Opinión
26/09/2019
Buenas tardes,
gracias por la invitación y me alegro mucho de esta incorporación de Rosa
Luxemburgo, a la lista de revolucionarios homenajeados, como ya hicimos con
Marx, Lenin, el Che o Fidel. Bienvenido este tributo a los 100 de Rosa, que fue
una excepcional exponente del marxismo clásico. Como todos sus pares ella
fusionaba la acción política con la teoría y la militancia con el pensamiento.
Por esa razón desenvolvió una vida tan integral.
Puesto que
no alumbró una corriente específica perdurable, su obra fue poco visitada y
poco citada durante muchos años. Yo creo que abordó problemas de gran
actualidad al actuar en un partido socialista, que principios del siglo XX ya
era una organización de masas, con gran predicamento sindical y fuerte
protagonismo parlamentario.
En esta mesa
de las Jornadas nos concentramos en Rosa como economista y como partícipe de la
extraordinaria generación de teóricos que sucedió a Marx. Yo creo que en ese
terreno nos legó aportes muy significativos en varios planos.
Primero en
la metodología de investigación del capitalismo. En su época ya se había
generalizado el estudio del Tomo 1 de El Capital, con gran atención
entrados en la explotación, la plusvalía y los desequilibrios de la órbita
productiva. Rosa fue la primera en ir más allá de estos enfoques, propiciando
un análisis de toda la dinámica de la reproducción. Integró especialmente la
esfera de la circulación, mediante la exhaustiva incorporación del Tomo 2 a la
indagación del capitalismo.
Revisó con
gran audacia los esquemas de reproducción ampliada de la obra de Marx, que
ofrecían un modelo integral de funcionamiento del sistema. Se propuso incluso
enmendar los errores que observó en esos esquemas, para formular a partir de
allí su propia teoría de la crisis.
Luxemburgo discutió
acaloradamente esa corrección con varios economistas. Sus críticos objetaban la
introducción de un razonamiento empírico directo, en modelos abstractos. Esos
esquemas estaban concebidos con muchos supuestos, con el objetivo de evaluar
cómo puede funcionar un sistema socavado por tantas contradicciones. Yo creo
que los críticos tenían razón. Pero las grandes pensadoras suelen abrir
extraordinarios caminos de renovación, cuando transitan incluso por pistas
falsa.
Rosa
inauguró el estudio contemporáneo de El Capital como totalidad y como
valor en movimiento. Tomo en cuenta la metamorfosis de todos sus componentes.
Sólo ese abordaje permite comprender el proceso general de distribución,
realización y valorización del capital. No alcanza con indagar lo que sucede en
el ámbito de la producción y en la generación de plusvalía. El capitalismo está
socavado por múltiples contradicciones, que irrumpen en todos los planos de su
desenvolvimiento. Ese abordaje totalizador fue comenzado por Luxemburgo.
El segundo
tema es la crisis. En la época de Rosa se discutía intensamente cuál era el
desequilibrio principal del capitalismo. Ella integraba la corriente
subconsumista que atribuía esas convulsiones a la estrechez de los salarios,
recordando que un sistema basado en la explotación no genera la demanda
requerida para su propio funcionamiento. Consideraba que el capital emigraba de
un país a otro para contrapesar la insuficiencia del consumo insuficiente y
situaba los límites del sistema, en el agotamiento de los mercados no
capitalistas.
También esa
mirada suscitó fuertes polémicas con sus pares marxistas, que resaltaron cómo
el propio sistema genera contrapesos a ese desequilibrio, mediante otros
consumos, mayores demandas de bienes producción y nuevos mercados. De ese
debate emergió en mi opinión la mejor síntesis contemporánea de la teoría de la
crisis, que integra las insuficiencias de la demanda a todos los desequilibrios
concentrados en la sobreproducción. El principal problema del capitalismo no es
la pobreza de las masas, sino la tendencia capital a expandir la producción por
encima del consumo.
Pero la
atención de Rosa a los desequilibrios de la demanda tiene gran actualidad,
puesto que el neoliberalismo provoca un serio deterioro del poder de compra.
Incentiva el consumo sin brindar la correspondiente contraparte de ingresos
superiores y en gran parte de la periferia inferior directamente recrea el
drama del subconsumo. En el caso de América Latina incide en el
desencadenamiento de periódicas crisis de intensa gravedad
El tercer
tema es la dimensión económica del imperialismo. Al igual que Lenin, Luxemburgo
estimaba que la competencia obliga a los capitalistas a incursionar en el
mercado mundial, para capturar nuevos territorios. Pero Rosa atribuía esa
compulsión a la existencia de mercancías invendibles y a la necesidad de
realizar en la periferia, la plusvalía no absorbida en las economías centrales.
Por el contrario, Lenin explicaba el imperialismo por el proteccionismo, la
supremacía financiera, el monopolio y la exportación de capitales sobrantes.
Mientras que
la mirada de Lenin ha sido actualizada por los teóricos del capital rentista,
el enfoque de Luxemburgo es retomado por los teóricos del Nuevo Imperialismo.
