gilad.co.uk
23-07-2014
Traducido del inglés para Rebelión
por J. M.
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En
su discurso a la nación, el primer ministro Benjamin Netanyahu reconoció ayer
que la guerra contra Gaza es una batalla por la existencia del Estado judío.
Netanyahu está en lo cierto. E Israel no puede ganar esta batalla; ni siquiera
puede definir lo que una victoria podría suponer. Sin duda, la batalla no es
acerca de los túneles o las operaciones subterráneas de los militantes. Los
túneles son sólo las armas de la resistencia en lugar de la propia resistencia.
Los militantes de Hamas y Gaza llevaron a Israel a una zona de batalla en la
que nunca podría tener éxito y Hamas estableció las condiciones, eligió el
terreno y escribió los términos exigidos para concluir este ciclo de violencia.
Durante
diez días Netanyahu hizo todo lo posible para evitar una operación terrestre.
Se enfrentaba a la realidad de que Israel carece de una respuesta militar a la
resistencia palestina. Netanyahu sabía que una derrota en el terreno
erradicaría lo poco que queda del poder de disuasión del ejército israelí.
Cinco
días antes Israel, al menos a los ojos de sus partidarios, controlaba el
terreno. Sus ciudadanos se vieron sometidos a una incesante oleada de cohetes,
sin embargo dio muestras de reserva relativa matando a civiles palestinos sólo
desde lejos, algo que sirvió para transmitir una fantasiosa imagen de fuerza.
Pero eso ha cambiado rápidamente desde que Israel lanzó su operación terrestre.
Israel está ahora, una vez más, involucrado en colosales crímenes de guerra
contra una población civil y lo peor, al menos estratégicamente, sus comandos
de infantería de élite están siendo eliminados en una batalla cara a cara las
calles de Gaza. A pesar de una clara superioridad tecnológica israelí y de su
potencia de fuego, los militantes palestinos están ganando la batalla en el terreno
e incluso han logrado pasar la batalla a territorio israelí. Además, la lluvia
de cohetes sobre Tel Aviv no parece detenerse.
La
derrota del ejército israelí en Gaza deja al Estado judío sin esperanza. La
moraleja es simple. Si usted insiste en vivir en la tierra de otra persona, el
poder militar es un ingrediente esencial para disuadir a los desposeídos de
actuar para reclamar sus derechos. El número de víctimas del ejército israelí y
el número de cadáveres de soldados de élite israelíes que regresan a casa en
ataúdes envian un mensaje claro a los israelíes y a los palestinos. La
superioridad militar de Israel pertenece al pasado. No hay futuro para el
Estado sólo para judíos en Palestina; tendrán que probar en otro sitio.
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