Viernes 23
de agosto de 2019 por CEPRID
Alberto Cruz
CEPRID
La guerra de
EEUU contra Irán –la retirada unilateral del acuerdo nuclear y la imposición
ilegal de sanciones, incluyendo la venta de petróleo- se ha vuelto en contra no
solo de EEUU sino que ha puesto del revés al mundo árabe, tradicionalmente
sumiso a los criterios de Washington. La firmeza y determinación de Irán al
hacer frente a esta agresión se ha hecho posible, también, gracias a la
inestimable ayuda de China y de Rusia.
Irán no es
un país cualquiera. El derribo del avión espía estadounidense a mediados de
junio de este año puso de manifiesto dos cosas: que la guerra no es tan fácil
para los matones cuando hay determinación de resistir (el ejemplo de Vietnam
sigue muy presente, al que hay que añadir ahora Siria) y que los países árabes
que pensaban que iba a ser fácil doblegar a los iraníes tras las sanciones
estadounidenses nunca pensaron que la resistencia iraní podía debilitar, y
mucho, su propia estabilidad. Claro que ello ha sido posible, de nuevo, porque
al igual que Vietnam y Siria, Irán no está solo.
Con el
derribo del avión espía estadounidense quedó claro para los países árabes
visceralmente anti-iraníes (Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) que EEUU
es una superpotencia en declive. Estos dos países árabes llevan años
presionando a EEUU para que ataque a Irán, y vieron que ese era el momento idóneo
porque no se podría interpretar como agresión sino como represalia. Pero no fue
así. Además, eso fue interpretado, con razón o sin ella, como una humillación
personal para los dirigentes sauditas y emiratíes porque Trump hizo caso omiso
de sus demandas de ataque inmediato.
Al mismo
tiempo, y desde Irán, el ayatolá Alí Jamenei había reiterado la postura de Irán
en todo el conflicto: el derecho al enriquecimiento nuclear por dos razones,
porque le ampara el derecho internacional al uso pacífico del mismo y porque es
al mismo tiempo la baza que tiene el país para evitar cualquier tentación
agresiva por parte de Occidente y, especialmente, de EEUU. Para Jamenei, “es la
carta de Irán para obstruir cualquier intención estadounidense de destruir a
Irán”. Junto a ello está el desarrollo de los programas balísticos y de misiles
“como arma disuasoria” y como “poder de equilibrio” contra quienes tengan la
tentación de iniciar una guerra; y tal vez lo más importante: “no abandonar
nunca a los aliados de Irán en Irak, Siria, Líbano y Yemen porque son
esenciales para la seguridad nacional” [de Irán].
Ello, junto
a la constatación de que Irán no habla en vano cuando dice que las
exportaciones de petróleo y gas están en peligro si no puede vender su petróleo
ha hecho que haya sorprendentes movimientos en el Golfo Pérsico.
Por una
parte, y aunque parezca una fantasía, la mención a “no abandonar nunca a los
aliados” ha puesto de los nervios a Arabia Saudita porque piensa que Irán puede
iniciar una campaña de “empoderamiento” de la población shií de la provincia
donde se encuentran las mayores reservas de petróleo y gas y donde los shiíes
son mayoritarios.
Por otra, la
decisión de Irán de bloquear el estrecho de Ormuz ha obligado a los Emiratos
árabes Unidos a replantearse totalmente su postura actual. Desde la retirada de
efectivos de Yemen y el apoyo a los separatistas del sur del país –en lo que
supone un enfrentamiento directo con Arabia Saudita- hasta el acercamiento a
Irán, con acuerdos incluidos en temas marítimos, de seguridad y bancarios.
Junio, un mes clave
En este
acercamiento a Irán, mientras que Emiratos ha actuado de forma rápida y sin
dudas, Arabia lo está haciendo de forma muy lenta y muy oculta. Pero en ambos
casos hay un mediador inesperado: China. Junto a otro actor que ha demostrado
que no solo está de vuelta en geopolítica, sino que es imprescindible en
Oriente Próximo: Rusia.
