Publicado por Daniel Eskibel en Jul 4,
2017
Juan María Brausen
creó una ciudad en su imaginación. Una ciudad completa, con sus calles,
avenidas, edificios y habitantes. Una ciudad imaginaria a la que llamó Santa María. Y luego
se fue a vivir allí. A la imaginaria Santa María. Y allí se quedó.
Brausen es el
personaje principal de “La vida breve”, dura pero maravillosa novela del escritor
uruguayo Juan Carlos Onetti. Su periplo es simple pero demoledor. Se aleja poco
a poco de la realidad: su esposa Gertrudis, su mejor amigo, su trabajo como
publicista…Y al mismo ritmo va construyendo la mítica Santa María.
Un día Brausen se
ve a sí mismo caminando por las calles que él mismo inventó. Esas calles que
serán escenario de buena parte de la obra de Onetti. Esa Santa María en la que
tarde o temprano descubrimos que en el centro de la plaza está la estatua del
héroe local. Y que ese héroe se llama Brausen. Esa Santa María en la que un
lejano día habrá un personaje que invoca a Dios musitando “Brausen mío”…
Una novela, claro.
Ficción.
Nada que ver con el liderazgo político, claro está.
Nada más que ficción.
¿Nada más que ficción?
Es curioso, pero
en política suele ocurrir un fenómeno extraordinariamente similar. Casi
idéntico. Y de enorme poder destructivo para el liderazgo político de
cualquiera.
Es la construcción
de una realidad
alternativa alrededor del político. Una realidad virtual que tal vez al
principio lo protege pero que termina por ahorcarlo.
Al principio nadie
lo advierte. Y todos creen estar vacunados contra eso. Cuentan además con la
certeza inconmovible de pisar el terreno firme de la realidad. Pero poco a poco
comienzan a alejarse. Tal vez de un modo sutil, lento, insidioso. Es así que el
político y su equipo van construyendo su mundo. Su propio mundo.
Hablan, viven y
respiran política. Se comunican todo el tiempo con personas que también hablan,
viven y respiran política. Y se van desconectando paso a paso de la gente común y sus problemas.
Sus contactos piensan parecido a ellos, y los que piensan distinto están cada
vez más lejos. Las
informaciones provenientes de la realidad son filtradas por la necesidad
creciente que tiene el cerebro de que todos los datos cierren. Entonces lo
nuevo parece que siempre viene a confirmar lo viejo, lo ya sabido.
Como Brausen,
construyen un mundo. Un mundo propio que siempre les da la razón. Y se van a
vivir en ese mundo. Y toman decisiones desde ese mundo.
La noche de la
elección es el choque de los mundos para el líder político. El creado alrededor
de cada político y el real. Un choque que para casi todos es doloroso, duro,
casi violento. Porque los resultados electorales suelen tirar abajo el castillo
de naipes y mostrar que la realidad no era igual a esa construcción
político-imaginaria que se fue levantando imperceptiblemente a su alrededor.
Por eso existen
los consultores
políticos.
Para llegar desde
afuera de la Santa María imaginaria de cada uno. Y señalar lo que Brausen no
puede ver.
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