Alva Gotby, escritora y feminista británica, ha
impactado en el debate feminista al analizar el papel de las emociones en la
perpetuación del sistema capitalista en su obra más reciente.
7 ABR 2024 05:12
Alva Gotby, autora de Ellos lo llaman amor. Una
política de las emociones. CARLOTA SERAROLS
Alva
Gotby, escritora inglesa y destacada voz en el ámbito del feminismo
contemporáneo, ha dejado una profunda huella en el debate feminista con su
análisis de las complejidades de la reproducción social en el contexto del
capitalismo actual. Con una sólida formación académica en Estudios de Medios de
Comunicación y Filosofía y Teoría Crítica Contemporánea, en su obra más
reciente, Ellos lo llaman amor. Una política de las emociones, publicada
por Verso, Gotby desentraña el papel fundamental que desempeñan las emociones
en la reproducción del capitalismo.
A
través del concepto de “reproducción emocional”, Gotby expone cómo actividades
cotidianas, tales como consolar a un ser querido o brindar apoyo emocional en
el trabajo, son elementos cruciales para el funcionamiento del sistema
económico y social. Desafiando las concepciones convencionales, la autora
muestra que el trabajo emocional, mayoritariamente realizado por mujeres, no
solo asegura el bienestar individual, sino que también refuerza las jerarquías
de poder y la estabilidad del statu quo. Además, aborda las
implicaciones políticas de estas dinámicas, destacando la necesidad de una
reestructuración radical de la sociedad para mejorar las relaciones humanas y
abordar las desigualdades sistémicas.
Gotby
representa hoy el feminismo visionario del que hablaba bell hooks en El
feminismo es para todo el mundo, cuando diferenciaba entre el feminismo
que aboga por una revolución total, desafiando directamente las estructuras de
poder establecidas, y un feminismo reformista que no pretende acabar con el
orden social discriminatorio, sino reformar algunas cuestiones, particularmente
las que afectan a las mujeres blancas de clases sociales favorecidas. Durante
su visita a Barcelona para presentar su último libro, tuvimos la oportunidad de
dialogar con ella sobre esta propuesta de transformación radical del sistema de
género, la familia y el trabajo. Eso que ellos llaman amor.
Desde
la década de los 70, la lucha feminista se ha considerado un gran eje de
transformación radical de las desigualdades y ha conseguido enormes avances. A
pesar de ello, la feminización de la pobreza y la división sexual del trabajo
persisten… ¿siguen intactas las estructuras de dominación o ha cambiado algo?
Creo que ambas cosas, de alguna manera. Definitivamente hay muchas cosas que
han cambiado desde los años 70. En la mayoría de los países de Europa, ha
habido un cambio de una mayoría de mujeres dedicadas al trabajo en el hogar a
más mujeres trabajando en diversas formas de empleo remunerado, e incluso
algunas de ellas tienen ocupaciones de alto estatus, de las que habrían sido
completamente excluidas hace solo 50 años. También es cierto que los hombres
están más involucrados en el cuidado de los niños y asumiendo parte del trabajo
doméstico. Pero la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado siguen
haciéndolo las mujeres y buena parte de ese trabajo se ha trasladado de las
amas de casa a trabajadoras mal remuneradas en sectores feminizados como
servicios infantiles o de atención a personas mayores. Aún queda trabajo por
hacer para lograr una distribución justa de las responsabilidades de cuidado.
En el
libro dices que hay que rechazar el papel femenino que el capital ha inventado
para nosotras, ¿en qué consiste ese papel y qué tiene que ver el amor en todo
eso?
Creo que ese papel se centra en el cuidado de los demás, en estar atenta a sus
necesidades y a menudo implica sacrificar el propio bienestar. Aunque este
trabajo puede ser difícil, a menudo no se reconoce como trabajo, sino como una
expresión de amor y casi se glorifica. Quiero desafiar la idea de que este rol
femenino sea natural; cuestionar la noción de que amar a tus hijos implica
sacrificar tu propia vida. Podemos organizar el cuidado de una manera
diferente.
