precisamente para el imperialismo, a facilitar el nacimiento de una burguesía
indígena, cuyos intereses chocarían con los intereses de los imperialistas;
burguesía indígena que sería fuerte porque se habría operado el proceso previo
de la liquidación del feudalismo” (“El movimiento revolucionario latino
americano”, Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino americana,
Junio de 1929, Pág.328)
Y tras la defensa del compañero Saco
(Hugo Pesce), Vittorio Codovilla añadirá:
“Intervengo en este debate movido
por las apreciaciones hechas en las intervenciones de los compañeros del Perú,
que me parecen muy peligrosas”… ”Otra afirmación peligrosa del compañero Saco
es la de decir que el imperialismo ha disminuido “los caracteres feudales” de
los países en que penetra y “ha modificado los rasgos de servidumbre, creando
masas asalariadas, etc.”. Parece que el compañero Saco ignora que, justamente,
el imperialismo conforma sus métodos de explotación capitalista a las formas de
explotación semifeudal y semiesclavista, intensificando la explotación de las
masas y apoyándose para su penetración en las formas mas reaccionarias de
gobierno” (“El movimiento revolucionario latino americano”, Versiones de la
Primera Conferencia Comunista Latino americana, Junio de 1929, Págs.333 a 335).
Ya en otros trabajos Mariátegui había
señalado al respecto que:
“En la América indo-española se
cumple gradualmente, un proceso de liquidación de ese régimen oligárquico y
feudal que ha frustrado, durante tantos años, el funcionamiento de la
democracia formalmente inaugurada por los legisladores de la revolución de la
independencia”.
“En Argentina, verbigracia, la
ascensión al poder del Partido Radical canceló el dominio de las viejas
oligarquías plutocráticas. En México, la revolución arrojó del gobierno a los
latifundistas y a su burocracia. En Chile, la elección de Alessandri, hace
cinco años, tuvo también un sentido revolucionario” (“La perspectiva de la
política chilena”, Mundial, 13 de Febrero de 1925, en “Temas de nuestra
América”, Pág.141).
“El irigoyenismo representa el
capital financiero, la burguesía industrial y urbana y se apoya en la clase
media y aún en aquella parte del proletariado a la cual el socialismo no ha
conseguido aún imponer su concepción clasista. Es la izquierda del antiguo
radicalismo; propugna una política reformista que hace casi inútil el programa
socialdemocrático, prolonga el viejo equívoco radical de que en los países
donde el capitalismo se encuentra en crecimiento, conserva sus resortes
históricos” (“La batalla electoral de la Argentina”, Mundial, 13 de Febrero
de 1925, “Temas de nuestra América”, Pág.138).
Y para nuestro caso particular,
continuaría señalando comparativamente con los casos de Alessandri e Irigoyen:
“Nuestro fenómeno alessandrista o
irigoyenista se ha producido ya: es el leguiismo. Tiene como corresponde al
medio, las limitaciones y las gazmoñerías de un criterio clerical, conservador;
no ha tocado al capital, ni siquiera a la vieja aristocracia; ha mantenido
todos los prejuicios; pero es, en parte, nuestro motín pequeño-burgués
rápidamente usufructuado por el gran capital y, sobre todo, por las finanzas
extranjeras” (Carta de José Carlos Mariátegui a Eudosio Ravines, 31 de
diciembre de 1928, Correspondencia de Mariátegui, Tomo II, Pág. 490).
“El proceso leguiista es la
expresión política de nuestro proceso de crecimiento capitalista, y si algo se
le opone radicalmente, si algo es su antítesis y su negación, es justamente
nuestro socialismo, nuestro marxismo, que pugnan por afirmar una política basada
en los intereses y en los principios de las masas obreras y campesinas, del
proletariado, no de la inestable pequeña burguesía” (Carta de José Carlos
Mariátegui a Moisés Arroyo, 30 de julio de 1929, Correspondencia de Mariátegui,
Tomo II, Pág. 610).
Y finalmente:
“El leguiísmo no se atreve a tocar
la gran propiedad. Pero el movimiento natural del desarrollo capitalista –obras
de irrigación, explotación de nuevas minas, etc.- va contra los intereses y
privilegios de la feudalidad. Los latifundistas, a medida que crecen las áreas
cultivables, que surgen nuevos focos de trabajo, pierden su principal fuerza:
la disposición absoluta e incondicional de la mano de obra”. (“Punto de
vista anti-imperialista”, en “Ideología y política”, Pág. 93).
Y añade, ejemplificando lo antes
señalado, con el conflicto surgido entre las obras de regadío, efectuadas en
Lambayeque, por la Comisión Técnica presidida por el Ingeniero norteamericano
Sutton, y la conveniencia de los grandes terratenientes feudales de la zona:
“La amenaza de que se les arrebate
el monopolio de la tierra y el agua, y con él el medio de disponer a su antojo
de la población de trabajadores saca de quicio a esta gente y la empuja a una
actitud que el gobierno, aunque muy vinculado a muchos de sus elementos,
califica de subversiva o anti-gobiernista” (“Punto de vista
anti-imperialista”, en “Ideología y política”, Págs. 93 y 94).
