27-03-2014
En alguna ciudad latinoamericana donde
no abundan los ricos precisamente, pueden leerse, uno tras otros, los
siguientes anuncios publicitarios en enormes vallas callejeras: “Hay un
mundo mejor… ¡Pero es más caro!”; o este otro: “El 0.000001 %
aparece en nuestras listas. El resto nos lee. Revista Forbes”. Y en alguna
publicación, elegantemente presentada en fino papel satinado: “¡Bienvenido
a la clase!”, firmado por una lujosa marca de automóviles.
Vivimos
en un mundo –así nos cansamos de escucharlo, más aún durante las dictaduras que
asolaron nuestros países en estas últimas décadas– “occidental y cristiano”.
Occidental, no sólo por la posición geográfica, eso está claro (el planeta no
tiene Este y Oeste; eso es un código humano. ¿Quién inventó el Meridiano de
Greenwich?). En todo caso, ello intenta significar diferencias de cosmovisiones:
hay una línea imaginaria que separa tajantemente dos mundos, dos maneras de ver
la vida. La nuestra, occidental, va de la mano de aquello de “cristiano”. Y se
profese o no esta religión monoteísta basada en la figura de un Dios masculino,
todopoderoso y a veces bastante sordo a nuestras súplicas, nadie puede escapar
a la ideología cristiana dominante. Nos guste o no: ¡somos occidentales y
cristianos! Ser, por ejemplo, musulmán o budista en nuestro medio no deja de
constituir una excentricidad. Y nos guste o no también, vivimos en un mundo
donde el consumo nos define. Dime qué consumes y te diré quién eres. Eso es
Occidente.
De
esa manera, todo el mundo sabe –aunque no lo practique– que es de buen
cristiano poner la otra mejilla así nos hayan pegado en la primera. Es decir:
en nuestro mundo cultural cristiano (y occidental), donde el Hijo de dios, dios
encarnado, el Mesías o como se le quiera llamar vino a enseñárnoslo hace dos
milenios, debemos ser solidarios, humildes y no arrogantes. Eso, al menos, es
lo que se ha escuchado siempre. Somos “buenos” en tanto no somos altaneros,
soberbios, despectivos del inferior. Recuerdo un refrán que nunca deja de
impresionar: “la codicia rompe el saco”. La bondad se une a la solidaridad. No
hay que mostrarse ostentoso.
Incluso
algunos sacerdotes que conocí personalmente –dos de ellos masacrados en El
Salvador en 1989– predican con su ejemplo todo eso. Haber sido asesinados en
ese país centroamericano justamente por mantener esos ideales me hizo
cuestionar el tema de la solidaridad. ¿Será que el mundo realmente quiere eso?
Pero entonces ¿cómo entender estos anuncios publicitarios?
A
decir verdad, la única “Solidaridad” exitosa que he visto hasta ahora fue el
sindicato que en Polonia, liderado por el luego Premio Nobel de la Paz Lech
Walesa y apoyado por el Papa Juan Pablo II, sirvió como instrumento para
derrotar al gobierno comunista y restaurar el capitalismo en ese país. Y, a
decir verdad también, esa Solidaridad –dicen que financiada por la CIA– no
parecía muy comprometida con estos valores de humildad y altruismo. En todo
caso –debo confesarlo– me parece más cercana a lo que los carteles de marras
transmiten: “¡sea exitoso! ¡Entre al mundo de los mejores! ¡Marque su
diferencia!” ¿Consumiendo cosas caras entonces? Pero…. ¿cómo? ¿Y la
humildad y toda esa retahíla de pomposas declaraciones que condenan la
ostentación?
Y
ahí empiezan las contradicciones. Si vivimos en un mundo occidental y
¡cristiano!, ¿qué será lo que significan las propagandas citadas? ¿Cómo es
posible esto: no es malo ser arrogante, jactancioso, soberbio, petulante y
presumido? Porque, me parece, estas promociones a eso apuntan, ¿no? Si la
codicia rompe el saco, ¿por qué ensalzarla?
Definitivamente,
creo que la gran mayoría de la población del mundo jamás podrá ingresar en ese
0,000001 % de los que aparecen en las listas de multimillonarios. ¿Estamos
condenados a no ser “exitosos” entonces?
Lo
más patético es que buena parte del 99,999999 % restante se termina creyendo
estas propagandas y pensando que sí podrá algún día.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su
libertad para publicarlo en otras fuentes.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=182555
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