Le das
mucha importancia a la parte emocional dentro de los trabajos de cuidado ¿De
qué hablas cuando hablas de “reproducción emocional”?
Hay un componente emocional bastante importante en los cuidados. Y eso es algo
que mucha gente menciona cuando habla de trabajos reproductivos pero rara vez
se teoriza por sí mismo. Yo pienso en la emoción como algo que a menudo
estructura las relaciones de cuidado. Y también que hace que sea más difícil
para las personas decir que no. Puede hacer que esas relaciones sean más
explotadoras, porque si tienes una especie de inversión emocional en el
bienestar de otra persona, es muy difícil decir: “no quiero hacer esto, voy a
reivindicar mi bienestar o hacer huelga”.
Las
niñas de clase trabajadora están siendo socializadas para realizar ese tipo de
trabajo que ofrece bienestar, porque muchas de las oportunidades laborales
implicarán alguna forma de trabajo de servicio o cuidado
Hablas
del amor como trabajo… ¿cómo se mercantiliza el trabajo emocional y qué rol
juega la clase social en la mercantilización?
Desde los años 70, ha habido un cambio notable en las economías capitalistas de
Europa y América del Norte, especialmente con la creciente importancia del
trabajo de servicios en los mercados laborales. Esta demanda repentina resalta
la habilidad tradicionalmente feminizada de satisfacer las necesidades
emocionales de otros, lo cual es interesante ya que intenta valorar algo
difícil de medir y que cambia su significado cuando se convierte en mercancía.
Al contratar a una cuidadora para atender a tus padres mayores, se crea una
dinámica diferente a la de cuidar a un padre por cuenta propia, lo que
introduce una nueva jerarquía en las relaciones familiares. Aunque se presenta
como una solución para las mujeres que trabajan y necesitan cuidado para sus
hijos, también genera nuevas formas de explotación.
Y aquí
hay claramente un factor de clase… de quién puede pagar y quién necesita el
dinero.
Creo que muchas personas que tienen ciertos privilegios en términos de su
posición de clase, género o raza, a menudo tienen sus necesidades satisfechas
sin tener que pensar realmente en ello. Y eso significa que hay otras personas
que tienen que suprimir sus propias necesidades o sentimientos, y simplemente
tienen que estar ahí para asegurarse de que las personas en la jerarquía social
se sientan bien consigo mismas y con su posición en el mundo. Eso es algo que a
menudo no se piensa demasiado. Es tan invisible y está tan naturalizado que
algunas personas pueden comportarse como quieran con otras, y no tienen que
reconocer sus sentimientos o sus necesidades. En cambio, una persona
trabajadora del sector servicios, por supuesto no va a expresar sus propios
sentimientos o su enojo hacia su empleador o hacia un cliente. Porque
simplemente tienen que suprimir sus propios sentimientos.
Dice
Silvia Federici ¿Más sonrisas? Más dinero…
Sí, creo que la capacidad de cubrir las necesidades emocionales de otros se
está volviendo más importante como habilidad de la clase trabajadora.
Especialmente, aunque no exclusivamente, las niñas de clase trabajadora están
siendo socializadas para realizar ese tipo de trabajo que ofrece bienestar,
porque muchas de las oportunidades laborales que estarán disponibles para ellas
implicarán alguna forma de trabajo de servicio o cuidado. Por lo tanto, eso se
ha vuelto más importante.
Aunque
el discurso feminista y de derechos de las mujeres más liberal ha tenido un
impacto significativo, parece haber alcanzado sus límites
En tu
base teórica recoges el legado del movimiento Wages for Housework ¿Qué
discursos y qué prácticas articula este movimiento y qué razones lo hacen tan
relevante en tu libro, en el reconocimiento de la reproducción emocional?