La historia
empieza en junio de este año. El día 5, Putin y Xi se reunieron por trigésima
vez en seis años. Pero esta vez fue diferente. Además de reforzar su alianza
estratégica y firmar más convenios que nunca, decidieron dos cosas
fundamentales: desdolarizar su intercambio comercial bilateral (y ya está por
debajo del 50% el uso del dólar entre ellos) y utilizar su alianza para “dar
forma a una nueva postura a largo plazo de todo el hemisferio este”. En otras
palabras, enfatizar la esfera euroasiática (alta prioridad para Rusia) y
reforzar la Nueva Ruta de la Seda (alta prioridad para China).
Para ello
ambos países tienen que hacer una cosa de forma prioritaria: negociar con los
principales productores de petróleo (entre los que están Arabia Saudita,
Emiratos Árabes Unidos… e Irán) para sustituir el petrodólar por otra canasta
de monedas alternativa. Los chinos tienen funcionando el petroyuan desde hace
un año y medio y ya controlan el 14% del mercado de petróleo con esta moneda,
pero no quieren imponerla por la fuerza. Quieren que sean los propios
productores quienes se vayan convenciendo de que la dependencia del dólar es
perjudicial y aceptaron la propuesta de Rusia: además del yuan y del rublo,
incluir el euro. Con ello se pretende ir alejando a la Unión Europea del
vasallaje de EEUU. El uso de estas tres monedas, sobre todo el yuan y el euro,
permitiría a los vendedores y compradores de petróleo sortear las sanciones y
cuotas impuestas por EEUU. Como obras son amores, y no buenas razones, Rusia ya
ha dado el primer paso operativo en esta dirección: la petrolera estatal
Rosneft ha anunciado públicamente que a partir de septiembre todos los
contratos petroleros que realice con países terceros (no incluye a China,
puesto que ya los chinos compran petróleo ruso en rublos) serán en euros y
dejará de utilizar el dólar. Esto, de rebote y además, incluye un desprecio
absoluto a las sanciones de EEUU contra Irán.
El día 20 de
junio, Irán derriba el avión espía estadounidense. Arabia Saudita y Emiratos
Árabes Unidos se sorprenden ante la debilidad de EEUU al no atacar a Irán. Ese
es el momento en el que deciden hacer un viraje estratégico en sus relaciones
con China, a quien consideran un posible sustituto, como “paraguas
estratégico”, de EEUU.
El 23 de
junio, en otro movimiento inesperado, Rusia presenta un plan ante el Consejo de
Seguridad de la ONU y la Asamblea General en el que se propone a los países del
Golfo Pérsico “y a otros actores extraregionales” establecer “acuerdos sobre el
control de armas, la creación de zonas desmilitarizadas, la prohibición de
acumular armas convencionales desestabilizadoras –incluidos los sistemas
antimisiles- y proceder a una reducción equilibrada de las fuerzas armadas de
todas las partes” (1). Junto a ello, y a medida que se avance en la consecución
de estos objetivos, “se debería empezar a hablar de una reducción de la
presencia militar extranjera en la región y el establecimiento de medidas de
confianza entre los países de la región y los otros Estados” (2). Este plan
recibe el entusiasta apoyo de China.
Este plan no
tiene grandes visos de ser aprobado, pero su simple presentación hizo que los
cimientos de sauditas y emiratíes temblasen un poco más, sobre todo por el
rápido apoyo chino al mismo. Pero hay otro elemento que les convence de que o
dan el paso ahora, de irse distanciando de EEUU, o cuando lo den será tarde,
demasiado tarde. El 9 de julio el emir de Qatar, un país sujeto a embargo por
las monarquías del Golfo Pérsico desde hace ya más de dos años, es recibido por
Trump en la Casa Blanca. El amigo recibiendo al enemigo. Un enemigo que tiene
vínculos casa vez más estrechos con Irán, país que fue uno de los primeros en
acudir en su ayuda cuando se inició el embargo a instancias sauditas. Y el emir
de Qatar se ofreció a mediar entre EEUU e Irán mientras Trump daba una nueva
muestra de lo poco que tiene en cuenta en estos momentos a sus vasallos sauditas
y emiratíes: dijo que EEUU “renovaba su compromiso de avanzar aún más en la
cooperación estratégica de alto nivel” con Qatar.
