Análisis
26/09/2019
Ante la
catástrofe, el martes 17 de septiembre de 2019 la Reserva Federal de Estados
Unidos inyectó 53.200 millones de dólares en los bancos, ya que sufrían una
escasez de financiación diaria en el mercado interbancario y también en los
Money market funds (Véase el recuadro). Y lo volvió a hacer el miércoles 18, el
jueves 19, el viernes 20 de septiembre, con una inyección diaria de 75.000
millones de dólares. Lunes 23 y martes 24, la Fed volvió a repetir la misma
operación (https://lta.reuters.com/articulo/economia-fed-repo-idLTAKBN1W91X8
).
Este tipo de
intervención nos hace pensar en el mes de septiembre de 2008 cuando los grandes
bancos, en pleno colapso, interrumpieron los préstamos interbancarios —cuestión
que provocó, especialmente, la quiebra de Lehman Brothers— y tuvieron que
acudir a los bancos centrales. Los grandes bancos privados habían dejado de
confiar los unos en los otros. El mercado bancario se había secado de repente y
el término credit crunch apareció en la prensa para designar ese fenómeno. A
partir de ese momento, la Fed inyectó liquidez de manera permanente a los
grandes bancos privados de Estados Unidos y también, hasta 2011, permitió a los
bancos europeos tener acceso de forma masiva a la liquidez en dólares. Y había
una razón: los bancos estadounidenses y europeos estaban tan interconectados
que una falta de liquidez en dólares en Europa habría podido impedir a los
bancos europeos mantener sus compromisos con los bancos de Estados Unidos,
provocándoles graves dificultades.
El martes 17 de septiembre de 2019, los bancos deberían haber estado
preparados a pagar el 10 % de interés
para tener acceso al crédito en el mercado interbancario y en el mercado de los
MMF, mientras que el tipo de interés con el que la Fed prestaba a los bancos
se establecía entre 2 y 2,25 %. Así que, debido a la presión del gran
capital y a la de Trump, la Fed prestó a los bancos privados 53.200 millones de
dólares en la tarde del 17 de septiembre de 2019 (http://www.laizquierdadiario.com/La-Fed-inyecto-U-S-53-000-millones-en-el-sistema-financiero
). Y al día siguiente, bajo la continua presión de Trump, de los grandes bancos
y de las grandes empresas, la Fed redujo su tipo director por segunda vez en
tres meses. Desde el 18 de septiembre, el tipo de la Fed se estableció entre
1,75 y 2 %, o sea una rebaja de 0,25 % (https://www.theguardian.com/business/2019/sep/18/federal-reserve-interest-rates-trump-jerome-powell).
A pesar de esta reducción, Trump expresó otra vez más una dura crítica vía
twiter: « Jay Powell and the Federal Reserve Fail Again. No “guts,” no sense,
no vision! » https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1174388901806362624.
Cuya traducción libre sería: «Jay Powel (presidente de la Fed) y la Fed
han vuelto a fallar. No tienen agallas, son tontos y sin visión» En efecto,
Trump quiere que la Fed reduzca mucho más su tipo de interés y lo establezca al
0 % con el fin de responder a la política del BCE y del Banco de
Japón cuyo tipo se fijó en el 0 %.
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¿Qué son
los Money market funds?
Los Money Market Funds (MMF) son sociedades financieras de
Estados Unidos y de Europa muy poco o nada controladas ni reglamentadas ya
que no tienen licencia bancaria. Forman parte de la llamada banca en la
sombra shadow banking. En teoría, los MMF llevan a cabo una política
prudente pero la realidad es bien diferente. El gobierno de Obama había
pensado en reglamentarlos ya que, en caso de quiebra de un MMF, existía un
elevado riesgo de tener que utilizar recursos públicos para su rescate. Pero
de eso solo se concretó la mitad. De hecho, los MMF suscitan mucha inquietud
dado los fondos considerables que gestionan y la caída desde 2008 de su
margen de beneficio. En 2019,
los MMF estadounidenses manejaban fondos por un valor de 3,4 billones de
dólares, https://www.ici.org/research/stats/mmf/mm_09_12_19),
contra 3,8 billones en 2008. Como fondos de inversión, los MMF acogen los
capitales de inversores (bancos, fondos de pensión, etc.) Después, este
capital ahorrado es prestado a muy corto plazo, a menudo diario, a bancos,
empresas y Estados. En los años 2000, los préstamos de los MMF se habían
convertido en un componente importante de la financiación a corto plazo de
los bancos.