Resaltan especialmente el papel de esa nueva configuración para lidiar con la
sobreproducción global itinerante. Yo creo que esta segunda vertiente es más
fructífera, en la medida que evita todos los inconvenientes de localizar
exclusivamente la crisis en el plano financiero.
En la
interpretación política del imperialismo existió total convergencia entre Lenin
y Luxemburg. Ambos cuestionaban la ilusión de impedir el estallido de la
Primera Guerra Mundial mediante pactos entre las potencias. Objetaban las
ilusiones en el desarme negociado y convocaban a la lucha para impedir la
matanza de los pueblos. En esa actitud frente a la guerra radica, en mi
opinión, el eje de la teoría clásica del imperialismo. En un período de grandes
guerras por la apropiación del botín colonial, ese enfoque aportó el fundamento
político para el rechazo revolucionario de la guerra.
Ese
escenario se modificó radicalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Pero mediante el Pentágono, la CIA y los marines, el imperialismo
persiste como el gran instrumento de dominación de las empresas
transnacionales. Luxemburgo señalaba especialmente que el capitalismo se
sostiene en el uso de la fuerza. Y como el sistema necesita recurrir a esa
coerción, es un gran error suponer que el imperialismo ha sido reemplazado por
rivalidades meramente hegemónicas, disputas ideológicas o búsquedas de
consenso.
Yo creo que
se incurre en el mismo equívoco, cuando se analizan las relaciones
internacionales en términos de unipolaridad o multipolaridad. La dramática
vigencia del imperialismo se verifica en las guerras que devastaron al
continente africano y al mundo árabe y que han desintegrado varios países para
asegurar la captura de las materias primas.
Luxemburgo
nos aportó también el primer análisis de la forma en que la periferia queda
plenamente integrada a la dinámica global del capitalismo. Detectó las
relaciones desiguales que vinculan a las economías dominantes y subordinadas y
anticipó las teorías del “desarrollo del subdesarrollo”. Describió
especialmente cómo la periferia es doblemente esquilmada por succiones
económicas y pillajes coloniales y señaló, además, que la acumulación primitiva
de capital no fue sólo un proceso histórico de preparación del capitalismo.
Constituye una dinámica recurrente en el funcionamiento del sistema.
De esa
mirada surgió el concepto de acumulación por desposesión. Ya no se aplica al
estudio de la depredación de las colonias durante las grandes guerras, sino al
análisis de la expropiación que implementa el neoliberalismo especialmente en
el terreno de las privatizaciones o el extractivismo.
Sobre el
tema específico del trabajo, yo observo a Luxemburgo como una estudiosa de la
compleja dinámica de la explotación. Me parece que su mirada es muy útil para
evaluar el curso contemporáneo de la precarización, el desempleo y la
intensificación de la jornada de trabajo. Siempre subrayaba la importancia de
las conquistas obreras y los logros en materia de ingresos o condiciones
laborales. Ponía especial atención a la evolución del componente histórico
social del valor de la fuerza de trabajo.
Por eso
entiendo que era crítica de teorías simplificadas de la pauperización absoluta
y no veo sintonía de su enfoque, con un postulado general de pago usual de los
trabajadores por debajo del valor de su fuerza de trabajo. Observó, en cambio,
una gran familiaridad con las nuevas síntesis de la Teoría del Proceso de
Trabajo, que remarcan el peso del control patronal y la dinámica contradictoria
de diferenciación y recalificación de la fuerza de trabajo.
Finalmente,
sobre el futuro del capitalismo Rosa nos legó dos planteos. Por un lado, cierta
sugerencia de crisis terminal del sistema por agotamiento de los mercados no
capitalistas, a tono con las teorías del derrumbe de la entre-guerra. Por otra
parte, una gran atención a la competencia y al crecimiento exponencial, con el
consiguiente distanciamiento del estancacionismo. Este segundo registro es
retomado por los teóricos del Nuevo Imperialismo, cuando avizoran un futuro de
crisis capitalistas sucesivas y peligrosas, pero evitando augurios de
desenlaces terminales.
En cualquier
caso, Luxemburgo observaba el futuro como una disyuntiva entre el socialismo y
la barbarie. Y basta registrar la gravedad de la destrucción del medio ambiente
para notar la dramática actualidad de esa encrucijada. Bajo el capitalismo la
barbarie no es una opción de futuro. Es una realidad cotidiana en todos los
países.
Y la
encrucijada que planteo Rosa implica que el futuro depende de la lucha. Depende
de nosotros y de nuestra construcción de alternativas. Ese fue el mensaje
central de Luxemburgo: la reflexión teórica para el compromiso con las mayorías
populares, el estudio para la acción militante y el debate entre compañeros
para construir una sociedad sin explotadores, ni explotados.
- Claudio
Katz es economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del
EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
Exposición
en las Jornadas Rosa Luxemburgo. A 100 años de su asesinato, Buenos Aires 24 de
septiembre 2019
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