Joe Biden ha sido siempre “el hombre del Pentágono”.
por Thierry Meyssan
La existencia en Ucrania de dos culturas –una supuestamente europea y otra rusa– esa una singularidad que proporciona a Washington un terreno de maniobra contra Moscú. Hace semanas que resuenan los tambores de la guerra. Pero ninguno de los aliados de Washington quiere morir por Kiev ni inmolarse contra Rusia.
Red Voltaire | París (Francia) |
Las fuerzas armadas de Estados Unidos
1- Les anglosajones ven a los rusos como un enemigo hereditario. Los consideran gente despreciable y destinada, desde los tiempos de Otón I –en el siglo X–, a ser esclavos, como lo indica el término utilizado para denominarlos (en inglés, la palabra slave designa tanto a los esclavos como a los pueblos que pertenecen a la etnia eslava). En el siglo XX, los anglosajones estaban contra la URSS, supuestamente porque esta era comunista; ahora están contra Rusia… sin saber por qué.
2- Segundo adversario para los anglosajones: los enemigos que ellos mismos crearon al desatar contra ellos una «guerra sin fin», desde el 11 de septiembre de 2001. Se trata de las poblaciones del Medio Oriente ampliado (o Gran Medio Oriente), región donde los anglosajones vienen destruyendo desde entonces los Estados de sus diferentes países, sin importar que sean aliados o adversarios, para hacerlos «regresar a la edad de piedra» y poder explotar así las riquezas de esa región, siguiendo la estrategia Rumsfeld/Cebrowski [1].
3- Tercer adversario: China, cuyo desarrollo económico puede relegarlos al segundo lugar. Los anglosajones estiman no tener más opción que la guerra. Al menos eso es lo que piensan sus politólogos, que hablan incluso de la «trampa de Tucídides», en referencia a la guerra que, por razones similares, se libró entre Esparta y Atenas [2].
4- Los diferendos con Irán y Corea del Norte vienen sólo mucho después en relación con los 3 que acabamos de enumerar.
La Orientación Provisional sobre Seguridad Nacional de Joe Biden [3] y la Evaluación Anual de Amenazas [4] elaborada por su Comunidad de Inteligencia así lo remachan constantemente desde diferentes puntos de vista.
Librar tres guerras a la vez resultaría extremadamente difícil, así que el Pentágono busca actualmente cómo jerarquizar las prioridades y emitirá su informe al respecto en junio. El más profundo secreto rodea el trabajo de la comisión encargada de esa evaluación. Ni siquiera se conoce quiénes la componen. A pesar de ello, la administración ya está focalizándose contra Rusia.
Sin importar que seamos independientes o sumisos al «Imperio estadounidense», tenemos que dejar de mirar para otro lado. Los Estados Unidos de América no tienen otro objetivo que destruir la cultura rusa, destruir las estructuras de los Estados en los países árabes y, a la larga, destruir la economía china. Absolutamente nada de esto está relacionado con la defensa legítima del pueblo de Estados Unidos.
No hay ninguna otra manera de explicar por qué Estados Unidos dedica a sus ejércitos sumas tan astronómicas que sobrepasan varias veces los presupuestos militares de aquellos que Washington presenta como «amigos» o «enemigos». Según el Institute for Strategic Studies de Londres, el presupuesto militar de Estados Unidos es al menos igual a la suma de los presupuestos de los 15 países más armados del mundo [5].
Comparación de los presupuestos militares de los 15 países que más fondos dedican a ese sector (en miles de millones de dólares estadounidenses).
Fuente: Institute for Strategic Studies
Los temas de enfrentamiento con Rusia
Estados Unidos está inquieto ante la recuperación de Rusia. Después de haber registrado una brutal caída de la esperanza de vida –que disminuyó en al menos 5 años entre 1988 y 1994– Rusia recuperó y sobrepasó ampliamente –en más de 12 años– la esperanza de vida registrada en tiempos de la Unión Soviética, aunque la esperanza de vida saludable de los rusos todavía es una de las más bajas de Europa. La economía rusa está diversificándose, principalmente en el sector agrícola, pero Rusia sigue dependiendo de sus exportaciones energéticas. Las fuerzas armadas de la Federación Rusa se han renovado, su complejo militaro-industrial es más eficiente que el del Pentágono y Rusia ha adquirido una importante experiencia militar en Siria.