La agencia
de calificación Moody’s calculó que durante el período 2007-2009, 62 MMF
tuvieron que ser rescatados de la quiebra por los bancos o por los fondos de
pensiones que los habían creado. Se trataba de 36 MMF que operaban en Estados
Unidos y de 26 en Europa, por un coste total de 12.100 millones de dólares.
Entre 1980 y 2007, 146 MMF fueron rescatados por sus promotores. En
2010-2011, siempre según Moody’s, 20 MMF debieron ser reflotados [1]. Esto muestra hasta qué punto estos MMF
pueden poner en peligro la estabilidad del sistema financiero privado.
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Lo que acaba
de pasar constituye otra señal del estado de la economía capitalista mundial.
El crecimiento es extremadamente débil en los países más industrializados. La
economía de Estados Unidos, a la que Trump había dopado con sus medidas
fiscales a favor del Gran capital en 2017-2018, está entrando progresivamente
en una desaceleración que inquieta a los patrones. La economía alemana va mal,
la del reino Unido también, así como la de Italia. El mercado del automóvil se
encuentra en fuerte descenso en Alemania, China, India… Aunque China mantiene
un crecimiento del 5 al 6 % es la tasa más baja en los últimos 30 años.
Los beneficios realizados por las empresas no son reinvertidos en la
producción, o en todo caso lo son muy poco, puesto que van directamente al
bolsillo de los accionistas y a la especulación
con títulos financieros diversos, o sea, con el capital ficticio. Y no hablemos
de la lucha contra el cambio climático que no forma realmente parte de la
preocupación de la patronal empresarial ni de los grandes accionistas privados.
El sector bancario, desde 2008, no fue del todo saneado y la concentración
bancaria siguió en aumento. Los grandes bancos privados absorbieron un gran
número de bancos medianos y prosiguieron su búsqueda del máximo beneficio
inmediato mediante la especulación. Las autoridades que debían regular dejaron
hacer, así como los gobiernos que están al servicio del gran capital.
La economía
capitalista mundial se mantiene a flote sobre un mar de deudas, y las
inyecciones masivas de liquidez operadas por los principales bancos centrales
(el BCE, y los de Estados Unidos, Japón, Reino Unido y China) refuerzan esa
tendencia.
Debido a las
políticas llevadas a cabo por los bancos centrales y los gobiernos, la economía
de los países más industrializados cayó en lo que el economista británico J. M.
Keynes (1883-1946) llamaba la trampa de la liquidez. Mientras que los bancos
centrales inyectan liquidez y bajan los tipos de interés, los bancos y las
grandes empresas privadas prefieren tener a mano ese dinero o lo utilizan para
especular.
Conviene
recordar también lo que escribía Karl Marx (1818-1883) en El Capital en 1867:
«Desde su nacimiento, los grandes bancos adornados con títulos nacionales, no
fueron nunca más que sociedades de especuladores privados que se establecían al
lado de los gobiernos y, gracias a los privilegios recibidos, estaban en
condiciones de anticiparles dinero». [2]
Y a propósito de las crisis, Marx agregaba: «La crisis estalla en primer lugar
allá donde actúa la especulación, y solo más tarde llega a la producción. Un
observador superficial no ve a la superproducción como causa de la crisis. La
desorganización consecutiva de la producción no aparece como el resultado
necesario de su propia exuberancia anterior sino como una simple reacción de la
especulación que se desinfla». [3]
En la
situación presente, la economía capitalista ha entrado en una nueva fase de
crisis con una desaceleración acentuada de la producción, una superproducción
con respecto a la demanda solvente y una especulación con una serie de activos
principalmente financieros (véase más adelante). A todo ello se agregan una
guerra comercial intensificada por la política de Trump, un relanzamiento de la
carrera armamentística y una guerra entre divisas. Y durante este tiempo, la
crisis ecológica aumenta y el gran capital, guiado por la búsqueda del
beneficio inmediato, lleva a cabo una política que la profundiza. Es el momento
de emprender un giro radical a favor de la Naturaleza de la que la Humanidad
forma parte.
La trampa de
la liquidez
En el desarrollo de este artículo, retomo el análisis del balance de la acción de los bancos centrales de los
países más industrializados desde el comienzo de la crisis y resumo las
amenazas que sus políticas imponen. Pero es importante subrayar el dilema al
que se enfrentan, dilema del que son totalmente responsables...