Sí, este fue un colectivo feminista internacional fundado en los años 70, en un
momento en que muchos movimientos feministas empezaron a enfocarse más en lo
que ocurría en el ámbito privado y en las tareas domésticas. Lo que encuentro
especialmente relevante en los escritos sobre el salario para el trabajo
doméstico es tanto su perspectiva teórica, ya que ofrecen un análisis profundo
de las inversiones emocionales que muchas madres, pero también otros tipos de
trabajadoras de cuidado tienen en relación con aquellos a quienes cuidan. De
esta manera, logran destacar cómo estas dinámicas influyen en nuestra
percepción de nosotras mismas y en nuestra comprensión del género. Por
otro lado, el colectivo también mostraba un claro deseo de transformar el
sistema en sí. Su interés no se limitaba a pequeñas reformas que pudieran hacer
la vida un poco más fácil para las madres que cuidan de sus hijos u otras cuidadoras.
Más bien, aspiraban a un cambio social más amplio que transformara por completo
nuestra manera de relacionarnos entre nosotras como personas, así como nuestra
concepción misma del cuidado. Considero que este intento de repensar
profundamente cómo nos cuidamos mutuamente es sumamente relevante hoy en día.
Aunque el discurso feminista y de derechos de las mujeres más liberal ha tenido
un impacto significativo, parece haber alcanzado sus límites. Para superar los
desafíos actuales, donde muchas personas luchan por conciliar el trabajo
remunerado con las responsabilidades de cuidado, es crucial reflexionar sobre
cómo podemos transformar la sociedad en un nivel más profundo.
Se
utiliza el término crisis reproductiva para describir el momento en el que
estamos ahora mismo, lo que sugiere que algo tiene que ceder o que algo
necesita cambiar
Diría
que se relaciona de manera muy directa con la propuesta de huelgas feministas
que hemos visto en España desde 2018 y hace pocos meses en el País Vasco.
Sí, el movimiento feminista en varios países ha adoptado la idea de la huelga,
lo cual es realmente interesante y emocionante. Es algo difícil de hacer, ya
que obviamente no queremos dejar a la infancia abandonada ni a las personas
enfermas sin cuidado.
Me
interesa esto como una forma de cambiar nuestra forma de pensar sobre el
cuidado, tratando de convertirlo en una responsabilidad compartida. A veces,
esto implica que las mujeres se alejen del trabajo de cuidado y digan:
“Necesitamos un descanso, no podemos seguir así”. Esto puede hacer que el
cuidado se convierta en un tema político y que se busquen soluciones que
involucren a toda la sociedad. Si las mujeres dicen que no pueden seguir bajo
estas condiciones, entonces algo debe cambiar.
Ese
algo está basado en una ética de apoyo mutuo e interdependencia, según explicas
en el libro, para superar la dominación, ¿cómo se transforma ese mensaje en un
proyecto colectivo?
Definitivamente no es fácil. Y creo que incluso para mí, a menudo es difícil
ver cómo podemos avanzar hacia ese tipo de cambio social. Pero también creo que
muchas personas realmente sienten la necesidad de ello. Hay bastante ira, hay
bastantes personas que sienten que esto es una injusticia y que las cosas no
pueden seguir como están. Se utiliza el término crisis reproductiva para
describir el momento en el que estamos ahora mismo, lo que sugiere que algo
tiene que ceder o que algo necesita cambiar. Creo que, si ponemos esto en la
agenda política, y lo convertimos en una lucha colectiva, habría realmente
mucha gente receptiva a esta idea. Porque la gente lo siente en su vida diaria,
que simplemente no es sostenible.
Me
parece particularmente complicado en una época en que la cultura popular exalta
el individualismo. Es decir, tu libro Ellos lo llaman amor convive con
“Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” de Shakira. Es difícil
competir con eso.
