de Emmanuel Todd (Escritor), Baptiste Touverey (Colaborador)
"La noche cae
sobre Occidente, por Oriente surge el día" (Los Maestros Cantores de
Nuremberg)
La implosión de la URSS
volvió a poner la historia en movimiento. Sumió a Rusia en una violenta crisis,
pero, sobre todo, creó un vacío mundial que absorbió a Estados Unidos, también
en crisis desde 1980. Se desencadenó entonces un movimiento paradójico: la
expansión conquistadora de un Occidente que se marchitaba en su corazón. La
desaparición del protestantismo condujo a Estados Unidos, por etapas, del
neoliberalismo al nihilismo, y a Gran Bretaña, de la financiarización a la
pérdida del sentido del humor. El estado cero de la religión ha llevado a la
Unión Europea al suicidio, mientras Alemania estaba a punto de resurgir.
Entre 2016 y 2022, el
nihilismo occidental se fusionó con el ucraniano, nacido de la descomposición
de la esfera soviética. Juntos, la OTAN y Ucrania se enfrentaron a una Rusia
estabilizada, de nuevo una gran potencia, ahora conservadora, tranquilizadora para
el resto del mundo que no quiere seguir a Occidente en su aventura. Los
dirigentes rusos han decidido tomar partido: han desafiado a la OTAN y han
invadido Ucrania.
Recurriendo a los recursos de
la economía crítica, la sociología religiosa y la antropología, Emmanuel Todd
nos lleva a recorrer el mundo real, de Rusia a Ucrania, de las antiguas
democracias populares a Alemania, de Gran Bretaña a Escandinavia y Estados
Unidos, sin olvidar al resto de países, cuya elección decidirá, si no lo ha
hecho ya, el resultado no sólo de la guerra y sino del mundo por venir.
CONTENIDOS
Introducción. Las diez
sorpresas de la guerra
1.La estabilidad rusa
2.El enigma ucraniano
3.La rusofobia posmoderna en
Europa del Este
4.¿Qué es Occidente?
5.El suicidio asistido de
Europa
6.En Gran Bretaña: hacia la
nación cero (Croule Britannia)
7.Escandinavia: del feminismo
al belicismo
8.La verdadera naturaleza de
Estados Unidos: oligarquía y nihilismo
9.Desinflando la economía
estadounidense
10.La banda de Washington
11.Por qué el resto del mundo
eligió a Rusia
12. Conclusión. Cómo Estados
Unidos cayó en la trampa ucraniana (1990-2022)
Posfacio. Nihilismo
estadounidense: la prueba de Gaza
Fuente: https://www.akal.com/libro/la-derrota-de-occidente_53763/
EMMANUEL TODD: LA DERROTA
DE OCCIDENTE
Continuamos
semana en el mundo de la geopolítica y de los análisis de situación. Lo hacemos
con un ensayista de amplio espectro -antropólogo, historiador, demógrafo,
politólogo o sociólogo, según los gustos-, con un estudioso tan preparado como
polémico, Emmanuel Todd, al
que se suele calificar de conservador, liberal, soberanista, conservador
de izquierdas, nacional-conservador, etc. . Y, claro está, dados sus
antecedentes, sus posiciones, sus provocaciones y sus excesos, el asunto de la
invasión rusa lo ha vuelto a poner en primera página, con acusaciones variadas de
pertenecer al partido del Kremlin. Porque en lo tocante a este asunto, parece
que solo hay dos opciones, blanco o negro, sin grises. Así que, a la
postre, el profesor Todd ha decidido mostrar su posición en un nuevo e
interesante libro: La Défaite de l’Occident (Gallimard).
Como es
habitual, la salida al mercado de este volumen ha hecho que su autor desfilara
por los diversos medios explicando y justificando su posición: “Occidente está formado por
oligarquías liberales, Rusia es una democracia autoritaria“, “Estamos asistiendo a la caída
final de Occidente“, “Estamos al borde de un vuelco
mundial“, “Lo mejor que le podría pasar a
Europa es la desaparición de Estados Unidos“, “No soy putinófilo”
o, como dicen en Libération, “Emmanuel Todd afirma su
putinofilia“.