Por decirlo de forma simple y un tanto esquemática,
los bancos centrales se preguntan hasta cuándo podrán mantener la política
actual consistente en inyectar a los bancos liquidez en forma masiva y mantener
un tipo de interés real, muy bajo, próximo a cero, y, en todo caso, inferior a
la inflación. Los bancos centrales
saben perfectamente, y desde hace tiempo, que llevando a cabo esta política que
permite que los bancos y las grandes empresas no financieras
no se hundan, están favoreciendo la creación de nuevas burbujas especulativas
que pueden estallar a muy corto plazo o a medio plazo. El problema no es si
estallarán o no, sino cuándo estallarán…
Al mismo tiempo, saben que si reducen significativamente las inyecciones
de liquidez surgirán entonces dificultades en los grandes bancos, que pueden
provocar el estallido de nuevas burbujas especulativas que se han estado
formando estos últimos años. Si, además, se aumentan los tipos de interés,
también aumentará el riesgo de las quiebras bancarias y el estallido de
burbujas. Existe también otra dificultad: si los tipos de interés se
incrementan, crecerá automáticamente el coste del pago de la deuda pública, y se agravará el déficit
de los Estados. [4]
Por
supuesto, hay alternativas (al respecto, http://www.cadtm.org/ReCommonsEurope-Manifiesto-por-un-nuevo-internacionalismo-de-los-pueblos-en
y http://www.cadtm.org/Aprender-de-la-historia-y-actuar-en-el-presente.
Éstas implican optar por un cambio radical de política, abandonar el trato
favorable al 1 % más rico e iniciar reformas profundas en provecho del
99 % restante. Pero los banqueros centrales no tienen ganas ni ninguna
intención de cambiar el contenido de clase de su política: están al servicio
del 1 % y del sistema capitalista que lo alimenta.
Y esto nos
remite a su dilema. Proseguir aproximadamente con la política actual (inyecciones
de liquidez a los bancos y bajos tipos de interés) o iniciar un cambio, pero
sin cambiar de lógica, o sea, reducir la inyección de liquidez [5]
e ir hacia el aumento de los tipos de interés. Y eso es elegir entre la peste o
el cólera.
La
aplicación de una política que conjuga tipos de interés bajos con inyección de
grandes cantidades de dinero (liquidez) en los bancos privados produjo los
siguientes efectos: [6]
1.- Los
bancos consiguieron mantenerse a flote (excepto algunos casos notables) porque
lograron de los bancos centrales los fondos que ya no podían obtener en los
mercados financieros (una fuerte reducción de los préstamos interbancarios,
grandes dificultades en la venta de títulos de préstamos bancarios a largo
plazo como covered bonds y otros títulos, etc.) Por otro lado, esta
financiación proveniente de los bancos centrales junto a las variadas y
diversas ayudas de los Estados les permite acceder a los Money Market Funds
para encontrar la financiación diaria. Sin embargo, este acceso puede cerrarse
de un día para otro, como se produjo el 17 de septiembre de 2019. En resumen,
los bancos privados dependen completamente del sostén de los Estados.
2.- Los bancos continuaron con sus actividades
especulativas desplazándolas hacia aquellas que les ofrecían mayores
rendimientos: abandonaron, por un tiempo, el mercado inmobiliario para irse a
la especulación con materias primas y alimentos, (sobre todo durante
2008-2009), con títulos de deuda pública (desde 2009), con obligaciones
emitidas por empresas no financieras (bonos corporativos o
corporate bond), con valores bursátiles (desde comienzos de 2013), con divisas…
Las técnicas especulativas se modificaron y en algunos casos se agravaron,
especialmente en el trading de alta
frecuencia.
3.- Los bancos disminuyeron los créditos
a particulares y a empresas, en particular a las pequeñas y medianas empresas
que originan la mayoría de los empleos. Las economías periféricas de la Unión
Europea son por supuesto las más afectadas. Los bancos endurecieron las
condiciones con las que se conceden los préstamos a la economía real
(particulares y empresas no financieras, especialmente las PYME), lo que está
en contra de la voluntad de los bancos centrales, que afirman que los bancos
deben aumentar la concesión de préstamos. Pero, más allá de los discursos, los
banqueros centrales (y los gobiernos) no toman ninguna medida coercitiva para
que los bancos presten su dinero a los sectores que podrían relanzar la demanda
privada, volviendo a una situación con algo de crecimiento o, al menos,
sostenerla.