Qatar es
pequeño en tamaño, pero de gran importancia estratégica para EEUU por varias
razones. La primera, porque tiene la base aérea más importante de toda la zona
y desde la que, curiosamente, salió el avión espía derribado por Irán. La
segunda, porque sus buenas relaciones con Turquía –que también acudió en su
ayuda cuando el embargo- le sitúa en una postura de mediador entre este país y
EEUU en frentes como Siria, por ejemplo. La tercera, porque al suministrar
“ayuda humanitaria” financiera a Hamás evita nuevas tensiones con Israel. La
cuarta, porque acoje en su territorio a todo tipo de tipos indeseables que han
actuado a expensas de EEUU en Chechenia o China, como es el caso de destacados
activistas iugures.
Buscando a
China...
Saudíes y
emiratíes interpretaron que había una especie de cerco sobre ellos del que solo
podían salir de una manera: vincularse a otra superpotencia. A China. Pero
mientras que los primeros lo hacían de forma timorata, dubitativa y
oscurantista los segundos lo hicieron rápidamente y a la vista de todo el
mundo.
El 20 de
julio Mohamed Bin Zayed, príncipe heredero y comandante supremo adjunto de las
Fuerzas Armadas de los Emiratos, visitó Beijing y sus declaraciones no dejaron
dudas del cambio: los Emiratos aceptan el papel preponderante de Rusia y de
China en la solución del Golfo Pérsico y “transformarlo en un oasis de
seguridad en lugar de una nueva fuente de agitación” (3). Pero no terminó ahí
la cosa. Bin Zayed pidió de forma expresa que China mediase con Irán para un
acercamiento de los Emiratos (y de Arabia Saudita) al país persa.
Y China lo
hizo. Rápido, muy rápido. El 26 de julio, a instancias de China, una
“delegación de paz” emiratí llegó a Irán para hablar de cuatro cosas: un
acercamiento en las relaciones diplomáticas, el régimen de seguridad en el
Golfo Pérsico, las fronteras marítimas entre los dos países y la situación en
Yemen (4). Como es sabido, los Emiratos intervinieron en la guerra de agresión
a instancias de Arabia Saudita y ahora están en proceso de retirada y, al mismo
tiempo, ayudan e impulsan a los movimientos separatistas del sur que se están
enfrentando… a las fuerzas que apoya Arabia Saudita. Sin embargo, se fue un
poco más allá cuando los Emiratos aceptaron que dos de sus bancos hiciesen
transanciones financieras con Irán (prohibidas por EEUU).
El 30 de
julio, el jefe del Departamento de Enlace Internacional el Partido Comunista de
China, Song Tao, encabezaba una delegación que durante tres días discutió tanto
el plan ruso como un “nuevo régimen de seguridad para el Golfo Pérsico”, además
de reafirmar que China no tiene el menor interés en cumplir las sanciones de
EEUU a Irán y que va a continuar comprando petróleo de este país (5). De hecho,
China lleva meses aumentando la importación de petróleo iraní en claro desafío
a EEUU y lo hace utilizando yuanes y, siguiendo el criterio ruso, ahora lo ha
empezado a hacer también en euros. Se cumple así una de los principales
acuerdos ruso-chinos del 5 de junio, incentivar la desdolarización de la
economía mundial. Lo hace, además, casi de forma compulsiva porque no está
consumiendo ese petróleo sino que lo está almacenando y eso supone que si
decidiese a su vez ponerlo a la venta, el precio del barril caería
sustancialmente. Ni qué decir tiene que es un arma de futuro en la guerra
comercial que lanzó EEUU contra China, que el principal perjudicado sería el
propio EEUU (menos valor al dólar) y, de rebote, los principales productores. Y
entre ellos están Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Así que con el
petróleo iraní, China tiene en sus manos matar dos pájaros de un tiro. De eso
son conscientes, también, sauditas y emiratíes, que necesitan un precio algo
elevado, sobre los 60 dólares, y estable para mantener a flote sus maltratadas
arcas por la desastrosa guerra que mantienen en Yemen.
La respuesta
iraní estuvo a la altura: “una cooperación mas estrecha [entre China e Irán]
puede ayudar a contrarrestar la animosidad de EEUU y neutralizar sus
consecuencias”, dijo Alí Larijani, el presidente del parlamento, quien también
reclamó que Rusia formase parte de ese nuevo régimen de seguridad para la zona
porque eso supondría “revertir los intentos de Washington de imponer su propia
hegemonía en el mundo”.
Pero China
se llevó otra alegría en su misión. Irán dijo que no había el menor problema en
el acercamiento que reclamaban tanto los Emiratos como Arabia siempre que no
participasen en planes bélicos contra Irán y no permitieran utilizar su
territorio para cualquier ataque. Y así lo transmitió a los emiratíes y es de
suponer que estos a los sauditas. Y para que no hubiese duda alguna, el
ministro de Asuntos Exteriores iraní dijo, el 31 de julio, que Irán “está
preparado para el diálogo con Arabia Saudita si también está lista”. La
respuesta llegó desde los Emiratos el día 3 de agosto, también a través del
ministro de Exteriores de ese país: “los Emiratos Árabes Unidos y Arabia
Saudita prefieren un enfoque político a sus problemas con Irán”.
¿Todo sobre
ruedas, entonces? No, porque los emiratíes casi de inmediato tuvieron que hacer
una puntualización: si bien la decisión suya de acercarse a Irán y buscar el
apoyo de China es firme, la postura saudita es mucho más matizada porque debido
a las estrechas relaciones entre Mohamed Bin Salman y la Casa Blanca (reveladas
de forma palpable con la postura de EEUU en el asesinato de Khashoggui) los
sauditas están “mucho más limitados” (sic) para dar este giro que algunos
consideran “dramático”. Así que los iraníes han dado un paso más y el día 7 de
agosto, de nuevo el ministro de Exteriores elogió a los Emiratos Árabes Unidos
al tiempo que instaba a Arabia Saudita a “tomar sus propias decisiones en lugar
de estar subordinada a EEUU”.
…con la
omnipresente Rusia
Aquí es
donde se está en estos momentos. Las monarquías árabes están moviéndose,
conscientes de que su tiempo se acaba, mientras que Irán gana cada vez más
autoconfianza debido a su decidida actitud de resistencia. Pero esta
autoconfianza iraní viene dada, también, por el apoyo que está recibiendo no
solo de China sino de Rusia.
Coincidiendo
en el tiempo con la visita del alto funcionario chino a Teherán, una delegación
iraní visitaba Moscú. No era una delegación cualquiera, sino militar. Y el
objetivo estaba claro: acordar con Rusia nuevos niveles de cooperación para
contrarrestar los movimientos de EEUU, especialmente marítimos. Y así, Rusia e
Irán acordaron celebrar ejercicios navales en el Golfo Pérsico antes de que
finalice este año 2019 al tiempo que se proporciona a la marina rusa
facilidades para que use dos puertos iraníes, Chabahar (que es militar) y
Bandar Abbas. Como de bien nacidos es ser agradecidos, Rusia respondió de forma
rotunda a estas facilidades: “un ataque contra Irán sería un ataque contra
Rusia” (6).
De esta
forma el círculo se cierra, da la vuelta a gran parte de los movimientos anti
iraníes que hasta ahora habían realizado las monarquías del Golfo e Irán sale
un poco más reforzado. Rusia y China se convierten no solo en formidables
aliados de Irán en caso de un hipotético ataque de EEUU, sino que también están
maniobrando, de forma propia o porque se les ha buscado, para que los países
árabes más beligerantes se mantengan al margen de los planes belicistas contra
el país persa. Y cada vez están más cerca de lograrlo.
Notas
(1) Sputnik,
23 de junio de 2019.
(2) Ibid.
(3) Gulf
News, 22 de julio de 2019.
(4) Hispan
TV, 30 de julio de 2019.
(5) Irán
Press, 30 de julio de 2019.
(6) Asia
Times, 3 de agosto de 2019.
Alberto Cruz
es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la
noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra
Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que ya va por
la tercera edición. Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org
También se
puede encontrar en librerías.
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