Hubo un
tiempo, quizá alguien lo recuerde, en que Emmanuel Todd fue considerado “el profeta de la política“.
Por si está en lo cierto, no estará de más presentar lo que en este trabajo
expone, que empieza con una introducción titulada “Las diez sorpresas de
la guerra” precedida de dos clarificadoras citas, una muy famosa de Lutero (Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa) y otra de Raymond Aron:
Seguros de conocer de antemano el secreto de la aventura inconclusa, contemplan la confusión de los acontecimientos de ayer y de hoy, con la pretensión del juez que domina los conflictos y distribuye soberanamente los elogios y las censuras. La existencia histórica, tal como se la vive auténticamente, opone individuos, grupos, naciones, en lucha por la defensa de intereses o ideas incompatibles. Ni el contemporáneo ni el historiador están en condiciones de imputar sin reservas el error o la razón a unos o a otros. No es que ignoremos el bien y el mal, pero ignoramos el porvenir y toda causa histórica acarrea iniquidades.
Y así
empieza la introducción sobre las sorpresas de la guerra:
“El 24 de
febrero de 2022, Vladimir Putin apareció en las pantallas de televisión de todo
el mundo. Anunció la entrada de tropas rusas en Ucrania. Su discurso no era
fundamentalmente sobre Ucrania o el derecho a la autodeterminación del pueblo
de Donbass. Era un
desafío a la OTAN. Putin explicó por qué no quería que Rusia fuera cogida por
sorpresa, como en 1941, esperando demasiado al inevitable ataque: “La continua
expansión de la infraestructura de la Alianza del Atlántico Norte y el
desarrollo militar del territorio de
Ucrania son inaceptables para nosotros”. Se había cruzado una “línea roja”; no
se trataba de permitir que se desarrollara una “anti-Rusia” en Ucrania; era una
cuestión, insistió, de autodefensa.
Este
discurso, en el que afirmaba la validez histórica y, por así decirlo, jurídica
de su decisión, revelaba, con cruel realismo, una relación técnica de fuerzas a
su favor. Si había llegado el momento de que Rusia actuara, era porque su
posesión de misiles hipersónicos le otorgaba superioridad estratégica. El
discurso de Putin, muy bien construido y muy sereno, aunque delatara cierta
emoción, fue perfectamente claro y, aunque no había motivos para ceder, merecía
ser discutido. Sin embargo, lo que surgió inmediatamente fue la visión de un
Putin incomprensible y de unos rusos incomprensibles, sumisos o estúpidos. Lo
que siguió fue una falta de debate que deshonró a la democracia occidental:
total en dos países, Francia y Reino Unido, relativa en Alemania y Estados
Unidos.
Como la
mayoría de las guerras, especialmente las mundiales, ésta no se desarrolló
según lo previsto, y ya nos ha deparado muchas sorpresas. He enumerado diez de
las principales.
La primera
fue el propio estallido de la guerra en Europa, una guerra real entre dos
Estados, un acontecimiento sin precedentes para un continente que creía haberse
instalado en la paz perpetua.
La segunda
son los dos adversarios implicados en esta guerra: Estados Unidos y Rusia.
Durante más de una década, Estados Unidos había identificado a China como su
principal enemigo. (…) Ahora, a través de los ucranianos, asistimos a un
enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia.