4.- Las grandes empresas no financieras que no
tienen acceso al crédito bancario tienen el recurso a la emisión de
obligaciones (las corporate bonds) para financiarse. Los bancos y otros
inversores institucionales compran estas obligaciones puesto que, en general,
tienen un buen rendimiento. En caso de necesidad, pueden revender las
obligaciones en el mercado secundario. Las que pierden son las pequeñas y
medianas empresas que no tienen los medios para emitir obligaciones en los
mercados financieros. Lo que propone Mario Draghi a los banqueros europeos para
alentarlos, a pesar de todo, a aumentar sus créditos a las PYME, es incrementar
la producción de productos estructurados constituidos por un conjunto de
préstamos a esas mismas PYME. De qué se trata: los bancos que conceden
préstamos a las PYME pueden sacarlos de su balance vía titulizaciones,
empaquetándolos en un producto estructurado (Asset Backed Securities).
El BCE propone a los bancos depositar esos productos como colaterales (garantías) con el fin de obtener a
cambio un crédito a un interés del 0% Sabiendo que los tipos exigidos a las
PYME por los bancos oscilan entre el 5 y el 6 % en España e Italia, entre
el 3 y 4 % en Francia y Alemania, éstos podrían obtener beneficios muy
interesantes, afirma Mario Draghi. A pesar de esta proposición tentadora, los
bancos son reacios a conceder más créditos a las PYME y a aumentar la
fabricación de productos estructurados, como propone el presidente del BCE.
Éste está muy desencantado y repite la propuesta cada vez que se le presenta la
ocasión.
5.- La política de los bancos con respecto a las deudas públicas
soberanas toma formas contrastadas y complementarias. Por una parte, no dudan
en especular en contra de las deudas soberanas de algunos países que pueden
contribuir a fragilizar. Para ello, en el caso de que no intervengan
directamente, utilizan sus ramas financieras, como los Hedge Funds, Special Purpose
Vehicle (SVP), fondos de inversiones… Al mismo tiempo los bancos aumentaron de
manera considerable la compra de títulos soberanos como fuentes de rendimiento
bastante elevado —el mercado más importante es el de los títulos italianos
aunque también compran títulos ucranianos y turcos—, o como garantía y medios
de liquidez (títulos soberanos de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania,
Francia y Benelux, y de otros países de la zona euro). No hay que sorprenderse
de políticas que pueden parecer contradictorias por parte de los bancos, ya que
son unos especialistas en conciliación entre sus actividades especulativas —con
la perspectiva de un rendimiento elevado— y otros tipos de inversiones.
6.- Dicho esto, los bancos no sanearon realmente sus balances y no han
disminuido en forma significativa su apalancamiento. Las vicisitudes
del Deutsche Bank en 2018-2019 son un claro ejemplo.
7.- Desde un
punto de vista más general, la política de los bancos centrales y la de los
gobiernos tuvieron efectos muy negativos para la salud de las economías, a la
vez que beneficiaban a los bancos, a otras sociedades financieras, así como a
las grandes empresas no financieras. Decenas de millones de empleos fueron
suprimidos, millones de familias perdieron sus viviendas, la pobreza aumentó
fuertemente, así como las desigualdades, la calidad de los servicios públicos
se degradó de manera deliberada… y nuevas burbujas especulativas se están
desarrollando.
8.- He aquí una lista no exhaustiva de las nuevas burbujas especulativas
que generan importantes rendimientos y corren el riesgo de estallar:
La burbuja de las obligaciones de empresas no financieras, las corporate bonds (Véase http://www.cadtm.org/La-montana-de-deudas-privadas-de-las-empresas-estara-en-el-corazon-de-la. El último y sonoro crash fue en 1994, el anterior había sido en 1987).
La burbuja bursátil en plena expansión desde 2013 (la burbuja precedente estalló en 2007-2008)
Una burbuja inmobiliaria en formación en Estados Unidos y China.
El estallido
de una sola de todas estas burbujas puede provocar efectos en cadena de enorme
amplitud.
La novedad
de las actuales burbujas, es que se desarrollan en una situación de débil
crecimiento económico, incluso de estancamiento en los países más
industrializados, mientras que las fases de desarrollo de burbujas en el curso
de los últimos cuarenta años se producían en fases de una cierta euforia
económica y una tasa de crecimiento bastante elevada.
