Iñaki
URDANIBIA
Voces
que no son coplas al statu quo, sino que, invitadas por Amador
Fernández-Savater, cantan a los dioses de la revuelta, de la indignación, de la
insumisión ante un orden injusto. La pléyade de los interrogados es amplia y
escogida entre gentes que pintan algo, mucho, en los terrenos por los que
caminan, ya sea en el terreno académico como en el de las movilizaciones, o en
ambos a la vez. Las entrevistas no se presentan adosadas sin más, sino que unas
sirven de caja de resonancia a las otras, de manera que entran por así decirlo
en diálogo y/o en debate. Nadie ha de esperar hallar una voz cantante que
marque el tono o un predicador que domestique la pluralidad de las
intervenciones expuestas por treinta participantes en esta asamblea rebelde y
libertaria.
Con
lo dicho ya y con mirar los nombres que ilustran la propia portada del libro,
es fácil darse cuenta de que no vamos a escuchar una apacible música celestial,
sino algunos sones terrenales, bien terrenales y humanos, demasiado humanos en
estos tiempos de crisis, en los que la coyuntura puede ser propicia para
ensayar nuevas vías para salir del atolladero al que algunos expertos (¿en
ruinas ajenas?) nos han llevado.
Obviamente,
el libro no propone un recetario, con sus soluciones, sino que transita por diferentes
sendas según la especialidad o dedicación de cada cual: filósofos, cineastas,
activistas, artistas, sociólogos, periodistas, escritores, etc. Despide así el
libro un rumor más cercano al bricolaje que a la armoniosa arquitectura. Son
caminos que se abren a la reflexión, a la rumia, a la discusión y a pensar
ajenos al karaoke dominante. Evitaré pasar lista aunque si me aventuro a
nombrar a algunos de los entrevistados, no por establecer un hit-parade sino
por la cercanía, y cierta sintonía, con sus obras; así oímos a Etienne Balibar,
Jacques Rancière, Frederic Neyrat, Georges Didi-Huberman, Santiago López-Petit,
Concha Fernández Martorell, Ramón Fernández Durán, y... no sigo. Se despliega
así un amplio abanico de temas relacionados con las distintas esferas de la
actividad humana: desde la ecología a la economía, pasando por las invitaciones
a la resistencia y a la auto-organización, la filosofía, la iconología y otras
yerbas que parecen seguir, en las más de las ocasiones, aquella invitación
foucaultiana de penser autrement, completada por el consejo deleuziano de:
mientras huye coge un arma. En el libro, desde luego, tenemos un muestrario de
ideas, cual si de una caja de herramientas se tratase, que puede servir para
pensar la lucha y sus diferentes formas en el sentido de trabajar en la
creación de situaciones en vez de soportarlas, evitando caer en las redes de la
«servidumbre voluntaria» de la que hablase Etienne de la Boétie...
Estamos
ante una cartografía de la actualidad organizada en cinco bloques que no están
separados por compartimentos estancos sino que se interrelacionan. Las
«catástrofes» que nos sitúan ante la ambigüedad de la crisis que descoloca e
impulsa a buscar nuevos caminos, lenguajes, etc.; los «hechizos» que muestran
los mecanismos del poder que se nos impone supuestamente en nuestro nombre; los
«desbordes» que dibujan diversas experiencias participativas; las «ficciones»
que se detienen en discursos e imágenes que nos prestan nuevos modos de mirar,
y los «enganches» que nos acercan a ciertas situaciones dolorosas que en vez de
frenar la actividad vienen a suponer una invitación a combatir la sumisión y la
obediencia.
Ensayos
que provocan un pensamiento en común de lo común, partiendo de la pluralidad de
discursos y propuestas que incitan a la amistad en la lucha, en estos tiempos
de crisis y transformación... dando por bueno lo dicho por Deleuze: «creer en
el mundo es lo que más nos hace falta. Creer en el mundo significa sobre todo
suscitar acontecimientos, aunque sean pequeños, que escapen al control, o hacer
nacer nuevos espacios-tiempos, incluso de superficie y volumen reducidos».
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