La tercera
sorpresa es la resistencia militar de Ucrania. (…)
Pero los
más sorprendidos fueron los propios rusos. En sus mentes, como en las de la
mayoría de los occidentales informados, y de hecho en la realidad, Ucrania era
lo que técnicamente se conoce como un Estado fallido. (…)
(…)
La cuarta
sorpresa fue la resistencia económica de Rusia. Nos habían dicho que las
sanciones, en particular la exclusión de los bancos rusos del sistema de
intercambio interbancario Swift, pondrían al país de rodillas. Pero si algunas
mentes curiosas de nuestro personal político y periodístico se hubieran tomado
la molestia de leer el libro de David Teurtrie, Russia. Le retour de la
puissance, publicado unos meses antes de la guerra, nos
habríamos ahorrado esta ridícula fe en nuestra omnipotencia financiera. (…)
Quinta
sorpresa: el desmoronamiento de toda voluntad europea. Al principio, Europa era
la pareja franco-alemana, que, desde la crisis de 2007-2008, había adquirido
ciertamente la apariencia de un matrimonio patriarcal, con Alemania como el
marido dominante que ya no escuchaba lo que su pareja tenía que decir. Pero
incluso bajo la hegemonía alemana, se pensaba que Europa conservaba cierta
autonomía. A pesar de algunas reticencias iniciales al otro lado del Rin,
incluidas las vacilaciones del Canciller Scholz, la Unión Europea abandonó muy
pronto toda voluntad de defender sus propios intereses; se aisló de su socio
energético y (más en general) comercial ruso, castigándose cada vez más
severamente. ( …) Esta evanescencia de Europa como actor geopolítico autónomo
es desconcertante cuando recordamos que, hace apenas veinte años, la oposición
conjunta de Alemania y Francia a la guerra de Irak dio lugar a conferencias de
prensa conjuntas del canciller Schröder, el presidente Chirac y el presidente
Putin.
La sexta
sorpresa de la guerra fue la aparición del Reino Unido como pícaro antirruso y
tábano de la OTAN. (…)
De forma
igual de extraña, este belicismo también afectó a Escandinavia, que durante
mucho tiempo había sido pacífica y más proclive a la neutralidad que al
combate, por lo que nos encontramos con una séptima sorpresa, también
protestante, en el norte de Europa, unida a la fiebre británica. (…)
La octava
sorpresa es la más… sorprendente. Procede de Estados Unidos, la potencia
militar dominante. Tras una lenta acumulación, la preocupación se manifestó
oficialmente en junio de 2023 en numerosos informes y artículos cuya fuente original
era el Pentágono: la industria militar estadounidense es deficitaria; la
superpotencia mundial es incapaz de garantizar el suministro de proyectiles -o
de cualquier otra cosa- a su protegido ucraniano. (…) El concepto de producto
interior bruto está obsoleto, y ahora debemos reflexionar sobre la relación
entre la economía política neoliberal y la realidad.
La novena
sorpresa es la soledad ideológica de Occidente y su ignorancia de su propio
aislamiento. Habiéndose acostumbrado a establecer los valores que el mundo debe
suscribir, Occidente esperaba sinceramente, estúpidamente, que todo el planeta
compartiera su indignación ante Rusia. Se sintieron decepcionados. Una vez
pasada la conmoción inicial de la guerra, empezó a aparecer en todas partes un
apoyo cada vez menos discreto a Rusia. (…)
La décima
y última sorpresa se materializa ahora. Es la derrota de Occidente. Tal
afirmación puede resultar sorprendente cuando la guerra aún no ha terminado.
Pero esta derrota es una certeza porque Occidente se está destruyendo a sí
mismo en lugar de ser atacado por Rusia.
Ampliemos
nuestra perspectiva y escapemos por un momento de las emociones que
legítimamente suscita la violencia de la guerra. Estamos en la era de la
globalización completa, en los dos sentidos de la palabra: máxima y completa.
Intentemos adoptar una perspectiva geopolítica: en realidad, Rusia no es el
principal problema. Demasiado vasta para una población que disminuye, sería
incapaz de tomar el control del planeta y no tiene ningún deseo de hacerlo; es
una potencia normal cuya evolución no tiene ningún misterio. Ninguna crisis
rusa desestabiliza el equilibrio mundial. Es una crisis occidental, y más
concretamente una crisis terminal estadounidense, la que pone en peligro el
equilibrio del planeta. Sus ondas más periféricas se han topado con un topo de
resistencia ruso, un clásico Estado-nación conservador.
(…)”.
©
Gallimard / Emmanuel Todd
Fuente: https://clionauta.hypotheses.org/36538
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