9.- Debido a
las políticas llevadas a cabo por los bancos centrales y los gobiernos, la
economía de los países más industrializados cayó en lo que J. M. Keynes llamó
la trampa de la liquidez. Mientras los bancos centrales inyectan liquidez y
bajan los tipos de interés, los bancos y las grandes empresas privadas
prefieren guardar su dinero y tenerlo a mano. Los bancos lo guardan para hacer
frente a algunos golpes serios que podrían producir las bombas de tiempo que
mantienen en sus balances y en las nuevas burbujas que contribuyen activamente
a fabricar. Las empresas industriales y de servicios consideran que no vale la
pena invertir ya que la demanda pública y privada es muy floja. Dicho de otra
manera, estas empresas se sientan sobre un enorme colchón de liquidez o la
utilizan para especular. A las grandes empresas privadas no les interesa
invertir en la economía productiva y / o conceder préstamos a particulares y a
las PYME. Según J. M. Keynes, para salir de la trampa de la liquidez, es
necesario que los poderes públicos aumenten el gasto público con el fin de
relanzar la demanda y, por lo tanto, la economía: gastos de inversiones (por
ejemplo en la transición ecológica, las energía renovables, las grandes obras
públicas, los edificios escolares y comunitarios), gastos para contratar
personal en los servicios públicos con mejores remuneraciones, gastos sociales
(en sanidad, educación, servicios sociales), aumento de las pensiones y
diversos subsidios sociales… Pero de eso, ni los banqueros centrales ni los
gobiernos quieren hablar.
10.- Debido
a su política, el volumen del balance de los bancos centrales aumentó en forma
considerable. Este enorme crecimiento en un período tan corto sirvió para
mantener intacto el poder de los grandes bancos privados, aunque las
correspondientes economías no pudieran salir de la crisis. Es exactamente lo
que indican los puntos precedentes. Más allá del efecto publicitario, no se
tomó ninguna medida radical para sanear verdaderamente el sistema bancario.
Gracias a la intervención de los bancos centrales (y por supuesto a las medidas
gubernamentales), los grandes bancos privados prosiguen con sus actividades
masivamente especulativas y a menudo fraudulentas, incluso criminales. Estos
bancos están sostenidos por un mecanismo de transfusión permanente de recursos
(créditos públicos ilimitados con tipos de interés casi nulos o claramente
negativos), algunos, y no los más pequeños, se mantienen vivos con respiración
artificial (créditos públicos ilimitados a los que se agrega una inyección de
capitales públicos con el fin de recapitalizarlos, y con garantía públicas para
sus deudas).
La política
aplicada hasta este momento por los bancos centrales y los gobiernos produjo un
fuerte aumento de la deuda pública como consecuencia de varios factores ligados
entre sí: el coste del rescate a los bancos, el coste de la crisis cuya
responsabilidad recae en los bancos centrales, los gobiernos, los bancos
privados y otras grandes empresas, la continuación de las ventajas fiscales a
las grandes empresas y a las grandes fortunas… Esto otorga un carácter
claramente ilegítimo a una parte importante de la deuda pública. Su anulación
forma parte de las propuestas para salir de la crisis.
La acción de
los bancos centrales y la función de las crisis en el sistema capitalista
En el
sistema capitalista, una crisis sirve, en cierta forma, para poner los relojes
en hora: las burbujas especulativas estallan y luego el precio de los activos
se acerca a su valor mercantil real; las empresas menos rentables quiebran,
hay, por lo tanto, destrucción de capital. El desempleo crece y los salarios
bajan. La crisis forma parte, de alguna manera, del metabolismo del
capitalismo. Evidentemente, no trato de justificar las crisis o el capitalismo,
quiero indicar justamente que el funcionamiento del sistema capitalista implica
el estallido periódico de crisis. Razón por la cual, hace falta eliminar el
sistema capitalista.
Hasta ahora,
la intervención de los poderes públicos, que responden dócilmente a los pedidos
de los patrones, permite evitar o impedir que la crisis cumpla con la función
normal de «purga» del sistema capitalista. Mientras que por parte de la mayoría
de la población, las víctimas se cuentan por decenas de millones, por parte de
los responsables de la crisis no hubo un verdadero reordenamiento del capital,
las quiebras de las grandes empresas fueron muy pocas, los bancos no saldaron
sus cuentas y nuevas burbujas especulativas se formaron o se están formando. Y
no volvió la inversión productiva.