Sí, entiendo a lo que te refieres. Creo que, desde los años 80 o 90, se están
utilizando ideas feministas para justificar el individualismo u objetivos
profesionales de minorías. Y tienes este tipo de feminismo girlboss que
utiliza ideas feministas para justificar llegar a la cima en cualquier carrera
en la que estés. Y eso definitivamente es un gran problema para el pensamiento
feminista, y por eso creo que es importante cambiar el enfoque lejos del
empoderamiento individual o tener, no sé, igualdad de género en el lugar de
trabajo. Por importante que sea eso, no será suficiente para cambiar
fundamentalmente la sociedad porque, como sabemos, se basa en la explotación de
trabajadoras migrantes y otras personas que terminan asumiendo los trabajos de
cuidado que las personas necesitan.
Cuando
hablo de abolición de género, tengo en mente un proyecto político para superar
la forma en que las personas son categorizadas por género y cómo esto afecta su
experiencia.
En tu
libro hablas de grupos autónomos de mujeres negras, lesbianas y trabajadoras
sexuales, estas últimas, aseguras a la vanguardia de la lucha contra el trabajo
sexual(izado) ¿Qué mundo construiremos las malas madres, las trabajadoras
sexuales, queers y otros sujetos reproductivos desviados?
Estoy considerando una amplia coalición que abarque a personas de diversas
posiciones sociales. Algunos enfoques feministas han destacado la
respetabilidad, perpetuando una dicotomía entre mujeres “buenas” y
“respetables” y el resto. Mi objetivo, al igual que el del movimiento salario
para el trabajo doméstico, es superar esas divisiones y destacar las
similitudes en la lucha contra las condiciones laborales. No siempre es
sencillo y es cierto que las circunstancias son diversas, por ejemplo, las
condiciones laborales de una ama de casa de clase alta difieren de las de una
trabajadora sexual migrante. Sin embargo, propongo explorar cómo mejorar las
condiciones laborales de las trabajadoras más marginadas, especialmente en el
ámbito del cuidado, lo cual también podría beneficiar a aquellas más privilegiadas.
¿Puede ser útil para ello la idea de cuirizar la reproducción emocional?
Se trata de ir más allá de la familia nuclear como el epicentro del cuidado en
la sociedad y considerar cómo las personas queer han creado arreglos de cuidado
más colectivos y creativos, sí. Las estrategias de supervivencia bajo
condiciones restrictivas ofrecen ideas para el futuro.
La
desigualdad en el trabajo de la reproducción emocional se alimenta del sistema
de género. Sobre la abolición del género sostienes dos cuestiones: la
primera, que se puede hacer a través de la amplificación colectiva de los
sentimientos disponibles para sujetos feminizados y la segunda, que el
feminismo tránsfobo socava la abolición del género.
Cuando hablo de abolición de género, tengo en mente un proyecto político para
superar la forma en que las personas son categorizadas por género y cómo esto
afecta su experiencia y el tipo de trabajo que realizan. No estoy abogando por
una sociedad más andrógina, sino que defiendo la libertad para expresar el
género como se desee. Creo que la socialización de las mujeres, centrada en el
cuidado de otros, es problemática en la sociedad capitalista. Sin embargo,
creo que, si logramos superar las restricciones actuales del trabajo de cuidado
y la división de género en el trabajo, esto podría llevarnos más allá del
individualismo que caracteriza a nuestra sociedad en este momento.
¿Cómo?
Imagina una sociedad donde se generalice la responsabilidad de cuidar a otros,
al mismo tiempo que se minimiza la carga individual de hacerlo. Esto podría ser
una forma radicalmente diferente de concebir la sociedad y también de
relacionarnos con nosotras mismas y nuestra expresión de género. Los puntos que
quería abordar sobre el feminismo transfóbico... Muchas de ellas se ven a sí
mismas como queriendo ir más allá de una sociedad de género, pero la forma en
que lo están haciendo termina reforzando normas de género y reinstalando ideas
bastante naturalizadas sobre lo que es el género. Para mí, creo que el
potencial de liberación radica en que las personas sean realmente libres de
explorar su propia expresión de género y gran parte del pensamiento queer en el
que me baso no ha establecido un límite claro entre la sexualidad o la
orientación sexual por un lado y la expresión de género por el otro.