Al respecto, Baltazar Caravedo
Molinari, analizando retrospectivamente ese periodo, señala que:
“Todas las fuerzas sociales no vinculadas
al sector agrario exportador y terrateniente estuvieron objetivamente
entrelazadas en una lucha anticivilista, que Leguía supo utilizar para asumir
el poder. Propósito para el que también aprovechó los conflictos entre los
capitales norteamericanos e inglés dentro del país. A los primeros les
interesaba desplazar del poder a los civilistas, para lograr mejores
condiciones políticas. Leguía se convirtió así en el hombre que abrió el camino
al capital norteamericano y a la industria nativa" ("Burguesía e
industria en el Perú 1933-1945", IEP, 1976, Págs. 37 y 38).
Coincidentemente Manuel Burga y
Alberto Flores Galindo, señalan sobre el mismo periodo que:
"Leguía se apoyó en los
sectores medios, en los medianos propietarios y más aún desplegó una intensa
actividad para romper con la preponderancia de las viejas castas de
terratenientes en el campo sin afectar la estructura económica imperante"
y "Sus planes políticos, en los primeros años, estuvieron dirigidos a
quitar el poder político a la viejas castas dominantes: oligarquía costeña y
gamonalismo andino. Paralelamente desarrolló un ambicioso programa (burocracia,
obras públicas e irrigaciones) destinado a crear una clase media adicta y
obsecuente. Para lograr esto tuvo que entregar el país a la influencia omnímoda
del imperialismo norteamericano" ("Apogeo y Crisis de la
República aristocrática", Rikchay Perú, Febrero de 1980, Págs. 133,134 y
140).
¿Por qué discrepaba, entonces, la
Internacional Comunista con el análisis de Mariátegui del comportamiento del
Imperialismo yanqui en nuestra economía a partir del ascenso al Poder del
Leguiismo?
Todo parece indicar que se trataba de
no solo de una visión estática de la actuación del imperialismo yanqui, sino
además fuertemente influida por una visión positivista del papel revolucionario
de las burguesías nacionales en los países capitalistas atrasados, a partir del
ejemplo de la Revolución China, ya antes analizada, la misma que, como podemos
analizar en el artículo de Mariátegui que comentamos, éste no compartía para
nuestro caso y el de Sud América.
LA EXTEMPORÁNEA ETAPA DE “NUEVA
DEMOCRACIA”
Mariátegui incluso, ya se adelantaba
a precisar que tareas que son usualmente consideradas como típicamente
democrático burguesas tendrán un tratamiento singular en un país como el
nuestro, en que un "formal capitalismo ya está establecido, aunque no
se ha logrado aún la liquidación de la feudalidad y nuestra incipiente y
mediocre burguesía se muestra incapaz de realizarla," …precisando "El
advenimiento político del socialismo no presupone el cumplimiento perfecto y
exacto de la etapa económica liberal, según un itinerario universal. Ya he
dicho en otra parte que es muy posible que el destino del socialismo en el Perú
sea en parte el de realizar, según el ritmo histórico a que se acompase,
ciertas tareas teóricamente capitalistas" ("Respuesta al
Cuestionario Nº 4 del Seminario de Cultura Peruana", Revista "La
Sierra", en "Ideología y Política", Págs.263 a 273).
Cuando Mariátegui señalaba en esta
cita que “Ya he dicho en otra parte que”, se refería a la Presentación a
"Tempestad en los andes", de Luis E. Valcárcel, de Octubre de
1927, donde en abierta polémica con sus detractores señalaba:
"Mentes poco críticas y
profundas pueden suponer que la liquidación de la feudalidad es empresa típica
y específicamente liberal y burguesa y que pretender convertirla en función
socialista es torcer románticamente las leyes de la historia. Este criterio
simplista de teóricos de poco calado, se opone al socialismo sin más argumento
que el de que el capitalismo no ha agotado su misión en el Perú. La sorpresa de
sus sustentadores será extraordinaria cuando se enteren que la función del
socialismo en el gobierno de la nación, según la hora y el compás histórico a
que tenga que ajustarse, será en gran parte la de realizar el capitalismo –vale
decir las posibilidades históricamente vitales todavía del capitalismo- en el
sentido que convenga a los intereses del progreso social" ("La
Organización del proletariado", Ediciones "Bandera Roja", 1967,
Pág.180).
Y volverá sobre lo mismo, en el
Prefacio a "El Amauta Atusparia" de Ernesto Reyna, de 1930, donde
manifiesta:
"En nuestra América española,
semi-feudal aún, la burguesía no ha sabido ni querido cumplir las tareas de la
liquidación de la feudalidad. Descendiente próxima de los colonizadores
españoles, le ha sido imposible apropiarse de las reivindicaciones de las masas
campesinas. Toca al socialismo esta empresa" (“Ideología y Política ",
Pág.188).