Washington ve la construcción del gasoducto Nord Stream 2 como una amenaza porque liberaría a Europa occidental de su actual dependencia del petróleo estadounidense.
Al mismo tiempo, el regreso de Crimea a la Federación Rusa y una posible reincorporación del Donbass son en parte un golpe para la dependencia de Ucrania del Imperio estadounidense –Crimea y el Donbass no son de cultura occidental.
Último factor, la presencia militar rusa en Siria frena el proyecto estadounidense de destrucción política contra los pueblos de la región.
“Si quieres matar a tu perro,
di que tiene rabia”
No cabe duda de que fue el presidente Joe Biden quien abrió las hostilidades al calificar al presidente ruso de «asesino». Antes de Biden, las dos superpotencias nunca habían intercambiado injurias, ni siquiera en tiempos de las acusaciones sobre el Gulag. Su interlocutor le respondió cortésmente y le propuso un debate público, que Joe Biden rechazó.
Estados Unidos ve el mundo sólo a corto plazo. Ese país no se percibe a sí mismo como responsable de su legado. Para Washington, los “pérfidos” rusos han amontonado más de 100 000 hombres cerca de Ucrania y se disponen a invadirla, como hicieron los soviéticos en Polonia, Hungría y Checoslovaquia. Sólo que, en aquella época, no se trataba de Rusia sino de la URSS, y en Moscú no regía la doctrina de Putin sino la doctrina Brejnev y el propio Brejnev no era ruso… era ucraniano.
Al contrario de los estadounidenses, los rusos sí tiene una visión del mundo a largo plazo. Para ellos, los bárbaros estadounidenses han venido poniendo en peligro el equilibrio de las potencias desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Inmediatamente después, el 13 de diciembre de 2001, el presidente George Bush hijo anunció que Estados Unidos se retiraba del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (el Tratado ABM). Después, Estados Unidos incorporó a la OTAN –uno por uno– prácticamente todos los antiguos miembros del desaparecido Pacto de Varsovia y de la extinta Unión Sovietica, violando así el compromiso que Washington había contraído antes de la disolución de la URSS. Esta política fue confirmada en 2008, en la Declaración de Bucarest [6].
Todo el mundo conoce la particularidad de Ucrania, con una cultura occidental en su parte oeste y una cultura rusa en el este. Ucrania se mantuvo políticamente congelada durante 15 años, hasta que Washington organizó allí una seudo revolución y puso a sus títeres en el poder –títeres que son neonazis [7]. Moscú reaccionó con suficiente rapidez y la población de Crimea proclamó su independencia y decidió [por vía de referéndum] reincorporar ese territorio a la Federación Rusa. Pero Moscú vaciló en cuanto a qué hacer sobre el Donbass y desde entonces se ha limitado a entregar pasaportes rusos a los habitantes de esa región, que ven en Rusia su única esperanza.
La administración Biden
Desde que era senador, el hoy presidente Joe Biden se dio a conocer presentando al Senado las disposiciones legislativas concebidas por el Pentágono. Ya como presidente, Biden se ha rodeado de neoconservadores. Nunca nos cansaremos de recordar esto: los neoconservadores son militantes trotskistas reclutados por el presidente republicano Ronald Reagan, y desde entonces siempre se han puesto del lado del poder, exceptuando el paréntesis del presidente jacksoniano Donald Trump. El hecho es que los neoconservadores han cambiado constantemente de bando, poniéndose lo mismo del lado del Partido Republicano que del lado del Partido Demócrata, pero siempre del lado del poder.
Durante la «revolución de color» de la plaza Maidán –en 2013-2014–, Joe Biden, quien era entonces vicepresidente de la administración Obama, defendió apasionadamente a los neonazis ucranianos, agentes de las redes stay-behind de la OTAN [8]. Biden dirigió entonces las operaciones en Kiev con una colaboradora del Departamento de Estado, Victoria Nuland (el esposo de Victoria Nuland, Robert Kagan, es uno de los fundadores del Project for a New American Century, el órgano encargado de recoger fondos para el republicano George Bush hijo).
Ahora, en 2021, el presidente Biden ha decidido nombrar a Victoria Nuland secretaria de Estado adjunta. En tiempos de la administración Obama, Victoria Nuland contó con la colaboración del entonces embajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey Pyatt, hoy embajador en Grecia. En cuanto al hoy secretario de Estado de Joe Biden, Antony Blinken, hay que destacar que es juez y parte ya que es de origen ucraniano por parte de madre. Aunque Blinken fue educado en París por el segundo esposo de su madre –el abogado Samuel Pisar, quien fue consejero del presidente Kennedy–, el hoy secretario de Estado es de pensamiento neoconservador.
La preparación del enfrentamiento contra Rusia
A mediados de marzo de 2021, Estados Unidos organizó con sus socios de la OTAN las maniobras Defender-Europe 21, que continuarán hasta junio. Se trata de retomar el megaejercicio Defender-Europe 20, cuya envergadura y duración se vieron finalmente limitadas debido a la epidemia de Covid-19. Defender-Europe 21 es un gigantesco despliegue de tropas y material de guerra en la realización de un simulacro de enfrentamiento contra Rusia. Todo eso se desarrolla al mismo tiempo que un ejercicio con bombarderos estratégicos en Grecia, en presencia del ya mencionado embajador estadounidense Geoffrey Pyatt.
El 25 de marzo, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski publicó la nueva Estrategia de Seguridad ucraniana [9], precisamente 3 semanas después de que el presidente Biden publicara la de Estados Unidos.
En respuesta a la OTAN, Rusia emprendía entonces sus propios ejercicios militares en su frontera occidental, incluyendo su frontera con Ucrania, y enviaba además tropas adicionales a Crimea e incluso a Transnistria.
El 1º de abril, el secretario de Defensa de Estados Unidos telefoneó a su homólogo ucraniano sobre un posible incremento de la tensión con Rusia [10]. El presidente ucraniano Volodimir Zelenski hizo entonces una declaración en la cual dijo estar vigilando los ejercicios rusos y afirmó que estos podían ser provocaciones [11].
El 2 de abril, el Reino Unido organizó una reunión de sus ministerios de Defensa y de Exteriores con los de Ucrania, bajo la dirección del ministro británico Ben Wallace [12], quien estuvo particularmente activo en el conflicto del Alto Karabaj [13]).
El 2 de abril, el presidente Biden llamó al presidente ucraniano para garantizarle su apoyo contra Rusia. Según el Atlantic Council, Biden anunció al presidente ucraniano su decisión de entregarle un centenar de aviones de combate (F-15 y F-16) y un avión de vigilancia radioelectrónica E-2C, actualmente estacionados en la base aérea de Davis-Monthan [14].
El 4 de abril, el presidente de la Comisión de la Cámara de Representantes estadounidense para las fuerzas armadas –Adam Smith, del Partido Demócrata– negociaba con parlamentarios ucranianos fuertes subvenciones para el ejército de Ucrania a cambio del posicionamiento ucraniano contra el gasoducto Nord Stream 2 [15].
El 5 de abril, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski hizo una visita relámpago a Qatar. Oficialmente fue para desarrollar las relaciones comerciales con Qatar, el principal proveedor de armas de los yihadistas. Según nuestras informaciones, en ese viaje se habló de un eventual financiamiento de combatientes. Entre los acompañantes del presidente ucraniano estaba Yuriy Gusev, el director general de la industria militar Ukroboronprom. Fue este personaje quien envío misiles antiaéreos a los terroristas del Emirato Islámico (Daesh), por orden de Qatar [16].
El 6 de abril, Lituania, que en el pasado protegía el oeste de Ucrania dentro de su propio imperio, fue informada sobre la situación militar durante un contacto entre su ministro de Defensa y su homólogo ucraniano [17].
El 6 y el 7 de abril, el general británico Stuart Peach, presidente del Comité Militar de la OTAN, viajaba a Ucrania para precisar las reformas necesarias para que ese país pueda ser miembro de la alianza atlántica [18].
El 9 de abril, en cumplimiento de la Convención de Montreux, el Pentágono comunicó a Turquía su intención de hacer transitar buques de guerra a través de los estrechos de los Dardanelos y del Bósforo.
El 10 de abril, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan recibió en Estambul al presidente ucraniano Zelenski, supuestamente en el marco de consultas regulares entre Turquía y Ucrania [19]. Contando ya con la luz verde de Qatar, Turquía –país miembro de la OTAN– inició de inmediato el reclutamiento de yihadistas de diversas nacionalidades presentes en Siria para enviarlos a luchar en el Donbass (este de Ucrania). Instructores militares turcos llegaron rápidamente al puerto de la ciudad de Mariupol, donde ya tiene su sede la Brigada Islamista Internacional [20], creada por el presidente turco Erdogan y su homólogo ucraniano de aquella época, Petro Porochenko, con tártaros que siguen órdenes de Estados Unidos, para utilizarlos contra Rusia.
Actuando con toda lógica, la Federación Rusa enviaba tropas a su frontera con Ucrania. Los otros miembros de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) solicitaron a Moscú explicaciones sobre sus maniobras y recibieron respuestas evasivas. El Documento de Viena, de 1999, estipula que los Estados miembros de la OSCE deben proporcionarse entre sí las indicaciones necesarias sobre los movimientos de sus tropas y material de guerra. Pero es sabido que los rusos no funcionan como los occidentales –informan a su opinión pública y sus socios o interlocutores sólo cuando han terminado sus despliegues.
Dos días después, el G7 publicaba una declaración sobre los movimientos rusos… pero sin mencionar los despliegues de la OTAN y Turquía. El G7 elogiaba además la contención de Ucrania y exigía a Rusia «poner fin a sus provocaciones» [21].
El 13 de abril, en ocasión de la reunión de los ministros de Exteriores de los países miembros de la OTAN con la Comisión Ucrania/OTAN, Estados Unidos recurrió a la “artillería pesada” invitando a todos los miembros de la alianza atlántica –donde nadie quiere morir sólo porque los ucranianos no logran divorciarse– a aportar su apoyo a Kiev y a denunciar la «escalada» de Rusia [22]. El secretario de Estado de Biden, Antony Blinken, tuvo una larga reunión con el ministro ucraniando de Exteriores, Dimitro Kuleba [23]. Washington bogaba inexorablemente hacia la guerra.
Súbitamente, el presidente Joe Biden distendió la atmósfera telefoneando al presidente ruso Vladimir Putin. Le propuso un encuentro cumbre –aunque antes había rechazado con desdén la propuesta de Putin de proceder a un debate público, propuesta que Putin emitió después del insulto público proferido por Biden [24]. Después de esa iniciativa, parecía posible evitar la guerra.
Sin embargo, el 14 de abril, el secretario de Estado Blinken convocó a los principales aliados de Estados Unidos –Alemania, Francia, Italia y Reino Unido– para movilizarlos [25].
El 15 de abril, el presidente Joe Biden expuso su visión del conflicto, expulsó 10 diplomáticos rusos y adoptó sanciones contra Rusia, acusándola no sólo de haber ofrecido primas por matar soldados estadounidenses en Afganistán sino también de haber atacado los sistemas informáticos del gobierno de Estados Unidos utilizando un programa informático de SolarWinds [26].
Como era previsible, Rusia expulsó un número similar de diplomáticos estadounidenses. Pero además tendió una trampa a un diplomático ucraniano, al que arrestó en flagrante delito de espionaje, en posesión de documentos rusos clasificados como secreto militar.
Siguiendo siempre la misma línea, el presidente ucraniano Zelenski se reunió con el presidente francés Emmanuel Macron y con la canciller alemana Angela Merkel. Estos últimos deploraron la «escalada rusa»… pero se mostraron evasivos en cuanto a qué pasará en lo inmediato. En definitiva, si Estados Unidos y Rusia van a conversar… es demasiado temprano para ir a morir por Kiev.
Fuente: https://www.voltairenet.org/article212790.html
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