Creo
que sería muy beneficioso que la izquierda buscara más autonomía del trabajo
remunerado para replantear nuestras relaciones de cuidado
¿Y el
rol de los hombres en una socialización más justa del cuidado?
Supongo que, en este momento, es importante estar más involucrado en
reorganizar el cuidado, sin dar por sentado que es responsabilidad exclusiva de
otra persona ocuparse de ello. Considero que esto es fundamental y no quiero
minimizar su importancia en absoluto. Pero a menudo, hay una tendencia,
especialmente en el discurso feminista más liberal, a convertir esto en una
responsabilidad individual. Por ejemplo, sugiriendo que, si los hombres
aprendieran a cuidar a sus hijos, todo estaría bien, como una cuestión
individual a trabajar en el ámbito familiar. Pero claro, hay un papel para
los hombres en esto. Se trata de un proyecto que concierne a toda la sociedad y
creo que verlo como una cuestión individual dentro de la propia familia no nos
llevará muy lejos. Se necesita la participación de todos, incluidos los
hombres, en un proyecto colectivo para repensar el cuidado.
Tú
propones un horizonte en el que construir una unidad de clase en la lucha
contra la explotación en la que los hombres se sumen en nuestros términos a una
revolución feminista.
Esa es en realidad una línea inspirada en Selma James, quien fue una de las
personas más conocidas del movimiento salario para el trabajo doméstico y una
pensadora feminista muy importante. Ella tiene esta crítica hacia los
movimientos sindicales que veían las luchas feministas como una especie de
desviación de la verdadera causa, y decían, ¿por qué las mujeres no se unen a
nuestra lucha, la lucha de clases, la verdadera lucha? Creo que ella es
realmente buena al darle la vuelta a eso y decir, ¿por qué no podemos
reconsiderar la lucha de clases desde el punto de vista de las necesidades de
las mujeres y luego exigir que los hombres respalden esas demandas? Creo que es
una manera útil de pensar en cualquier lucha política, decir: “Mira, todos
necesitamos unidad, pero esa unidad no puede basarse en que algunas personas
simplemente guarden silencio sobre lo que necesitan”. Debe ser una unidad que
realmente esté considerando las necesidades de las personas que son aún más
explotadas.
¿Qué
papel pueden jugar las izquierdas en Europa?
Gran pregunta. Creo que hay que entender que las demandas que se plantean en
torno a la reproducción social, en torno al cuidado, son cosas que nos
conciernen a todas las personas. Todas estamos afectadas por el cuidado y la
reproducción, en un momento u otro, todas necesitamos cuidado y todas
necesitamos que nuestras condiciones de vida sean mejores. Así que creo que hay
bastante potencial de unidad en estos temas porque la mayoría de las luchas
políticas de una manera u otra tendrán implicaciones sobre cómo nos estamos
reproduciendo y cómo estamos viviendo y sobreviviendo en la sociedad
capitalista. Y muchas veces se trata simplemente de poner eso en la agenda.
Todas necesitamos acceso a una vivienda digna. Todas necesitamos cuidado de
ancianos y atención médica decente. Incluso aquellas personas que no tienen
hijos probablemente quieren que el cuidado infantil sea bueno y accesible. Creo
que sería muy beneficioso que la izquierda buscara más autonomía del trabajo
remunerado para replantear nuestras relaciones de cuidado. Sin embargo, las
restricciones del actual sistema social limitan esta posibilidad, impidiéndonos
simplemente abandonar el capitalismo para reconfigurar nuestras relaciones
personales
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/feminismos/alva-gotby-cuidado-trabajo-reproductivo
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