La poca
cantidad de quiebras bancarias en Estados Unidos, en Europa y en Japón sólo se
puede atribuir a la ayuda aportada por los bancos centrales y los gobiernos de
la UE. Los gobernantes consideraron que los bancos privados eran demasiado
grandes para permitir que quebraran. El mantenimiento de una política
gubernamental que favorece los intereses de las grandes empresas privadas y que
ataca los derechos económicos y sociales de las poblaciones, una demanda
pública y privada insuficiente y en proceso de reducción, unas burbujas
especulativas persistentes, etc., constituyen los ingredientes de una
prolongación de la crisis. Si no producimos un cambio radical favorable a la
justicia social, la crisis proseguirá durante largos años, y/ o repentinamente
podría presentar un carácter brutal.
Es necesario
adoptar una estrategia internacionalista. También, debemos intentar
constantemente desarrollar campañas y acciones coordinadas, a nivel
internacional, en los ámbitos de la deuda, de la ecología, del derecho a la
vivienda, de la acogida de las y los migrantes y de las personas refugiadas, de
la salud pública, de la educación pública y de otros servicios públicos, del
derecho al trabajo. Hay que emprender luchas para recuperar el control de los
bancos centrales por los poderes públicos con el fin de ponerlos al servicio
del pueblo, para la socialización de los bancos, de las aseguradoras y del
sector de la energía, para la reapropiación de los comunes, para la anulación
de las deudas ilegítimas, para el cierre de las centrales nucleares, para la
reducción radical del recurso a la energía fósil, para la prohibición del
dumping fiscal y de los paraísos fiscales, para la defensa y la extensión de
los derechos de las mujeres y las personas LGBTI, para la promoción de los
bienes y servicios públicos, para el lanzamiento de procesos constituyentes. En
resumen, es necesario un programa netamente anticapitalista, feminista,
internacionalista y ecologista.
- Eric
Toussaint es maître de conférence en la Universidad de
Lieja, es el portavoz de CADTM Internacional y es miembro del Consejo
Científico de ATTAC Francia.
(Traducido
por Griselda Piñero Delledonne)
Notas
[1] Financial Times, « 20 money market funds
rescued », 21 de octubre de 2013.
[2] Karl Marx, 1867, El Capital, Libro I, Tomo III,
Ediciones AKAL, Madrid, 1976 (reimpresión 2016), capítulo XXIV, sección sexta,
p. 248.
[3] «Crisis, prosperidad y revoluciones»,
Marx-Engels, Revista de mayo a octubre 1850 in Marx-Engels, La crise, 10-18,
1978, p. 94.
[4] Es importante precisar que un aumento de los
tipos de interés tendrá efectos muy negativos para todos los países en
desarrollo, que padecerán grandes dificultades en refinanciar sus deudas y
verán que una importante cantidad de capitales se irán en la búsqueda de
mejores rendimientos en los países más industrializados. Pero eso a los
banqueros centrales les trae sin cuidado, la presidenta de la Fed lo declaró
públicamente en febrero de 2014. Esto nos puede hacer recordar lo que pasó en
1980-1981 cuando los tipos de interés aumentaron brutalmente debido a una
decisión de la Fed. Muchos autores analizaron los efectos del cambio que la Fed
realizó en materia de tipos de interés a partir de 1979, véanse especialmente
los trabajos de Gérard Duménil y Dominique Lévy. Yo también publiqué numerosos
artículos y obras sobre este tema con el CADTM , en particular La Bolsa o la
Vida (1998 y 2004), 60 preguntas, 60 respuestas sobre la deuda, el Banco
Mundial y el FMI (2008).
[5] La Fed comenzó prudentemente este cambio a
partir de diciembre de 2013, reduciendo el volumen mensual de compras de
productos hipotecarios estructurados (MBS) y de bonos del Tesoro (US Treasury
bonds).
[6] Aquí no abordo los delitos, los crímenes ni las
manipulaciones a las que se libran los grandes bancos. Esto está analizado en
la serie: Los bancos y la nueva doctrina “Too big to Jail”, http://www.cadtm.org/Los-bancos-y-la-nueva-doctrina-Too
publicada en 2014 y que también se trata en mi libro Bancocracia Icaria
editorial, Barcelona, 2014.
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