Culminando: “Solo la acción
proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la
revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es incompetente para
desarrollar y cumplir” (“Principios programáticos del Partido Socialista”,
“Ideología y política”, Págs.160 y 161)
¿Qué implica lo señalado por
Mariátegui en estas cuatro últimas citas?
Pues sencilla y llanamente que habla
de una Revolución Socialista, “del socialismo en el gobierno de la nación”,
que cumplirá de paso “las tareas de la revolución democrático-burguesa”,
incumplidas por la burguesía, y no del necesario desarrollo de una etapa
democrático burguesa, de “nueva democracia” o “etapa
económica liberal” (como la denomina Mariátegui) bajo dirección
proletaria, como parte de una revolución que solamente en su segunda etapa será
socialista, propiamente dicha.
En cuanto a la cita: “Cumplida su
etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos y en su
doctrina revolución proletaria” (“Principios Programáticos del Partido
Socialista”, “Ideología y Política”, Pág.162), en concordancia con lo
anteriormente expuesto y por su ubicación física al final en el documento en
que se exponen los “Principios Programáticos del Partido”, al parecer
describe el proceso en curso, lo que venía sucediendo en el Perú de 1920, pues
la etapa democrático-burguesa se había cumplido no en la forma revolucionaria
que hubiese sido deseable (a este respecto ver V.I.Lenin. “Apreciación del
momento”, Abril de 1917”) sino con el desplazamiento de la alianza de la
aristocracia terrateniente y el imperialismo inglés, representada por el
Civilismo, del Gobierno, por una nueva alianza entre la burguesía industrial,
la pequeña burguesía improductiva y el imperialismo yanqui, representada por el
Leguiismo (al igual que en Rusia con el ascenso de Kerenski), y en consecuencia
ya no cabía mas el planteamiento de esta etapa, correspondiendo a la Revolución
Socialista, el cumplimiento de las tareas democrático-burguesas irresueltas. La
etapa a desarrollar ya no es la “Cumplida”… “etapa democrático-burguesa”
sino la “revolución proletaria” o socialista.
Salta la pregunta, ¿pero cómo y
cuando se cumplió dicha etapa democrático-burguesa que determinó que la tarea
del momento, planteada por Mariátegui fuese ya la Revolución Socialista?
Tal y como anotaba Miguel Aragón, una
ubicación histórica de los trabajos de Mariátegui, evidencian que, a diferencia
de Haya de la Torre, éste constató que el ascenso al poder de Augusto B.
Leguía, en su segundo periodo, significó el desplazamiento de la oligarquía exportadora,
representada por el Civilismo, y su reemplazo por una alianza de intereses,
entre la fracción burguesa industrial, la pequeña burguesía improductiva
(sectores medios) y el imperialismo yanqui, cuya penetración en nuestra
economía, aún desplazando al imperialismo inglés, profundizó nuestra
dependencia.
Se trataba pues ya, de la burguesía
en el Poder, en alianza con el imperialismo, y no la aristocracia terrateniente
en alianza con éste.
RETOMAR REALMENTE A MARIÁTEGUI Y SU
LÍNEA ESTRATÉGICA
¿Cómo fue entonces, que pese a la
claridad del deslinde de Mariátegui, en su “Punto de Vista Antiimperialista”
y al hecho que nunca el imperialismo yanqui ocupase militarmente el país, el
Partido por él fundado (al cual cambiaron de nombre a su muerte), terminó aprobando
como suya la propuesta estratégica de la Internacional Comunista para la
Revolución China, que sobreestimaba el papel de la burguesía y pequeña
burguesías, nacionales, en la revolución? ¿Por qué cuando el movimiento
socialista peruano rompió con la influencia del PCUS sobre su línea
estratégica, bajo la influencia del prestigio del PCCH en la polémica
internacional, continuó manteniendo la misma propuesta estratégica para la
Revolución? ¿Cabe considerar a la burguesía nacional en la política de alianzas
estratégicas del proletariado peruano sin la circunstancia excepcional de una
invasión militar imperialista? ¿Cabe la “Dictadura conjunta de las cuatro
clases” (burguesía nacional, pequeña burguesía, clase obrera y
campesinado) en el análisis estratégico de Mariátegui del “Punto de Vista
Antiimperialista” y en el del socialismo peruano actual?
No cabe más que una respuesta: a la
muerte de J.C. Mariátegui, el movimiento socialista peruano desechó sus tesis
originales a este respecto, y bajo la influencia de la Internacional Comunista,
del Aprismo, del PCUS y del PCCH, copió mecánicamente la línea estratégica de
la Revolución China, asumiendo un camino estratégico revolucionario ajeno al de
J.C. Mariátegui.
Gustavo Pérez Hinojosa. Miembro de la
“Cátedra Marx, ese desconocido”
Rebelión ha publicado este artículo
con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario