PUBLICADO POR ACUARELA ON LUNES, 6 DE
MAYO DE 2013
Ficciones
Ficciones son las imágenes y narrativas a través de las cuales
cuestionamos los estereotipos que nos clavan en lo que hay y aprendemos de
nuevo a ver. Si los estereotipos son imágenes obvias que lo dicen todo y donde
no hay nada que añadir, las ficciones por el contrario requieren (necesitan y
solicitan) nuestra implicación activa para encontrar usos y sentidos. Nos dan
qué pensar y nos dejan espacio para ver. Son los encantamientos que nos liberan
de los hechizos.
Georges Didi-Huberman
Jacques Rancière
Leónidas Martín Saura
Reinaldo Laddaga
Wu Ming 4
Fuera de Lugar. Conversaciones entre crisis y
transformación
“LAS IMÁGENES SON UN ESPACIO DE LUCHA”
Versión
completa de la entrevista con Georges Didi-Huberman aparecida en Público el 18
de diciembre de 2010.
Estefanía
García y David Cortés la hicieron conmigo en la cafetería del Reina, después de
disfrutar el paseo que Didi-Huberman nos dio por la exposición que comisaría en
el museo.
Georges
Didi-Huberman es historiador del arte y profesor en la École des Hautes Études en Sciences
Sociales de París. Autor de Cuando
las imágenes toman posición (Antonio
Machado, 2008) y comisario de la exposición Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, que puede visitarse actualmente
en el museo Reina Sofía. Su
último libro, que se titula Supervivencia de las luciérnagas, entabla una discusión con las
visiones apocalípticas de Pasolini o Agamben sobre el mundo contemporáneo.
Gilles
Deleuze explicaba que la imagen-cliché nos obliga a ver las cosas como debemos verlas y no como podríamos verlas. ¿Cómo liberarnos de la cadena
de los estereotipos? ¿Qué imágenes pueden ayudarnos hoy a ver nuestra realidad
y a pensar el mundo?
Hablas
de dos formas contemporáneas de ceguera e invisibilidad.
Sí,
la primera es por falta de luz, la llamo subexposición. La segunda es por
exceso de luz, la sobreexposición. Jean-Luc Godard ha dicho algo muy cierto:
creemos que podemos verlo todo, pero en realidad se invisibilizan miles de
cosas. En la televisión y en la gran industria del espectáculo existe una
censura de las imágenes. Tomemos como ejemplo el 11 de septiembre: se
censuraron muchísimas imágenes (de los cadáveres, etc.). Pero junto a la
censura, también se da el fenómeno de la sobre-exposición: hemos contemplado
tantas imágenes de las dos torres que ya no vemos nada. Y cada imagen nos exige ser vista,
no sólo contemplada una y otra vez.
¿Es
posible a estas alturas una resistencia a través de la imagen?
Hay
una saturación de imágenes, una sobreexposición de imágenes que nos impiden
ver, y que además oculta la subexposición de la censura. Ante eso hay quien
dice: “las imágenes no son otra cosa que un reflejo del poder y de la sociedad
del espectáculo”. Es por ejemplo el caso de Guy Debord, que paradójicamente
componía luego en sus películas asombrosos atlas de imágenes. Esta no es desde
luego mi posición. Imaginemos que en lugar de imágenes hablamos de palabras:
estamos completamente rodeados del lenguaje del poder, el lenguaje televisivo,
el lenguaje del mercado, etc. ¿Acaso entonces no podemos hablar? ¿Acaso porque
desde Goebbels hasta Sarkozy el lenguaje se emplee para mentir debemos dejar de
usar el lenguaje? En absoluto, hay que usar el lenguaje de manera correcta, eso
es todo. Devolver al lenguaje su fuerza, devolver a las palabras su sentido.
Con las imágenes ocurre lo mismo: son un espacio de lucha. En la polémica entre
Godard y Lanzmann, yo estoy evidentemente al lado de Godard, porque Godard
piensa que debemos hacer un uso de las imágenes como arma, con un sentido
político.
¿Cómo
podemos orientarnos críticamente en las imágenes?
¿Sabes
que tu pregunta es una cita literal de Kant, verdad? “Cómo orientarse en el
pensamiento”. Tu me preguntas cómo orientarnos en las imágenes. Es una pregunta
general. Si yo te doy una respuesta general, significaría que sé lo que es una
imagen en general. Pero eso no es verdad. No puedo responder a tu pregunta en
general, porque orientarse en las imágenes significa orientarse en cosas muy
concretas, sensibles, particulares, múltiples, singulares. Soy muy escéptico
con respecto a toda generalización sobre las imágenes, a toda ontología de la
imagen. Es lo que reprocho a Barthes. He usado la palabra “imagen” en singular
y en general en el título de alguno de mis libros, pero considero que lo mejor
es decir “las imágenes” o “esta imagen” o “estas dos imágenes”. Sólo puedo
darte ejemplos. Cuando trabajo sobre la pintura del Renacimiento me oriento de
una manera y cuando estoy ante imágenes de Auschwitz me oriento de un modo
diferente. No hay que perder nunca de vista la singularidad de las imágenes y
la multiplicidad: nunca hay una imagen, sino imágenes. Pasa como con las
palabras: me oriento diferente si escribo un poema que si escribo un discurso
político o filosófico. Depende del uso, de la singularidad.
Está
bien, entonces ¿me puedes dar ejemplos de imágenes críticas, políticas,
emancipadoras?
Hay
centenares, empezando por Goya. Pero hablaré ahora de Brecht. Brecht tomaba
imágenes de contextos que detestaba (por ejemplo, la revista Life)
recortando la imagen y la leyenda. Por ejemplo, una foto de la guerra cuyo pie
decía: “un soldado americano mata a un soldado japonés”. Pegaba todo eso sobre
un fondo negro y añadía un segundo texto, el suyo. Su texto dialectizaba la
relación entre el texto y la imagen, es decir, criticaba tanto al uno como a la
otra. Mostrando por ejemplo que no se trataba sólo de un soldado americano que
había matado a uno japonés, sino que ambos eran soldados de imperialismos en
guerra y que la verdadera víctima del enfrentamiento era el pueblo. Para mí, el
buen uso de la imagen es el buen montaje.
¿Y
cuál es el efecto general del buen montaje?
El de
establecer una relación crítica entre la imagen y la palabra que ayuda a ambas
a escapar de la cadena de los estereotipos. Mediante
el montaje, dos imágenes que no estaban relacionadas asumen una posición
diferente y así se propicia una
mirada crítica. Es la diferencia que hago entre las imágenes que toman partido
y las imágenes que toman posición: las primeras tienen un sentido obvio, las
segundas son críticas. Desde Godard hasta Farocki, todo pasa por montar bien
las imágenes, aunque sean imágenes detestables.
¿Qué
más podrías decirnos sobre esa relación crítica entre imagen y palabra?
Tengo
una experiencia que se repite. Estoy en un museo o donde sea y me encuentro con
una imagen que me interesa. Y en ese momento no tengo nada qué decir, no hallo
las palabras, soy incapaz de lenguaje, es un momento de silencio, la imagen
tiene el poder de privarme de mi lenguaje. Si me quedo ahí me convertiré en un
místico de las imágenes, como hay muchos. Pero para mí el desafío es que la
imagen me obligue a renovar mi lenguaje. Naturalmente, ese lenguaje renovado
será crítico con respecto al primer lenguaje espontáneo ante la imagen.
¿En
qué sentido?
Trabajo
por ejemplo desde hace algunos años sobre el tema de la lamentación. Si uno ve
en un periódico la imagen de una mujer en Bagdad que llora no muy lejos de un
coche en llamas, pues ahí ya no hay nada más que pensar o añadir. Porque la
imagen lo dice todo: terrorismo, Al Qaeda, desgracia, víctima. Esa es justamente
la definición de estereotipo: una imagen obvia. Hay que dejar de mirar a través
de esa imagen obvia, mirar desde más lejos, estudiar la historia. Y lo que
encuentre uno entonces será crítico con respecto a aquello que había visto al
principio. Farocki ha demostrado en una de sus películas de qué modo los gestos
religiosos, como por ejemplo la lamentación, pueden tener una función
revolucionaria. Esa mujer que llora quizá sabe por qué llora y contra qué
llora. No es una víctima pasiva. Su emoción da lugar a la cólera política.
¿Lo
que dices entonces es que no basta con mirar?
Nadie
sabe mirar, no es algo dado. Mirar es un trabajo, largo y duro. Cada imagen
nueva requiere un trabajo nuevo, reaprender a ver y a hablar. Hay que respetar
que las cosas aparecen siempre de manera diferente y verlas de manera cada vez
diferente. Para describir cada nueva imagen hay que tener cada vez un estilo
diferente. Si tienes el mismo estilo para describir imágenes distintas, ves de
la misma manera cosas diferentes. Es la cuestión de la escritura: no sé si se
aprecia en castellano, pero yo siempre escribo cada libro de manera muy
diferente.
¿Qué
quieres decir cuando afirmas que “las imágenes tocan lo real”?
La
relación entre imagen y realidad es un debate filosófico que se remonta a la
discusión entre Platón y Aristóteles. Platón pensaba que las imágenes forman
parte del mundo sensible y por tanto no pueden decirnos la verdad sobre las
cosas, porque la verdad pasa por el mundo de las ideas. Suya es la distinción
entre apariencia (imagen) y esencia (verdad). La
verdad de la taza es la idea de taza, no lo que tu miras, ni lo que tu tocas.
Hoy muchos platónicos (antes citaba a Debord) piensan que la imagen sólo es un
simulacro, una pantalla, una mentira.
Por
el contrario, Aristóteles dice que nadie puede pasarse de las imágenes para
pensar. El pensamiento también
hace imágenes, no se puede pensar sin imágenes. Yo soy aristotélico. Pienso que
una imagen, incluida una fotografía, es un “medium”, no exactamente la
realidad. Cuando veo una imagen de Auschwitz no estoy en un campo,
evidentemente. Pero lo que digo es que las imágenes tocan lo real: hay un punto
en el que la imagen me indica algo que no es sólo apariencia. Distingo entre
apariencia y aparición: cuando la mariposa aparece, no es una ilusión. Es
justamente lo real. Si tu consigues que la imagen sea una aparición, que capte
una aparición, en ese momento la imagen toca lo real. En la polémica en torno a
las imágenes de los campos, la cuestión era si la foto nos enseña algo de
Auschwitz o no. Para Lanzmann no nos enseña nada. Para mi tocan lo real, sin
ser lo real.
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